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tarse con el rey don Enrique, en virtud de la cesion | el rey de Francia desistiese de hacer la guerra al conde y donacion que el rey su padre le hizo. del derecho y le recibiese en su servicio y quedó tratado, que el que le pertenecia en aquel reino; y tratóse de compro- conde se fuése á poner en poder del rey de Francia, y meter aquella diferencia, y fué don Gilabert de Crui- así lo hizo; y fué puesto en prision en la torre de Carllas sobre ello á Navarra, con poder del infante, pero casona, y el rey de Francia se fué apoderando de todo no se tomó ningun medio entre ellos. Antes desto, el su estado. Habia algunos castillos, que el conde de infante don Felipe, y don Nuño de Lara, y los otros ri- Fox tenia en feudo por el rey de Aragon, que eran Lorcos hombres de Castilla, se desnaturaron del señorío dat, Monreal, Sos, Achos y Merex, y estos se pusieron del rey, y se fueron al reino de Granada é hicieron en poder de don Ramon Folch vizconde de Cardona, guerra contra el rey don Alonso y la reina de Castilla, para que los tuviese por el rey y por el conde; y pory el infante don Fernando su hijo, que estaban en Cór- que el rey de Francia no queria poner en libertad al doba, trataban de reducirlos al servicio del rey. Por conde, sino que se le entregasen estos castillos, vienesta causa, envió el rey de Aragon á Granada, al elec- dose el conde opreso, hacia grande instancia para que to de Albarrazin; y en esta misma sazon, el rey de se le entregasen, y por su parte requeria al vizconde Castilla partió de Ávila, por verse con el rey su suegro de Cardona que los diese; pero el vizconde no lo quiy tratar de alguna concordia entre él y el infante don so hacer por salvar su honor y fé, porque el rey no Pedro su hijo, y traia consigo al infante don Sancho ar-queria dar lugar que se entregasen, pues eran de su zobispo de Toledo y al infante don Manuel su hermano y á don Sancho hijo de don Alonso señor de Molina; y habia enviado sus mensajeros al infante don Pedro, para que se viesen todos en un lugar; pero no le pudieron entonces persuadir á la concordia, y él se envió á escusar, que no iba ante el rey su padre, por no le dar mas enojo. Los reyes se vieron en Requena, á donde concertaron de valerse y socorrerse contra los moros, por las nuevas que habia, que Abenjucef rey de Marruecos, queria pasar á España; y el rey de Aragon le ofreció, que si viniesen á batalla, se hallaria en persona con el rey su yerno. Dejó entonces el rey las fronte-pues lo queria por beneficio del mismo conde. Mas el ras de Murcia y Castilla, bien proveidas, y partió para la villa de Mompeller, y fuéron con él don Jofre vizconde de Rocaberti, don Bertran de Belpuix, señor de Polop, Armengol Durg, y otros ricos hombres. Este año de mil doscientos setenta y dos á diez y siete del mes de junio, murió en la ciudad de Narbona, doña Berenguela Alonso, hija del infante don Alonso, señor de Molina y Mesa, con la cual el rey algun tiempo vivió en pecado: y era tan público, que segun en su historia se dice, le llamaba el pecado de la Berenguela. Enterráronla en el monasterio de los frailes menores de aquella ciudad, y dejó al rey heredero en los heredamientos que tenia en el reino de Galicia, en los lugares de Felgoso y Caldelas, aunque quedaron de ella hijos.

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CAP. LXXXIII. De la guerra que el rey de Francia hizo al conde de Fox, y de su prision.

Hácese mencion en lo de arriba, de la guerra que hacia el rey de Francia contra el conde de Fox, y fué así, que el rey Filipo de Francia determinó de visitar en su nueva sucesion, los estados de Putiers y Tolosa, que nuevamente habia heredado, por muerte de don Alonso conde de Putiers y Tolosa, su tio, y de la condesa Juana su mujer; y procedió contra Roger Bernardo conde de Fox, y contra Guerao, conde de Armeñaque, por ciertas resistencias que habian hecho á los oficiales reales. No queriendo el conde comparecer ante el rey ni en su corte, puso en órden sus castillos, confiando de su fortaleza y en el socorro que le podia ir del vizconde de Bearne su suegro, y de Cataluña; y por esta causa el rey de Francia se vino á Tolosa, en fin del mes de mayo deste año, y de allí salió con grande ejército contra el conde de Fox, y con gran artillería de máquinas, para combatir los castillos y lugares fuertes, y pasando á cercar á Pamias, lugar principal de aquel estado, salió á él el rey de Aragon su suegro, con el vizconde de Bearne, que iban á procurar, que

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feudo, ni queria permitir que viniesen en señorío extraño; y estaba muy quejoso, que el rey de Francia por esta causa vejase al conde y le hiciese tanta graveza. Despues estando en Mompeller á veinte y siete del mes de octubre deste año mit doscientos setenta y dos, envió á requerir al rey de Francia con el obispo de Barcelona, y con fray A. de Castelnou, maestre del Temple, y con Guillen de Castelnou, su bermano, que pusiese en libertad al conde, y entretanto envió á exhortar al vizconde de Cardona, que mandase guardar bien aquellas fuerzas, como dél lo confiaba,

rey de Francia persistió en su porffa, que habian de entregársele todas las fortalezas del conde; y visto que tenía su persona en muy estrecha prision, y que sus cosas se negociarian mejor si estuviese en libertad, proveyó el rey desde Mompeller á ocho del mes de febrero, del año de la navidad de nuestro Señor de mil doscientos setenta y tres, que Guillen Ramon de Josa, que tenia aquellos castillos por el vizconde de Cardona, los entregase á un caballero de su casa que se decia Guillen de Curte, en su nombre, para que los dejaşe al senescal de Carcasona. Con esto por la intercesion del rey, fué puesto el conde de Fox en su libertad. CAP. LXXXIV.-Del apercebimiento que el rey hizo, para que los ricos hombres y caballeros de Cataluña y Aragon le fuésen á servir en la guerra contra los moros del reino de Granada,

Desde Mompeller, á treinta del mes de enero, del año de la navidad de nuestro Señor de mil doscientos setenta y tres, habia ya enviado el rey sus cartas á todos los ricos hombres de Cataluña y Aragon, Y á los mesnaderos que tenian caballerías en honor, mandando, que estuviesen á punto, y á los ricos hombres que estaban en Játiva, que para catorce dias despues de la Pascua estuviesen en orden, para servir tas caballerías que tenian, con publicacion, que queria ir en persona á socorrer al rey de Castilla en la guerra que le hacian los moros y les ricos hombres de Castilla, que se habian juntado con ellos, porque pensaba que habria batalla, en la cual se queria hallar; y apresuró su partida, dejando encargado á un varon muy principal, que era Veguer de Girona y se llamaba Ugo de Santapau, que ordenase, que la gente de Cataluña moviese luego. Llegando el rey á Lérida, vino á él el vizconde de Cardona y el rey le rogó que le siguiese, para servirle en la guerra que pensaba hacer del reino de Valencia contra los moros, en favor del rey de Castilla; y escusándose el vizconde con

buenas palabras, el rey le mostró en pública corte en aquella ciudad, por los instrumentos de los feudos y por el honor que el vizconde tenia del rey, que era obligado de servirle, á donde quiera que el rey quisiese; mayormente, que por tenor del usaje de Barcelona, era obligado de asistir al rey en sus huestes y cortes y seguirle en las jornadas, en que él fuése en persona, como él y sus antecesores los vizcondes de Car- | dona lo habian acostumbrado. Lo mismo requirió el rey á Pedro de Berga, don Galcerán de Pinos, don Guillen de Castelauli y Maimon de Castelauli, don Berenguer de Cardona, y don Guillen de Rajadel, pero el vizconde y aquellos varones, no quisieron seguirle en aquel viaje, antes el vizconde en pública corte, dijo, que no iria á servir al rey por deuda ni obligacion que para ello tuviese. En este reino se pusieron todos en grande apercebimiento, proveyéndolo don Bernardo Guillen de Entenza, que era procurador por el rey en Aragon, y porque don Bernardo Guillen iba con el rey, se nombró en su lugar don Ramon de Moncada, senescal, y en Cataluña, don Guillen Ramon de Monca da; y nombró el rey, estando eu Lérida el primero del mes de abril, con presupuesto que iba á la frontera del reino de Granada en socorro del rey de Castilla, por lugarteniente general suyo en Aragon y Cataluña á don Bernardo de Olivella, arzobispo de Tarragona, y dióle comision para que conociese por sí ó por sus delegados, de todas las causas de apelacion que se interpusiesen para la persona del rey, estando ausente, y mandó á todos los oficiales reales que se las remitiesen. Hállase en los registros destos tiempos, haberá ella en persona, siendo obligados por razon de la se asentado amistad y concordia entre el rey y Abenjucef, rey de Fez, y haberle enviado quinientos hombres de paratje, para el cerco de Ceuta, que fueron en su socorro en diez naves y otras tantas gale-á don Galcerán de Pinos, y á don Guillen, y Maimon

CAP. LXXXV.-Que el rey envió á requerir al vizconde de Cardona, y algunos barones de Cataluña, que le entregasen los castillos (que por el tenian en feudo, revocándoles los feudos.

Estando el rey en Algecira por el mes de febrero de mil y doscientos y setenta y cuatro, vino á su corte un religioso que decian fray Pedro de Alcana, á quien el papa Gregorio décimo enviaba con sus letras, pidiendo y rogando al rey, que fuése al concilio, que se habia convocado para la ciudad de Leon, dei reino de Francia, a donde principalmente se habia de tratar de la conquista de la Tierra Santa, y de reducir á la union de la sede apostólica romana, la iglesia de los griegos, que mucho tiempo ántes por diversas veces se habia intentado y jamás traido á buen fin, de que entónces se tenia gran esperanza, porque Miguel Paleólogo, emperador de los griegos, habia requerido con gran instancia á los pontífices pasados, que los admitiesen y reconciliasen con la Iglesia católica, y el rey con gran voluntad obedeció el mandamiento del papa, y puso luego en órden su partida, y salió de la ciudad da Valencia, mediada cuaresma. Estando en la ciudad de Tarragona, á nueve del mes de marzo, deste año de mil y doscientos y setenta y cuatro, pareciéndole que era buena sazon de castigar el desacato é inobediencia del vizconde de Cardona, y de los barones de Cataluña que habian menospreciado sus mandamientos y no quisieron seguirle en la guerra que pensaba hacer á los moros del reino de Granada, sabiendo que iba

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naturaleza y de los feudos que tenian del rey á seguirle y asistir en sus huestes y cortes, envió desde aquela ciudad á decir al vizconde y á Pedro de Berga, y

ras, y treinta navíos á sueldo del rey de Fez. Tenia entonces en la frontera del reino de Murcia, contra los moros, en guarnicion, la gente de los infantes sus hijos, y de los ricos hombres que tenian tierra en honor, que estaban en su servicio, que eran don Jaime) y don Pedro sus hijos, y de doña Teresa Gil de Vidaure, á quien en esta sazon llamaban infantes, teniéndolos por legítimos, don Fernan Sanchez, y don Pedro Fernandez, tambien hijos del rey, don Jimeno de Urrea, don Bernardo Guillen de Entenza, don García Ortiz de Azagra, don Ferriz de Lizana, Corberán de Vidaure, don Pedro Martinez de Luna, don Pelegrin de Montagudo, don Blasco Maza, don Blasco Jimenez de Arenos y don Jimenez, hijos de don Jimen Perez de Arenos, don Jimen Perez de Oriz, Blasco de Gotor, Sancho Martinez de Oblitas, Pedro Jordan de Roden, Pedro Garces de Nuez y Oger su hermano, Fortuño de Vergua de Pueyo, Gil de Rada, don Blasco de Atrosillo, Ruy Sanchez de Pomar, señor de Frailla y Olson, Gonzalo Lopez de Pomar, Pedro Lazano de las Corvaneras, don Atho de Foces, señor de Coscollano y Tramacet, don Artal Duerta, Jimen Perez Zapata, Pedro Zapata de Calahorra; y el rey en principio del año mil y doscientos y setenta y cuatró, fué à la ciudad de Murcia, á donde fue recibido con gran fiesta y alegría universal de todos, como señor natural, y detúvose por aquella tierra cazando catorce días, y volvióse para la ciu-cho, y estar á juicio de la corte, y escribió al rey que dad de Valencia.

de Castelauli, y á don Berenguer de Cardona y á don Guillen de Rajadel, que atendido, que aquello no se podia disimular, sin gran daño y perjuicio de su preeminencia real, les mandaba embargar los feudos y honores, y les requeria que le entregasen y diesen la posesion de los castillos que tenian por él, por razon de haberle faltado en el servicio que le debian, mandando que todos los castillos que estaban en la veguería de Barcelona, se entregasen á Guillen Dufort, veguer de Barcelona, y los de la veguería de Girona, á Guillen de Castelnou, y los que estaban en la veguería de Cerdania y Conflent, á Ramon Fort. Estaba el vizconde en aquella sazon en Sabadell, y respondió al rey, que se maravillaba que tal cosa le enviase á mandar, pues sabia que estando en Lérida habia respondido, que no era obligado de servirle los feudos y honores en las guerras que tenia el rey de Castilla en su reino, y que estaba aparejado para oir lo que la corte determinase sobre esto, y que entonces por amor y buena voluntad él holgaría de servirle, ó que le mandase dar provision, que aquello no le pudiese en lo venidero parar perjuicio. Tambien decia el vizconde que habia respondido al rey cuando le envió á llamar á las cortes de Valencia, que él no era obligado de ir fuera del condado de Barcelona, y envió á Guillen de Castelauli con poder para firmar de dere

le rogaba como á señor, en quien habia razon y justicia, que no le embargase los feudos y honores que tenía, ni le pidiese los castillos, pues estaba presto de estar á derecho por razon de lo que le inculpaban por haber faltado en el servicio que le debia, porque por

cesores en aquel imperio, se llamaba rey y emperador de los Romeos, Comneno, Duca, Angelo, Paleólogo. Este príncipe despues de tener muy fundadas las fuerzas del imperio, por inspiracion divina, segun él queria dar á entender, 6 lo mas cierto, por asegurarse en el imperio que habia usurpado contra el poder y fuerzas del rey de Francia, que favorecia la causa de Bal

aquella razon no entregaria los castillos. Entonces mandó el rey otra vez requerir al vizconde sobre lo mismo, y él respondió que estaba presto de entregar los castillos llanamente, segun era costumbre de Cataluña, pero nó por aquella demanda de haber faltado en el servicio que debía, porque sobre esto estaria á derecho con el rey, a conocimiento de su corte. Iba el rey su camino derecho para Francia y tuvo la Pas-duino; siendo Urbano cuarto sumo pontifice, dió grancua en Torrella con el infante don Pedro su hijo, y de allí pasó á Peralada, y el segundo dia del mes de abril | siguiente, tornó á mandar requerir al vizconde sobre lo mismo, diciendo que debia pensar que pena ponia el usaje al que rehusaba de entregar el castillo á su señor, por cualquiera via que se lo pidiese; y que de- | bia saber las concordias que habia entre los reyes pasados, y los vizcondes sus predecesores sobre los feudos que tenian, que era haber de dar posesion de los castillos irados 6 pagados, mayormente habiéndole faltado en el servicio, y por tanto le requeria por la fidelidad en que le era obligado, que le entregase la posesion de sus castillos, por aquella forma que se le pedian. El vizconde, visto que el rey con tanta instancia pedia los castillos que tenia en feudo, determinó de darlos, exceptuando los castillos de Cardona, Castelauli y Zatalla, pretendiendo, que no era obligado de entregarlos; y ésta fué la causa de la guerra que se movió poco despues entre el vizconde de Cardona y los barones de Cataluña, con el rey y con el infante don Pedro su hijo.

de esperanza de unirse con la Iglesia católica, declarando, que desde su mocedad habia deseado ver unida la iglesia griega con la latina debajo de un pastor universal, y que aquello codiciaba mucho mas despues que tenía asentadas las cosas de su imperio y estado: y en el año de mil y doscientos y sesenta y dos, envió sus embajadores, con promesa que él y todo el imperio griego se querian unir con la sede apostólica romana. Entonces envió el papa un religioso llamado Simon de Alvernia, y otras personas de letras y santa vida, para que tratasen con él y entendiesen como sentia de los artículos de la fé, y en los ritos y ceremonias de la Iglesia católica, y platicasen de concordar al emperador é imperio griego, con la sede apostólica. Mas no se conformó en lo que se le pedia, como quisieran aquellas personas religiosas: y por esta causa no se procedió entonces mas adelante en este tratado. A Urbano sucedió Clemente cuarto, en cuyo tiempo Paleólogo envió sus embajadores á la sede apostólica: y fueron primero en secreto oidos por el pontífice; y despues se les dió pública audiencia ante el consistorio de cardenales, y dió lugar el papa que algunas personas insignes del sacro colegio confiriesen con ellos, no por via de contencion ó disputa, sino por palabras sencillas y consonas á la verdad evangélica, cerca de los artículos y doctrina de nuestra santa fé católica, porque se discurriese entre ellos familiarmente, y comu

CAP. LXXXVI.-De la ida del rey al concilio que el papa Gregorio décimo celebró en Leon en el reino de Francia, y de las condiciones que se trataron para reconciliar la nacion de los griegos á la Iglesia católica romana. Continuó el rey su camino y fué á Mompeller á donde se detuvo ocho dias, y de allí se fué la via de Leon. Es-nicasen por qué modos y medios se podria conseguir tando en Viena llegaron ciertos embajadores del papa, con quien le enviaba á rogar que se detuviese un dia en un lugar que está á tres leguas de Leon, que se dice San Safornin, porque queria que se le hiciese el recibimiento conforme á quien él era. Entró el rey en la ciudad de Leon, y á una legua della salieron á recibirle todos los cardenales y el gran maestre del Temple y Juan Grili y Guillen de Rosellon, á quien el papa habia encargado la guarda y gobierno de aquella ciudad, y muchos prelados y varones que allí eran venidos, y toda la corte romana : y entró en el palacio del papa á le hacer reverencia: y fué dél recibido muy graciosamente. Hubo en este concilio segun se refiere en la historia del rey, entre patriarcas, cardenales, arzobispos y prelados, en número de quinientos y porque fué una de las mas señaladas y famosas congregaciones que en la cristiandad ha habido, y el rey se halló en ella, no será muy ageno deste propósito, escribir las causas que precedieron con algunas particularidades que por otros autores no han sido referidas, cuanto á la reduccion de la iglesia griega, con la Iglesia católica romana, que fué negocio tan deseado por la universal Iglesia. Cuando Miguel Paleólogo ocupó el imperio de Constantinopla y se apoderó dél, destruyendo y acabando la sucesion del emperador Teodoro Lascaro, tras este suceso echó al emperador Balduino descendiente de la casa de Francia, cuyos predecesores cincuenta y cinco años le habian tenido, des pues del primer Balduino conde de Flandes, y por la pretension en que se fundaba como legítimo sucesor y propincuo pariente de los príncipes griegos sus prede

este fin tantas veces movido, y nunca llevado á buena conclusion. Las personas que fueron nombradas por el papa, venian en ciertos medios que pedia el colegio, que ellos firmasen y se obligasen de cumplir: y fué rehusado por los embajadores, diciendo que no tenian poder ni comision del emperador para otorgar aquello que se les pedia. Despues el papa escribió á Paleólogo clara y abiertamente por estas palabras. Que si deseaba sana y sencillamente venir á la union de la Iglesia, y ser recibido en ella él y clero y pueblo y nacion griega, habia de profesar todo aquello que la Iglesia romana firmemente tiene y fielmente enseña, constantemente predica y públicamente profesa: y habia asimismo de reconocer el primado de la Iglesia romana. Con esto le envió en escrito los artículos de la fé que habian de profesar, proveyendo de algunas personas de grandes letras y doctrina, con quien el clero y pueblo griego pudiesen comunicar, para que en sus dudas fuesen satisfechos, y confirmados en la verdadera opinion, exhortándole en Jesucristo, que diligentemente considerase la gloria y mérito que conseguia: y cuanto ensalzaba su nombre si por su medio aquella nacion se redujese á la obediencia del universal pastor: ofreciendo que si viniese al verdadero conocimiento y union de la fé, y él y su pueblo y y clero la profesasen, y se pusiesen debajo de la obediencia de la Iglesia romana, se procuraria vínculo de amistad y concordia perpétua entre los latinos y griegos desengañándole manifiesta y llanamente en sus letras, que por razon ó respeto que le hubiese movido á este tratado de la union, no podria faltar

en su justicia á las personas que pretendian ser dél agraviadas en lo que tocaba al derecho de la sucesion del imperio griego, que se querellaban ser despojados por él violentamente: ni desistiria de proseguir tan grande negocio como este de la union, por otras vias cuales el Espíritu Santo le ministrase, que conviniesen al bien universal. En estos términos estaba el tratado de la union de la iglesia griega, cuando falleció el papa Clemente, sin haber procedido mas adelante en él. Pasaron casi dos años que no se hizo eleccion de sumo pontífice, y en este medio envió Paleólogo con sus embajadores á decir al rey Luis de Francia, que deseando él y todo el clero y pueblo de su señorío, reducirse á la obediencia de la Iglesia romana y unirse en la profesion della si los admitiesen, habiendo diversas veces enviado sus embajadores á los pontifices pasados, no se habia conseguido su deseo: | y pedia con gran eficacia, que el rey interpusiese sus partes en un negocio tan santo hasta llevarlo á debida conclusion: ofreciendo que lo dejaria á su determinacion, é inviolablemente guardaria lo que él ordenase y dijese. Entonces estando el rey Luis para pasar con su armada á África contra los infieles, envió al colegio de cardenales que estaban juntos en Viterbo, dos religiosos de la órden de los frailes menores, llamados Eustasio de Arrebato y Lamberto de Cultura, pidiendo que pues en defecto de sumo pon- | tífice incumbia al consistorio y colegio de cardenales sede vacante, proseguir negocio tan grande en aumento de la religion, proveyesen solícitamente lo que cumplia para reducir la iglesia griega á la union de la sede apostólica romana. El colegio entendida la instancia que Paleólogo hacia, por el mes de marzo de mil doscientos setenta cometió al obispo Albannense, legado de la sede apostólica en Ásia, que admitiese por la órden que el papa Clemente habia declarado al emperador, clero y pueblo griego, á la profesion de la fé católica y recibiese dellos el reconocimiento que habian de hacer del primado de la Iglesia romana: y mandando congregar concilio, de su nacion é imperio, en él el emperador patriarca de los griegos, y los arzobispos, obispos, archimandritas, abades y todo el clero y pueblo de los griegos, públicamente lo aceptasen y reconociesen por escrito, jurando que inviolablemente lo guardarian y que della en ningun tiempo discreparian ó desviarian, so pena de cismáticos, sometiéndose á la obediencia de la santa madre Iglesia. Allende desto fué proveido, que el clero prestase manual obediencia y reverencia, y con juramento prometiesen de no se apartar nunca della, ni atentasen pública ó secretamente, de decir 6 predicar cosa que fuese contra la profesion que harian, y enviasen algunas personas idóneas por los lugares principales de aquel imperio, que recibiesen y admitiesen la profesion y obediencia, y della cons-tase por instrumentos públicos y auténticos. Mas por muerte del legado no se pudo aquello entonces efectuar y en el mismo año se hizo eleccion del papa Gregorio décimo, que tambien fué legado por la sede apostólica en Ásia. Vuelto á Italia al principio de su pontificado propuso de proseguir el negocio de la union: y porque con mayor calor se concluyese, envió desde la ciudad de Orvieto á Paleólogo, cuatro personas religiosas muy señaladas en vida y letras, entre los mas famosos de aquel siglo que eran de la órden de los frailes menores. Estos fueron fray Gerónimo de Esculo, ministro general de la misma órden,

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que despues fué creado pontifice y se llamó Nicolao cuarto, Ramon Berenguer, Bonagracia de San Juan y Buenaventura de Mugello, para que ante ellos se hiciese la profesion y reconocimiento: y mandó congregar concilio general de la Iglesia católica en la ciudad de Leon en Francia para el primero de mayo deste año, para tratar en él de la reduccion de los griegos á la union de la Iglesia, y proveer de socorro á la Tierra Santa, y entender en la general reformacion del clero y pueblo cristiano. Para esto, porque por ocasion de la guerra que Paleólogo tenia con Balduino emperador de Constantinopla, á quien se daba gran favor por Carlos rey de Sicilia, no se embarazase ni estorbase de llegar á la conclusion deste santo negocio, y por via de paz se concluyese, pusieron treguas entre ellos de cierto tiempo. Entonces se acabó de declarar Paleólogo, querer reducirse por medio destas personas religiosas que el papa le envió: y vinieron á Leon por embajadores en su nombre y de todo el imperio, Germano, que fué primer patriarca de Constantinopla y dejada aquella dignidad se hizo monje, persona muy conjunta en parentesco à Paleólogo, á quien tenia gran reverencia y respeto, porque habia sido su ayo y maestro, y Georgio Acropolita Logoteta, y Teofanes metropolitano niceno y primado de Bitinia, y Nicolao Panereta camarero del imperio, y Georgio Zinuchi, personas de gran autoridad, y los principales en su casa é imperio, y con ellos envió en escrito la profesion de los artículos de la fé, como la Iglesia católica los tiene y predica, y el reconocimiento del primado de la Iglesia romana, que hacian él y Andrónico su hijo primogénito, que ya en este tiempo le era compañero en el imperio y usaba de los mismos títulos, y veinte y seis metrópolis sujetas al patriarcado de Constantinopla, con todo el clero griego: y despues en Constantinopla fué por el emperador, y Andrónico personalmente ante los nuncios apostólicos repetido este juramento por el mes de febrero deste mismo año, que fué segun la cuenta que los griegos traian de la creacion del mundo, seis mil setecientos ochenta y dos, de que usaban en sus instrumentos y memorias. Mas entonces no pudo ser atraido Josefo patriarca de Constantinopla, á que hiciese esta profesion y reconocimiento; y fué suspendido por los mismos griegos del ministerio y dignidad de patriarca, y recluido en un monasterio de la ciudad de Constantinopla y despues en tiempo del papa Nicolao cuarto, hizo la misma profesion, y reconoció el primado, y adjuró la cisma ante el sínodo, que por esta causa celebraron los griegos. En nombre del emperador hizo la abjuracion públicamente Georgio Acropolita en este concilio de Leon: pero nunca pidieron relajacion el patriarca, prelados y clero, sobre la irregularidad en que habían incurrido, interviniendo en los divinos oficios, siendo promulgadas sentencias de excomunion, como contra cismáticos, ni pidieron confirmacion á la sede apostólica de las prelacías que tenian: y por esta causa se tuvo por sospechosa su reconciliacion. Solamente se platicó, que en lo que tocaba á las iglesias de Antioquía, Chipre y Jerusalen, se declarase, que pacíficamente cada pastor gobernase sus ovejas en su iglesia: y no tuviese el latino jurisdiccion sobre el griego, ni el griego sobre el latino: y sin lite alguna se confiriesen las rentas eclesiásticas: de tal suerte, que si en alguna iglesia hubiese prelado latino, por su muerte fuese creado otro latino y de la misma manera, á donde los prelados eran

griegos. Propúsose de parte de Paleólogo, que se redu- | cero, ni se empachase, en caso que alguno de los

uno ambiciosamente su negocio, y lo que tocaba á la fé y religion se fué olvidando y perdiendo, teniendo Paleólogo principal cuenta á defender su estado y sustentarse en la posesion del imperio, y habiéndose procurado tanto de reducir del todo esta nacion à la

despues en tiempo del mismo Paleólogo lo que él habia ofrecido, indignándose, porque los nuncios apostólicos que estaban en Grecia, no procedian á sentencia de

jesen en el primer estado las diócesis de la Servia y griegos de su linaje y sangre, pretendiese suceder en de la tierra Zagora, que sin autoridad de sumo el imperio, para ayudarle ni favorecerle en nada; ni pontifice, despues que Constantinopla fué tomada, se diese lugar, que gente del imperio latino se enhabiendo gran confusion en aquel imperio, y estando viase en su ayuda, antes fuese repelido como permuy turbadas las cosas dél, concurriendo los búlga- turbador de la paz universal; y de la union de la ros y servianos juntamente con los griegos, para Iglesia. Demás desto queria, que se tuviese por estaechar y destruir los latinos, por esta causa se mezcla- blecido y muy constante, que habia de gobernar y ron aquellas naciones entre sí: y siendo entre ellos señorear el imperio griego, aquel á quien los mismos comunes los matrimonios y casi una misma gente, griegos habian elegido y declarado que reinase sobre erigieron la Servia en metrópoli y la tierra Zagora ellos, y que el sumo pontifice se concertase que aquel en patriarcado, contra los cánones y costumbres de la tál prestase é hiciese el honor debido á la sede aposIglesia, como sin voluntad de la sede apostólica : ni tólica, sin que el papa se pusiese en conocer lo que pudiese ser creado patriarca, ni conferida dignidad tocaba al derecho y justicia de la sucesion del impeeclesiástica alguna: y era notorio que el emperador rio por ninguna de las partes. Mas como no se le Justiniano, por ennoblecer y honrar la ciudad de concediese esto tan cumplidamente como él pedía, y Achulain, que era su patria, y se llamó de su nombre porque no quiso Carlos otorgar treguas sino por tiemJustiniana, muy famosa y principal por esta causa en- po de un año, con la confianza que tenia en su potre todas las ciudades del Illirico, tuvo del papa Vigi- der y en el derecho y justicia que Filipo su cuñalio, que constituyese la iglesia della en primado, y le do, hijo del emperador Balduino, y él por razon de fueron entonces señaladas y atribuidas por diócesis Catalina su mujer, en mucha parte del imperio griela Servia y tierra Zagora, que en lo antiguo eran las go tenian, los unos y los otros estaban puestos en provincias de la Dacia mediterránea y ripense, Dar-mejorar su derecho por las armas, prosiguiendo cada dania, Misia superior y Pannonia, cuyos obispos eran sufragáneos suyos: y en esto mostró Paleólogo desear reformacion y remedio de la sede apostólica, porque aquello volviese al primer estado, como en tiempo de Justiniano estuvo. Pidieron tambien en este concilio, que se les consintiese, que en la iglesia griega queda-Iglesia, no solo no se consiguió, pero se acabó de olvidar sen los ritos y ceremonias que ellos tenian, que no eran contra la fé, ni contra lo estatuido por los testainentos viejo y nuevo: ni contravenian á la doctrina de los sacros concilios universales. Pero á esta deman-excomunion contra algunos grandes y principales grieda se les ofreció, que se les permitirian aquellas que no pareciesen empecer por ninguna via á la integridad de la fé católica, y cuanto al socorro que el emperador Paleólogo habia de hacer para expedicion del pasaje de la Tierra Santa, en la guerra contra los infieles, le ofreció Paleólogo muy largo de gente, dineros y vituallas: pero con condicion que el papa procurase la paz entre él y los latinos sus adversarios; que era su fin principal. Con estos embajadores envió el papa Gregorio al abad de Montecasino, para que entretanto que se aderezaba el legado que habia de ir á entender en el negocio de la union, explicase el regocijo universal que la Iglesia católica congregada en aquel concilio habia mostrado, por la union de la Iglesia griega y latina, con grande gloria del emperador Paleólogo, que no solamente se habia reducido á la verdadera profesion de la fé; pero habia sido causa que tantos la reconociesen. Á este religioso encargó el papa, que procurase de asentar treguas entre el rey Carlos y Filipo hijo de Balduino de una parte, y el emperador de Constantinopla de otra, como se habia poco antes concertado con Balduino: porque los embajadores griegos hicieron grande instancia, que debia Paleólogo ser ayudado, para que se pudiese emplear contra los infieles en prosecucion de la conquista de la Tierra Santa; y para ello decian que convenia, que tuviese paz con todos los príncipes latinos, de tal manera, que no se temiese de las ciudades y tierras del imperio: y pidieron que el papa, ni sus sucesores no recogiesen á ninguna persona, que fuése rebelde, é inobediente al imperio griego, que tuviese tierras y estado en su señorío y que no se permitiese que alguno de los príncipes latinos los amparase, y teniéndose recurso á la sede apostólica, intercediese el papa como mediador y ter

gos que seguían y favorecian á Filipo, hijo de Baldui-
no, á quien el sumo pontifice llamaba emperador de
Constantinopla, y á Carlos rey de Sicilia, que eran sus
enemigos, como contra perturbadores de aquella union,
porque confederándose con aquellos príncipes, le ha-
cian guerra, y pareció despues muy evidentemente,
que Paleólogo con falsa y simulada religion se movió
á reducirse, creyendo que seria favorecido por el pa-
pa y principes de la Iglesia católica, contra Balduino
y Filipo, que pretendian suceder en aquel imperio, de
que se siguió, que ni él consiguió su deseo, y los grie-
gos por esta causa le aborrecieron teniéndole por implo
y hereje, puesto que con grande valor se apoderó de
todas las fuerzas de aquel imperio, y le dejó pacífico
á sus herederos. Esto sucedió cuanto à la reduccion de
al
la iglesia griega, y lo que se acabó en este concilio,
cual ni Paleólogo vino, como Blondo, Platina, Cuspi-
niano, y Egnacio escriben, ni por esta causa se le
confirmó derecho alguno en lo del imperio, en perjui-
cio de Filipo y Carlos, como Paulo Emilio refiere, antes
hubo entre ellos perpetua guerra. Juntamente con esta
nacion dieron señales de venir á la fé los tártaros, cuyo
imperio se iba cada dia mas extendiendo en oriente,
y algunos principales que fueron enviados á este con-
cilio, recibieron el agua del bautismo con grande ale-
gría del pueblo cristiano, teniendo todos cierta espe-
ranza, que en vida deste pontifice la Iglesia católica
llegaria á tanto aumento, que presto pudiese volver
en aquel estado en que estuvo ensalzada antes de la
ruina del imperio romano.

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