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no guardó nadie secreto, hubo enemigos de balde, y hubo amigos por dineros. Hubo ingratitud en muchos que se fueron al infierno, y hubo algunos con dos caras, ved qué tiempo tras qué tiempo. La cuarta y última edad es la que ahora tenemos, de hierro la dicen todos y bien lo dicen sus yerros. ¡Ay! qué dijera de ti, tiempo bueno, tiempo bueno, pero al fin, como tu pan, y he de guardarte respeto. Sigo, tiempo, tu estandarte, tus tratos me has descubierto, y no quiero que se diga que te sirvo y que te vendo. Vivo al uso como todos, mas sabe el cielo si muero, por no decir lo que callo y por callar lo que siento. Pero diré y callaré, por no dejaros suspensos, y así declarando parte, dejaré el todo en silencio. En esta edad comenzaron las traiciones, los enredos, las muertes, los latrocinios, los insultos, desafueros, juzgar por el interés,

dar lo hecho por no hecho,

irse las hijas de casa,

matar los hombres durmiendo.

Llamar al callado, grave,
al que es hablador, discreto,
al perdido, liberal,

y al aplicado, avariento.
Robar unos en poblado,
en fe de un vestido negro,
y alcanzar otros favor,
porque tienen favor ellos.
Comer muchos con callar,
que es opinión de discretos,
y hacerse ciegos á veces
por no descubrir sus tuertos.
Trocar los cuerpos de grana
por piezas de terciopelo,
y aun oir sermón algunos
porque no tenían dineros.
Comer hoy alguno un pavo,
por hacerse caballero,

y querer cenar mañana,

y no tener para peros.

Gastar su hacienda en creciente con doña Urraca, don Bueso, y quedarse á la menguante, ella rica y él en cueros. Saber decir las mujeres adórote, eres mi cielo, peno, rabio, desconfío, suspiro, lloro, y tras esto, ¡ay, señor! que soy perdida; por un solo Dios le ruego que vuestra merced se esconda, que éste que llama es mi suegro.

Metedle en esa cocina,

cubridle con el tablero,

póngase Hernández delante,

y entre mi señor don Diego.
Entra el suegro tras el primo,
y tras el primo don Diego,
y tras don Diego el lacayo,
y tras el lacayo ciento.
Todo este mundo es fingir,
todo interés y embelecos,
y al fin sin desdichas todo,
mirad si es errado tiempo.
En éste, por mi ventura,
mis pecados me trajeron,
á que diese gusto á tantos,
unos sabios, otros necios.
Desventurado de mí,

pues cuando acierto, no acierto,
ni agradecen cuando sirvo,
ni perdonan cuando yerro.
Errar los hombres, no es mucho,
que allá dice Marco Aurelio,
que quien errare como hombre
remedie como discreto.
Si erráremos como tales,
disculpadnos como vuestros,
perdonando como nobles,
callando como discretos.
Recibiendo voluntades
y admitiendo los deseos,
que se humillan á serviros,
á pesar de muerte y tiempo.

RAMÍREZ

Esta, y todas las demás que hemos oído, son muy buenas, de grandísimo entretenimiento y muy peregrinas; he dicho de todas esto, porque á Rojas es á

quien ha tocado el decillas, y á nosotros el alaballas.

ROJAS

Sí, porque la alabanza en mi boca no fuera cordura, fuera de que no son dignas della; pero con todo eso, os suplicaré recibáis la voluntad de serviros y el deseo de entreteneros, que bien sabe Dios que el habéroslas dicho, no ha sido por hacer alarde de mi ingenio ni vanagloria mía para que me estiméis en algo, sino la mayor humildad que se ha conocido de hombre en el mundo, pues tengo tantas causas para serlo, ser los viajes que hemos traído tan largos y procurar traeros entretenidos, aunque harto temeroso de enfadaros.

RÍOS

Si de lo que habéis dicho no se tuviera conocido todo eso, y para nosotros el oiros no fuera de tanto gusto, bastaba vuestro buen celo para que, cuando ello hubiera sido muy malo, quedara disculpado vuestro yerro.

FIN

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EXPOSICIÓN DE LOS NOMBRES POÉTICOS

QUE VAN POR DECLARAR EN ESTE LIBRO

A

Amfitrite, mujer de Neptuno, é hija de Nereo, dios del mar.

Apolo, hijo de Latona y Júpiter, adorado en Delfos, donde tenía su oráculo.

Antenor Troyano, que fundó á Venecia. Iliricos penetrare sinus fontesque Timavi.

Alceto, es una de las tres furias infernales. Aganipe, región de Beocia, dedicada á las Musas, del cual nombre se llamaron Aganípides.

Aníbal, hijo de Amílcar, capitán valeroso, y de veinte años, venció á Sagunto, ganó infinitas victorias, y entre ellas la de Cannas, donde mató noventa senadores y cuarenta y cinco mil soldados, y últimamente fué vencido de Scipión.

Apolo, inventor de la Medicina.

Anteo, gigante, hijo de la tierra, rey de Africa; á éste mató Hércules levantándole de la tierra, porque cada vez que caía en ella cobraba fuerzas

nuevas.

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