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VIRREY MARQUÉS DE CAÑETE, D. GARCIA HURTADO DE MENDOZA.

CAPÍTULO PRIMERO.

De quién fue el Virrey D. Garcia Hurtado de Mendoza y de su eleccion.

Agora comenzaré la de uno de los principales y grandes gobernadores que estos reinos han tenido, que fue don Garcia Hurtado de Mendoza, gentil hombre de la boca de S. M., y capitan de hombres de armas, señor de villa de Argete, octavo Virrey, Gobernador y Capitan general dellos, el cual fue hijo segundo de los marqueses de Cañete, don Andrés Hurtado de Mendoza, guarda mayor de la cibdad de Cuenca, tercero Virrey de estos mismos reinos, y de D. Maria Madalena Manrrique, hija del conde de Osorno, casado con D. Teresa de Castro y de la Cueva, hija de D. Pedro de Castro y Andrada, conde de Villalva y Andrada, conde de Lemos y marqués de Sarriá, y de D. Leonor de la Cueva, hija de D. Beltran de la Cueva, duque de Alburquerque.

CAPÍTULO II.

De algunas cosas en que el Rey nuestro señor hizo esperiencia en su Real servicio, de la persona de D. Garcia de Mendoza, antes de su eleccion.

Bien notorios eran á S. M. los servicios que en las

provincias de Chile habia hecho á su Real-Corona Don Garcia de Mendoza, ansí en ponellas de paz, como en haber poblado nueve cibdades y vencido siete batallas campales; de todo lo cual y otras cosas hice mincion en la vida del marqués dé Cañete, su padre, por parecerme aquel su propio lugar. De suerte, que la vida, valor, ánimo, discrecion y prudencia de D. Garcia de Mendoza; quien bien la quisiere saber, lea la del padre, que en ella se exemplifica que cual es el árbol, ansí dá el fruto. Y si otros hijos y deudos que otros virreyes han consigo traido, se ocuparan y emplearan no tanto como Don Garcia de Mendoza lo hizo durante el gobierno de su padre, sino á la mitad, no dijera yo el gran daño que causan los que han traido y traen hijos y deudos consigo; y aunque vino con su padre mozo de hasta veinte ó veintiun años, ya en los reinos de España dejaba nombre y en otros, no sólo de buen soldado, sino de valeroso capitan. Y porque de servicios de Italia, Flandes, Alemania ni otras partes no hago de los de ningun virrey mincion, se quedarán tambien los del virrey D. Garcia en silencio, que aunque de pocos años, tuvieran lugar y loa entre los de los viejos virreyes. Esperando iba el Rey nuestro señor que se sazonase este fruto del árbol del Marqués de Cañete, de quien tales en este reino los esperaba, del cual en su real servicio hizo muchas esperiencias, cual vez en legacías y embajadas, como fue la que le cometió de Alemania y otras, de que dió tan buena cuenta; tal en Monson en las Reales Córtes en el despacho de lo que se ofrecia, dándole á todo cual convenia al descargo del cuidado que al Rey nuestro señor semejantes negocios suelen dar; cual en cosas de guerra, que como capitan de hombres de armas, fué con su compa

ñía la jornada de Portugal, no sólo lucido y costoso, sino aventajado á otros muchos; y pudo muy bien, segun su gran prudencia, valor y discrecion y venturosa estrella, encargársele en general la de toda ella.

CAPÍTULO III.

De las causas y motivos que tuvo el Rey nuestro señor para enviar por Virrey del Pirú á D. Garcia de Mendoza.

Despues de concedida al conde de Villar la licencia para irse, el Rey nuestro señor, guiado de la entereza de su soberano entendimiento; considerando cuán revueltas estaban las cosas entre España y Ingalaterra, y la poca seguridad que en todos estos mares y tierra habia respeto, de la ordinaria navegacion que los ingleses han hecho por el estrecho de Magallanes; y que convenia en estos reinos defensor y ofensor valeroso, y que fuese soldado y reparo del honor de España; y junto con esto, persona de negocios, esperimentado y cursado en ellos; y que en lo uno y lo otro tuviese capacidades iguales y conformes, y con quien su Real conciencia pudiese estar descargada, gratificando á los que le sirviesen y lo mereciesen; y finalmente, que los puertos y costas de tanta distancia de tierra tuviesen seguridad: eligió por su Virrey, Gobernador y Capitan general, á D. Garcia Hurtado de Mendoza, hijo de quien he dicho, en quien concurrian todas las calidades juntas que para los cargos dichos desearse podian.

CAPÍTULO IV.

De la concesion y licencia que S. M. dió al Virrey para que trajese consigo á su muger.

Resuelta y determinada la partida del Virrey, le dió S. M. licencia para que llevase consigo á su muger, que fue la primera que á Virrey del Pirú se haya concedido; y aun verse en él tan gran señora, fue nuevo caso de admiracion, porque igual jamás vino, y mayor en ningun tiempo hay esperanza que suceda; por ser esta señora descendiente de casas tan grandes y antiguas, que lo menos que pudo merecer y desear, no siendo tan grande la ocasion, fue ser Virreina del Pirú; con ser esta máquina menos entendida en España de lo que su grandeza merece, porque á sello, ningun príncipe para hacer merced puede apetecer cosa semejante, cuanto más mayor en todos los reinos que el Rey nuestro señor tiene; porque si la mayor grandeza es enriquecer á muchos, el Pirú escede con conocida ventaja á toda la redondez del mundo, y esto verá el de corto entendimiento tan bien como el de sobrado aviso.

CAPÍTULO V.

De la venida de D. Beltran de Castro y de la Cueva á estos reinos, teniendo compañía á su hermana la Virreina.

Meritísimamente se le debia á D. Beltran de Castro y de la Cueva el cargo ditado y oficio de Virrey, Goberna

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dor y Capitan general dellos, no sólo por su persona, prosapia y genealogía, sino por muchos servicios de Italia, y general que habia sido en la jornada del final en Lombardía, y capitan de hombres de armas, y de la boca de S. M., caballero del hábito y órden de Alcántara; y con todas estas causas, pudo tanto el amor y aficion que á su hermana tenia, que quiso sin ningun cargo ni título venir á tenerle compañía en tan larga peregrinacion.

CAPÍTULO VI.

Del estado en que esta cibdad estaba, cuando á ella llegó la nueva de la venida del Virrey.

Estaba esta insigne cibdad de los Reyes llena de lágrimas, lutos y tristeza, soledad y muertes, de una venenosa y pestilencial dolencia de viruelas y sarampion, de que he hecho mincion en la vida del conde de Villar, habiéndose la muerte cebado y encarnizádose en todas suertes y estados de gentes, principalmente en grandes bizarrías y hermosuras de damas, dignas de más larga vida, al tiempo y cuando en ella se oyó una nueva más deseada que esperada, que fue la venida deste Virrey.

CAPÍTULO VII.

De la embarcacion del Virrey.

Partió el virrey D. García de Mendoza del puerto de Sanlúcar de Barrameda para el de la de Cádiz, último de Febrero del año de 89, donde estuvo hasta los 8 de Marzo, que salió la flota, y volvió á los 9 á arribar á la misma

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