Obras de D. Jose Zorrilla, Volumen 1

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Baudry., 1852
 

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Página 45 - Es una tarde serena, cuya luz tornasolada del purpurino horizonte blandamente se derrama. Plácido aroma las flores, sus hojas plegando exhalan, y el céfiro entre perfumes mece las trémulas alas. Brillan abajo en el valle con suave rumor las aguas, y las aves, en la orilla, despidiendo al día cantan. Allá por el Miradero, por el Cambrón y Visagra, confuso tropel de gente del Tajo a la Vega baja. Vienen delante don Pedro de Alarcón...
Página 40 - Entre pardos nubarrones Pasando la blanca luna, Con resplandor fugitivo, La baja tierra no alumbra. La brisa con frescas alas Juguetona no murmura, Y las veletas no giran Entre la cruz y la cúpula. Tal vez un pálido rayo La opaca atmósfera cruza, Y unas en otras las sombras Confundidas se dibujan.
Página xliii - Ese vago clamor que rasga el viento es la voz funeral de una campana: vano remedo del postrer lamento de un cadáver sombrío y macilento que en sucio polvo dormirá mañana.
Página xi - Un instante con los jueces don Pedro en secreto habló, y levantóse diciendo con respetuosa voz: «La ley es ley para todos, tu testigo es el mejor, mas para tales testigos no hay más tribunal que Dios. Haremos... lo que sepamos; escribano, al caer el sol al Cristo que está en la Vega tomaréis declaración.
Página 40 - Acuña. —Pase el Acuña y perdone— dijo el mozo en faz de fuga, pues teniéndose el embozo sopla un silbato, y se oculta. Paró el jinete a una puerta, y con precaución difusa salió una niña al balcón que llama interior alumbra. —¡Mi padre!- clamó en voz baja, y el viejo en la cerradura metió la llave pidiendo a sus gentes que le acudan. Un negro por ambas bridas tomó la cabalgadura, cerróse detrás la puerta y quedó la calle muda. En esto desde el balcón, como quien tal acostumbra,...
Página x - Y capitán, señor. — Presentadme al capitán, que cumplirá si juró. Quedó en silencio la sala, ya poco en el corredor se oyó de botas y espuelas el acompasado son. Un portero, levantando el tapiz, en alta voz dijo: — El capitán don Diego.
Página xii - Está el CRISTO de la Vega la cruz en tierra posada, los pies alzados del suelo poco menos de una vara; hacia la severa imagen un notario se adelanta, de modo que con el rostro al pecho santo llegaba. A un lado tiene a Martínez, a otro lado a Inés de Vargas, detrás al gobernador con sus jueces y sus guardias.
Página 41 - Clara, apacible y serena pasa la siguiente tarde, y el sol tocando su ocaso apaga su luz gigante: se ve la imperial Toledo dorada por los remates, como una ciudad de grana coronada de cristales. El Tajo por entre rocas sus anchos cimientos lame, dibujando en las arenas las ondas con que las bate. Y la ciudad se retrata en las ondas desiguales, como en prendas de que el río tan afanoso la bañe.
Página 46 - Entre ellos está Martínez en apostura bizarra, calzadas espuelas de oro, valona de encaje blanca, bigote a la borgoñesa, melena desmelenada, el sombrero guarnecido con cuatro lazos de plata, un pie delante del otro, y el puño en el de la espada.
Página 46 - ... melena desmelenada, el sombrero guarnecido con cuatro lazos de plata, un pie delante del otro, y el puño en el de la espada, Los plebeyos de reojo le miran de entre las capas, los chicos al uniforme y las mozas a la cara.

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