Imágenes de página
PDF
ePub

EL VIAJE ENTRETENIDO

DE AGUSTÍN DE ROJAS

LIBRO CUARTO

Ríos, Ramirez, Solano, Rojas.

SOLANO

No poco contento he recibido de que con tanta brevedad vamos á Burgos; lo uno porque la mudanza de la tierra es ocasión de mudar la vida; lo otro, porque aunque Valladolid es un lugar muy bueno, verdaderamente estaba ya en él enfadado.

RAMÍREZ

Sería por la misma causa que todos lo salimos, que es ser las posadas tan estrechas, calurosas y caras, que he estado este mes y medio con el mayor disgusto del mundo. Pero dejando esto (que no hace á nuestro propósito), antes que prosigamos más adelante nuestro camino, habéis de acabar aquel cuento que tanto tenemos deseado saber el fin que tuvo.

ROJAS

Por no seros con él enfadoso, ni yo en contarlo prolijo (aunque ya queda del muy poco), digo que

un día, cuando el sol de todo punto había dejado los antípodas sin luz, extendiendo sus luminosos rayos por estotra parte de la esfera, los nobles Leonardo y Montano comenzaron (según me contó aquel amigo mío) á proseguir su viaje. Y como la prolijidad del camino (como ahora el nuestro) les diese materia para procurar divertirse en alguna cosa de gusto con que engañar al cansancio, arrojando mil lastimosos suspiros de lo más íntimo y secreto de su corazón, fué Leonardo prosiguiendo su amorosa historia desde el punto donde yo la dejé, que fué el fin de aquella carta y principio de un ruido que sintió en el patio de su casa, y dice desta manera: Luego que sentí aquel rumor, deteniendo el vuelo de mi pluma suspenso, sin pasar adelante con mis razones, veo las pobres salas de mi soledad acompañadas y adornadas con la más rica tapicería del mundo, haciendo esta preciosa labor los nobles Floriso y Claridia y las bellas Cintia, Roselia y Anatiasi, sus hijas, y con ellas mi divina y hermosa Camila. Lo que con este extraño y súbito espectáculo sentí, bien lo puedes echar de ver claramente, y que cualquiera que se considerase en semejante desconsuelo y apretura de corazón y viendo delante de sus ojos la causa della. Fingiendo al fin el aliento que no tenía, recibí á mis nuevos huéspedes con los brazos abiertos diciendo á Floriso: Ahora veo, señor, que no hay puesto, sitio ó parte, por escondida que esté, que se pueda escapar y librar de ladrones, y más siendo caseros, que saben y escudriñan los más escondidos rincones. El y su Claridia, con término apacible, discreto y urbano, después de pagadas inis cortesías con otras semejantes, me dijeron que habiendo sabido mi retraimiento é ignorando la causa de haberme

apartado de mi propio palacio tan sin pensar, venían á saber la razón de todo esto de mi boca misma y hacerme compañía en esta soledad, no gustando yo de volverme á poblado. Y que para divertirme traían todos los aparejos de caza como eran perros, redes, gavilanes, azores, sacres, halcones, y añadió tras esto la nobilísima Claridia: Camila trae el venablo de la caza del primer jabalí, por ver si en estos montes se ofrecía otra ventura (por no decir aventura) semejante á la primera que tuvo. Yo, después de haber agradecido y estimado esta merced lo que pude, disimulando mis pasiones, fingí haberme venido á aquella extraña soledad á divertirme un poco de los cuidados de corte y gobierno. Aunque se echa de ver que esta disculpa era tan frívola como aparente, porque la flaqueza y amarillez de mi rostro daba evidentes señales de que estaba en aquel puesto llorando y sepultado entre mil terribles cuidados, antes que divertidos dellos. Lo cual sintió mi Camila con tanto extremo, viéndome con gusto tan nuevo y diferente del que ella entendía que tenía, que no pudo detener las lágrimas que como menudas perlas destilaban sus ojos divinos. Las cuales sabe Dios si quisiera mezclar con las mías, como las aguas de la Salmacida fuente, si la varonil vergüenza no me detuviera. Al fin, después de haber los huéspedes descansado, y tomado. algún pequeño alivio con lo que en aquella soledad servirles pude, de otra manera (me dijo Floriso) gastáis por acá el tiempo de lo que por allá se gasta. ¿Cómo (le pregunté yo), en qué se entiende por allá? ¿Tan olvidado estáis de fiestas (me dijo) que no sabéis las que por allá tenemos con los casamientos de Persanio? Yo, con tan súbita y extraordinaria turbación, que no quedó parte en mi cuerpo que no

la sintiese, espantado del nombre de mi enemigo, que aun hasta él me asombraba. ¿Cómo (le dije), Persanio casado? ¿Persanio casado? ¿Con quién, Floriso? Dímelo presto. Con Crinarda, la gallarda dama del valle de Amande (me respondió); ¿es posible que no lo sabías? Tal quedé como quien acaba de despertar de un grave y pesado sueño, que duda si duerme ó está despierto. Desde aquel punto comenzó á ilustrar mi alma una nueva luz, con cuyos rayos se deshicieron los nublados de mi corazón. Y al fin, poco á poco, vine á caer enla cuenta de mi yerro. Y por no dar á entender la variedad de mis pensamientos, dí orden de que luego saliésemos á caza, de que había grande abundancia en aquellos montes. Y dejando á Claridia y sus tres hijas en un hermoso y fresco jardín que aquella casa tenía, nos salimos al monte Floriso, mi Camila y yo, con todos nuestros criados, y puestas las redes en partes convenientes, á pocos pasos levantamos un ligero ciervo, al cual siguió Floriso con toda la gente, codiciosos de alcanzarle, siéndome con este lance favorable la fortuna, para que tuviese lugar de quedarme con mi Camila. Lo cual ella también deseaba. Y así al paso y compás que los otros corrían nos fuimos los dos quedando. Y entonces ella, mirándome con ceño terrible, armando los divinos ojos que así relucían como si fueran rayos del cielo, me dijo: Ingrato desconocido, ¿es honra de los hombres de tus prendas y de los que aman y ponen sus pensamientos donde tú pusiste el tuyo, engañar con palabras halagüeñas, lisongeras y falsas, á las nobles doncellas? ¿Dónde huiste? ¿Dónde te pensaste esconder de mi presencia pensando que estabas libre de mi vista? ¿Así dejaste la tierna ovejuela en la boca y dientes de los sangrientos lobos? ¿Piensas

que mi padre es el que me ha traído acá? Engañaste, porque yo he sido la que he traído á mi padre para ser testigo de tu injusto olvido. ¿Qué es de tu amigo y compañero Persanio? ¿Cómo no eres el padrino de su boda? ¿Es porque no las celebra conmigo, como tú quisieras y pretendías? Has huído de mi presencia por vergüenza de no salir con lo que quisiste ó por querer á alguna á quien no puedes tener sino injusto amor. Pero haz lo que quisieres, y quiere á quien gustares, que yo tengo la culpa y merezco cualquier pena, por haberme fiado y creído al más ingrato y desconocido hombre del mundo. No pudo pasar más adelante, porque los cielos ó soles de su divino cielo comenzaron á despedir espesa lluvia de cristalinas lágrimas. Yo, que hice harto en no perder allí el poco aliento y espíritu que sustentaba mi cansada vida, comencé culpando mi ignorancia, á dar las disculpas que pude de mi destierro. Y dando muestras de mi amor con la manifestación que hice de mis celos y de la razón que tuve para tenerlos, se deshizo el laberinto y enredo que hasta aquel punto habían enmarañado nuestros pechos, quedando mi Camila contenta y yo más enamorado de lo que estaba antes á su divina hermosura, soberano valor y extraordinaria fidelidad; entonces me contó ella los enredos de Persanio y las quimeras, estratagemas y telas que había urdido para aficionarla á que le quisiese bien, no habiendo dejado de aprovecharse de cautelas, dádivas, mensajes, tercerías, promesas, visitas y muestras de su persona. Y, finalmente, de todo aquello que le pareció á propósito para alcanzarla. Y que, al fin, viendo que todo esto era azotar al viento y sembrar en arena, desesperado, se había casado con la hermosa Crinarda, dama de mejor talle y rostro que

[ocr errors]
« AnteriorContinuar »