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ROMANCE TRIGÉSIMO SEXTO.

La hermosa Bradamante

en Montaluan atendia
á su querido Rugero,
á quien más que á sí queria;
veynte dias era el plazo
que dió para su venida,
y á la dama valerosa
mil años se le hazian;
como el hombre

preso

que está
y libertad pretendia,
qualquiera breue tardança
de su bien le desconfia;
quisiera, como los osos,
passar el tiempo dormida,
hasta que la despertara
Rugero con su venida :
mas éste ni otro remedio
su triste dolor no aliuia,
porque ni duerme las noches
ni descansaua los dias;
que en el temeroso pecho
cien mil cosas reboluia,
del lecho se leuantaua
y las ventanas abria,

por ver si la bella esposa
de Titan aparecia,

y en vna torre muy alta,
en viendo la luz, subia,
por ver si al que tanto amaua
desde allí descubriria;

y en viendo algun cauallero
que es su Rugero ymagina;
y si viene á pié sospecha
que es mensagero que embia:
mas quando viá que passaua
el plazo que puesto auia,
se començó á lamentar
y tan gran llanto hazia,
que las infernales furias
á piedad mouer podia,
y amargamente llorando
estas palabras dezia:

Es fuerça que por fuerça me conuenga buscar al que me huye y se me esconde, y que á quien me desprecia humilde venga, y que llame al que nunca me responde. Sufrirse há que el coraçon me tenga quien á mi gusto en nada corresponde, y espera que del cielo le descienda

diosa que el coraçon

de amor le encienda.

No quiere, con saber lo que le quiero, tenerme por amante, ni por sierua, y su fauor, con ver que por él muero, para despues de muerta lo reserua.

Y

porque mi tormento lastimero

su boluntad no mude tan proterua, huye mis quejas fiero y desdeñoso como él las pide al canto sonoroso.

Deténle ciego Dios, que libertado siempre me huye y nunca se quieta, ó buélueme en aquel dichoso estado, en que ni á tí ni á otro era sujeta. Mas ay, que es esperar desatinado, que cosa en mi remedio se entremeta, pues tú te agradas de los males mios y de ver en mis ojos sendos rios.

¿De quién podré, cuytada, lamentarme, sino de aqueste yrracional desseo, que hasta el cielo quiso leuantarme, donde abrasadas ya sus alas veo? Y aunque cayga no pienso libertarme del infernal tormento que posseo, porque serán al punto renouadas de nueuo començadas.

y

mis penas

La quexa del desseo es escusadà, de mí la podré dar que le abrí el seno; y de razon el alma despojada,

le aprouó por suabe, dulce y bueno. Mas á perderme soy por él lleuada, porque no tiene ni consiente freno, y sé muy cierto que me lleua á muerte, porque el mal esperado sea más fuerte.

Mas, ¿por qué deuo yo de mí dolerme, qué error, si no es amarte, he cometido; ó quién tomó á su cargo deffenderme si no es vn femenil flaco sentido? ¿O cómo pudo no satisfazerme la rara perfeccion que me ha rendido, el semblante real, la cortesía,

que

fuera aborrecer la luz del dia?

Lleuóme mi destino, y conmouida fuí de gente á quién fe se le deuia; suma felicidad me fué offrecida, deuido premio á la voluntad mia. Y si la persuasion era fingida

que

del falso Merlin se me hazia,

dél puedo y deuo con raçon quexarme, mas de amar á Ruger no he de apartarme.

De Merlin y Melisa juntamente serán mis quexas y lamento eterno, que mostraron el fruto descendiente de mí, con los ministros del infierno, para que esta esperança falsamente me rindiese, y la causa no discierno, si no es que acaso estauan imbidiosos de la seguridad de mis reposos.

Quando la cansada lengua
de quexarse ennudecia,
puso fin la gentil dama
al lamento que hazia;
y para que no acabase

en aquel trance la vida,
le començó á dar fauor
la esperança que tenia,
fundada en la fe y palabra
que Ruger dado le auia,
y con esto se entretuuo
hasta que, saliendo vn dia
de Montaluan para ver
si á Rugero encontraria,
vió que del campo africano
vn cauallero venia,
al qual pregunta la dama
si de Rugero sabia;

y

él por agradarla en esto dize que le conocia,

y que mató á Mandricardo
con gran riesgo de su vida,
y que estuuo más de vn mes
su persona mal herida,
y que vna hermosa dama,
que se llamaua Marfisa,
nunca dexaua su lado,
y en el campo se dezia

que luego, en estando sano,
con ella se casaria:

juzguen los

que de amor saben

el dolor que sentiria

la triste de Bradamante

de aquellas nueuas que oya; y reboluiendo el cauallo, con el pecho ardiendo en yra, para Montaluan se buelue,

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