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no ha de auer cosa humana que lo impida; y assí, esperando á vuestro padre, quiero morir como christiano cauallero.

El gran valor de la mora
tantos quilates tenia,

que oyendo aquellas razones
muchas lágrimas vertia;
enamorada de nueuo

de ver en quien la seruia
tan honrrado pensamiento,
christiandad y valentía,

y

viendo que lo que ha dicho
era lo que conuenia,

por lo alto de la peña,
en vn llano que allí auia,
aguardaron al alcayde

y

á los

que con él venian,

que al christiano valeroso
de tropel acometian,
que tan valerosamente
de todos se deffendia,
que les duró la refriega
hasta las nueue del dia;
y muertos dos de los moros
que más daño le hazian,
el cauallo le mataron
y á la peña se acogia
para mejor deffenderse,
que en lo llano no podia;
y los tres moros que quedan
contra él arremetian;

y

sin

retirándose dellos

fué forçosa la cayda; y assí, murió despeñado, quedando su fama viua; y al mismo punto la mora, que nadie se lo impida, se hechó de la peña abaxo haziéndole compañía: mirándolo está el alcayde y, áun visto, no lo creya; y baxando adonde estaua hecha pedazos la hija, fué tal el dolor que siente que de sentido le priua; y despues que voluió en sí, á dos de su compañía, dexó guardando los cuerpos y Antequera se voluia; y mandó boluer por ellos á los nobles de la villa, y en vn sepulcro hermoso los dos amantes ponia, con vnas letras en él que la historia referian; y desde entonces la peña donde perdieron la vida, de los dos Enamorados guarda el nombre hasta oy dia.

ROMANCE SÉPTIMO.

DEL Rey moro de Granada,

á quien el çagal dezian,
vn Capitan general

que en aquel tiempo tenia,
que llamaron Aliamir,
moro de gran valentía,
para tierra de christianos
sus gentes apercebia,
y diez mil hombres de pié
entre muchos escogia,
y otros dos mil de cauallo
de la gente más lucida;

y

baxando del Alhambra van á la puerta Deluira, caminando en ordenança y sus vanderas tendidas. Aliamir delante dellos en vna yegua tordilla, que dexaua atras el viento quando á correr se mouia;

y

el alcayde de la Alhambra, Almançor, con él venia,

en vn cauallo castaño

que le dió el Rey aquel dia,

con vn jaez carmesí

de bordadura muy rica;

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y haciendo gran estrago

muchos christianos cautiuan,
y gran suma de ganado
con que á Granada boluian:
esta nueua supo luégo
que á Alcalá se le traya,
el gran D. Iñigo Lopez
de la casa Mendocina,
valeroso cauallero,

segundo Conde en Tendilla,
y Capitan general
de la gente que allí auia;
y con breuedad juntando
toda la que más podia
con vn ánimo (bien digno
de la fama quél tenia),
sale al campo deseoso
de topar con quien le diga
á qué parte van los moros
y quántos dellos abria;
y de dos atajadores
informado, que serian
solos mil, el Conde manda
á vn Capitan que traya,
que con veynte de á cauallo
los reconozca y los siga,
y él con todos los demas
dize que le seguiria,

y á poco más de vna legua
que desta suerte camina,
de dos cautiuos christianos
que libertado se auian,
supo el Conde que Aliamir
la gente mora regía,

y que quinientos christianos
es la que lleua cautiua,
y que veynte mil cabezas
de ganado lleuarian,

y que se yuan á comer al barranco las Barcinas, y que ya ningun recato de los christianos tenian, aunque cerca de Alcalá con gran cuydado venian: el Conde, en oyendo aquello, se començó á dar más prisa; y acercándose á los moros

al

punto de medio dia,

que estauan todos comiendo entendió de sus espías, y llegando junto á ellos sus gentes apercebia, y con valeroso esfuerço estas palabras dezia: Nos acouarde hidalgos

ver que es tanta la morisma, .pues cada qual de nosotros por ciento dellos valía, y en lo más dificultoso

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