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su insigne caridad: acá una mano toda horadada, de donde cayesen mil dones que recordasen su gran beneficencia: allá un sol siempre rodando de oriente á occidente símbolo, espresivo de su constancia; pero me voy dilatando mucho: con razon no quería yo acercarme á hablaros de vuestro antiguo padre, temeroso de que mi apóstrofe se alargase demasiado, y mortificase la atencion del digno gefe y beneméritos amigos que me escuchan. Bendecid, pues, la buena memoria de vuestro bienhechor, y dejadme ir á continuar el elogio que determiné consagrarle.

Despues que nuestro Escmo. Presidente logró incorporar la casa de Beneficencia en el Cuerpo patriótico, propuso se hiciese lo mismo con el papel Periódico como sino contento con haber sido su autor, tambien quisiese ser su conservador, y dando cuenta del producto de la venta y suscripciones hasta la fecha, simultáneamente entregó el resíduo existente de mil pesos fuertes. En mi sentir esta fué la primera muestra que dió S. E. de su genio y de sus vastas ideas. Y si los moscovitas nunca olvidarán que debieron toda su ilustracion á los elementos de la escritura rusa y latina que les enseñó su Emperador, la Habana tampoco echará en olvido el incremento de luces que debió á la institucion del papel Periódico. Al punto que se estableció, vimos felicitarse recíprocamente todos los vecinos: el comerciante por tener ya un vehículo seguro y autorizado para comunicar sus especulaciones mercantiles el hacendado para dar noticia de los productos y adelantos de la economía rural: el artesano y el artífice para noticiarnos los nuevos inventos en las primeras y segundas materias de sus respectivas artes. No puede negarse que la circulacion de este papel era como una distribucion de las tareas que nos imponía la patria para trabajar en su prosperidad. Unos leian, otros escribian éstos enseñaban, aquellos aprendian: cual procuraba corregir los defectos del lenguaje y ortografía: cual indicaba los vicios de nuestras costumbres y de nuestras ciencias, y todos se sintieron incitados de una escribo-manía desconocida ántes y conservada hasta nuestro tiempo. Entónces tambien dió á luz nuestra imprenta el censo de nuestra poblacion, nuestro Almanaque y nuestra Guia de forasteros.

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Si os habrá ocurrido mientras hablé del Periódico el mismo reparo que á mí? Que este papel creado, protegido y arraigado ya entre nosotros á influjo de nuestro Escmo. primer Presidente que este papel destinado á anunciarnos todos los sucesos capaces de interesar nuestra atencion, y empleado otras veces en lamentar la pérdida de sugetos ménos acreedores al reconocimiento de los habaneros: que este papel, repito, nada nos haya dicho de la pérdida de su fundador. Ni nos ha anunciado su muerte, ni nos ha recomendado sus méritos, ni lo que le costó su insti

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tucion. Perdóname, sócio distinguido, que tan á gusto nuestro desempeñas la confianza de redactor; pero perdóname si te digo que dormitaste en esta ocasion (porque tambien dormitan los Homeros); y si del labio del mejor de tus amigos, de tus condiscípulos y concólegas (¡ que títulos tan gloriosos para mí!) han fluido espresiones que no sean para ensalzar tus bellas prendas: perdóname, en fin, si acalorado del celo que me inspira la buena causa que defiendo, he salido de los límites de un mero panegirista.

La Sociedad, despues, no ignorando que en las antiguas repúblicas eran muy considerados los sacerdotes, los magistrados y los niños; trató de instituir seminarios donde éstos recibiesen los principios genuinos de las ciencias y de las artes, para disponerlos desde temprano á ser algun dia miembros de la patria; á la manera que el próbido labrador cria plantas nuevas para trasplantarlas en tiempo oportuno, y substituirlas á las ya secas y caducas. ¡Qué empeño tan tenáz fincó S. E. en plantificar este proyecto! Algunos pensaron que el escribir correctamente era una simple curiosidad, ó mera industria, que no elevaba el hombre á la atmósfera de los ilustrados. Mas no pensaba así S. E.: se proponía una real utilidad en la fundacion de las escuelas patrióticas, á pesar del dictámen de Mandeville y de los elocuentes discursos de Rouseau: de aquí fué que para su logro no perdonó ninguno de los recursos que pudo sugerir el patriotisno mas exaltado: yo apelo á los mismos acuerdos de nuestras Juntas: ellos son otros tantos testimonios invencibles de la justicia con que hablo, en medio de la desgracia que lloramos, por no haber cogido el fruto de sus patrióticas faenas.

Estas fueron mas felices cuando nuestro Escmo. Presidente dispuso la Biblioteca pública, y la cometió al cuidado de la Sociedad, con la misma confianza que Julio César puso al cargo de Marcos Varron la que instituyó en Roma. La cesion espontánea que S. E. hizo de un número considerado de volùmenes, con la que hicieron otros Sócios que tuvieron el honor de imitarle, nos ha proporcionado una coleccion de obras que sirven de alimento á la curiosidad de los aplicados, y de remedio gracioso á la necesidad de algunos individuos, que faltos y deseosos de la instruccion, carecian de arbitrios para surtirse de los libros necesarios.

¿Y qué, tú, gloria de los Tulios y Demóstenes, embeleso de los hombres y de las fieras, dulce elocuencia, tú no tendrás lugar en el elogio que dedico á la grata y plausible memoria del Escmo. Sr. D. Luis de las Casas? Sí, amigos; la elocuencia tiene aquí un lugar sobresaliente, porque nuestro Escmo. Sr. Presidente juzga

* D. Manuel de Sequeira, ayudante mayor del regimiento fijo de la Habana.

ba que no podia perfeccionar las ideas sin perfeccionar el lenguaje; que hablar bien, pensar bien y escribir bien eran tres perfecciones inseparables, segun le habia enseñado el famoso preceptor del Duque de Parma. A este fin ofreció el premio de una medalla de oro, valor de cien pesos, á la pieza de elocuencia que mejor demostrase quienes eran los varones que mas justamente hubiesen ganado la gratitud de la Habana; y para cerrar la entrada á cualquiera sospecha, ó de ambicion en él, ó de lisonja en el orador, escluyó á los sugetos que la servian entónces. La tentativa correspondió á la intencion; se presentó una pieza, * cuyo mérito convenció de plano el grado de perfeccion en que se hallaban entre nosotros los fundamentos y aun las gracias de la oratoria, y el esfuerzo venturoso que se hacía para brillar en un arte necesario en el foro, en el santuario, en el estrépito de la guerra, en el ócio de la paz, siempre necesario. Los demas genios se resintieron al momento de las bellezas de la elocuencia, y la Sociedad trató de crear una academia donde se diesen á conocer las bases de la buena locucion, enseñando metódicamente los principios del idioma español. Las casas públicas de enseñanza abrigaron el proyecto del Cuerpo patriótico : la juventud comenzó á disfrutar algunas utilidades; y si el justo Rey á quien servímos, se digna acceder á nuestra solicitud, será mas sólido y efectivo el beneficio que deberá la Habana á los afanes de su antiguo gobernador.

Interrumpámos por un rato la dilatada série de estos afanes benéficos convirtámos nuestra atencion á objetos de diversa naturaleza; de esta manera descansará algo nuestra admiracion. Vamos á ver ahora á los atenienses, que penetrados del reconocimiento mas fervoroso á las buenas acciones con que Trasíbulo habia ilustrado la patria, le ofrecieron una corona cívica de ramos de oliva vamos á admirar un fenómeno portentoso, á saber, la gloria de Trasíbulo sin su compañera la envidia, y la moderacion. de un gefe que en el centro de las honras no se reputa mayor que sus inferiores. Vosotros sois, señores, los reconocidos atenienses, y en Trasíbulo se nos representa la viva imágen del Escmo. Sr. D. Luis de las Casas. ¿No es verdad que en una de vuestras Juntas os penetrásteis de tanta gratitud, que acordásteis ceñirle sus cienes con una corona mas duradera que la de los frágiles ramos de oliva, levantándole una estátua lapídea en el paseo público estramuros? ¿No es verdad que la ejemplar moderacion del Mecenas resistió y frustró los conatos que hacía la gratitud de todo el cuerpo? ¿No es verdad que este honor, cuan grande, cuan estraordinario era, no irritó la envidia de ninguno de vosotros? ¡Qué

* Discurso del Dr. D. Tomas Romay, premiado por la Sociedad.

espectáculo tan tierno! ¡Qué representaciones tan patéticas registraron entonces nuestros ojos alterados! ¡El mérito pugnando con la recompensa, la virtud con la virtud, la cabeza con sus propios miembros ; convertido el taller de la felicidad general en una escuela práctica de nobles sentimientos, y el númen activo y bienhechor que nos dominaba, confundido en la misma arena de sus triunfos! Confieso que esta escena fué demasiado afectuosa é igualmente honorífica á ámbos partidos, que exige un pincel mas delicado que mi tosca pluma, y que yo quedo con la pena de no haber sabido condecorarla con todos los espléndidos atavíos de la retórica. No obstante, quiero mas bien que me acuseis de no haber cuidado de sus adornos, que no de haberla sacrificado al calor de una imaginacion inventora. No siempre podemos dar á los objetos su nativo color: tal vez no conviene revestir hechos que por si solos tienen todo el tamaño, el atractivo y la actividad suficiente á conquistar nuestro asombro.

Si despues de esta ingénua confesion os dais por satisfechos solo con que yo os diga sencillamente que el Escmo. Sr. Casas teniendo grabada en su corazon la máxima de oro del ya citado Escmo. Sr. conde de Campomanes ; la felicidad pública se ha de conseguir por una atencion universal á todos los ramos que la constituyen, se aplicó con increible teson á promoverlos todos; desde luego bastará que para clausular su elogio os refiera sin tropos, sin esclamaciones y sin hipérboles sus repetidas propuestas hechas en la Sociedad para derramar el benefici por toda nuestra Isla.

Ya nos induce á tomar medidas sobre el acopio de piedras que faltaban para llevar al cabo el ampedrado de nuestras calles : ya promueve el cultivo del tabaco de Virginia, apoyado en la sólida razon de la preferencia que se le dá en el canton de Africa, donde este fruto hace el renglon principal para el tráfico: ya nos habla, dije mal, nos pone delante un pequeño ház de lino verde, que sus manos habian arrancado de un plantío que casualmente habia descubierto no muy lejos de la ciudad; demuestra que esta planta podia considerarse como indígena, y calcula las grandes ventajas que nos redundarian si se adelantase su cultivo hasta hacerla servir á los usos comunes: ya dicta leyes sobre la mejor redaccion del papel Periódico, y eleccion de asuntos para los premios anuales. El mismo señala los problemas que todavía no se han resuelto. El primero: cuales eran las materias propias de este suelo que mas fácilmente pudieran prestarse á los procedimientos de la industria. El segundo: cual es el signo mas cierto de nuestras riquezas, la multitud de esclavos, ó la multitud de tierras. Ya nos insta porque hagamos una revision de las actas del Cuerpo, para conocer así las tareas que se hallaban pendientes, y reducirlas á su debido cumplimiento: ya promueve la escavacion de una

cantera al parecer de jaspe, encontrada en las inmediaciones de Guanabacoa ya nos enseña el camino seguro que debia tomar la Sociedad en el caso de resultar igualdad de sufragios en sus votaciones ya corrige uno de nuestros acuerdos, solo porque en todo su contenido no se habia hecho memoria honrosa de un Sócio benemérito y acreditado: * ya le vemos incluirse él mismo en la diputacion que se nombraba para presenciar el ensayo que iba á practicar un artesano frances con la nueva máquina de esprimir la caña sin el costo y embarazo de los bueyes, y entonces fué cuando le vímos como á uno de nosotros en la choza de Mr. Lafage tanteando los resortes de la máquina, graduando sus potencias, tomándo lecciones de mecánica, é interesándose en el resultado de un artificio que presentaba todo el aspecto de sencillez y utilidad que pudieran desearse. Pedro el Grande inscripto en la matrícula de los carpinteros de Amsterdan, trabajando en sus atarazanas y tomando en sus hospitales lecciones de cirugía y anatomia, no era tan aspectable á mis ojos como nuestro Escmo. Presidente en la actual ocasion: porque allá el nombre supuesto de Pedro Michelof ocultaba los resplandores del carácter y representacion imperial; y acá resaltaban los timbres y las insignias como los colores vivos sobre un fondo oscuro, cuando el ilustre fundador y Presidente de la Sociedad Patriótica, el Escmo. Gobernador y Capitan general de toda la Isla no se desdeñaba de alternar con sus inferiores, y lo que es mas, con los artesanos. ¡O fuerza del patriotismo! Volvámos á la Sociedad.

Si nosotros tratábamos de establecer nuevos molinos de agua y viento, para aligerar las tardías y costosas operaciones de la elaboracion de nuestro azúcar, y nuevas máquinas para facilitar la molienda del maíz, del arroz y del tabaco : si acordábamos promover la cria de una especial raza de cerdos que surtiese el abasto de carnes en las épocas infelices de la escasés: si juzgábamos conveniente á nuestra juventud, bien la noble, bien la de otras clases, las escuelas de química, de botánica, de todos los varios ramos de matemáticas: si fué precisa una nueva policía interior en el matadero para abolir ciertas prácticas perjudiciales á la salud pública: si la Sociedad concebia propio de su incumbencia hacer alguna política insinuacion al muy ilustre Ayuntamiento sobre la iluminacion de la ciudad, que decaía poco a poco: si pensaba en consultar al decoro de los templos y del Dios que los habita, y á la sanidad de una numerosa poblacion formando cementerios fuera de los muros: si el cultivo del algodon, del añil, del café, de la cera y colmenas aparecian como puntos de ia mayor consideracion para el fomento de la industria popular: si á fin de adelantar la agricul

* D. Antonio Robredo, secretario entónces del mismo Cuerpo.

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