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ROMANCES

IMITADOS DEL ARIOSTO,

Y EN NÚMERO TRIGÉSIMO PRIMO.

De la espantosa batalla,

tan sangrienta y tan reñida,
la gente christiana
fué de Agramante vencida,

en que

sale Angélica, la bella,

que en premio fué prometida

al

que de parte de Cárlo
mostrase más valentía;
huyendo va temerosa
sin saber do pararia,
turbada de verse sola
do no espera compañía;
por vn bosque se ha metido,
y por donde ella venia
vió venir vn cauallero,
al qual luego conocia,
D. Reynaldos era éste,
á quien ella aborrecia

tanto, que la misma muerte

que' viéndole luégo uia:
él conoció desde léxos
aquella por quien moria,
el angélico semblante,
el donayre y loçanía

que enbuelto en red amorosa el coraçon le tenia:

á grandes bozes la llama

y que aguarde le pedia;

y

ella reboluió el cauallo y á rienda suelta partia: ni la espesura del monte, ni el buen camino atendia, por do el cauallo la lleua sin color temblando yua, y por fuera de camino hasta vna fuente venia, donde halló vn fuerte moro que Ferragust se dézia, y viéndola ansí venir gritando, despaborida, aunque el yelmo le faltaua, á Reynaldo arremetia; quando conoció la dama á quien offender queria, y entre los dos se comiença la batalla muy reñida; y en tanto que cada qual por ganalla combatia, la dama, que se vio libre

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de lo que tanto temía,
dexólos en la refriega
y en el bosque se metia;
y en él anduuo essa noche
y la mitad de otro dia,

y despues á vn bosque llega
donde dos fuentes auia,
que de cada una de ellas
vn fresco arroyo salia,
y las aguas murmurando
hacen sabrosa armonía:
del trabaxo fatigada,
allí reposar queria;

quitó el freno á su cauallo, y en las flores descendia, dexándole que paciesse de la verde yerua fria, y en vna mata sombrosa que al sol la entrada impedia, y con sombra deleytosa gracioso aluergue hazia, que de yeruas adornado que llama se parecia á descansar á qualquiera con el calor que hazia, entróse la dama en ella y á reposar se ponia,

y

sin auer mucho rato que con gran sabor dormia, passos delante de sí

se le antojaua que oya, y muy quedo se leuanta

y

para mirar quién seria;

vió que es vn cauallero
á quien no reconocia,

y que en la orilla del rio
del cauallo descendia,
y mirando el agua clara
de suerte se suspendia,
que trocado en piedra dura,
que estuuiesse parecia,
y con vn tierno suspiro
desde a poco en sí boluia,
y començó á lamentarse
y estas palabras dezia:

Ay pensamiento triste y afligido, por cuya causa ardiendo estoy elado, qué haré, pues tan tarde soy venido que alguno el dulce fruto abrá gozado: ver y hablar apénas yo he podido, y otro saldrá del fruto coronado; pues ¿por qué ha de tornar este alma loca si della flor ni fruto no me toca?

Semejante es la vírgen á la rosa que en la materna y natural espina, mientras con soledad viue, reposa, que ganado y pastor no se auecina:

el

ayre, el agua, el alua deleytosa, la tierra, el cielo á su favor se inclina, huelga el galan y dama enamorada de tener seno y frente della ornada.

Mas en el punto, siéndole quitado el propio ascento de su tronco verde, todo el bien que del cielo le fué dado, de belleza, valor y gracia, pierde. La vírgen que con todo su cuydado es bien que de su dulce flor se acuerde, dexándola coger, no es estimada de aquellos de quien antes era amada.

Podránla despreciar, que á mi me mata, aunque de sí aya hecho gran largueza; ay fortuna cruel, fortuna ingrata, triunfan los otros, muero yo en pobreza: cómo es posible á mí no serme grata por quien dexo el descanso y la riqueza; acabará la vida que sostengo,

mas no el amor y ser que yo le tengo.

Angélica le miraua,

y sus querellas oya,

y

vió que era Sacripante,
el gran Rey de Circasía;

y aunque á ninguna piedad
de verle ansí la mouia
(porque de sí ymaginaua
que nadie la merecia),
determinó de lleualle

por amparo y compañía;
salió de adonde estaua,

y

y al circaso aparecia

como quando sale el sol

que todos los nublos quita:

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