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y pedido licencia y permiso al dicho Emperador para demarcar y sondar los puertos, bahías y ensenadas, que tiene aquella costa desde Enangaya que hasta el cabo de Cestos, ques la cabeza del Japon; y hechas las diligencias y otro bajel que se ha de hacer en el dicho Japon, invernando allí, comenzando el verano y primavera y respuesta de la embaxada del dicho Emperador y Príncipe, siendo el tiempo capaz, se saliese á descubrir las dichas islas Ricas de oro y plata, conforme lo ordena y manda el dicho Marqués, por la instruccion general.

CAPÍTULO II.

Llegó al puerto, como está dicho, el dicho General á 19 dias del dicho mes y año con los dichos japones, do halló toda la gente de su cargo y religiosos y el navio aprestado para hacer viages por el contador Gaspar Bello de Acuña, D. Alonso de Monroy, factor, el contador Cristóbal Ruiz de Castro, y tesorero Alonso de Túnes; do estuvo acabándose de aprestar hasta 22 dias del dicho mes, que entre las once y las doce del dia, hicimos vela en seguimiento de nuestro viage, saliendo á la mar con tiempo abonancible escaso, á buscar menos altura y las briças (1). Y á los ocho dias se hallaron los pilotos en ellas, y en altura de doce grados escasos, y se fué gobernando al Oeste, cuarta al S. O.; y en esta relacion no se ponen rumbos ni altura ni señas de tierra, ni lo tocante al arte de marear, porque se va haciendo derrotero por los dichos pilotos y marineros prácticos que van en este viage, sino solo lo que va sucedien

(1) Así: por brisas.

y

do con dia, mes y año, para poder dar razon á S. M. Consejo y señor Virey de lo subcedido en el dicho descubrimiento y embajada.

CAPÍTULO III.

Fuése navegando, como está dicho, con la dicha brisa en busca y demanda y parage de las islas de los Ladrones, hasta primero de Mayo, que se halló haberse navegado casi mill y cuatrocientas leguas; y el dicho General hizo juntar con los pilotos y marineros prácticos en conformidad de su instruccion. Mandóse gobernase al Oeste, cuarta al Noroeste; porque conforme las señas y pájaros que se habian visto, se estaba cerca de las dichas islas de los Ladrones; y por este rumbo y por el de Noroeste y cuarta al Norte, se fué á buscar altura· para ponernos al Este-Oeste con el dicho Japon, hasta 23 del dicho mes, que se tomó el sol, y se halló estar en más de treinta y tres grados, casi en el paradero del puerto de Urangava. Y desde que salimos de Acapulco hasta este parage, siempre hubo vientos favorables de Nordestes, Estes y Sudoestes y con más fuerza las brisas, desde que se fue multiplicando altura, de veinte y cinco grados para arriba, que fueron con tanta fuerza de aguaceros, oscuridad y neblina y mucha mar, que nos obligó á calar masteleros y tomar velas y echarnos de mar en través, aguardando tiempo claro y que la luna de Mayo hiciese oposicion, que fue á 25 dél. Y hasta aquí no subcedió cosa notable que advertir, ni se vido ninguna isla de las de cordillera de los Ladrones; porque cuando se pasó por ellas, hubo de ser de noche, y con la oscuridad que hacia no se vieron, aunque hubo muchas

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señas de pájaros y otras cosas que advertian estar cerca dellas. Y entre nosotros no subcedieron pesadumbres ni diferencias, aunque los dichos japones al principio comenzaron á dar ocasion, descomidiéndose con los marineros, particularmente en cosas del fogon, queriendo usar de mano mayor; y el dicho General lo estorbó, y mandó por un bando que ningun español se atravesase con ningun japon, ni le pusiesen las manos, ni diesen ocasion para ello, so pena de la vida, y lo mismo mandó á los dichos japones, y les dijo fuesen comedidos, y que acudiesen á él en lo que se le ofreciese, ni se atravesasen con los marineros, ni tuviesen pendencia con ellos; porque el que fuese descomedido, haria informacion contra él y lo mandaria ahorcar de un peñol, y dello daria noticia á su Emperador, que sabia muy bien dél que no gustaba que sus vasallos fuesen descomedidos, y más aquí en tan buen pasage como se les hacia á elfos. Y con esto los japones tomaron tanto miedo y se fueron á la mano y refrenaron su soberbia, de manera que fueron más humildes que ovejas, particularmente el principal, que es japon, considerado y de muy buenos respetos, que en todo el viage, no dió pesadumbre ninguna; y el dicho General lo llevó á su mesa, considerando su buen proceder y lo que importaba al servicio de S. M. llevarle grato y gustoso, pues de la relacion quél ficiese al Emperador, habia de resultar el buen recibimiento, agasajo y despacho del dicho reino del Japon para la vuelta á descubrir las dichas islas, que es el fin principal de este negocio.

En 15, á la tarde, se dió vela en seguimiento del viage, y con el viento escaso, por ser Sur y Suroeste, hasta viernes, 27 del dicho mes, que á las doce de la noche sobrevino un huracan con tanta fuerza de viento,

agua y mar, causado del viento Sudeste, que duró hasta el dia siguiente, sábado 28, á da puesta del sol; y con la mucha mar, el navío se abrió por la llave de junto al árbol mayor y hacia mucha agua, de manera que por las bombas no se podia tendir. Causónos grande miedo y pena; y abonanzando el tiempo, mandó el General se echase el buzo á la mar á ver por dónde hacia el agua, y no lo halló, y diónos doblada pena por la mucha agua que hacia. Diéronse tortores (1) al navío, y mandó el dicho General que fuesen entre cubiertas y al plan y se ondea se el navío y ropa. Hízose así, y fue Dios servido que con la buena diligencia se descubrió el agua, que lạ hacia por una costura de la cuadra de popa; y era tanta la cantidad, que entraba como del grosor de un muslo: tomóse aunque con mucho trabajo, y aquí se podrá considerar el contento que desto recibió la gente, pues por lo menos no corria más riesgo que las vidas.

Tornóse á dar á la vela en seguimiento del viage, hasta martes postrero del dicho mes, que á la misma hora de la noche vino otro huracan por la misma manera, más recio que el primero, y á no haberse tomado el agua, se habria acabado con el viage. Fue Dios servido que, abonanzando al amanecer, nos hallamos á vista de tierra, aunque con la mucha mar no se atrevieron los pilotos á reconocerla, y viraron la vuelta de la mar á esperar buen tiempo. Tornóse el sol y se halló estar en más de treinta y cinco grados.

En este parage nos arrebataron las aguas y corrientes

(1) Tortores, on marina son los pedazos de calabrotes, ó guindaleza con que se fortalecen los costados maltratados del navío; y se llaman así porque se tuercen con espeques ó barras.

con tanta fuerza para la banda del Norte, que como un rio de mucha corriente nos llevaba á más altura, dándonos mucho cuidado la flaqueza del navío y el mal aderezo que sacó de Acapulco, que Dios se lo perdone á quien ansí lo despachó; pues no consideraron que habia venido de Filipinas en el riñon del invierno y con tantos huracanes, sin hacerle más obra que age y tallo (1) con seboy cal; y esto se echó de ver bien, porque con cualquier tiempo alargaba estopa. Y tambien daban cuidado, por alargarse el viage, los bastimentos, porque en los que de Acapulco se trageron, hubo mucho engaño, que como se mandó tomar este navío por el del Japon y estaban cargados los bastimentos, el maestre á buena fée recibió lo que en él habia para Filipinas, y faltaba parte dellos conforme á los que habia de recibir para el viage, y estos tan malos, que no se podian comer; y sobre todo el agua, qué de sesenta pipas que se traian, la mitad venian medias, y algunas saladas y tan malas, que para causar pestilencia eran buenas. Todo daba cuidado, y á los japones más miedo y temor lo uno y lo otro, como gente que no ha navegado. El General los consolaba, y ellos viéndose tan aflixidos, se conjuraron entre sí y hicieron un papel firmado de sus nombres, en que decian que si se viesen en el Japon y el Rey nuestro señor les diese á España, no se embarcaran más para nuestra España. Y Dios lo permitió ansí, porque iban muy engolosinados de volver otro viage con muchas mercadurías.

Y desta manera se anduvo forcejando con los vien

(1) Asi en la copia de que nos servimos, probablemente por afeytallo, es decir, calafatearlo, con cuya correccion resulta claro el sentido.

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