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el Alcayde lo ha mandado; y él, quando sólo se vido, assí començó á hablar tras un profundo suspiro: Sabe valeroso Alcayde que yo Abindarraez me digo, soy Abindarraez el moço, á differencia de un tio ques hermano de mi padre y tiene el mismo apellido, y soy de los de Granada, que en su desastrado signo aprendí á ser desdichado, qual ellos todos lo han sido, no porque lo mereciesen pues nunca jamás se vido de dama ni cauallero Abencerrage mal quisto, el Rey agrauió dos dellos, de embidia conmovido, alguno le dixo al Rey un testimonio fingido, questos, y diez caualleros de su vando y apellido, concertauan de matalle, y entre sí el reyno partido ansí pensauan vengarse del agrauio recebido:

y

quando el Rey oyó el enrredo á todos los ha prendido,

y les cortó las cabeças, saluo á mi padre y mi tio,

porque en la conjuracion se halló que no auian sido: quedaron dentro en Granada con condicion y partido que los hijos que tuuiesen luégo, en auiendo nacido, los sacasen de Granada en casa de vn conocido, y que las hijas criasen hasta vn término cumplido, y despues fuera del reyno fuessen á tomar marido.

ROMANCE VIGÉSIMO.

ESCUCHANDO

HANDO estuuo al moro

muy atento y sosegado,
el alcayde de Antequera,
y de oylle lastimado,
le començó á responder
desta manera hablando:
muy gran razon has tenido
Abindarraez, estremado,
de mostrar tal sentimiento
en negocio tan estraño,
aunque no puedo creer,
que en linage tan honrrado,
pudiesse caber traycion;
y basta por desengaño,
auer procedido dél

vn hombre tan señalado.
La opinion que de mí tienes,
el moro le ha replicado,
Alá, señor, te la pague
porque yo seré escusado.
Pero boluiendo á mi quento,
que le dexé començado,
quando yo al mundo nací
á Cartama fuí embiado,

y vine al Alcayde della
de mi padre encomendado,

hombre de muy gran riqueza y en el reyno acreditado, y la mayor que tenia,

y

la que á mi me ha quedado es vna hija donzella,

donde está mi bien cifrado; y Alá, señor, me le quite quando dexe tal cuydado; criéme junto con ella debaxo de vn gran engaño, que la tenia por hermana

y

ella me llamaua hermano; lo que yo á Xarifa quise no es posible ser contado, con la edad yua creciendo, amor en el mesmo grado,

y

á caso la hallé vn dia

con un hermoso tocado,

cerca de vn fresco jardin,

y en bella quedé espantado, y me dió mucho pesar

pensar que fuesse su hermano: ella, que venir me vido,

desta suerte me ha hablado:

¿á dónde te has detenido

que tanto tiempo has tardado? Yo dixe: señora mia,

muy gran rato os he buscado, hasta que mi

coraçon este lugar me ha mostrado, porque ninguno me dixo do os pudiese auer hallado:

mas contame, por mi vida,
porque me da gran cuydado,
cómo sabeys vos de cierto
que yo sea vuestro hermano.
Respondió: no sé otra cosa
sino aueros tanto amado,
y que mi padre nos trata
los dos en vn mismo grado.
Yo le respondí, y le dixe:
si no fuera vuestro hermano,
decíme, señora mia,

si me quisiérades tanto.
Ella dixo: á no lo ser
nunca nos aurian dexado
á solas, como nos dexan,
en este huerto cerrado.

Yo le respondí: señora,

el

que tengo es buen estado, porque si el veros me quitan tener vida es escusado. Ella boluió el rostro bello encendido y colorado,

y dixóme: ¿tú qué pierdes puesto que fuesses mi hermano? Pierdo á mí y á vos, le dixe; y ella, auiéndome mirado, me respondió: yo no entiendo essa respuesta que has dado, - ser tú mi hermano me obliga á ser de mí tan amado. Y á mí ver vuestra lindeça me tiene más obligado:

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