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una torre que fué de Ramon Riquer, que está entre la ciudad y Ruzafa, en el medio camino, junto à unas rocas, cerca de las cuales se hacia un estanque de agua de las acequias; y eran hasta cuatrocientos de caballo, y la mayor parte de la gente de pié de la ciudad, y los que lo reconocieron, juzgaban, que serian mas de diez mil moros; y llegaron tan cerca de Ruzafa, donde el rey estaba, que á tiro de piedra andaban hasta cuarenta moros cojiendo habas. Ramon de Avella comendador de Aliaga, y Lope Jimenez de Luesia aconsejaban al rey, que con su gente arremetiese contra ellos, pues podrian atajar aquellos moros y prenderlos, y el rey no quiso, por no haber lugar donde los suyos que ha bian de arremeter, se pudiesen recojer y hacer fuertes, y con recelo que los campos no estuviesen regados; porque al retraerse podian recibir mucho daño, atravesando por las acequias. Todo aquel dia estuvo el rey armado y á punto de batalla con su gente á caballo, y á la tarde el rey Zaen con la suya se entró en la ciudad. Estuvieron aquella noche haciendo la guarda hasta cincuenta de caballo, y otro dia no salieron los moros, ántes los dejaron holgar por cinco dias. En este medio llegaron algunos ricos hombres de Aragon y Cataluña, y iba nuestro campo creciendo, y ayuntándose grandes compañías de gentes; y de los primeros que llegaron, fué el arzobispo de Narbona, que decian Pedro de Amiell, un muy notable prelado, con cuarenta caballeros y seiscientos hombres de pié, y otros varones, que por la fama desta guerra vinieron de Francia, por servir el rey en ella. Tambien en las historias de Inglaterra se refiere, que Enrique el tercero envió socorro de gente de su reino al rey don Jaime á esta conquista, y las historias de Francia conforman, en que vinieron ingleses, y sirvieron al rey en la guerra. Despues que se asentó el real, y se hizo fuerte, los moros no se desmandaban ni osaban salir sino á escaramuzar, en lo cual mas se avivaban y encendian los nuestros y se ejercitaban; pero á la postre, como en diversas escaramuzas y reencuentros hubiesen experimentado, que en ninguna parte de esfuerzo se les igualaban, recogiéronse dentro de los muros, y comenzó la ciudad á sentir los trabajos y miserias del cerco; y como iban llegando la gentes de los consejos, y algunos ricos hombres, se iban poniendo adelante, y asentaban sus tiendas en torno de la ciudad, acercándose mas é ella; y los que mas junto se pusieron, fueron, segun en la historia real se refiere, los de la ciudad de Barcelona, que fueron por mar con muchas compañías de gente de guerra muy en órden.

CAP. XXXI.—Que se comenzó á combatir la ciudad de Valencia, y se ganó Cilla: y de la armada del rey de Túnez que vino en socorro de los de Valencia.

Hubo gran diversidad de pareceres en el consejo del rey, sobre el lugar por donde se debia poner el cerco contra la ciudad. El arzobispo de Narbona decia, que se debia de mudar de aquel puesto, y ponerse contra la puerta que llamaban la Boatella; y solo el rey fué de parecer contrario, persistiendo en que ningun lugar habia mas cómodo que aquél, donde estaba el real; porque armando las máquinas é ingenios para batir la ciudad, estando delante de la puerta mas á vinenteza habrian de salir á ellos los moros á pegarles fuego, y si saliesen á lo hacer en el lugar que tenian | elegido, como estaba mas léjos, ó no se arriscarian lijeramente, 6 seria con grande daño suyo, por tener muy desviada la guarida, y no haber puerta en aquella

sazon, desde la Boatella, hasta la que llaman de la Jerea; y tambien porque haciendo la ciudad por aquella parte un esconce, que salia mas á fuera que el otro lienzo de la muralla, no podian defender los de la ciudad, que no llegasen á hacer las minas, para se acercar á la cava y barbacana, como de la otra parte, de la cual podían ser descubiertos y mas ofendidos de la ballestería que habia en las torres; y por estas causas y otras, que el rey dijo, tuvieron aquello por mejor. Armáronse las máquinas y trabucos para batir la ciudad, y pusieron las mantas en la delantera por amparo de los tiros que lanzaban los de Valencia; y pasando adelante á unas tapias que estaban cerca de la cava, que estaba llena de agua, echaron madera y sarmientos sobre ella, y pasaron á la barbacana, sin que lo pudiesen defender los que estaban en el muro; y rompieron con picos por tres partes el lienzo de la barbacana, de suerte que podia por cada uno de aquelos lugares caber un hombre. Nunca los nuestros pelearon con gente que en tan poco tuviesen, como fué esta de Zaen, contra quien se arriscaban con tan grande ánimo, como si no hubiera ni se ofrecia peligro. En este medio don Pedro Fernandez de Azagra señor de Albarrazin, que en esta guerra sirvió muy bien al rey, y le hizo de nuevo reconocimiento, que le seria bueno y fiel vasallo; y don Jimeno de Urrea con la gente de caballo de sus compañías, y buen número de peones, fuéron para combatir á Cilla, que está de la otra parte de Valencia sobre el estanque, y llevaron una máquina pedrera; y dentro de ocho dias se rindieron los moros que en ella habia y entregaron el lugar al rey. Continuaban siempre los del ejército sus combates, y las minas se acercaron hasta cavar en la barbacana, adonde se peleaba con los moros ordinariamente. En este medio llegaron al Grao de Valencia doce galeras y seis zabras del rey de Túnez, para dar ánimo á los cercados; y tuvo dello aviso el rey á media noche de las guardas que habia en el Grao, y salió para la mar con cincuenta de caballo, y doscientos peones; y púsolos en celada, por si la gente de las galeras saltase en tierra, y mandó dar aviso á la costa de Tortosa y Tarragona, para que estuviesen apercibidos los lugares della. De noche hicieron los de las galeras sus luminarias, y tocaron sus atambores y trompetas, para que los sintiesen los de Valencia y los de la ciudad, del miedo que se les representaba que tenian los nuestros, como suele acontecer, crecíales la osadía y atrevimiento; y creyendo que los del real estuvieran muy descuidados, y que les venia socorro muy cierto, hicieron lo mismo, encendiendo muchas luminarias; y sonaron sus atambores y menestriles, saludando á los de las galeras, en señal que tenian por señor al rey de Túnez. Entonces el rey mandó á los del ejército, que en cada una tienda encendiesen sus lumbres, y siendo oscuro las sacasen juntamente, y moviesen grande grita, porque entendiesen los moros que preciaban poco sus algaradas: y cuanto la noche quitaba de providencia, lo mandaba suplir con diligencia y cuidado. Á cabo de dos dias que esta armada estuvo en el Grao, hicieron vela la vuelta de Oriente, y fueron sobre Peñíscola, y saltaron en tierra para combatir la villa ; salieron á ellos don Fernan Perez de Pina, y don Fernando Ahones, que estaban en guarda del castillo, con la gente de caballo y de pié que tenian, y con los moros vecinos de Peñíscola, y pelearon con ellos, y los hicieron retraer á las galeras y mataronles diez y siete moros. Entonces los de la ar

mada de Tortosa que era de hasta veinte y una vela, y entre ellas tenian tres galeras, armaron siete leños; y eran tales que podian combatir cada uno con una galera de los enemigos; y estando junta esta armada para salir á buscar los moros, teniendo aviso dello, se hicieron á la vela, que no parecieron mas. Quedando libre la inar, las galeras y navíos de Tortosa llevaron vituallas al ejército, que habia crecido tanto, que llegaron á ser mil de caballo y sesenta mil hombres de pié: y habia tanta abundancia de bastimentos y de todas las cosas necesarias, como si fuera una rica y bien gobernada ciudad. Con esto el cerco se iba estrechando cada dia, y no cesaban de batir los trabucos y máquinas de nuestro campo, y muchas veces salian los moros á escaramuzar, y hacian sus arremetidas contra la gente del ejército; y aconteció un dia que desampararon los moros la puerta de la Jerea, y entraron por ella de los nuestros mas de ciento de caballo, y murieron á la entrada quince moros. Los franceses de la compañía del arzobispo de Narbona, como no eran muy prácticos en la guerra de los moros ni en sus escaramuzas, iban siguiendo el alcance acercándose mucho á la ciudad; y revolviendo sobre ellos los moros, hirieron y mataron algunos. Despues desto sucedió en otra escaramuza, que un dia salió el rey por hacer recoger á los suyos, y deteniéndose para reconocer la gente que estaba defuera de la ciudad, fué herido de una saeta junto á la frente: pero no pasó tanto la armadura de la cabeza que la herida fuese peligrosa, aunque estuvo cinco dias retirado, por causa que se le hizo gran hinchazon en el rostro, y no podia ver del un ojo: pero á cabo deste tiempo salió para dar ánimo á los suyos. Era este príncipe de tan gran corazon y de ánimo tan valeroso y denodado, que no se contentaba con hacer el oficio de muy buen capitan, pero en todo ponia las manos, como cualquier soldado: y muchas veces le acaecia á los rebatos vestirse el perpunte sobre la camisa, y acudir de los primeros con sola su espada: que segun en su historia se escribe, fué muy preciada en aquellos tiempos, y la tenia por venturosa, y se la enviaron de Monzon, y la llamaron Tizona. Tras esto don Pedro Cornel y don Jimeno de Urrea, se concertaron de combatir con su gente una torre que estaba junto á la puerta de la Boatella, en la calle que dijeron despues de San Vicente, sin dar parte dello al rey, ni comunicarlo con los del consejo. Al dia que sehalaron, llegaron á combatir: y pelearon por defenderla los moros por gran espacio, y salieron tantos á Socorrer aquella parte, que se recogicron estos ricos hombres con harto daño de los suyos, de que recibió el rey mucha pena, que lo hubiesen emprendido sin su mandado y determinóse que otro dia se tornase á combatir. Salido el sol, pasó el rey con doscientos de caballo, y con toda la ballestería, á dar combate à la torre, en la cual habia hasta diez moros de guarda: y estos la defendian tan animosamente, que no bastaban á entrarlos; y no se queriendo rendir, pegáronle fuego, y murieron los que la defendian, y ganóse por los nuestros. Con esto los de la ciudad iban de cada dia enflaqueciendo, y faltábales el bastimento: y parecia que ningun partido, por miserable y grave que fuese, se podía ofrecer, que no les estuviese mejor que el cerco, que es lo último de las miserias de la guerra, segun la necesidad y hambre que dentro se padecia.

CAP. XXXII.-Que el papa Gregorio, nono, y las ciudades de Lombardia enviaron á requerir al rey, que fuése á Italia, y tomase á su cargo la defensa y proteccion del estado de la Iglesia.

Tanto se habia extendido la fama del grande valor del rey y de sus hazañas y victorias, que teniendo la empresa de Valencia tan al cabo, y estando los moros requerido con grandes promesas por diversas embajamas para rendirse, que con ánimo de defenderse, fué das del papa Gregorio IX, y de las ciudades de Milan, Placencia, Boloña y Faenza, y por los que seguian aquella parcialidad contra el emperador Federico, para que fuése á Italia, y tomase la proteccion del estado eclesiástico. Hacia entonces el emperador cruelísima guerra del Cremonés y Mantuano á los milaneses, que estaban fuera de la sujecion del imperio: y por Pavía y otros lugares los iba guerreando y estrechando tanto, que estaban en extrema necesidad: y por el mes de noviembre, del año pasado de mil doscientos y treinta y siete, habiendo juntado los milaneses un poderoso ejército con los de Placencia, con quien se habian confederado, y con los de su opinion, pareciéndoles, que podian salir en campo, y que eran iguales para poder ofender á su enemigo, diéronle la batalla, y fueron en ella rotos y vencidos con gran daño suyo y de sus confederados, y su general fué en ella muerto. Entónces viendo que las cosas del emperador sucedian prósperamente, y que se iba poco a poco apoderando de Lombardía, se estrechó mas esta plática con el rey, para que tomase á su cargo aquella empresa de la defension de Lombardía, y del estado eclesiástico, y finalmente estando en lo mas recio del cerco, á trece dias del mes de junio deste año de mil doscientos y treinta y ocho, con acuerdo y consejo de la reina doña Violante su mujer, con quien segun dicho es, comunicaba todos los negocios mas arduos que se le ofrecian, y con parecer de algunos prelados y ricos hombres, de quien mas se fió para la conclusion deste negocio, que eran don Vidal de Canellas obispo de Huesca, don Bernardo de Montagudo obispo de Zaragoza, don Bernardo obispo de Vich, don Jimeno obispo de Segorbe, fray Ramon Berenguer maestre del Temple, fray Pedro de Ejea, que se intitulaba maestre del Hospital, don Rodrigo de Lizana y.don Jimeno de Urrea, se asentó la capitulacion con Othon Cendatario embajador de las ciudades de Milan y Placencia, y con Juliano Leonardo por las ciudades de Faenza y Boloña. Por esta concordia se obligaba el rey á estos embajadores, en nombre de aquellas señorías, y de todas las otras ciudades y estados que fuesen de su valía, de ir en persona á Italia, acompañado con dos mil caballeros en guisa de guerra, en ayuda y socorro de aquellos estados: y que residiria en Lombardía, ó en la Marca Trevisana, 6 en Romanía, haciendo guerra contra el emperador Federico, y contra Cremona y Pavía, y contra todas las ciudades que estaban en su obediencia en aquellas provincias: y que no haria paz ni tregua con el emperador, ni con los de su parcialidad, sin voluntad de aquellos estados. Ofrecian los embajadores por esta causa, que darian al rey para su pasaje ciento y cincuenta mil libras moneda del imperio, y en cada un año, todo el tiempo de su vida, los derechos y rentas que solian llevar los emperadores en Lombardía, y que le elegirian por su señor, defensor y gobernador, debajo de juramento de fidelidad, mientras viviese. Una de las principales cau

sas que yo conjeturo que debió mover al rey á querer | pacto, que todos los moros y moras saliesen con toda emprender un negocio tan arduo y grande como este fuera de su reino, teniendo tan adelante la conquista, fué particular enemistad y odio que tenia en esta sazon con el emperador, por haber mandado prender á Enrique su hijo primogénito, que era primo hermano del rey, y era ya admitido por rey de romanos, y le privó de la sucesion de aquella dignidad, nombrando en su lugar á su hijo segundo, llamado Conrado. Porque la prision deste príncipe, segun se halla en los anales de las cosas de Sicilia, y Bernardino Corio escribe, fué en el año de mil y doscientos y treinta y cuatro, y todos en conformidad escriben, que esto fué por se haber confederado con algunos señores principales de Lombardía é Italia contra su padre: porque le ofrecieron, que le darian luego en Milan la corona del imperio: y siendo descubierto este trato, partió el emperador para Alemania con toda celeridad, y prendió á su hijo, que segun un autor siciliano antiguo escribe, murió en el reino en prisiones en el castillo de Nicastro, aunque en otros anales se refiere, que murió en Marturano, y que fué sepultado en Cosencia. Mas la ida del rey, 6 por el suceso que tuvieron las cosas de Italia, ó porque convino que se continuase la conquista de los moros, no hubo efecto, aun que quedó el rey muy confederado con aquellos estados, y eran sus naturales mas conocidos y estimados, debajo de solo nombre de catalanes, que de españoles.

CAP. XXXIII.-Que el rey Zaen rindió la ciudad de Valencia á partido.

la ropa que pudiesen sacar, sin que fuesen reconocidos y los asegurasen hasta Cullera y Denia, con todo lo que llevasen: y quedó acordado, que para el quinto dia comenzasen á salir de la ciudad. Refirió el rey despues á los prelados y ricos hombres, el concierto que estaba tratado: y segun se cuenta en su historia, don Nuño y don Jimeno de Urrea, y don Pedro Fernandez de Azagra y don Pedro Cornel, se demudaron tanto en el rostro y semblante, que dieron á entender que les pesaba ora fuese porque el rey lo hizo sin su consejo, ó porque perdian la esperanza de haber su parte en el Saco, si se entrara por combate, ó por otros respetos | particulares. Pareció verdaderamente ser obra maravillosa y ordenada por la disposicion y providencia divina rendirse una tal ciudad, teniendo innumerable gente dentro, y tan vecino el socorro, así de África, como de los reinos de Murcia, Almería, y Granada, sin pérdida ni daño ninguno del ejército de! rey: y es cosa de gran memoria, que con ser el ejército tal, que pasaban de sesenta mil hombres, segun se escribe en la historia del rey, estuvo tan abundante y bastecido de todas las cosas necesarias para la vida, que nunca se vió tal en treinta reales que se afirma haber el rey juntado en su tiempo. Otro dia, porque se tuviese en el real noticia desto, y se abstuviesen de hacer daño los nuestros en la ciudad, mandó el rey que alzasen su pendon, y púsose sobre la torre donde despues fué la casa del Temple: y el rey se puso con su ejército en la rambla entre el real y aquella torre: y cuando vió levantar su estandarte, apeóse del caballo, y volviéndose hacia el oriente, hincóse de rodillas, y besó la tierra, y hizo su oracion rindiendo gracias á nuestro Señor por tan señalada merced como aquel dia le hizo. Por el asiento que el rey hizo con Zaen el mismo dia que se entró la ciudad, parece que fué permitido á los moros que se quisiesen ir, que sacasen sus armas y todos sus bienes, y fueron asegurados desde el dia que saliesen hasta veinte dias siguientes, y al rey moro se dieron treguas por ocho años por sí y por sus vasallos y prometió el rey que en este tiempo no le haria guerra ni daño alguno, ni la permitiria hacer contra Denia y Cullera. Desto hizo el rey juramento ante Zaen, y mandó que jurasen de hacerlo así cumplir los prelados y ricos hombres, y en presencia suya juraron el infante don Fernando tio del rey, los arzobispos de Tarragona y Narbona, y los obispos de BarceloZaragoza, Huesca, Tarazona, Segorbe, Tortosa y Vich: don Nuño Sanchez, don Pedro Cornel mayordomo del reino de Aragon, don Pedro Fernandez de Azagra, don García Romeu, don Rodrigo de Lizana, don Artal de Luna, don Berenguer de Entenza, don Atorella, don Asalido de Gudal, Don Fortun Aznarez, don Blasco Maza, Roger conde de Pallás, don Guillen de Moncada, Ramon Berenguer de Ager, Guillen de Cervellon, Berenguer de Eril, Ramon Guillen de Odena, Pedro Queralt y Guillen de Sanvicente. Obligóse el rey moro, que haria rendir todos los castillos y villas que tenia desta parte de Júcar dentro de los veinte dias, reteniendo tan solamente á Denia y Cullera, y se entregarian al rey. Fué Zaen el último rey de Valencia, y era hijo de Modef, y nieto del rey Lobo: y vino á Ruzafa ante el rey, para firmar esta capitulacion aquel mismo dia.

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Mediado el mes de setiembre, teniendo el rey en gran estrecho la ciudad, y combatiéndola muy fieramente por todas partes, padeciendo los de dentro grande hambre, y estando del todo desconfiados de socorro, Zaen envió un moro que se decia Hali Albata, con trato de rendir la ciudad, y no quiso el rey comunicarlo con ninguno: y despues vino al real Abulhamalet Arraez, que era hijo de una hermana de Zaen, y salieronlo á recibir por mandado del rey don Nuño Sanchez y Ramon Berenguer de Ager. En este medio, por querer mostrar los de dentro, que aun tenian ánimo para defenderse, salieron dos caballeros moros á vista de nuestro campo, y requirieron, que saliesen otros dos del ejército á correr algunas lanzas: y don Jimen Perez de Tarazona, que fué despues señor de Arenos, suplicó al rey le hiciese merced de le dar licencia que saliese á ellos con un caballero que se decia Miguel Perez de Isuerre, y el rey quiso estorbar que no saliese, y díjole, que se maravillaba como pidiese tal cosa un hombre tan pecador como él, y de tan mala vida, y que tenia temor que quedase con vergüenza, y porque le importunó sobre ello lo hubo de permitir, y salió contra el moro, el cual derribó del encuentro á don Jimen Perez: y contra el otro salió Pedro de Clariana, y arremetiendo para encontrarse, antes del encuentro el moro volvió las espaldas, y Pedro de Clariana le fué siguiendo hasta que pasó el rio, y se recogió á los suyos. Llegó Abulhamalet con aquel caballero moro que justó con don Jimen Perez, al real, y con él venian diez caballeros moros en muy lucidos caballos, y con muy ricos jaeces, y hízole el rey buen recogimiento, y levantóse para él, y mandó salir de la pieza donde estaba á todos los ricos hombres y caballeros, y queda-Antes que llegase el plazo, los moros estuvieron en órron solos con un intérprete. Con este arraez tuvo sus pláticas secretas por diversas veces que vino al real, y resolvió con él, que se le rindiese la ciudad, con tal

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den con su ropa para salirse, y el rey mandó juntar toda su caballería, y los pusieron por los campos que están entre Ruzafa y la ciudad, guardando y prove

yendo que no se les hiciese daño alguno: y por su per- | prelados y ricos hombres, y caballeros que interviniesona hirió el rey de muerte algunos que se desmandaron

á robar algunas moras y niños. Eran entre hombres y mujeres los que salieron de la ciudad, segun se refiere en la historia del rey, cincuenta mil, y mandó que fuesen guiados hasta Cullera. Fué entrada la ciudad de Valencia en el mes de setiembre víspera de san Miguel, del año de mil doscientos treinta y ocho, puesto que en las historias del rey y en la de Marsilio se dice, que fué en el año de mil doscientos veinte y nueve, pero esto se confirma por el instrumento de la concordia que se tomó con Zaen el mismo dia que se entregó, y por otras historias. Fué esta ciudad en lo antiguo y moderno muy señalada entre las mas principales y famosas de todas las regiones del occidente, y el regalo universal y continuo de toda España, cuya vega y territorio es, no solamente de los mas ricos y apacibles que hay en todo lo habitado de la tierra, pero casi todo el reino, cuya cabeza es esta ciudad.

CAP. XXXIV. Del repartimiento que se hizo de las heredades y tierras de la ciudad de Valencia.

ron en ordenarlo, segun afirma Pedro Antonio Beuter, autor bien diligente y curioso, investigador de las antigüedades de aquel reino, fueron de Aragon, don Vidal obispo de Huesca, don Bernardo de Montagudo obispo de Zaragoza, don García obispo de Tarazona, don Pedro Fernandez de Azagra, señor de Albarrazin, don Pedro Cornel, don García Romeu, don Jimeno de Urrea, don Artal de Luna, don Jimen Perez de Tarazona, Ramon Muñoz, Andrés de Liñan, Pedro Martel: pero sobre es to hubo despues grandes diferencias, pretendiendo los ricos hombres y caballeros de Aragon, que fueron heredados en aquel reino, que no se pudo ordenar este fuero, y que ha➡ bian de ser juzgados á fuero del reino de Aragon. Fué nombrado por el rey en obispo, Ferrer de San Martin preboste de la iglesia de Tarragona, y su presentacion fué admitida y confirmada por el papa Gregorio noveno, por el mes de febrero del año mil doscientos cuarenta, y hay alguno que afirma haber sido religioso de la órden de los predicadores, y confesor del rey. Tambien fué cosa digna de referirse, que siendo esta diócesi de Valencia en lo antiguo, en tiempo de los godos, sujeta á la metrópoli de Toledo, como parece por las limitaciones que se ordenaron por el rey Wamba. El rey don Jaime ántes que emprendiese la conquista del reino de Valencia, con voto solemne se obligó de procurar la union della, con las parroquiales que se erigiesen en este reino como sufragáneas á la metrópoli de Tarragona, que era la cabeza de todos sus reinos en lo espiritual y

Cobrada la ciudad de Valencia de los moros, mandó hacer el rey repartimiento de las casas y términos de la ciudad, entre los prelados, ricos hombres, caba- | lleros y consejos, que en la guerra se hallaron, segun la compañía y gente que habian llevado, proveyendo de personas muy prudentes y expertas que mandasen medir y limitar los heredamientos de todo el término de Valencia. Para esto se nombraron dos caballeros muy principales de Aragon, que eran don Asalido de Gudal y don Jimen Perez de Tarazona, repos-á quien él tanto debia: y así se ordenó con contero del rey en el reino de Aragon: puesto que de su nominacion tuvieron los prelados y ricos hombres gran descontentamiento y dijeron al rey, que aunque estos eran muy buenos caballeros y buenos letrados en derecho civil, porque aun entonces, como en los tiempos antiguos, la gente de mas calidad y mas principal, se preciaban de ser enseñados en la ciencia de los derechos y leyes civiles y canónicas, pero que un negocio tan grande se debia cometer á los mas principales que se hallaban con el rey, y que todos murmuraban de aquella eleccion, y no la tenian por buena: y aconsejáronle que nombrase dos obispos, y dos ricos hombres, y con su acuerdo fueron nombrados don Berenguer de Palazuelo obispo de Barcelona, y don Vidal de Canellas, obispo de Huesca, y don Pedro Fernandez de Azagra y don Jimeno de Urrea: pero ellos se embarazaron tanto, y hallaron tanta dificultad en el repartimiento, que fué mayor el descontentamiento que se tuvo dellos, y desistieron del cargo, por no poder hallar tanta parte, que bastase á las donaciones que el rey había hecho: y tornaron á entender en ello don Jimeu Perez, y don Asalido de Gudal. Éstos repartieron y dividieron la tierra, de manera, que muchos fueron desagraviados, y todos quedaron contentos. Fueron heredados de aquella vez, sin los ricos hombres, trescientos y ochenta caballeros de Aragon y Cataluña, personas muy principales y nobles, á los cuales y á sus descendientes llamaron caballeros de conquista. Por esta causa se detuvo el rey algunos dias, y por entender en la poblacion de aquella ciudad, y fué poblada la mayor parte de catalanes, fuéron á ella de la ciudad de Lérida, y de otros luga-balleros que habia heredado en aquella ciudad, fuesen res, y del reino de Aragon, como mas en particular lo refieren sus historias. Entonces se ordenó fuero particular, por el cual se juzgase Valencia y entre los

sejo del arzobispo de Tarragona, y de los maestres del Temple y del Hospital, y del infante don Fernando y de Ramon Folch, con cuya asistencia se habia de entender en la dotacion de la catedral y de sus sufragáneas.

CAP. XXXV.-Del combate que se dió á los moros de Villena y Saix, y de la muerte de don Artal de Alagon.

que

Sucedió despues de ser ganada la ciudad, que llegó á servir al rey en esta guerra don Ramon Folch, vizconde de Cardona, con hasta cincuenta caballeros de sus parientes y vasallos: y suplicó al rey, que pues no se habian hallado en el cerco de Valencia, les diese licencia de hacer una entrada en tierra de Murcia, y el rey lo tuvo por bien. Juntose con el vizconde don Artal de Alagon hijo de don Blasco, que habia estado algun tiempo en aquella tierra, y era muy práctico en ella y muy valeroso caballero, y llegaron a combatir á Villena, y apoderáronse de dos partes de la villa: pero juntándose los moros contra ellos se hubieron de recoger con gran presa que hallaron. De la misma manera saltearon á Saix hasta ganar la mayor parte de la villa: y tuvieron muy brava pelea con los moros por las calles, y fué herido de una piedra don Artal en la cabeza que le derribó del caballo y murió luego, y por su muerte no pasaron adelante, y dentro de ocho dias se volvió el vizconde á Valencia con la presa.

CAP. XXXVI. De la ida del rey á Mompeller. Ordenó el rey que de los trescientos y ochenta ca

obligados de estar en guarnicion cien caballeros en frontera, mudándose de cuatro en cuatro meses, y dejó la gente que era menester para su guarda, y con ella

CAP. XXXVII. De la batalla que vencieron los cristianos, cerca del castillo de Chio, á donde nuestro Señor obró el milagro del maravilloso misterio de los santisimos corporales de Daroca, y como se entregó al rey el castillo de Bairen, y al comendador de Alcañiz la villa de Villena.

ves

quedaron por principales caudillos, Nastruc de Belmonte maestre del Temple, Ugo de Folcalquer maestre del Hospital, don Berenguer de Entenza, don Guillen de Aguilon y don Jimen Perez de Tarazona. Concluido esto, partió el rey de Valencia para la villa de Mompeller por haber algun socorro de aquel señorío, para los gastos que habia hecho en la conquista de la ciudad de Valencia y por asentar las cosas de aquel Al tiempo que el rey partió para Mompeller, don Guiestado, que estaban muy turbadas por la division que llen de Aguilon con algunos caballeros y almogárahabia entre los principales de Mompeller, que estaban y gente de pié que estaban en guarnicion en partidos en parcialidades y bandos: y eran los mas Valencia, salió á correr tierra de moros, así contra poderosos los del linaje de la Barca, que eran muy cer- los que estaban debajo de la tregua que el rey habia canos en parentesco de los señores que fueron de Mom- dado, y contra los que eran sus tributarios, como peller: y fué recibido con grande regocijo y fiesta de sus contra los enemigos, é hicieron grandes correrías y vasallos en el castillo de Lates, y llevando al rey en- presas, y cercaron á Rebolledo, y tomáronlo por commedio don Pedro Fernandez de Azagra y don Asalido bate. Por esta entrada que estos caballeros hicieron en de Gudal, Pedro Bonifacio, que era el mas poderoso | tierra de moros combatiendo sus castillos, se juntó la de la villa, se puso entre ellos y los quiso sacar de mayor parte de la morisma de aquel reino, y se su lugar, y poco faltó que no hubiese entonces algun pusieron en armas: y teniendo cercado el castillo de escándalo, sino que el rey que vió que Pedro Bo- Chio segun Pedro Antonio Beuter, y otros escriben, los nifacio llegaba con gran orgullo, señaló á don Asalido moros que estaban en él, salieron á pelear con los nuesque no le embarazase el lugar. Tras esto sucedió que tros, y fueron vencidos. Esta fué aquella famosa jornaun vecino de aquella villa muy principal, que era bai- da, en la cual se manifestó á aquellos tiempos y á los le della aquel año, llamado Naṛbran tenia gran par- venideros, cuanto se comunica el favor y socorro dite en el pueblo, y era muy odiado de los principales vino á los fieles que se emplean con pura fé en el endel otro bando, que eran Pedro Bonifacio, Guerao de salzamiento de nuestra santa fé católica, lo cual se la Barca, Bernardo de Reguarda y Ramon Besfeda, y representó con el milagro de aquel misterio divino del traian sus tratos é inteligencias muy en deservicio del santísimo sacramento de la Eucaristía, que se reserrey, y por medio y consejo de Narbran todo el co- vó en los corporales, y por especial favor del cielo se mun de Mompeller por sus ayuntamientos y cofradías, trujeron à la ciudad de Daroca, que es por esta causa otro dia fuéron ante el rey á darle la obediencia y ofre- tan conocida y frecuentada en la cristiandad, de lo cerle, que podia muy seguramente castigar á sus va- cual hay particular obra que relata lo que allí sucedió. sallos; de suerte que estuvo el pueblo alterado y pe- Diéronse al rey cuando llegó á Valencia grandes quedian con instancia que fuesen castigados aquellos rellas de la causa que se dió al levantamiento de los traidores, los cuales se ausentaron de la villa, y moros, y ya entonces los mas que se hallaron en aquemandó proceder contra ellos, y fueron sus bienes llas presas se habian ausentado para Aragon y Casticonfiscados y derribadas las casas. Estando en aquel lla, solo don Guillen de Aguilon.con seguro que le lugar en el año siguiente, despues que se ganó la fué dado pareció ante el rey, y quiso mandar secuesciudad de Valencia, los condes de Proenza y To- trar los lugares de Algerres y Rascaya, que el rey le losa, y muchos señores y barones de Francia le habia dado en aquel reino, para satisfacer á las perfuéron á visitar. Entró el rey en la ciudad de Mom- sonas que habian recibido el daño, y por haberlos peller, jueves á dos de junio del año de mil dos- empeñado no hubo lugar este remedio: pero mancientos treinta y nueve, y otro dia viernes entre el me- dó que restituyese los esclavos y bienes que estadiodia y hora de nona, escribe el rey que se eclipsó el ban en su poder, y con la presencia del rey, los moros sol de tal manera, que no se acordaban haberle visto que eran tributarios se sosegaron en sus tierras y tal, porque del todo fué cubierto de la luna, y se alquerías. Entró despues desto el rey en el Val de Baioscureció el dia de tal suerte, que se vieron las estre- ren, que es en el término de Gandía hacia el mar: y llas en el cielo. Fray Bernardo Guido escribe lo mis- envió a decir á los alcaides de los castillos de Bairen, mo que el rey en su historia, y añade otra cosa mas Villaluenga, Borro, Villela y Palma, que eran castinotable, que en el mismo año en la fiesta de Santia- llos enriscados en grandes rocas, y muy fuertes, que go, otra vez se eclipsó el sol, y se oscureció aunque se le rindiesen, sino que mandaria talar todos los camno tanto. Dejando el rey sosegadas y proveidas las pos: y entonces Zaen rey de Valencia, que se habia cosas de aquel estado, se embarcó en un navío que acogido á Denia, vínose á ver con el rey en Arrabita tenia la ciudad de Mompeller, que era de ochenta re- de Bairen y prometió, que si le hacia merced de la mos, y le llamaban el Bus, y en él se vino hasta Co- isla de Menorca para que la tuviese como su vasallo, le libre y de allí á Girona. En principio del año de mil daria el castillo de Alicante porque estaba en su mano doscientos cuarenta el rey mandó convocar á cortes á de lo poder hacer, y que le diese cinco mil besantes. los prelados, barones, caballeros y síndicos de las Mas el rey no lo quiso aceptar, escusándose, que por ciudades y villas del principado de Cataluña: y en ellas las confederaciones que estaban hechas con los reyes se establecieron muchas leyes en bien comun de la de Castilla, en la demarcacion de las provincias y tierra, y entre otras cosas se hicieron estatutos contra tierras de España, en tiempo del rey don Pedro su palos usureros, y otorgó á los de la villa de Fraga, que dre y del rey don Alonso de Castilla, abuelo del rey desde que se ganó de moros fué siempre del señorío don Fernando, que entonces reinaba, Alicante quede Aragon, que estuviesen debajo del fuero de Huesca, daba en la conquista de Castilla, no embargante que y fuesen juzgados por él, y de allí se volvió para las los reyes de Aragon, sus pre e cesores, extendieron fronteras del reino de Valencia. su conquista hasta comprehender en ella el reino de Murcia, y no queria quebrantar las amistades que

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