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Mi gran rudeza perdona,
cochino hermano, pues siendo
sin número tus grandezas, -
tan pocas son las que cuento.
Y si en alabar soy largo

á un animal que es tan bello,
quien fuere puerco perdone,
y no se corra de sello.
A mi compañero digo

que tenga de hoy más consuelo,
y si todo lo que he dicho
no ha sido de algún provecho,
hágase animal de carga
si no está contento desto,
ó de caza, y podrá ser
que le despedacen perros.
Mas yo por mejor tendría
ser cochino que no ciervo,
y si no lo quiere ser,
sufra carga y sea jumento.
Que quien se afrenta de ser
de boca de mujer puerco,
de la de un amigo suyo
ser asno no es mucho yerro.
Y si también se afrentare,
mañana le alabaremos,

que alabanza hay para todos,
aunque no para hombres necios.

RÍOS

Ninguna me ha agradado tanto como ésta.

SOLANO

Quizá será por lo que os toca.

RÍOS

Sea por lo que fuere, ella me ha contenta do mucho, y lo que más siento es que estemos tan cerca de Burgos que no podamos más oiros.

SOLANO

De mí, confieso no he sentido viaje ninguno de todos los que hemos hecho este año.

RAMÍREZ

No sólo no me he acordado yo si camino, pero aun el dolor de mi pierna se me ha quitado con el buen entretenimiento.

ROJAS

Bésoos las manos por la merced que recibo, que eso y más se debe á mi buen deseo. Y atrevido así á lo uno como á lo otro, llegaremos á Burgos con una loa que quiero deciros de las cuatro edades.

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Antes que diesen las aguas
que ahora riegan el suelo,
fertilidad á los campos
y tributo al mar soberbio.
Y antes que el viento veloz
tuviera forma ni asiento,
y la gran Troya humillara
sus bien fundados cimientos.
Y antes que el fuego abrasase
aquellos muros excelsos,
cuyas sagradas reliquias

aún nos sirven hoy de ejemplo.

Era el aire y era el mar
lo mismo que fuego y suelo;
porque no era nada entonces
ninguna cosa de aquesto.
Sólo era aquel que es,

porque su ser es eterno,
desde ab initio nacido
y desde entonces inmenso.
Lo otro era confusión,

un caos, un dudoso estruendo,
y aunque ser mucho esperaba,
era un nada incorpulento.
Queriendo, pues, el Criador,
como hacedor de los cielos,
formar este nuevo mundo,
con querer se hizo luego.
Hizo fuentes, ríos, mares,
sierras, montes, llanos, cerros,
crió plantas y animales
tan varios y tan diversos.
Crió el hombre, y para él solo
hizo la tierra y el cielo,
crióle á su semejanza,
hízole de todo dueño.
Dióle razón, albedrío,
dióle buen entendimiento,
y sobre esto, compañía,

como el mayor bien del suelo.
Dió al hombre, mujer, gran bien
de nuestros padres primeros,
tuvieron hijos queridos,
viviendo en paz y sosiego.
Era aquesta edad, señores,
en un tiempo tan sincero,
que jamás fueron vestidos,

ni pan ni carnes comieron. Vivían los hombres entonces una eternidad de tiempo, novecientos y treinta años vivió Adán, Seth poco menos. Con novecientos y diez, los menos á setecientos, porque entonces desta edad eran los hombres mancebos. Eran éstos apacibles, queridos, fieles, discretos, humildes, justos, tratables, así niños como viejos. No hubo nadie que buscase más que sólo su sustento, y éste fué común á todos, mirad qué tiempo tan bueno. Fué nuestra segunda edad, de la plata en este tiempo, empezó la industria humana á romper y abrir cimientos. A labrar reales casas, fabricar suntuosos templos, levantar soberbios muros, á alzar edificios bellos. Desta nueva confusión, deste laberinto nuevo, desta no usada costumbre y deste trabajo cierto,

creció en los pechos la hambre,
y en los hombres el esfuerzo,
y mataban animales

para sustentarse dellos.
Cocieron pan, que jamás
no vieron sus padres ni ellos,

y los que desnudos iban,
de la lana se vistieron.
Hubo justicia sin ella,
porque no la consintieron,
ni rey, que todos son reyes,
donde todos son sujetos.
Los bienes se repartian,
al fin como suyos mesmos,
con tanto amor que ninguno
pidió más ni llevó menos.
En su poder los tesoros,
fueron tesoros de sueño,
que lo que en dormir tardaban,
sólo eso gozaban dellos.
Al fin jamás los buscaron,
porque todos los tuvieron,
y nadie los procuró,
mirad qué dichoso tiempo.
Ya voy llegando á lo hondo,
aquí de Dios, que me anego,
al tercero llego ya,

y el de arambre es el tercero. No fué este tiempo tan malo, que otro tiempo vendrá luego, que no hay arambre en el mundo que pueda soldar su yerro. En este tiempo hubo reyes que gobernaron sus reinos, ́juzgando con rectitud, y siendo juzgados ellos. Hubo tratos, hubo cambios, hubo cuentas con mil yerros, hubo avaricia en los ricos, y hubo soberbia en los necios. Hubo envidia, hubo privanza,

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