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,,los insectos y demas animales que las ofenden y persiguen, como el modo de precaver uno y otro daño.” (1)

Virgilio no se desdeñó de cantar con el mas dulce entusiasmo las sangrientas batallas, la prevision, el órden, las costumbres, los ejercicios y admirable economía de las abejas, cuando Augusto César coronado con los laureles que cortaba á las márgenes del Eufrates subía al Oiímpo hollando los trofeos de las naciones asiáticas. (2) Yo aunque tan inferior á Publio, como el mimbre al cipres, osaré escribir sobre el referido teorema, confiado en la indulgencia del ilustre Cuerpo encargado de calificar los escritos que aspiren á obtener el premio ofrecido.

La misma naturaleza nos provoca á cultivar las colmenas. Un clima donde jamas se esperimenta el frio que hiela; valles perpetuamente adornados con fragantes y copiosas flores; bosques siempre verdes y frondosos; fuentes y arroyos cristalinos y perennes; maderas no menos gratas á las abejas que propias para formar las cajas. ¿Han merecido acaso otró tante los montes Hibla é Himeto, y las celebradas costas de Narbona? Así pues, apénas el año de 1764 condujeron á esta Isla algunos pequeños enjambres los prófugos habitadores de la Florida y los colocaron en la villa de Guanabacoa, cuando de tal suerte se multiplicaron, que difundiéndose en los campos vecinos llegaron á ser perjudiciales á los ingenios de azúcar, con cuya substancia se mantenian: su fecundidad era tanta, que sin tenerlas con los resguardos que se acostumbra en Europa, daba cada colmena un enjambre al mes, y á veces dos, el uno regular; y el otro pequeño, castrándose mensualmente; y la cera y miel que se sacaba no eran ménos abundantes que en España, donde solo se hace esa operacion una, ó cuando mas dos veces al año. (3)

Aunque esta noticia sea exagerada no puede dudarse que su multiplicacion fué tan rápida que el año de 1770 despues de proveernos de la cera precisa para el consumo de esta ciudad, se estrageron 5 arrobas para la de Vera-Cruz. El siguiente 8 y 10 libras: el de 1772, 4199, y aumentándose proporcionalmente en los años sucesivos, llegaron á salir en el de 1776 de este puerto para varios de Europa y de América 21,187 arrobas. Desde esta época si no se ha disminuido la esportacion de la cera, no ha tenido á lo menos aquel aumento que juiciosamente debía esperarse á vista de los anteriores progresos. El año pasado de 95 solo se registraron en esta Aduana 26,104 arrobas 15 libras, y aunque á dicha suma agreguemos otras pequeñas, que de Trinidad y Cuba se lle

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varon al Continente, y algunas que apresaron los enemigos cuando de aquellos y otros puertos de la Isla se conducian á este, nunca podrá ascender á la cantidad que correspondia tuviese en 20 años, calculando por el aumento progresivo, que se observó en los 7 primeros, (1) Las causas que impiden se adelante esta cosecha, si son defectos y errores que se hayan introducido en su cul- ́ tura, ó trabas impuestas al cosechero, privándole de algunos auxilios, será lo primero que examinaremos.

El unánime consentimiento de muchos hombres separados en diferentes lugares no puede ser efecto del capricho ó de la intriga: es necesario atribuirlo á una reflexion muy obvia y convincente, ó á una esperiencia universal y constante. Creo que uno y otro ha contribuido á persuadir á todos los abejeros de esta Isla que la prohibicion de la madera de cedro para construir las cajas es el primer obstáculo que se opone á su adelantamiento. Si la fragran.. cia de este leño ro fuera gratísimo á un insecto que abandona su trabajo su alimento y habitacion cuando percibe inmediato á ella algun olor desagradable; si no le viesemos preferir el cedro á los demas árboles de que abundan nuestros bosques, para formar en ellos sus panales cuando proceden con libertad guiadas por su instinto; si los naturalistas no hubiesen encontrado alguna afinidad entre la resina de esta madera y el Própolis (2) de las abejas; si Bomare y Prefontaine no afirmasen que es superior á todas las de construccion por ser casi incorruptible, como suele tambien llamarse en los libros santos, y porque ni los gusanos, ni otros insectos atacan las obras que se hacen con ella; si nuestros campos no estuvieran tan poblados de cedros, que bastan ellos para proveer todos los arsenales de la nacion; si no fueran mas feraces en producir estos árboles que los de otras especies; si no prefiriesemos sns maderas á todas las otras para muestros edificios y menages, por su duracion, tamaño y abundancia, por ser la mas facil de encontrarse, conducirse y aserrarse; desde luego yo atribuiría á preocupacion, ó á una tenacidad reprehensible la primera causa á que imputan los cosecheros de cera la decadencia de este ramo. Pero si á mas de todo esto viésemos que ni la severidad de la ley, ni la vigilancia de los zeladores de montes puede impedir que formen con esta madera algunos de sus corchos, es preciso convengamos en que la razon, la esperiencia, la necesidad, la misma naturaleza les obliga á egecutarlo.

La misma naturaleza, sí; prescindiendo de la predileccion que manifiestan las abejas al cedro; ya lo dije, y no debo repetirlo.

(1) Véanse los estados anuales de esta Aduana.

(2) Própolis, cierta especie de cera glutinosa, ó betun que sirve de fundamento á los panales y defiende los corchos de las intemperies y de los insectos: aquí

le llaman Lacre.

Otra reflexion no ménos oportuna se me ofrece. Entre las inumerables y esquisitas maderas que nos ha concedido la Providencia, solo la del cedro es útil para formar las cajas. Fuera de que por lo general ninguna otra tiene el diámetro que se requiere, que son mas costosas y muy raras; las tablas de las unas se rajan inmediatamente como las de jocuma, guajanai, sabicú y todas las llamadas duras; otras son muy corruptibles y propensas á criar gusanos que las corroen como la macagua, el ateje, la ayuda, la ceiba, el jobo; y otras finalmente ahuyentan con su mal olor las abejas, tal es la majagua y el moruro.

De aquí es que el pobre labrador reducido á valerse de aquellas que encuentra á ménos precio y dificultad, se vé en la precision de renovarlas cada año, pues las intemperies y sus mismos principios las destruyen en este período. Sus escasos fondos permitiéndole ápénas preparar nuevos corchos en que conservar las antiguas colmenas, mira penetrado de dolor salir los recientes enjambres y dispersarse por los campos despues que permanecieron al rededor de él, provocándole á que los recogiera, lo que no pudo ejecutar, porque indirectamente se le prohibe por real órden de 11 de diciembre de 1789. ¡Afectos terribles, que oprimis el corazon de estos infelices en esos instantes, venid á mi pecho, para que derramando por la pluma la amargura que le inunde, conmueva y enternezca las sensibles entrañas de los patriotas benéficos que tanto se interesan en consolarlos!

Pero no es esta la única traba que coarta los progresos de la cera. Varios reglamentos económicos de la Real Hacienda tambien han contribuido á conservar estacionaria su extraccion en los últimos 20 años. Por Real decreto de 28 de febrero de 1789, la cera procedente de Cuba, Trinidad y Nuevitas paga solo la alcabala de primera venta que se verifica entre el comerciante y cosecherc, libertándose tambien de los 6 reales por arroba, siempre que conste la circunstancia de trasbordo para Ultramar. La que se conduce de los otros puertos de la Isla, aunque se esprese esta calidad, se exime únicamente de la alcabala de segunda venta, pero no de los 6 reales por cada arroba. A estos Reales derechos se agrega el Municipal de Armadilla, que es 1 real que indistintamente paga en cada arroba toda la cera de esta Isla. Tantos gravámenes cercenan una gran parte del lucro que pudiera excitar al colmenero; y aun las mismas escepciones sobre un ramo de un propio suelo desalienta mucho al que no las disfruta.

La gracia concedida á los puertos de Cuba, Trinidad y Nuevitas es tanto mas perjudicial al fomento de las colmenas, cuanto que la cera procedente de ellos es por lo general silvestre y de infima calidad. No así la que se conduce de S. Juan de los Remedios, Villa-Clara, Sti-Espiritu, Matanzas, y de los partidos de

Gibacoa, Guamutas, Alvarez, Macuriges, y otros situados á barlovento de esta Ciudad; como tambien la de Filipinas, Pinal del Rio y Consolacion, por la parte de sotavento. Esta es casi toda beneficiada en cajas, mas fácil de blanquearse y escede en cantidad á la de los puertos privilegiados.

De aquí resulta que estando mas gravada la cera de un parage que la de otro, deja la misma utilidad una porcion en que la mayor parte es mala, que otra igual porcion donde casi toda es escelente. Esta igualdad en el lucro, siendo tan diferente la calidad del género, hace que los cosecheros de los lugares no privilegiados se desalienten y abandonen su cultura. El mayor precio á que venden la mejor, no es bastante para compensar los dobles derechos que pagan, cuando no se espresa la embarazosa circunstancia de trasbordo, el trabajo personal y los costos de cajas y conduccion, para presentarla á sus respectivos administradores. Hasta en esto son mas favorecidos los cosecheros de Cuba, Trinidad y Nuevitas. Ellos fácilmente la conducen á las administraciones de aquellos puertos; los que habitan en la parte no comprendida en el Real decreto de 28 de febrero de 89 carecen de igual proporcion; pues aunque hay administradores en los pueblos principales, los vecinos de las haciendas y partidos se ven en la necesidad de abandonar por muchos dias su casa y trabajo para trasportarla por caminos ásperos y dilatados al lugar donde reside el administrador. Y como muchos de ellos no tienen un sueldo fijo, sino una cuota estrada de las mismas exacciones como un cinco por ciento, suelen aumentar el precio de los géneros que tasan para acrecer su peculio; de aquí es que la cera de igual mérito y valor resulta mas ó ménos cargada segun los aforos que la hacen.

Si al labrador se le permitiese formar las cajas de una madera durable y barata; si los gravámenes no fueran tantos y tan desiguales, su propio interés le habría estimulado á perfeccionar la cultura de este ramo. Léjos de abandonarla introduciendo abusos y errores, nada omitiría que pudiera contribuir á su fomento. Para conseguirlo precedería al tiempo de castrarlas con menos codicia y mas inteligencia. No tumbaría y quemaría los árboles y con ellos las abejas para aprovechar la miel y cera de los enjambres que posan en ellos; ní con el mismo objeto mataría en la caja los huevos y ninfas; ni dejaría como inútiles los panales secos y viejos propensos á criar gusanos; ni sofocaría y ahuyentaría las. abejas con humo de azufre ó de pajas encendidas; ni extraería toda la miel sin dejarlas con que sustentarse en los meses de junio hasta setiembre, que son los ménos floridos, ó precisándolas, á que buscando con que alimentarse en otros panales se embistan furiosamente y muera la mayor parte.

Otro defecto originado tambien de los mismos principios es

el lugar en que situan las colmenas. Los que han tenido facultades para colocarlas bajo un techo sólido capaz de preservarlas de las intemperies, han esperimentado menos quebranto que aquellos que solo pueden resguardarlas á la sombra de los árboles. Si el abejero percibiese todo lo que produce su cosecha, desde las primeras habria tenido lo necesario para fabricar una casa donde preservar sus corchos de las lluvias esce: ivas, y de las inundaciones que con tanta frecuencia esperimentamos principalmente en el mes de junio de 1791, en octubre de 92, en agosto de 94 y en octubre de este presente año. Las lluvias impiden que las abejas salgan á recoger la cera y la miel; las obligan á sustentarse con la que tienen en los panales; las aguas penetrando y humedeciendo las cajas las enferman, y las que han estado próximas á los rios que salieron de madre fueron sumergidas en sus corrientes.

A mas de estas causas concibo que tambien han contribuido á interrumpir y atrasar el fomento de la cera, varios apresamientos hechos en las costas de esta Isla durante las guerras seguidas con los ingleses desde 1779 hasta 83, y con la República francesa desde mediados de 93 hasta fines del año próximo pasado.

¡Pero gracias al Cielo, dias mas felices han sucedido á esos dias funestos! Un nuevo Octavio tan digno de reinar en todo el mundo por sus virtudes como por su ilustre sangre sobre el trono de las Españas, Cárlos IV, cerrando el aciago templo de Jano restituye á sus amados pueblos la dulce paz, la abundancia, la tranquila posesion y uso de sus bienes. Un espíritu vivificador esparcido por toda la atmósfera de su vasto imperio varía su faz, y le va dando aquel auge que puede recibir. El navegante surca los mares con mayor frecuencia: el artesano protegido y estimulado esfuerza su industria: y el labrador no temiendo ya que el cruel soldado arruine sus mieses, ni posea el estrangero sus campos, los fertiliza con el sudor de su rostro, y sentado..... La idea de la felicidad de mi patria me enagena, hasta hacerme repetir esta frase de un poeta : (1) el anciano y dichoso labrador sentado á Jas márgenes de las sagradas fuentes y de los rios conocidos recibe el suave zéfiro, y se queda muchas veces dormido con el dulce susurro que hacen las abejas sicilianas chupando la miel de las flo

res vecinas.

Tales son las imágenes que me presenta mi fantasía, cuando medito sobre la Real órden de 5 de octubre de 1765. Nuestro providentísimo Soberano advirtiendo la decadencia en que se halla en esta Isla el comercio de la cera, que con tanta rapidez se fomentó en los 7 primeros años, siendo igualmente proficuo al Estado y á

(1) Virgil. Eclog. 1.

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