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Do fuy toda la noche combatido de horrendos y amorosos pensamientos que el seso me turuaban y el sentido.

Porque con diferentes fundamentos procurauan los vnos persuadirme á la prosecucion de mis intentos. Tratauan los demas de disuadirme, la contraria opinion con proponerme cien mil inconuenientes y dezirme,

y

Que ausentarme de vos era perderme, desuaríos de la calentura

fingir esfuerzos para defenderme.

Porque vuestro valor y hermosura, teniéndole por alma y por sustento, pensar viuir sin ello era locura.

Dezíame que mudase luégo intento, ántes que arrepentirme fuera en vano y forçoso acabar en el tormento. Mi querer condenauan por liuiano, diziendo que sin duda era fingido, pues la partida fué tan en mi mano.

Dezíanme que era bien no merecido, honrra sin par, y la mayor grandeza, con seruiros estar entretenido.

Llamauan de mi ánimo baxeza, no despreciar por sólo el bien de veros el acrecentamiento y la riqueza.

Decian más, que era falta de quereros, porque si esto no fuera, no mirara si no la obligacion de conoceros.

Y que con ella sola disculpara todo quanto pudieran oponerme, y mi renombre y fama eternizara.

Y supieron el alma disponerme tan á su voluntad estas razones, que estuue muy á pique de boluerme : Mas luégo las honradas pretensiones me diuirtieron desto con mostrarme que aquellas eran vanas inbenciones. Y que seria forçoso desearme suertes honrrosas de acrecentamiento; y como cosa vuestra mejorarme.

Teniendo la demas contentamiento en sólo el valor vuestro tan segura y tambien ocupado el pensamiento; Y que seria grandísima locura dexar de proseguir lo començado no pudiendo temerse desbentura; Y que siendo por tiempo limitado el auer de viuir de vos ausente, era offenderos yr desconfiado,

Y más auiendo visto claramente tan dulces desengaños cada dia de fe pura, senzilla y permanente;

Y sauiendo tras esto que á la mia, desde el punto que supe conoceros, tan venturosa paga se deuia;

Y que era impusible no quereros á pesar de la ausencia y la fortuna, como á quien os tratase aborreceros. Porque no ha visto como vos ninguna el sol en quanto vemos que rodea, ni la contiene el cerco de la luna.

Y al fin se puso fin á la pelea

con la resolucion que referiros no es pusible (aunque el alma lo dessea).

Lo que con ella yo sabré deciros es, que no fuera bien mudar intento, no auiendo de mudarle, de seruiros. Que para esto el acrecentamiento auerse de buscar era forçoso

(posponiendo á la honrra mi contento). Que pues fuí con ser vuestro tan dichoso, no es pusible, señora, contentarme, sino con emprender lo más dudoso.

Y ansí lo es para mí con engañarme en un dolor que tanto desengaña, pensar entretenerme y sustentarme.

Todo siento, señora, que me daña, pero quédese aquí, que tiempo queda para sufrir fatiga tan extraña.

Y póngame fortuna de su rueda en el más venturoso y rico estado, ó estése en el que tengo firme y queda, Que no mudará un punto mi cuydado, ni próspera bonança ni tormenta,

ni pasar años ni lugar mudado.

Y con esto me bueluo á daros cuenta

de la jornada del segundo dia,
que áun acordarme della me atormenta.
Partí sin esperar la compañía

de aquel amigo, ni de sus criados,
por yr sólo con vos, señora mia.

Mas las memorias tristes y cuidados mostraron al momento como estauan á sólo destruirme conjurados.

Porque si al alma le representauan por un instante vuestra hermosura, en otro, deste bien la despojauan.

Y el rigor de tamaña desbentura la vida me quitara

sin reparo

(que no tiene sin vos ora sigura).

Si en tanto estrecho no me consolara un papel venturoso desa mano,

y

desa discreccion vnica

y rara. Y assí, con este aliuio souerano, á quien deuo la vida esta jornada, á la ciudad llegamos muy temprano. Que Alfonso, el de la mano horadada, á los moros ganó, ganando en ella fama de nombre eterno acompañada.

Los ojos entretube un poco en vella, que el alma que os dió amor en sacrificio, nada puede sin vos entretenella.

Ví entrando del agua el artificio,

obra famosa del sutil Iuanelo,
y de aquel pueblo inmenso beneficio.

Donde el licor que baña el fértil suelo, alterando su curso con violencia

sube desde el abismo hasta el cielo.

Ví al justo yo en mí mismo la experiencia que de mi natural y proprio asiento, que era vivir con ver presencia.

Fortuna ingrata con furor violento, del cielo en que me ví, quiso baxarme hasta el profundo abismo del tormento. Do no son parte para consolarme la fe, ni la esperança, porque todo, como me vee sin vos, quiere acabarme. Aunque de tal manera me acomodo por bolueros á ver con mi cuydado, que ha de auer sufrimiento para todo.

Por la ciudad subido fuí, hospedado en la casa del Mártir glorioso,

que

de la inquisicion es abogado. Passóse aquella noche sin reposo, y el dia siguiente allí nos detuuimos (que para las visitas fué forçoso).

Y desde el mismo punto que partimos, de viento, ni de lluuia, ni de yelo, rato que nos cansase no tuuimos,

Porque fué la clemencia tal del cielo, que nos trocó el inuierno en primauera, bastante á reparar mi desconsuelo.

Si en en este corazon, señora, vuiera un poco de lugar desocupado donde plazer sin vos caber pudiera.

Y al fin, señora, auiendo caminado veynte jornadas, desde la primera al dolor de no veros condenado,

Llegué á la famosíssima ribera do con mareas enfrena el Océano del Bétis caudaloso la carrera,

Mandándoles venir á dar la mano á las delgadas hondas presurosas que acoge en su morada muy hufano. Adonde está haciendo las dichosas

la insigne gran ciudad edificada,

que es la flor de las ciudades más famosas. Que con su fundador proporcionada, que fué aquel Iulio César, sin segundo, por quien se ha de imbidiar la edad passada. El de ménos saber, ó más profundo,

es fuerza que confiese de Seuilla que es lo más y mejor que tiene el mundo.

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