Ay regalada esposa, á quien naturaleza, el cielo, el arte, hizieron tan hermosa que áun es poco loarte, mis ojos no se cierren sin mirarte. Mas ay, que en vano pido tan gran regalo y tal contentamiento, porque voy tan herido, que á cada paso siento que me faltan las fuerças y el aliento. Si el cielo me otorgara que en viéndote, señora, yo muriera, descansado acabara y el morir no sintiera; mas quiere el hado que sin verte muera. Aunque son las señales tan manifiestas de mi triste muerte, las heridas mortales no dan dolor tan fuerte como el ánsia rabiosa de no verte. Al fin, señora, muero, que estas mis diligencias son antojos, pues el morir primero que te miren mis ojos, sé bien que han de triunfar de mis despojos. Y aunque sin verte muera, bien podrás mi descanso asegurarte, que la parcha fiera ni su rigor es parte para que yo jamás pueda oluidarle. El alma, cara esposa, de tu Abdalla fiel, recibe y toma, y haga venturosa essa veldad Mahoma, que á los demas valor sujeta y doma. Desta suerte se quexaua contra quien no les posible deffenderse peleando; si darme la muerte quieres vn solo bien te demando, que me dexes ver primero la que en el mundo más amo, y despues de auerlo hecho acábame por tu mano, que con esto moriré muy contento y muy honrrado. para besarle los piés el contento que tendrian quede para ymaginado, que bien tendrá que hazer el que ha sido enamorado: el Cid ordena que el moro al punto fuesse curado, mayor mal era el estar desangrado, allí essa noche se queda y el castillo le ha entregado (despues de auerle primero sobre ello juramentado); y para el real se buelue victorioso, libre y sano, con mucho contentamiento de auer ansí conquistado vn tan hermoso castillo por succeso tan extraño, ROMANCE SEGUNDO. En el tiempo venturoso que tuuo el Pontificado Pio quinto, pastor justo de todo el sancto ganado que en el gremio de la yglesia está vnido y congregado, se dió principio á la Liga que tanto bien ha causado, quel Rey de España Phelippe, hijo del gran quinto Carlo, con el Supremo Pastor y Venecia se ha juntado, sin otros que fauorecen cada qual los de su vando, ducientas y diez galeras entre los tres han llegado, por general de la Liga vn Príncipe señalando, cuyo valor tiene el mundo con azañas asombrado, que parece poco el suelo para ser dél conquistado; con su grandeza renueua lo presente y lo passado, que bien mostró ser lauor de aquel famoso dechado, |