ROMANCE TRIGÉSIMO QUINTO. En seguimiento de Orlando, Cerbino se partió vn dia, vn arnés tendido en tierra, pretendiendo deffendellas estas son las ricas armas de que Orlando se vestia, ningun hombre toque á ellas que le costará la vida; que aunque su dueño las dexa, Cerbino las deffendia; y acabada aquella obra, ya que descansar queria, vió venir á Mandricardo, que quando las armas via, informándose del caso, para la espada acudia, y del pino la descuelga, y estas palabras dezia: Orlando fingió ser loco porque entendió que sabia lo mucho que le he buscado por esta espada ques mia; Cerbin, á muy grandes bozes, déxala, moro, dezia, y si la piensas lleuar, gánala por valentía; si assí ganaste el arnés que Héctor vn tiempo traya, claro está que le hurtaste; la rigurosa batalla y aunque á vna y otra parte vno no pudo escusar y á Isabela que miraua, el coraçon le partia; Cerbin con vn brauo golpe desto se satisfazia, que á la ceruiz del cauallo la de Mandricardo inclina, mas tambien se venga el moro, que en poco espacio traya el estremo en que le via, hizo á ruego de Isabela lo que demandado auia, dexando tal á Cerbino, que en su rostro se entendia lo poco que le faltaua para acabar con la vida: sentóse par de vna fuente que por el prado corria, con Isabela á su lado, que en verle como le via, diera por darle remedio la salud quella tenia; no sabe sino quexarse con dolor entristecida, que las piedras ablandara las lástimas que dezia, y Cerbino que la tiene dentro del alma imprimida, la començó á consolar de la suerte que podia, y en este oficio dió el alma, que, de su cuerpo salida, quando Isabela lo vió con el ánsia que sentia, á sí misma se matara si no fuera socorrida de vn sancto viejo hermitaño, que de ordinario acudia por agua de aquella fuente de la celda en que viuia; y quando vió tal la dama con muy discretos exemplos de su intento la desuia, y prometió de lleuarla haziéndole compañía donde quiera que quisiese, y que no la dexaria: acetó la triste dama el viejo le offrecia, y el cuerpo de su Cerbino sobre vn cauallo ponian, y á vn monesterio partieron que el hermitaño sabia, do pudiessen enterralle del modo que merecia, |