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habia quedado postrero con la galera capitana, alcanzó moros, que era buena gente de guerra, y los cinco mil la nave de don Guillen de Moncada vizconde de eran de á caballo, y que se apresurase cuanto pudiese Bearne, que era la primera, y prosiguió viaje á para tomar tierra en la isla, porque en esto consistia todas velas, como habia salido del puerto de Sa- la victoria. A la media noche con gran silencio zar→ lou: y toda aquella noche navegaron contra el mis- paron áncoras, y las doce galeras remolcando cada una mo viento á orza, y la galera del rey sin mudar su navío, se acostaron á la marina, para que desem→ ni calar velas pasaba adelante todo lo que po- barcase la gente, y siendo sentidos de tierra, acudieron dia caminar. Con esta contrariedad de tiempo navegó á la marina cinco mil moros, y doscientos de caballo, toda la armada el dia siguiente, y siendo entre hora que estaban á la vista en sus tiendas, aguardando para de nona y vísperas, por la gran furia del viento, se impedir la salida de los nuestros, pero apresurárons engrosó la mar de tal suerte, que por la tercera parte con tanta furia las galeras, que llegaron ántes á tierra de la galera del rey hácia proa, pasaban las olas de que ellos acudiesen ni les pudiesen defender la entrada. la una banda á la otra. Á la tarde antes que el sol se Fué el primero que saltó en tierra, segun en antiguas pusiese, comenzó á cesar el viento, y entonces se memorias parece, un soldado que se decia Bernardo descubrió la isla, y pudieron descubrir los lugares de Ruidemeya, y llevaba un pendon, y con él hizo sede Pollenza, Soller, Almaruich. Navegando con esta ñal á los de la armada para que le siguiesen. Éste se bonanza, calaron velas en la galera del rey, porque llamó despues Bernardo de Argentona, y fue muy vano se descubriese la armada de tierra, y iban ya leroso capitan, á quien hizo el rey merced del término juntas hasta cuarenta velas entre naos y galeras y de Santa Ponza, para él y sus descendientes, y siguiétaridas: y porque tuvieron de refresco viento de ronle hasta setecientos soldados, y ganaron el monte tierra por la parte del viento que se dice en la histo- de Pantaleu, y allí se hicieron fuertes. De los ricos ria del rey, garbin, que es viento de mediodia: hombres, los primeros que salieron á tierra fueron don y fray Marsilio que tradujo esta historia en latin, Nuño, don Ramon de Moncada, el maestre del Temple. dice serel, que llamaron los griegos leuconoto, man- Bernardo de Santa Eugenia y don Gilabert de Cruillas. dó el rey hacer vela para que tomasen el puerto de y hasta ciento y cincuenta de caballo; y los moros se Pollenza, porque estaba acordado que allí fuése á sur- afirmaron, ordenando sus escuadrones, sin ofender á gir la armada. Mas á esta bonanza sobrevino un tan los que desembarcaban. Entónces don Ramon pasó terrible torbellino de viento proenzal, que aunque resolo adelante para reconocer á los enemigos; y cuando conoció el piloto de la galera del rey el temporal, fué estuvo cerca dellos, hizo señal que le siguiesen, dimuy dificultoso prevenir el peligro, y pasó la armada ciendo, que eran pocos; y estando juntos, fué don muy gran tormenta por ser aquel viento muy contra- Ramon el primero que con gran ánimo arremetió para rio. Entendiendo que toda la contrariedad era por porherir en ellos pero los moros no los esperaron, y vol→ fiar de tomar el puerto de Pollenza, lo que no podia ser vieron las espaldas; y siguiendo el alcance, murieron con aquel viento, determinaron que diese vuelta la hasta mil y quinientos moros, y volvieron con esta vicarmada la via de la Palomera; que está á treinta mi- toría á la ribera de la mar. Cuando salió el rey á tierra. llas de la ciudad de Mallorca, por ser cómodo puerto halló que habian desembarcado algunos caballeros de para poder en él reparar sin ningun embargo de los Aragon; y siendo hasta veinte y cinco de caballo en enemigos, y así la galera capitana hizo vela con aquel una cuadrilla, dijo, que entrasen la tierra adentro, viento contra el puerto de la Palomera; y siguieron con gran pesar de no haberse hallado en el primer he→ por aquella derrota los navíos que no podian navegar cho de armas, y al galope entraron hacia aquella part á orza, y entró el rey en aquel puerto, el primer vier- a donde fueron los moros vencidos. Descubrieron de nes del mes de setiembre. El dia siguiente á la noche aquel lugar, que por lo alto de una sierra andaban arribó todo el resto de la armada; sin que se perdiese hasta cuatrocientos moros de pié, y cuando fuero ningun navío, y mandó el rey á don Nuño Sanchez, descubiertos, bajaron de aquella sierra para pasarse y á don Ramon de Moncada, que fuésen con sendas ga-á otra ; y entonces dijo él á un caballero aragonés de leras, costeando la vuelta de la ciudad de Mallorca, y reconociesen, á dónde se pudiese echar la gente en tierra con mayor seguridad, y determinaron que la armada se pasase al puerto de Santa Ponza, por ser lugar seguro y buen desembarcadero, porque no podian tomar tierra en la Palomera, porque la mayor parte de los moros acudió bácia aquella parte. Habia mandado el rey que la gente reposase el domingo siguiente en el monte de Pantaleu, que está junto à la isla que llaman la Dragonera, en aquel puerto de la Palomera, porque iban fatigados de la mar, y allí tuvo aviso de lo que en la ciudad estaba proveido para en su defensa, por un moro de la Palomera que se echó á nado: y segun Aclot escribe, se habian juntado diez mil moros para impedir la desembarcacion à la parte de la Palomera, á donde pensaban que el rey saliera á tierra. Este moro, segun aquel autor dice, dió buenas nueves al rey, y le dijo, que aquella tierra era suya, y que su madre, que era muy enseñada en bechicería, y era gran maga, hallaba en su arte que se habia de conquistar por él, y juntamente con esto avisó al rey que había en la isla cuarenta y dos mil

los de Ahe, que era de Tauste, que se apresurase, si queria atajarlos; y arremetieron para ellos, y mataron hasta ochenta moros, y peleando desta manera, iban llegando los nuestros. En este reencuentro hallándose el rey con solos tres caballeros, que le acompañaban, se encontraron con un moro que estaba á pið. con su lanza y escudo, y armado de yelmo zarago→ zano y perpunte, y diciéndole el rey, que se rindiese volvió contra él blandeando su lanza, y peleó con to-dos cuatro muy valientemente y arremetiendo para el moro uno de aquellos caballeros, que se decia Pedro Lebera, recogióle de manera el moro, que le puso por los pechos del caballo media braza de lanza, y cayendo á tierra, se levantó con su espada en la mano. y entonces cargaron sobre el moro, y fué muerto sm que se quisiese rendir, y volvióse el rey á su real á puesta de sol, y salieronle á recibir el vizconde de Bearne y don Ramon de Moncada, que estaban con gran cuidado, no se recibiese algun daño por haberse el rev desmandado con tan poca gente, que se señaló aquel dia de muy buen caballero. Estaban algunas naos de las que postreramente surgieron, al cabo que llaman de

la Porraza, en que habia hasta trescientos de caballo, de donde descubrieron la gente del rey de Mallorca, que siendo ya á puesta de sol, salió sobre la sierra de Portopí, y un rico hombre aragonés, que se decia don Ladron, envió á dar desto aviso al rey, y mandó al vizconde de Bearne y á don Nuño, y á todos los ricos hombres, que estuviesen apercibidos, y la gente á punto, y bien en órden, para cualquiera caso y afrenta que se pudiese ofrecer. Otro dia miércoles al alba celebradas las misas, tratando de la órden que llevarian los escuadrones, hubo gran diferencia entre el vizconde y don Ramon de Moncada de una parte y don Nuño de la otra, por quién iria aquel dia en la retaguarda pensando que no tendrian batalla con los moros hasta el dia siguiente, que se habian de alojar en la Porraza, y queria cada uno para aquella jornada hallarse en los primeros encuentros. En este medio comenzaron a desmandarse hasta cinco mil peones, sin aguardar capitan, ni quién los acaudillase, y hubo de salir el rey con un solo caballero que se decia Rocafort á detenerlos, y pasó adelante en una yegua para detener aquella gente que eran hasta cinco mil soldados, de los que llamaban sirvientes. En este medio llegaron el vizconde y don Ramon de Moncada, y el conde de Ampurias, con los de su linaje, que era muy lucida caballería, y pasaron con aquella gente adelante, sin esperar á don Nuño, que llevaba la retaguarda. Pero los moros estaban tan cerca, que fueron de sobresalto acometidos los nuestros, y trabóse muy brava batalla entre aquellos caballeros y los moros, que tenian sus tiendas en la sierra. El conde de Ampurias y los caballeros templarios, fueron á acometer contra las tiendas, y el vizconde y don Ramon, acometieron con otra parte del escuadron, por el lado izquierdo; y la batalla se mezcló tan bravamente, que por tres veces llevaron de vencida los nuestros á los moros, y otras tantas los hicieron retirar, porque los nuestros se esparcieron y no se podian socorrer los unos á los otros. A la postre, siendo casi cierta la victoria por los moros, el vizconde y don Ramon de Moncada, arremetieron contra aquella parte donde la batalla estaba mas encendida, con algunos caballeros que cabe sí tepian, y lanzándose por los moros hiciéronlos detener algun tanto, hiriendo en ellos muy animosamente. Pero no pudiendo sobrar el grande tropel y número de los enemigos que de refresco íban acudiendo á socorrer en aquella necesidad, y persistiendo como vencedores contra estos ricos hombres, fueron muertos el vizconde y don Ramon de Moncada, y con ellos otro rico hombre muy principal de Cataluña, que se decia Ugo de Mataplana, y un caballero que era Ugo Dezfar, y hasta ocho caballeros de los del linaje de Moncada; pero la muerte del vizconde y de don Ramon de Moncada, hizo el daño y pérdida sin comparacion mayor. En este medio llegó adonde el rey estaba, don Nuño, y iban con él, Beltran de Naya, Lope Jimenez de Luesia, y don Pedro de Pomar, con sus compañías, y Dalmao y Gisbert de Barberá, y dió Beltran de Naya al rey su loriga, y armado de capellina y perpunte, se fué á poner en aquel escuadron, y envió á mandar á don Pedro Cornel, y á don Jimeno de Urrea, y á Oliver de Termens, que era un caballero francés muy valeroso que estaba desterrado de Francia, á quien hizo merced de los castillos de San Lorenzo, Estagel y Argilers, que apresurasen con sus compañías, porque los de la avanguarda peleaban contra todo el poder del rey de Mallorca. Llegó el rey de los primeros al lugar donde

se habia comenzado la batalla, y encontróse con un caballero catalan, que se decia Guillen de Mediona, que salia herido de una herida que le cortó el labio, y era buen caballero, y segun en la historia del rey se cuenta, el mayor justador de toda Cataluña; y como reconoció que no era herida mortal, le dijo que se volviese, y le asió por la rienda, diciendo que cualquiera buen caballero, por tal golpe como aquel, antes debia tomar coraje que salir de la batalla, pero dende á poco que miró por él, no le víó mas. Subia el rey por la sierra arriba sin saber el suceso de la batalla; y no iban con él sino doce caballeros, y siguióle Roldan Lain con el pendon de don Nuño, y Sire Guillermo, bijo bastardo del rey de Navarra con hasta setenta de á caballo que pasaron adelante. En lo mas alto de la sierra habia grande muchedumbre de moros, y tenian una bandera de colorado y blanco diferenciada por lo largo; y aunque tenian lugar á su ventaja, como andaban desordenados y esparcidos, quisiera el rey acometerlos, si no le detuvieran hasta asirle por las riendas del caballo don Nuño y don Pedro de Pomar y Lope Jimenez de Luesia, que le dijeron que su sobrado ánimo habia de ser causa que todos se perdiesen; y con gran pena se detuvo, sospechando, que por no socorrer á los de la avanguarda, se recibiria algun gran siniestro. Entretanto llegó á donde estaba el rey Gisbert de Barberá, á quien despues dió el rey para durante su vida, los lugares y castillos que tuvo Oliver de Termens, y fué uno de los señalados caballeros de sus tiempos. A éste mandó don Nuño, que pasase adelante; y ántes que alcanzase á los caballeros que iban con el pendon de don Nuño, los moros dieron gran grita, como es su costumbre, cuando quieren arremeter, y comenzaron á lanzar piedras, y hiciéronse mas adelante contra los nuestros; y los que estaban con el pendon de don Nuño, les volvieron las espaldas; y los moros con buen semblante y denuedo bajaron, cuando un tiro de piedra, acometiendo hacia la parte á donde el rey estaba; pero algunos que iban con el pendon de don Nuño, les dijeron: Vergüenza caballeros que os vee el rey huir,y los detuvieron, y los moros no pasaron adelante. En este medio llegó el estandarte real, y con él hasta cien caballeros de la casa del rey, que decian de su mesnada, que iban en guarda del estandarte; y el rey juntamente con ellos en un escuadron, movieron contra los moros, tomando por un recuesto lo alto de la sierra, y los echaron dél, y fueron huyendo, desamparando el lugar que tenian, y no pudo el rey seguir el alcance, ni los caballeros, por tener sus caballos muy fatigados. Pasó todo esto sin que el rey supiese que eran los de la avanguarda rotos y vencidos, y comenzó á seguir el camino de la ciudad pensando atajar al rey de Mallorca, que estaba en la sierra, y que por todas partes podian ser los moros acometidos de su gente y de la del vizconde, y de don Ramon de Moncada; y comenzando á bajar por el recuesto, llegó don Ramon Alaman, y procuró detenerle, diciendo: que hacia lo que nunca antes rey ninguno, si no espe→ rase en el lugar que habia vencido; y cuán mal pareceria, que hubiese vencido á los enemigos, y que no reparase siquiera una noche en el lugar de la batalla para reconocer el campo, y supiese lo que habia perdido ó lo que se habia ganado: pero no embargante esto, caminaba el rey á su paso por el camino que iba à la ciudad; y habiendo caminado cuanto una milla, se encontró con el obispo de Barcelona que le detuvo, y le dijo, que el vizconde de Bearne y don Ramon de

Moncada habían sido muertos por los moros, y que los cristianos habian recibido mucho daño. Con esta nueva el rey se reparó hasta recoger su escuadron; y caminaron con buen órden hasta llegar á la sierra de Portopí, á vista de la ciudad, y junto à un arroyo que mostró al rey don Pelegrin de Atrosillo, mandó asentar su real, y reparar la gente aquella noche, teniendo el arroyo en medio, los aragoneses y catalanes, tan cerrados y unidos, que parecia ser muy poca gente. Cuenta tambien Bernardo Aclot el suceso desta batalla, y dice, que el rey estando en Santa Ponza, el lunes por la mañana, mandó apercibir las gentes que con él estaban para salir á pelear con los enemigos, y que dió la avanguarda al vizconde de Bearne, y movieron sus batallas ordenadas camino de la ciudad, y que iba el vizconde con sus compañías, y con la caballería del Temple. A otra parte dice, que quedaba el rey en la retaguarda con don Nuño y con todos los barones, y descubriendo los primeros el ejército del rey de Mallorca, que estaba muy cerca, y que era gran número de gente de caballo, dieron aviso al vizconde, y comenzaron á pelear bravamente: pero reconociendo el vizconde, que eran los enemigos muy superiores en el número, y que si podian los suyos ganar un cerro que allí cerca habia, podrian hacer gran daño en los enemigos, con parte de su caballería arremetió por entre los moros, y subiéronse á lo alto de la sierra. Escribe, que entonces hasta doce mil moros de caballo y de pié los siguieron por el recuesto arriba, y comenzaron á pelear firmemente, y los nueslos los desbarataron. Pero que era tanta la multitud de los moros, que no pudieron tornar á cobrar el cerro, á donde habia quedado el vizconde solo con un caballero, y queriendo pasar por ellos la cuesta abajo, no pudo por ser muy enhiesta: y retirándose el vizconde atrás para tomar otra vereda, fué cercado de los moros, y le hirieron en la pierna de tal golpe, que le cortaron el pié. Entonces le mataron el caballo, y cayó á tierra, y fué allí muerto: y el caballero que estaba con él, que Aclot no nombra, y debe ser el que en la historia del rey don Jaime se llama Guillen de Mediona, mientras pelearon se defendió lo mejor que pudo, y viendo que su señor era muerto, se escapó huyendo. En este medio, segun el mismo Aclot escribe, siguió con los suyos don Ramon de Moncada, y pasó adelante peleando con los moros valerosamente: pero tropezó su caballo, y dió con él en tierra, y fué allí muerto. Dice, que entonces el rey, que estaba en la retaguarda, pasó con su escuadron y arremetió contra los enemigos con toda su caballería, y á pesar de los suyos embrazando su escudo arremetió por el cerro arriba, y todos le siguieron y ganaron lo alto, y fueron los moros desbaratados y vencidos: y de allí arremetieron otra vez contre ellos, y siguieron el alcance hasta que se recogieron por la sierra adentro; y quedó el rey con los suyos señor del campo. Llegóse el rey á la sierra de Portopi por reconocer la ciudad de Mallorca, y parecióle el asiento y lugar de los buenos que en España hubiese visto: y de allí, porque no habia comido en todo aquel dia, se fué à la tienda de Oliver de Termens, y comió en ella, y por esto se llamó aquel lugar la alquería de Bondinat. De allí siendo ya muy de noche, fué con don Nuño, y con otros ricos hombres á ver los cuerpos del vizconde y de don Ramon de Moncada, á donde estuvieron con antorchas llorando y plañendo sobre ellos: y porque el llanto que

se movió en el ejército de los caballeros, y vasallos destos ricos hombres era muy grande, fué necesario que el rey los consolase, encareciendo cuanta parte le cabia de aquella pérdida y la obligacion que le quedaba de remunerar á sus deudos y vasallos, y fueron muy animados para ponerse al mayor peligro. Otro dia despues de haber asentado el real ayuntáronse los obispos y ricos hombres en la tienda del rey: y poniendo paños y lienzos, entre las tiendas y la ciudad, porque no se descubriese lo que en el ejército se hacia, los Hevaron por todo el real con gran pompa en sus ataudes para enterrarlos.

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CAP. V. Del cerco que se puso contra la ciudad de Mallorca, y de los combates que se le dieron.

Dióse órden el dia siguiente, como sacasen dos máquinas que llevaban para combatir la ciudad, que eran un trabuco y otra pieza que llamaban almajanec y sacaron la madera para armar otros ingenios: y los comitres y nocheres, que fueron en cinco naos de Marsella que envió el conde de la Proenza á esta jornada, armaron otro trabuco de las entenas y madera que llevaban. Los moros tambien pararon dos trabucos, y otras máquinas, que en la historia del rey y en la de Marsilio se llaman algarradas: pero los nuestros pudieron primero armar un trabuco y otra máquina que se llamaba fonebol, que los moros armasen las suyas: y es bien de considerar que las piezas principales que habia en el ejército del rey, eran dos trabucos y el fonebol, y una otra pieza, que llamaban manganel turquesco: y esta era la artillería, con que se batian y arrasaban los muros y torres en aquellos tiempos: y aunque eran de gran embarazo y pesadumbre, pero de tanta arte y sutileza, que hacian á su modo el mismo efecto que los tiros gruesos de artillería de nuestros tiempos, pues ninguna fortaleza por terrible que fuese, que las habia fortisimas, se les defendia: y algunos dellos tiraban pelotas de tan estraño peso y grandeza, que ninguna fuerza bastaba á resistir la furia con que se batian las torres y muros, siendo fortisimos: y eran las algarradas tan útiles, que una de las que tenian los moros, lanzaba con tanta furia las pelotas que pasaban de claro cinco y seis tiendas. Comenzándose a batir los muros, por el daño que hacia en las máquinas del campo la artiHería de la ciudad, mandó Gisbert de Barberá labrar una manta, que en la historia del rey se llama mantel, y tambien se decia gata, para reparar de los tiros de la ciudad y de su ballestería, y es la que en la milicia romana se llamó testudo, segun lo interpreta Marsilio: y estaba trabada con tablazon de tres dobles y bien embarbotada, é iba cubierta como una casa á dos aguas, y maciza con rama y tierra, porque pudiese ser reparo de los tiros de las algarradas, y estaba armada sobre ruedas: y comenzóse á tirar para acercarla á la cava. Tambien el conde de Ampurias mandó labrar otra manta, y acercóse á la cava: y los azadoneros que llevaba, hicieron una trinchea, para que su gente entrase en la cava: y el rey mandó, que se labrase otra manta, y así se comenzaron á hacer las trincheas. Trabajaban los del ejército grandes y menores á una mano, con grande solicitud y cuidado; en cualquiera obra y oficio que convenia, así para la fortificacion del real, como en los reparos de los pertrechos y máquinas que se labraban para la batería: y para esto fueron muy animados de las exhortaciones de un religioso, que fué el primer lector que hubo en

la órden de los frailes predicadores, al cual dió el há- | llamaban partidas, que habia en la isla desde la ciudad bito en Tolosa santo Domingo, y era un muy notable va- hácia la costa de Menorca, se pusieron en la obediencia ron, y se dijo fray Miguel, cuya memoria es muy ce- del rey y el rey les dió dos bailes para que se goberlebrada en su órden: y fué el que instituyó el convento nasen por ellos, que fueron Berenguer Durfort de Barde su religion en la ciudad de Valencia, á donde celona, y un caballero de su casa, que se decia Jaques quedó su nombre en grande veneracion y segun Sanz. Esto fué de gran utilidad para esta empresa, porfray Marsilio escribe, era natural de Castilla: y fué que destos lugares se llevaba cada dia al campo gran depositado su cuerpo en la capilla de San Pedro provision. Estaba repartida la isla segun en la historia Martir de aquel monasterio, á donde fue nuestro del rey se refiere, en quince poblaciones: y las que ha→ Señor servido que su memoria quedase consagrada bia en las montañas hacia la costa de Cataluña eran Ancon grandes señales y milagros. Este religioso ordina- draix, Santa Ponza, Buñola, Soller, Almaruich y riamente predicaba al ejército, y con poder de los pre- Pollenza, que fué la antigua Pollentia, colonia de la ciulados publicaba los perdones é indulgencias: y á su dad de Roma: y los lugares que están en la tierra lla→ mandamiento obedecian los ricos hombres y caballe- na, Montuerri, Camarrosa, Inca, Petra, Muro, Felaros, de suerte que no aguardaban á la gente baja, y en nix, el castillo de Santueri, Manacor y Artá: puesto todo ponian las manos. Fué esto tan necesario, que se que Marsilio pone algunos nombres diferentes. Adelanafirma en la historia del rey, que todo el afan y fatiga | taban los nuestros cada dia sus minas y trincheas, cargó sobre los caballeros y escuderos que los servian, acercándose al muro, y una trinchea iba por alto: y y que ningun peon ni marinero no osó quedar por tres habia entre ellos algunas escaramuzas, y eran lanzados semanas de noche en el real, y se iban á recojer á la los moros por todas partes varonilmente, tanto, que tarde á las naos, y volvian á la mañana. Por esta cau- llegaron por las trincheas á la muralla á picar los cisa se hizo en torno del real su fuerte con una cava muy mientos de una torre, hasta ponerla en cuentos, y pehonda, y alzaron el valladar con palenque, y quedó gándoles fuego, quedó la torre partida por un gran cerrado y fortificado, de manera que la gente estaba pedazo: y de la misma suerte, derrocaron en un inscomo en una ciudad murada, y no podian recibir da- tante otras tres torres. ño de los enemigos. Salian cada noche ciento de caballo, y estaban ciertas horas en guarda de los trabucos y máquinas, y en su lugar sucedian otros por su órden, por estorbar que no les pegasen fuego. En este medio un moro de la isla que se decia Infantilla, ayuntó todos los que habitaban por las alquerías de la montaña, que serian hasta número de cinco mil de pié, y ciento de caballo: y con esta gente se vino á poner sobre el cerro, de donde sale la fuente que va á la ciudad: y asentaron en aquel lugar sus tiendas y toma ron el agua, y divertiéronla de donde primero discurria, y guiaronla por un otro arroyo abajo: de suerte que la quitaron al ejército del rey, de que se vieron los nuestros en gran peligro. Entónces mandó el rey á don Nuño que saliese contra ellos: y con trescientos de caballo movió hacia aquel monte, y trabóse allí una muy recia batalla por defender el agua; y á la postre no pudiendo resistir á la gente de caballo, fueron los moros vencidos y echados del monte: y siguiendo el alcance murieron mas de quinientos y su caudillo, y ganaron el lugar donde se habian fortalecido, y roba ron y quemaron las tiendas. Mandó el rey lanzar con la honda del almajanech la cabeza de aquel moro dentro de la ciudad: y así en un dia perdieron los nuestros el agua con grande peligro del ejército, y en el mismo se torno á cobrar con grande daño y pérdida de los enemigos.

CAP. VII. Que el rey de Mallorca siendo muy combatida
la ciudad, comenzó á tratar de partido con el rey.
Fué acordado en el consejo del rey, que la cava que
estaba en torno de la ciudad se cegase: porque impe-
dia que la gente de caballo no pudiese arremeter si se
rompiese el muro, y esto se emprendió por industria
de dos hombres de Lérida, que al uno decian Prohet, y
al otro Juan Chico: y comenzaron con gran diligencia
á entender en ello: y dentro de quince días se acabó de
allanar con rama, tierra, y mucha madera. Los mo-
ros porque aquel trabajo fuese de poco efecto, por una
mina que hicieron, pegaron fuego en la madera, y co-
menzaba ya á encenderse, y salieran con su intencion
si no se proveyera repentinamente, echando el agua del
arroyo hacia aquella parte de la cava que se habia ar-
rasado, y desta manera se atajó el fuego. Como no su-
cedió bien á los moros este ardid, comenzaron á hacer
algunas trincheas para contraminar las que habian
hecho los del campo, y en ellas peleaban algunas veces:
y los cristianos fueron un dia vencidos, pero despues
las tornaron á cobrar: y fueron algunos muertos con
una ballesta de torno, con la cual se les hacia mucho
daño. Visto que de tantas partes eran muy combatidos
y se batia la ciudad continuamente, y que durando el
cerco no se podrian defender, enviaron con un moro á
pedir al rey que les enviase algunas personas de con-

CAP. VI. De los lugares de la isla que se pusieron en la fianza, porque querian tratar de partido. Mandó el rey obediencia del rey.

Visto el buen suceso y victoria que los nuestros alcanzaron de los moros de la montaña, y la gran ventaja que hacian á los infieles, osando acometer muy pocos á grande número dellos, algunos de los principales moros de la isla, que tenian señorío en una parte della, enviaron sus mensajeros al rey, para que los recibiese en su servicio, ofreciendo de le servir con las vituallas y provisiones necesarias. El principal déstos fué un Benababet, el cual proveyó siempre el campo de bastimentos, y fué todo el tiempo de la guerra leal servidor, y grande socorro y ayuda para la conquista. Tras éste vinieron al servicio del rey otros, de manera que dentro de quince dias todas las poblaciones que

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que fuése don Nuño con diez caballeros de los suyos: y Hevó un judío por intérprete que sabia algaravía, y era de Zaragoza, y se decia Bachiel. Vióse don Nuño con el rey de Mallorca, por saber qué era lo que queria, y no se quiso declarar: y despues don Pedro Cornel por medio de un renegado que se decia Gil de Alagon, supo que á lo que el rey de Mallorca se ofrecia era, que pagaria el gasto que se habia hecho en el armada y pasaje á la isla, así por el rey, como por los ricos hombres. Á eso mandó el rey que le respondiesen, que se dejase de aquellos tratos, y pensase en defenderse: porque él no entendia de pasar á Barcelona, sino por dentro de la ciudad de Mallorca, y habiendo primero conquistado aquel reino.

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