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nova, don Berenguer de Vilaragut y Artal de Azlor. Nombraronse por jueces de los daños que se hiciesen en la tierra, que don Juan tenia en el reino de Murcia, con la cual se habia de guardar esta tregua, Sancho | Jimenez de Lanclares y Guillen de Vilaragut. Esto se juró á veinte de julio deste año, y despues de haber ganado á Elche se rindió al rey la villa y castillo de Orihuela, en cuya defensa estaba por capitan Pedro Ruiz de San Cibrian. Finalmente se le rindieron todas las villas y lugares del reino de Marcia, si no fueron Alcalá, Lorca y Mula. Teniendo rendidos todos los castillos importantes, fuése el rey con su ejército á la ciudad de Murcia, cabeza del reino, y sin esperar de ser combatida, se le rindió luego, y fue recibido en ella como rey y señor, con gran fiesta, reconociendo los vecinos della, que se le debia por justa sucesion y herencia, siendo nieto de aquel tan victorioso y excelente

su porfía, por ser el priméro, que fué el tercero, que | Ramon Alaman, Bernardo de Sarria, Ramon de Villaacudió por socorrer á Berenguer de Puigmolto y por su presencia y esfuerzo se animó tanto, que con su compañero acometió á la gente del castillo, y peleo con ellos tan varonilmente, que los hizo retraer, y el rey con gran valor peleó hasta tanto que fueron entrando por aquel lugar muchos caballeros, que le seguian. Pero Nicolás Perez como buen caballero, no se venciendo por la presencia y valentía del rey, determinó antes morir peleando, que rendirse, y teniendo en la una mano las llaves del castillo, resistió al primer fuFor de la batalla, hasta que le hicieron pedazos, y fué ganado el homenaje y torres, y conocióse manifiesta-mente, que si el alcaide tuviera la gente que era obligado, no se pudiera entrar el castillo por fuerza de armas. Dió cargo el rey de aquella tenencia á Berenguer de Puigmolto, por haberse señalado tan valiente caballero en el combatirla, y de Alicante fué contra Elche y púsose la gente que estaba dentro, en defensa, y árey, que la ganó y conquistó de poder de los moros. once del mes de julio se le dió un muy recio combate. Estando en este cerco á diez y siete del mes de julio, hizo el rey merced á don Berenguer de Vilaragut del castillo y villa de Albaida y de la torre de Carricola con sus términos y alquerías, que habia sido de Conrado Lanza, á quien confiscó el rey todos los lugares que tenia en sus reinos, por no querer venir á su servicio y quedarse con el rey don Fadrique. Entretanto que el rey se detuvo con su real sobre la villa de Elche, parte del ejército fué discurriendo por el reino, y ganó el val de Elda y Novelda, y otros lugares principales, que fueron Nompot, Aspe, Petrer, la Muela, Crevillen, Favanilla, Callosa y Guardamar. Estando el rey sobre la villa, teniéndola en muy gran estrecho, vinieron al real de parte de don Juan, hijo del infante don Manuel, dos caballeros de su casa, que se llamaban Gomez Fernandez y Alonso García, para tomar en su nombre, que era muy mozo, algun buen asiento y concordia con el rey; por el deudo que con él tenia, As entóse tregua entre los lugares que estaban en la obediencia del rey y entre las villas y castillos que don Juan tenia en el reino de Murcia desde aquel dia que era veinte y cinco de julio, hasta que don Juan fuese de veinte años, y el rey le habia de mandar acudir con las rentas de Elche y del Puerto, y de Aspe, Chinofa y de Monnovar y de las salinas, pagando el sueldo que fuese necesario para la guarda de la Calahorra. Tambien aseguró el rey, por respeto de doña Violante hermana de don Juan, que era su prima hermana, hija del infante don Manuel y de la infanta doña Costanza su primera mujer, á los de Elda y Novelda, y á todos los caballeros y gente que estaba en Elche, para que se pudiesen salir libremente. Quedó acordado, que si don Juan, cuando fuese de edad de los veinte años, quisiese reconocer al rey por señor y rey del reino de Murcia, le mandaria entregar aquella villa y el puerto con los otros lugares, que eran de don Juan. Obligáronse á guardar este asiento los ricos hombres, que estaban con el rey, que eran estos, don Jaime, señor de Ejérica, don Ramon Folch, vizconde de Cardona, don Lope Ferrench de Luna, don Galcerán de Anglesola, don Atho de Foces, don Jaime Perez señor de Segorbe, don Pedro señor de Ayerve, don Sancho de Antillon, Ponce de Ribellas, Jazberto vizconde de Castelnou, don Pedro Martinez de Luna, Galcerán de Anglesola, Gil de Vidaure, don Lope Ferrench de Atrosillo y Artal Duerta. Á lo mismo se obligaron los del consejo del rey que se hallaban en el cerco, que eran

Esto se acabó con tanta furia, que el segundo de agosto se habia ya el rey apoderado de Murcia, y á diez y ocho siguiente estaba en Valencia, habiendo dejado la gente de guarnicion necesaria en las fuerzas y castillos con muchas compañías de caballo y de pié. Quedó por lugarteniente del reino y capitan general de aquella frontera, don Jaime Perez, y de los que se señalaron en esta guerra, sin los ricos hombres y caballeros que se han nombrado, fueron, don Guillen de Entenza, Filipo de Saluces, don Jimen Perez de Arenos, Fernan Lopez de Luna, Dalmao de Castelnou, Amato de Cardona, Guillen Durfort y Gi! Ruiz de Lihori. Habia rendido el castillo de Crevillen al rey el arraez de Crevillen, llamado Mahomad Abinhudell, y dióle el rey à Benyopa, que la tenia la emperatriz de los griegos doña Costanza su tia, y á ella hizo el rey merced de la villa de Gandía por su vida. Luego que el rey llegó á Valencia se publicó, que pasaba contra la isla de Sicilia, y envió sus embajadores á la reina su madre y al rey don Fadrique su hermano, al cual llamaba infante, con los cuales envió á decir, que él se aparejaba para ir á Roma, para entender en los negocios de la paz. y les pedia y encargaba que se aderezasen para ir allá. Llevaban órden, para que el almirante procurase lo mismo, y persuadiese al rey don Fadrique, que no hiciese otra cosa, y sobre ello escribió el rey á las ciudades de Palermo y Mecina, y á las otras del reino, induciéndolas, á que condescendiesen en los medios de la concordia. Pero antes de tratar de las cosas de Sicilia y de la guerra que movió el rey don Fadrique por Calabria, conviene referir el suceso que tuvo la guer ra que se emprendió dentro en los reinos de Castilla. CAP. XXII. De la muerte del infante don Pedro de Aragon, que fué con el ejército deste reino sobre Mayorga, y como se levantó el cerco.

Tuvieron don Alonso y el infante don Pedro su real sobre Mayorga, algunos dias, y en este medio recreció en el ejército tanta mortandad y pestilencia, y fuese encendiendo de tal manera en el estio, que se hubo de levantar el real, y adoleció el infante don Pedro, y Hevárónle á Tordehumos, á donde en muy breves dias murió á treinta del mes de agosto, y despues murieron don Jimeno de Urrea, y don Ramon de Anglesola, que fué gran privado del infante, y algunos ricos hombres y muchos caballeros, y gente muy principal, aragoneses, catalanes y navarros. El ejército se vino reti→ rando por tierra de Campos, y traian en él, el ataud

asiento es muy fuerte, porque le ciñen dos rios entre muy altas peñas, é informado el rey de Conrado Lanza de Castel Mainardo, que le mandó venir á su real, porque sabia muy particularmente las defensas de aquel lugar, y por donde podria ser mas ofendido, entendiendo, que los de Esquilache no tenian otra agua sino la de los rios, determinóse de estrechar el cerco y tomarles el agua. Otro dia pasada media noche toda la gente de la armada salió á tierra, y con estraña é increible celeridad ganaron los collados, que están sobre la ciudad, y repartiendo el rey sus estancias, las puso tan adelante, que se acercaron á las riberas de ambos rios, á donde los de dentro podian coger el agua, y defendíanles, que no se acercasen ni pudiesen tomarla, y como se vieron en estrema desesperacion, salieron un dia con gran furia contra una estancia que se

ă donde venía el cuerpo del infante, que se habia mandado enterrar en el monasterio de los frailes menores de Zaragoza, que él mandaba labrar entonces, y segun Montaner dice, ordenó, que enterrasen á sus piés á don Ramon de Anglesola, como aquel que en vida y muerte le habia tenido buena compañía, y los ataudes de aquellos ricos hombres, y pasaron por delante de las puertas de Valladolid, a donde estaba el rey de Castilla y la reina su madre, y de allí movieron con el ejército, y se vinieron para Aragon. Fué la muerte des te principe muy llorada generalmente, por el gran valor de su persona. Estando los infantes sobre Mayorga, habia movido, segun se refiere en la historia de Castilla, el rey don Dionís de Portugal con su ejército en su ayuda, no embargante que el rey de Castilla su yerno le habia dado, como dicho es, las villas de Serpa y Mora, que pretendia ser suyas, por ha-guardaba por Mateo de Termini, y hubo entre ellos una llarse, como aquel autor afirma, en el reparti- | muy brava escaramuza, y muchos fueron despeñados timiento de los reinos, y haber dellos su parte, y para é iban á dar al rio, y se hubieron de acoger dentro, y ello, segun en una historia antigua de Portugal se con- perdieron la esperanza de poderse defender. No quetiene, habia sido enviado don Pedro Cornel, pero en- dando otro señorío ni forma como poder defenderse, tendiendo que se habia levantado el cerco en Mayorga, enviaron sus embajadores al rey, y rindiéronle la ciuy que el infante don Pedro era muerto, el rey don Dio- dad, y él los recibió debajo de su obediencía, y perdonís se detuvo en Salamanca, de donde concertó con nóles con gran clemencia todas las ofensas que en las don Alonso, hijo del infante don Fernando, que había rebeliones pasadas habian cometido, señaladamente al quedado en Castilla con toda la gente de guerra que tiempo que vendieron á Galban Lanza, que era su setenia á sueldo, y con don Pedro Cornel, que fué solo ñor, y le entregaron á sus enemigos, y púsolos en grade los ricos hombres de Aragon que quedó con él, que cia de Conrado Lanza el viejo, que era primo de Galfuésen á cercar al rey de Castilla, que estaba en Va-ban. Despues de haberse rendido Esquilache, movió el Hladolid, y don Alonso y el infante don Juan y don Juan Nuñez de Lara, salieron á recibirle á tierra de Salamanca, y de allí movieron juntos con fin de ir contra Valladolid, y pasaron á Duero junto á Tordesillas, y lle- | garon hasta Simancas, de donde, porque algunos ricos hombres rehusaron de hallarse contra la persona del rey don Fernando, y se partieron del real, recelando el rey de Portugal, que no lo hiciesen así todos, y le dejasen, y le atajasen el paso á la vuelta para su reino, siendo tiempo de invierno, volvió á pasar á Duero, y fuése á tierra de Medina del Campo, y así se esparció aquel ejército, y el rey don Dionís se volvió á Portugal, y de Palenzuela se partieron don Alonso hijo del infante don Fernando, y el in fante don Juan y don Pedro Cornel, y se vinieron para Aragon, y lo mismo se confirma por historias antiguas de Portugal.

CAP: XXIII. De la pasada del rey don Fadrique á Calabria y de la guerra que por tierra y por mar se hizo en aquella provincia, y como se despidió el almirante Roger de Lauria de su servicio.

Tuvo el almirante de Sicilia en órden la armada, con la cual habia de pasar á Calabría el rey don Fadrique, que á ninguna cosa estaba mas atento que á proveer las cosas necesarias de la guerra, entendiendo, que por diversas partes se le hacian grandes amenazas de echarle del reino. Estaba don Blasco de Alagon en aquella provincia haciendo guerra á los enemigos, porque contra aquellas fronteras cargó todo el poder del rey Carlos, el cual le fué á poner sobre Roca Imperial, y pasó el rey por el estío con muy grueso ejército de gente de caballo é infantería á Rijoles, de donde por la marina de la baja Calabria se fué con su ejército á Esquilache, sobre el cual estaba don Blasco, que había hecho gran tala en todos los campos de aquella comarca. Llegó el almirante con la armáda á ponerse delante del lugar, y el rey puso su real sobre él, que de su natural sitio y

TOMO IV.

rey con su ejército, para ir á combatir á Catanzaro, á donde estaba en su defensa con muy buena guarnicion de gente de guerra el conde Pedro Ruso, que era señor de aquella ciudad, y era uno de los mayores y mas principales varones que habia en Calabria, pero antes de emprender aquel cerco, que á los mas parecia muy difícil empresa, asentó el rey su real debajo de la Rochela de Esquilache desta parte del rio que llaman Coracho, que dista casi seis millas de Catanzaro, y allí mandó juntar los varones y personas principales de su consejo, para que deliberasen si convenia poner cerco sobre aquel lugar. Hubo en los pareceres gran confusion, porque por una parte su sitio y fortaleza hacian muy dificultoso el combate, y por otra si se entrase, ganaba el rey grande reputacion, y ponia terror á todos los otros lugares fuertes que se tenian por el rey Carlos en aquella provincia, por ser el conde Pedro Ruso muy señalado, así en la noticia de las cosas de la guerra, como en autoridad y crédito con sicilianos y franceses. Era el almirante de parecer que no se pusiese el cerco sobre aquella ciudad, porque estaba en lugar casi inaccesible, y que no se podia combatir, diciendo que el conde era muy acostumbrado á resistir á semejantes trances, y de gran providencia y astucia, y que mucho antes supo de la empresa que el rey queria hacer, y estaba prevenido en todo aquello que era necesario para defender y sustentar aquella fuerza en un largo cerco, y que la gente que allí tenia, era muy plática y diestra y escogida, y bien ejercitada en semejantes afrentas. Que dejase el rey aquel lugar, y fuése contra Cotron, mientras los de aquella comarca estaban con miedo, y no previstos de las cosas necesarias á la guerra, porque con facilidad se reducirian ó serian vencidos, y despues viéndose el conde cercado por todas partes de enemigos, no podria mucho tiempo defenderse. Tuvo este parecer del almirante con el rey y con algunos de su consejo, ménos crédito de lo que solia, porque era muy propincuo en parentesco con

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bastimentos, acordó que el almirante con su armada dejando solas doce galeras para su servicio, y por capitan dellas á Pedro Salvacoja de Iscla, él partiese a priesa, y de noche saliese en tierra junto de Roca Imperial, y basteciese el lugar, y determinó el rey de ir con su ejército allá por tierra. Llevaba el almirante entre la otra gente que era muy escogida, trescientos de á caballo, y á la hora de amanecer echando sus corredores, para que reconociesen la marina, echó en tierra la gente de á caballo, y con ella dejó su gente en un fuerte, y él con algunos caballeros que escogió, sesubió por la montaña, para reconocer á los enemigos, y acudió allá fray Arnaldo de Pons, prior de Santa Eufimia, que estaba en aquella frontera con gente de guarnicion por el rey don Fadrique, y con la gente de á caballo que tenian, llevando cada caballero un peon, sin poderlo resistir los contrarios, socorrieron la Roca Imperial de gente y bastimentos necesarios; y de vuelta salió el almirante á la marina de Pelicoro, y puso á saco el lugar, y fueron presos y muertos hasta cien hombres de armas franceses que estaban en él de guarnicion, Sucedió en este medio, que entre los franceses que estaban en Cotron, y los vecinos de aquel lugar, haHándose el rey con su real junto á la ciudad, esperando que se cumpliese el término en que estaba aplazada con las mismas condiciones que Catanzaro, se movió grande disension y alboroto, vinieron á las armas, y siendo los vecinos de aquella ciudad mal tratados por los franceses, algunos desde los muros comenzaron á pedir socorro á la gente del rey, señalando que les entregarian algunas torres, y entonces los soldados de las doce galeras no teniendo cuenta con las treguas, sino con lo que allí podian poner á saco, acordaron de socorrerlos, y fué tan de improviso, que en un instante subieron por una parte del muro, y se apoderaron dél, y saltaron á las plazas y calles, y comenzaron á pelear con los franceses tan arrebatadamente, que los hicieron retirar al castillo, y recoger á las torres mas fuertes. Los franceses creyendo que todo el ejército del rey iba sobre ellos, desmayaron tanto que fué ganado el castillo, siendo fortísimo, de gente casi desarmada, y desmandada; y de otra manera con toda la gente que se pudiera juntar, fuera muy dificultoso de combatir, y comenzaron á robar y poner á saco el lugar. Cuando el rey tuvo dello noticia, como estaba desarmado, se puso á caballo, y tomó una maza, y acudió con algunos caballeros hacia la parte del castillo, por detener la gente, é hirió y mató algunos que andaban robando, por estar los franceses debajo de la tregua. Mas no fué este socorro tan presto, que no se hubiese hecho muy grande daño, y lo que se pudo hallar mandó el rey que se restituyese á Pedro de Bigibal, que era el gobernador que estaba en él por el rey Carlos, y lo demás se pagase de su cámara, y por cada uno de los franceses que habian muerto, mandó que se soltasen de las galeras dos de los que estaban al remo. El almirante, como era impaciente de ira, llegando á la presencia del rey, se sintió tanto de este caso y con tanta demostracion, por haber sido el que asentó la tregua, que se despidió del

el conde, y pensaban que le queria librar, porque no llegase á peligro de perder el estado con la persona, y tenia gran deseo que se pusiese el cerco, mas segun era el almirante de gran autoridad, y le tenian respeto, no osaban declaradamente contradecirle. El rey que era de contrario parecer, propuso algunas razones que persuadian, para que se fuése primero sobre Catanzaro. Moviale ante todas cosas el deseo de gloria y alabanza, cuyo derecho y posesion se alcanza emprendiendo las cosas mas arduas y difíciles, porque es cierto, que la gloria del vencedor depende de la condicion del vencido, y siendo sojuzgados los mas poderosos, todos dan lugar á la guerra, sin que sean parte para resistirla. Decia, que en caso que dejando lo mas principal y fuerte, se anduviesen acometiendo lo mas flaco y debil, facilmente osarian los enemigos menospreciar sus fuerzas y poder, y por esto convenia acometer al principio lo mas fuerte é importante, y seria la victoria de uno, triunfo de muchos. Siguieron todos este parecer, y con esta determinacion movió el ejército, y se puso sobre Catanzaro, y asentáronse las máquinas y trabucos hácia la parte del castillo. Está aquella ciudad rodeada de grandes montes, y tan solamente hay un lugar espacioso, y menos enbiestro delante del castillo, por donde era mas fácil el combatirle y acometerle de entrar por aquella parte á escala vista y puesto que por todas partes se puso el cerco, por aquella se cercó mas el real, y se puso allí la principal y mejor parte de la gente. Puestas en órden las batallas, un dia al amanecer se comenzó el combate con increible ánimo y esfuerzo de los almogáraves, y de la gente de la armada, y el conde se opuso con los suyos á la defensa valerosamente, y fué de todas partes muy sangrienta la batalla, pero mayor el daño que recibieron los de dentro. Vista la fortaleza é industria de los combatientes, el conde desconfiado de poderse defender, conociendo que habia poco tiempo para elegir el mas seguro consejo entre tantos peligros, hizo señal que llamasen al almirante, y comenzó de mover algunos partidos con los cuales se entregase aquel lugar al rey de Sicilia: y finalmente se le dieron cuarenta dias de plazo, para que dentro dellos, si no fuese socorrido, se rindiese con todas las fuerzas y castillos del condado, quedando la persona del conde en su libertad, y así se confirmó con rehenes y homenaje del conde. Por tan próspero suceso como este, siendo amedrentados todos los moradores de aquella comarca, que llamaban entónces Tierra Jordana, vinieron en los medios desta concordia, excepto el arzobispo de San Severino, que era hombre muy bullicioso, y se detuvo con alguna gente, y entretanto que el término se cumplia, el rey con los barones y principal gente de su caballería se fué á poner delante de Cotron, y los mensajeros del conde Pedro Ruso de Catanzaro, fuéron á requerir al rey Carlos que estaba en Pulla, que les enviase socorro, con que pudiesen resistir á sus enemigos, y considerando, que no se podia defender aquella parte de Calabria, previno tan solamente en conservar con gran cuidado los lugares de la costa de Pulla, y así siendo vuellos los mensajeros y llegado el plazo, el conderey don Fadrique, y le renunció el oficio de almirande Catanzaro y aquella Tierra Jordana se entregaron,y pusieron en la obediencia del rey don Fadrique. Estando sobre Cotron, entendiendo el rey, que el conde Juan de Monforte con muy escogida gente se habia puesto sobre Roca Imperial, y tenia un cerro muy alto por donde le podia hacer mucho daño, y le tomaba los

te diciendo: que presto vendria tiempo, que sus émulos y envidiosos se hallarian tan embarazados en los hechos y negocios de su reino, que conoceria cuán sencillamente servia Roger á su príncipe, y con cuanta sobra de fé. No se pudo templar tanto el rey en esta plática, que no recibiese grande alleracion, y respondió.

vantado de la Roca Imperial, volvió con su ejército contra San Severino, á donde el arzobispo confiado del sitio y fortaleza de aquel lugar, siendo mas dado á las armas de lo que su hábito y profesion requeria, se habia puesto en su defensa con demasiada confianza; y pareciendo á todos que era inexpugnable por combate, se determinó en el consejo del rey, que no se combatiese. sino que se estrechase el cerco, de tal manera, que les quitasen el agua que corria de una fuente. Hubo diversas escaramuzas con los de dentro por esta causa, y finalmente el arzobispo vino á las mismas condiciones que el conde de Catanzaro, y diéronsele treguas por dos meses; y siendo pasado el plazo se entregó la ciudad á don Blasco de Alagon, como á lugarteniente general por el rey en aquella provincia. Entretanto que estaba aplazado San Severino, andaba el rey discur

della á su obediencia, sojuzgando lo fuerte, y llegando á Rosano confiados los vecinos de aquel lugar de su áspero é inaccesible asiento, tomaron osadía de querer defenderse, y tomar las armas. Entendiendo el rey su pertinacia, y que ningunas amonestaciones bastaban á reducirlos, mandó que se hiciese la tala en todas sus vegas y campos, y que se pusiese el cerco, y entonces viendo los daños presentes perdieron el ánimo y la esperanza de poder defenderse, y lo que habia mas de indignarlos los movió á que se rindiesen al rey, y abrieron las puertas de la ciudad y recibiéronle con grande fiesta. Con el temor de la tala que el ejército hacia en todos los lugares que se ponian en defensa, de allí adelante enviaron los que se tenian por el rey Carlos sus embajadores al rey sin aguardar que llegase su gente, y se pusieron debajo de su obediencia, y segun los sucesos que tuvo aquel ejército, pareció que brevemente el rey don Fadrique conquistara aquel reino, si no tuviera contradiccion, de quien habia de esperar mayor favor, que era del rey de Aragon su hermano.

que no le sería cosa grave que él defaseel oficio, y se fuése adonde por bien tuviese aunque fuése para sus enemigos. Pero entonces, segun se escribe en la historia de Sicilia, por medio de Conrado Lanza que era cuñado del almirante, y hombre de grande autoridad y consejo, el rey disimuló su enojo, y él le pidió perdon y se reconcilió en su gracia, pero sus contrarios tomaron mas ánimo para le dañar de allí adelante é indignar al rey don Fadrique contra él, porque le tuviese por sospechoso, para conservarle en aquel cargo en la guerra que esperaba tener. Como quiera que sea, es cierto que hubo en el mismo tiempo causa de mayor sospecha é indignacion, que lo acontecido en Cotron, porque el rey de Aragon trataba secretamente de traer á su servicio al almirante; y desde que volvió de Murcia mediado el mes de agosto, envió con Bartolomé Machoses, ciudadano de Valencia, á requeriendo por aquella comarca, y redujo los mas lugares rirle en lo público, que entregase al rey Carlos su suegro, ó á la persona que él mandase, el castillo de Girachi, porque si persistia en no lo hacer, procederia contra él y sus bienes por todas las vias que pudiese, como contra vasallo que tenia castillo contra su señor forciblemente, y no queria obedecer lo que se le mandaba, por quien se le habia encomendado. Pero en lo secreto propuso algunos apuntamientos, para que viniese á su servicio, y esto se trató con él, desde que se partió de Sicilia don Ramon Alaman, con el cual habia enviado á decir al rey que se hubiera venido luego para su servicio, sino por cierta causa que comunicó con don Ramon Alaman; á lo cual le envió á decir el rey con aquel Bartolomé Machoses, que él pensaba ser para la fiesta de san Miguel en Roma; y asi le mandaba que luego que supiese de su llegada, se viniese para él como lo habia prometido con pleito homenaje a don Ramon Alaman. Instaba el rey sobre la venida del almirante, porque el rey Carlos queria enviar al príncipe Roberto su hijo con la armada de galeras para dar mayor priesa en su ida, y el rey procuraba que viniese su cuñado esperando que el almirante se vendria. Entre otras mercedes que el almirante pedia, fué el oficio de almirante destos reinos, y que le casase una hija con alguno de los ricos hombres; lo cual le ofreció el rey, y que si pudiese acabar con el papa que fuese almirante de la Iglesia, él le encomendaria aquel oficio, porque entendia que no se podia encargar á hombre en el mundo que mas suficiente fuese; y así trató el rey que dona Beatriz de Lauria su hija casase con don Jaime de Ejérica, que fué hijo de don Jaime primer señor de aquella baronia, y de doña Elfa, hija de don Alvar Perez de Azagra, que era uno de los mas principales ricos hombres de sus reinos, y su primo hermano y descendiente de la casa real por línea legítima de varon. De suerte que por el suceso se entendió que el almirante no esperaba sino ocasion para dejar al rey don Fadrique, como despues lo hizo; puesto que en lo que se trató entre él y el rey de Aragon por medio de don Ramon Ala-ruecos, para que le cobrase á Tarifa, teniéndole en man, declaró al principio que le serviria en todas sus empresas, exceptuando que no se señalaria en el hecho de Sicilia, y el rey lo aceptó con aquella condicion, diciendo que hacia lo que debia como buen caballero. Partióse el almirante luego con su armada en socorro de Roca Imperial, y el rey por tierra con su ejército contra el conde Juan de Monforte que estaba sobre ella; y teniendo dello noticia el conde desamparó el cerco y repartió la gente que tenia por los castillos mas fuertes. Cuando el rey supo que el conde se había le

CAP. XXIV.-De lo que se ofreció al rey por parte de don
Alonso Perez de Guzman que estaba en Tarifa.

Estando el rey en Valencia, ordenando las cosas de su pasaje para Italia á diez del mes de setiembre deste año, vino á él un caballero vasallo de don Alonso Perez de Guzman, que se llamaba Alvar Ruiz de Colsantos, para tratar que le valiese contra el rey de Granada, y contra el infante don Enrique, que procuraba que entregase á los moros á Tarifa, de cuya defensa se habia encargado en vida del rey don Sancho, y otros castillos que él tenia por el rey don Fernando. Era este un caballero muy principal y valeroso, y de los muy señalados que hubo en sus tiempos, y muy famoso por aquel tan notable ejemplo que dejó de su fé y lealtad, que por no querer rendir á Tarifa al infante don Juan que habia venido del reino de Fez con gran caballería de moros que le dió Abenjacob rey de Mar

muy gran estrecho, y amenazándole que si no entregaba á Tarifa, le mandaria matar un hijo que traia consigo, él echó el cuchillo con que aquello se ejecutase, y así se hizo con gran vergüenza é infamia de aquel príncipe, que sojuzgado de la ira y ódio que tenia á don Alonso, mandó cometer tamaña crueldad y tan bárbara y fiera, que si la hiciera Abenjacob, fuera de los mismos paganos habido por muy cruel. Para là defensa de aquella fuerza, que era la entrada y puerta, por donde habian de pasar los moros de allende, y

pudiesen ir á todas las tierras de sus reinos, y volver salvos y seguros, y mandase á sus almirantes y corsarios, que no hiciesen guerra ni daño en ninguna parte del reino de Sevilla. Mas como el rey de Aragon tenia paz con el rey de Granada, respondió, que guardán| dole lo que estaba concordado entre ellos, no le podria romper lo que tenia capitulado, pero en caso que se confederase contra él con don Fernando, que se llamaba rey de Castilla, ayudaria á don Alonso Perez contra el rey de Granada, y si cercase á Tarifa, le enviaria socorro para descercarla, y si don Alonso Perez y el consejo de Sevilla y el obispado de Córdoba, y los que se tenian con él estuviesen unidos y conformes, et rey les ayudaria y se ampararia del hecho de Tarifa, pero queriendo meter á los enemigos de la fé en su casa, no se empacharia ni entremeteria en ninguna cosa. Que por contemplacion y amor de don Alonso Perez, y de los buenos hombres de Sevilla y por sus ruegos, aseguraria á los mercaderes del reino de Sevilla, y del obispado de Córdoba, con condicion, que durando et tiempo del seguro, ellos estuviesen de por medio, sin seguir ninguna de las partes, y no hiciesen mal al rey don Alonso, ni al rey don Juan, ni al rey de Portugal, ni á sus valedores, y que ellos por aquella misma forma asegurasen á los mercaderes de las tierras de Aragon, y se diesen sus cartas de seguro. Tambien respondió el rey, que él mandaria que sus almirantes y los corsarios que saliesen de sus reinos, guardasen aquella concordia. Este caballero se despidió con esta respuesta en la misma sazon, que el rey entendia con gran diligencia en su partida, pero como sobrevino et invierno, convino diferirla, y entretanto ordenaba las cosas de sus reinos, como estuviesen muy apercibidas por la guerra de Castilla, así por las fronteras de Aragon, como del reino de Murcia, y á tres del mes de no viembre deste año, por razon de la guerra, proveyó de la procuracion del reino de Aragon, á don Lope Ferrench de Luna, que era uno de los mas poderosos y ricos hombres de sus reinos.

los otros castillos, y para tenerlos en nombre del rey ¦ Córdoba, que estaban en su hermandad, para que de Castilla, tenian gran confederacion con la ciudad de Sevilla, y con todo aquel reino, y con la ciudad de Córdoba y todo su obispado, y era el caudillo y amparo, no solo de aquella frontera, pero de toda la Andalucía. Allende desto, como gran caballero, y muy diestro y valeroso capitan, por mandado de la reina doña María se habia opuesto con la gente de la Andalucía, contra el rey de Granada y le hacia guerra, mas el infante don Enrique, siendo tutor del rey, era el principal que instaba que entregase á Tarifa á los moros, y por otra parte el rey de Granada habia tratado con el rey don Fernando, que si le hiciese entregar á Tarifa, se haria su vasallo, y le daria ocho cuentos en dinero, y mas las parias adelantadas de cuatro años, y allende de esto, que le entregaria á Quesada y otros veinte y dos castillos que él habia ganado de los cristianos, y se obligaria, que haria que pasase Abenjacob con todo su poder á España, y que se fuése para el rey don Fernando, y no se partiese dél, hasta que echasen á los hijos del infante don Fernando, y el infante don Juan fuera del reino, y allende desto, prometía, que con todo el poder del reino de Granada, y con los de la frontera, y con las órdenes y con don Juan, hijo del infante don Manuel, iria sobre el reino de Murcia, y harta en él la guerra contra el rey de Aragon, hasta que lo cobrase el rey don Fernando, y pagaria para ayuda de su armada, hasta que se conquistase cada año cuatrocientos mil maravedís. Esto se hubiera puesto en ejecucion, segun afirmaba don Alonso Perez, si él lo quisiera consentir, y por no entregar á los moros á Tarifa, como esforzado y buen caballero, envió éste su vasallo para concertarse con el rey, como se pudiese defender, así del rey de Granada como del infante don Enrique, y de aquellos que tenian al rey don Fernando en su poder, que en su nombre instaban que se entregase. Las cosas que pedia eran estas, por las cuales se muestra bien la grande lealtad y bondad de aquel caballero. Primeramente que el rey de Aragon ordenase, como él salvase su verdad é hiciese derechamente lo que debia de Tarifa, y de los castillos que él tenía del rey, y si los moros fuésen á cercarla, porque él no la queria entregar por mandado del infante don Enrique, y de los que tenían al rey de Castilla en su poder, tuviese por bien el rey de ayudarle con su armada y socorrerle hasta descercarla, y esto se hiciese en tal guisa, que la armada fuése á Tarifa dentro de tres ó cuatro meses que la hubiese cercado. Que si el rey don Fernando con consejo de los de Castilla y Leon, y de los que le tenian en su poder y los de Sevilla, le quisiesen embargar el sueldo de las tenencias de Tarifa, y de los otros castillos, que él tenia, que se estaba librado en las rentas de Sevilla, que en tal caso el rey de Aragon le hiciese merced de em-pondió el rey don Fadrique que él habria su consejo prestar aquella suma para las tenencias: y desde el dia que él la recibiese, tendria por el rey de Aragon á Tarifa y los otros castillos, y le haria homenaje por ellos, y se obligaria de no dar á Tarifa, ni los castillos al rey don Fernando, hasta que fuese pagado de su dinero, y si por ventura desde que el rey de Castilla fuese de edad, no lo quisiese pagar, él seria tenido de le entregar á Tarifa y los castillos, para que los tuviese en prendas hasta ser pagado. Si aconteciese alguna cosa del rey don Fernando, reinando cualquiera otro rey en Castilla, quedaria obligado á la misma condicion: y pedía por merced al rey que mandase asegurar á los mercaderes del reino de Sevilla, y del obispado de

CAP. XXV.-De la embajada que el rey envió al rey don
Fadrique su hermano; y de la guerra que el almirante
Roger de Lauria havia en Pulla.

Sucedió en este medio, que envió el rey por sus embajadores á Sicilia, al obispo de Valencia su canciller, y á Guillen de Namontaguda, de su consejo, y arribaron al puerto de Mecina, con cuatro galeras a once del mes de febrero del año de la Navidad de mil doscientos noventa y siete y presentaron al rey don Fadrique una carta de creencia, y lo que en virtud della explicaron fué pedirle que se viniese á ver con el rey á una de las islas de Iscla ó Prochita. A esto res

con los barones y síndicos de las universidades de su reino, y no se contentando los embajadores con su respuesta, Guillen de Namontaguda en presencia de todos les dijo: Que atendido que el rey su señor habia sido nombrado por defensor de la Iglesia, no se podia escusar de cumplir sus mandamientos. Oido esto el rey don Fadrique les dió por última respuesta: Que por aquellas palabras no se tenia por desafiado de su hermano ni á sus naturales, pues ningun género de culpa ni de muy liviana ofensa se habia cometido por ellos contra él, y si aquello tenian por desafío, se ofrecia que él y los sicilianos estarian a conocimiento y juicio de la corte de la ciudad de Barcelona y de los

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