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de Cervellon, don Pedro Ahones, don Atho de Foces, ria complacer, que queria que fuese preso. Levantóse don Atorella, Pedro Perez justicia de Aragon. Es entonces en pié don Pedro, y los que estaban con el rey tá aquel lugar en un peñasco, que le ciñe casi por to- dejáron los solos, y salieron de la casa embrazando sus das partes la mar, en la costa que habitaron antigua- mantos con las espadas en las manos. Aunque era don mente los ilergaones, y por ser como isla, le pusieron Pedro de gran estatura y muy diestro en las armas este nombre y era muy famoso y conocido en las na- y valiente, y el rey de edad de diez y siete años, vegaciones de los griegos, en los lugares de la costa, queriendo echar don Pedro mano á la espada, asió entre el río Ebro y Sagunto, y por la misma causa le el rey della con tanta fuerza, que no la pudo desenllamaron en su lengua Cherchonneso. Lo que en su his- vainar: y portiando en esto, oyendo el ruido los de toria se contiene es, que para esta empresa fué muy don Pedro que estaban á caballo, apeáronse has→→ servido de don Pascual Muñoz, que habia sido priva- la cuarenta, y entrando dentro porfiaron de sacarlo de do del rey don Pedro su padre, y era de los mejores y las manos del rey, y aun con esto no podia descabumas principales de Teruel, y ofreció de dar para aque- Ilirse dél: y los del rey, que estaban en aquella casa, lla guerra los dineros que fuesen necesarios, cuanto segun en su historia se escribe, estaban mirando la bastase la facultad de su hacienda y de sus amigos, é lucha: y así los caballeros y escuderos de don Pedro hizo al rey empréstito para proveer lo necesario de le sacaron de poder del rey, y le pusieron á caballo vituallas y bastimento para la gente de guerra para y salieron con él de Burbaguena. Entonces pidió el rey tres semanas. En esta historia se dice, que cuando lle- à un caballero de Alagon, que estaba á la puerta á gó el plazo en que babian de estar juntos los ricos caballo que le decian Miguel de Aguas, que le dejase hombres del reino, no fuéron á servir al rey, sino don su caballo, y subió en él armado de su perpunte, y Blasco de Alagon que era muy principal varon, y de luego le dieron sus armas, y siguió solo á don Pedro, los muy señalados y valerosos que hubo en aquellos y tras él partió don Atho de Foces con cuatro de ca→→ tiempos, y don Artal de Luna, y don Atho de Foces, ballo, sin que hubiese tomado sus armas; y de allí y que se gastó la municion y vitualla que tenian, y á un rato cabalgaron don Blasco de Alagon y don por esta causa fué forzado el rey de hacer tregua con Artal con los suyos. Saliendo don Atho por entre unas Zeit Abuzeit rey de Valencia, con que le diese el quin- tapias por las viñas de través se reparó en el camito de las rentas de las ciudades de Valencia y Murcia, no, por esperar los caballeros que seguian al rey: y sacando los pechos, y otorgó al rey el tributo. A esto fué reconocido de la gente de don Pedro, y volviense añade en aquella historia, que despues de ha- do contra él dos caballeros, le hirieron y derribaron berse concordado la tregua con el rey de Valen- del caballo: y entretanto llegaron don Blasco y don cia, pasadas las tres semanas se salió el rey de Artal; y el rey pasó adelante con solos dos caballeTeruel y llegando á una aldea que se llama Ca- ros, que eran don Asalido de Gudal, y Domingo Lolamocha, halló allí á don Pedro Ahones con hasta se- pez de Pomar, y reconocieron á don Pedro Ahones, senta de caballo, y dijo al rey que iba á hacer entra- que iba con veinte de caballo que le seguian sin aparda en tierra de moros, con don Sancho obispo de Za- tarse dél, por una cuesta arriba, por tomar el camino ragoza su hermano: y mandóle el rey que volviese de Cutanda, que era un castillo del obispo de Zaragocon él hasta Burbaguena, diciendo que le queria ha- za su hermano. Don Blasco y don Artal le iban en el blar en presencia de algunos ricos hombres de Ara- alcance, y llegaban del cuanto un tiro de ballesta: y gon. Apeóse el rey en Burbaguena en una casa del don Pedro se hubo de recojer á un cerro con los suyos, Temple, y halláronse con él don Blasco de Alangon, y reparó en é, porque llevaba el caballo cansado. En don Artal de Luna, don Atho de Foces, don Ladron, tonces don Jimen Lopez de Riglos se apeó del suyo, y don Asalido de Gudal y don Pelegrin de Bolas: y con dióle á don Pedro para que se salvase: y como llegaba ellos se detuvo el rey con intencion, segun despues alguna gente del rey, comenzaron desde aquel recuespareció, de prender a don Pedro: porque era, á quien to á lanzar muchas piedras, defendiendo la subida. El se daba toda la culpa de la confederacion y liga que rey adelantándose de don Asalido y de Domingo Lose hizo en Alagon. Iba don Pedro armado de su per- pez de Pomar, siguió por una vereda, que era atajo punte, que era armadura defensiva, que entonces se del camino para subir á lo alto del cerro: y mientras usaba como jubon fuerte, y con su espada ceñida y defendian los de don Pedro la subida á don Blasco y á un morrion de malla, y el rey le dijo, que por su don Artal, llegó por la otra parte el rey: y siguiendo culpa principalmente y de los ricos hombres del rei por aquel camino, los suyos ganaron lo alto: y entónno, habia dejado de hacer una buena cabalgada en ces fué desamparado don Pedro de su gente, sin que tierra de moros, que era lo que él mas codiciaba, quedase con él sino un escudero que le aguardaba, que porque hasta entonces no se habia visto á las manos decian Martin Perez de Mezquita. Llegó en aquella sacon ellos, y que le fué partido hacer tregua con el rey zon contra don Pedro un caballero que se decía Sancho de Valencia, y por esta causa le rogaba y mandaba Martinez de Luna, hermano mayor de Martin Lopez de que la guardase. Escusábase don Pedro con decir que Luna, y dióle una lanzada por el lado derecho, por la le habia costado mucho á él y á su hermano el obis-escotadura del perpunte: y abrazándose con el caballo po, el aparejo que hicieron para esta entrada: y suplicaba al rey que no diese lugar que se perdiese el servicio que en ella podia dellos recibir. A esto respondió el rey que mayor seria el deservicio que recibiria, en que se quebrase la tregua, que por su culpa se habia hecho, y que queria ver si su ruego y mandamiento valian tanto con él que se dejase de aquella porfía: mas don Pedro Ahones instaba en decir que no podia dejar de seguir su viaje: y el rey le replicó, que pues en cosa de aquella calidad no le que

TOMO IV.

sintiéndose herido, dejóse caer á la otra parte. Apeóse entonces el rey que llegó de los primeros, y púsole los brazos recogiéndole, diciendo, que en mal punto fuera nacido, pues no le habia querido creer en el consejo que le daba. Estando en esto, llegó don Blasco de Alagon, y dijo al rey que le dejasen aquel leon, porque se vengarian de las sobras que le habia hecho, con ademan de quererle alancear, estando ya don Pedro herido de muerte: pero no consintió el rey que llegasen á él, diciendo que primero habia de herir á él que á don

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fué combatido, y dende a tres dias que se dió batería al castillo, un escudero que estaba dentro, movió partido al rey, que se le rendiria á cierto término, si no le venia socorro; y fué asentado, que si dentro de ocho dias no llegaba, le hubiese de rendir al rey; y con este concierto se sobreseyó el combate del castillo. Estaban con el rey sobre las Cellas, Ramon Folch, don Ro

Pedro: y mandóle poner sobre un caballo, en el cual le volvia un escudero por el camino de Burbaguena, y murió antes que allá llegase. Partióse de allí el rey para Daroca, llevando consigo el cuerpo de don Pedro en un ataud, y fué enterrado en la iglesia de Santa María de aquella villa: y al mismo tiempo que el rey se salia, hubo algun alboroto entre los de su casa que iban en su seguimiento y los de la villa, porque les dijeron al-drigo de Lizana, don Atho de Foces, don Pedro de Pogunos depuestos deshonrándolos: y fué alli herido un escudero del rey, pariente de Pelegrin de Bolas. Era don Pedro Ahones, sin ser de linaje de ricos hombres, de los mas grandes y mas poderosos del reino, y tenia la villa de Bolea y todo Sobrarbe, que el rey don Pedro le habia empeñado: y estaba apoderado, no solo de las fuerzas y castillos de la montaña, pero de algunas otras, y luego partió el rey con su gente para la villa de Bolea por cobrarla: mas cuando allá llegó, se habian puesto dentro el infante don Fernando y don Pedro Cornel, con hasta ochenta de caballo, y los de la villa tenian su voz, y estaba el castillo bien fornecido de municion y gente y vituallas, para se poder defender: y por esto el rey no se detuvo, y pasó adelante. En la fiesta de la Anunciacion del año mil doscientos veinte y cinco se comenzó á fundar la iglesia del monasterio de Roda, siendo abad Martino, que despues lo fué del monasterio de Gemundo, y habia residido en el monasterio de Junquera.

mar y don Ladron, principales en su consejo y gobier-
no; y el dia que se cumplia el plazo, fuése el rey á
Pertusa, y mandó que para otro dia siguiente estuvie-
sen á punto con sus armas y fuésen sobre las Cellas,
y lo mismo mandó á los de Berbegal y Barbastro. Es-
tando proveyendo esto en Pertusa, vieron venir por
el camino de Huesca, dos caballeros al galope muy
largo con sus lanzas y escudos, y conocieron que eran
don Pelegrin de Atrosillo y don Gil su hermano; y aguar-
dólos el rey en la iglesia de Santa María, y dieron aviso
que
el infante y don Pedro Cornel con sus gentes, y con
los consejos de Zaragoza y Huesca, iban á socorrer las
Cellas, y que los habian dejado, que emparejaban con
Vililla, y se daban prisa por llegar aquel dia. Mandó
luego el rey ensillar, no estando con él, sino solos cua-
tro caballeros, y dejó mandado al consejo de Pertusa,
que le siguiesen, y lo mismo se proveyó con los de Ber-
begal y Barbastro. Llegando á las Cellas, halló allí á
Ramon Folch y á don Guillen de Cardona su hermano,
y a don Rodrigo de Lizana; y estos ricos hombres con
los caballeros del rey, eran hasta ochenta de cabalio,
y mandólos el rey armar y estar á punto de batalla;
y don Pedro de Pomar, que era caballero anciano de
la casa del rey, y principal en su consejo, visto la poca
gente que tenia, y que no eran parte para resistir á
las gentes del infante, dijo al rey, que tomase lo alto
de un cerro muy enriscado que allí habia, donde se
pudiese defender, hasta que llegasen á socorrerle las
compañías de algunas villas que esperaba. Mas el rey le
respondió con gran ánimo, diciendo: don Pedro yo
soy rey de Aragon, y estos que son mis súbditos y na-
turales, vienen como no deben contra su señor sin de-
recho y razon; creed, que no dejaré la villa, sino mu-
riendo en el campo, ó quedando vencedor, y por esta
vez no acuerdo de seguir vuestro consejo. Así estuvo
con gran corazon animando á los suyos, esperando en
el campo al infante y su gente, y no pareciendo aquel
dia, se le rindió el castillo de las Cellas. Despues que
el rey tomó las Cellas, volvióse á Pertusa, á donde vino
Espargo, arzobispo de Tarragona, por reducir al infante
y ricos hombres de su parcialidad al servicio del rey,
Anduvo este prelado, que tenia gran autoridad, y era
muy deudo del rey,tratando entre ellos de algunos me-
dios de paz; pero no se pudo por entonces concluir,
porque pedian cosas, que decia el rey ser en gran dis-
minucion de su señorío. Los de Huesca, como fueron
ganadas las Cellas, hablaron con Martin de Perexolo,
merino del rey en aquella ciudad, y con otros que de-
seaban su servicio, para que le avisasen, que si allá
iba, ó se acercaba á Huesca, obedecerian sus manda-
mientos; y por esta causa partió sin compañía de hom-
bres de armas, ni gente de guerra, porque no se alte-
rasen dello. Salieron á recibirle hasta veinte de los
principales de aquella ciudad, á Santa María de Salas,
y habló con ellos, graciosa y amorosamente, diciendo
el deseo que tenia de hacerles bien y merced. Supli-

CAP. LXXXI.-De la guerra que el rey hizo en los lugares que tenian la voz del infante don Fernando. Entretanto que el rey iba contra los lugares de SoBrarbe y Ribagorza, que se tenian por don Pedro Ahones, levantáronse las ciudades y villas de Aragon, tomando la voz del infante don Fernando y de don Pedro Cornel con su parcialidad, sino fué la villa de Calatayud; y enviaron por don Guillen de Moncada, y vino á Aragon con toda la gente que pudo juntar. Por esta causa, anté todas cosas convino al rey, que bajase de la montaña, y vínose para Almudevar, á donde estuvo tres semanas, de allí se pasó á Pertusa, y llegó á su servicio Ramon Folch, vizconde de Cardona, con don Guillen de Cardona su hermano, y hasta sesenta de caballo. Allí proveyó el rey, que estuviesen en Alagon, en frontera contra Zaragoza, don Blasco de Alagon y don Arta! de Luna; y quedaron con el de Aragon, don Atho de Foces, don Rodrigo de Lizana y don Ladron. En aquella sazon el obispo don Sancho Ahones en venganza de la muerte de su hermano don Pedro, habia ayuntado mucha gente de su parcialidad, y con ella salió de noche de Zaragoza contra la villa de Alcubierre, y tomaron el lugar, y fué puesto por su gente á saco esto era en cuaresma, y el obispo, segun en la historia se escribe, absolvia á su gente á culpa y á pena de los daños que bacian; y dábales licencia que pudiesen comer carne, y concedíales otras indulgencias. Salieron otra vez los de Zaragoza con su hueste, y fuéronse á poner junto al Castellar, pero don Blasco y don Artal de Luna, que estaban en Alagon, salieron contra ellos y pasaron à Ebro, y acometiéronlos muy de sobresalto en la sierra que está junto al Castellar; y fueron los de Zaragoza vencidos, y quedaron entre muertos y presos hasta trescientos en el campo. El rey estando en Pertusa, mandó labrar algunas máquínas y trabucos, movió con Ramon Folch y sus gentes para cercar á Ponzano, y muy en breve fué gá-cáronle, que entrase en la ciudad, porque en ella le nado. De allí partió á las Cellas, junto á Pertusa, y asentándose los trabucos y máquinas contra el lugar,

servirian como eran obligados á su señor natural. Iban con el rey, de los ricos hombres, don Rodrigo de Li

zana y don Blasco Maza; y de los caballeros mesnaderos de su casa, don Asalido de Gudal, y don Pelegrin de Bolas, que hacia el oficio de mayordomo por don Atho de Foces y Sancho Perez de Pomnar. Aquel dia fué recibido en son de fiesta, y regocijo de la gente popular; pero la noche siguiente se pusieron en armas, y fueron alborotando el pueblo, y llegaron ante las puertas de palacio hasta cien hombres armados, y estuvieron haciendo la guarda toda la noche, y aunque el rey lo entendió de un su portero, que se llamaba Guillen de Dacan, no se curó dello. Otro dia de mañana, por aquel alboroto mandó el rey que se ayuntase el consejo de la ciudad delante del palacio y de las casas de Montaragon, á donde concurrió mucha gente; y estando á caballo les dijo, que bien sabian que era su rey y señor natural, y estos dos señoríos de rey y naturaleza le pertenecian legitimamente. El reino por posesion y poderío real, y la naturaleza por derecha sucesion heredada de sus mayores, y decia que esta era tan antigua, que con él habian reinado en Aragon catorce reyes, de quien él descendia desde el rey Iñigo Arista, que fué el primero que fundó el reino en las montañas de Aragon y Sobrarbe; y que cuanto de mas antiguo dependia la naturaleza entre él y sus súbditos, tanto mas les obligaba á este reconocimiento, que era mas estrecho vínculo que parentesco, pues este por tiempo se deshace y la naturaleza por mayor discurso de siglos obliga mas y tiene mayores fuerzas. Por esto decia, que deseaba el sosiego y buen estado del reino y que fuesen mejorados en los fueros y costumbres que sus predecesores les habian concedido, y no debian andar en asonadas ni en armas, ni era razon que él se hubiese de recelar dellos, pues confiando de su fidelidad, se vino á aquella ciudad, porque tenia voluntad de la conservar y tener en su amor y servicio. A esto respondieron que le agradecian mucho lo que les habia dicho y que el consejo habria su acuerdo, y entráronse en las casas de Montarangon, y estuvieron dentro por gran espacio. Estando deliberando lo que le respondenado en la iglesia de Santa María, siendo de edad de rian con maña de los que procuraban estorbar el servicio del rey y el sosiego de aquella ciudad, publicaron que Ramon Folch, y las gentes del rey, que estaban en el campo, venían á gran furia contra la ciudad y queriéndose levantar, fueron asegurados por el rey y tornaron á su acuerdo; pero estando sus ánimos muy alterados, no tomaron resolucion de responderle, y partiéronse todos de aquel consejo y entróse el rey en palacio, y con él don Rodrigo de Lizana, don Blasco Maza, don Asalido de Gudal, y Rabaza, que era su secretario. Esto era por el mes de marzo y fueron entónces á Huesca don Bernardo Guillen tio del rey, y don Ramon de Mompeller su hermano, y Lope Jimenez de Luesia: y comenzóse entonces otra vez á alterar el pueblo y poner en armas para detener al rey, y pusieron cadenas por las calles y mandaron cerrar las puertas de la ciudad; y el rey que entendió el furor y alteracion de la gente popular, por mas asegurarlos, que no pensaba partirse, ordenó que se hiciese mayor provision de la que solía, porque entendiesen que derminaba coTher en la ciudad, y entretanto mandó que le trujesen su caballo, y vistióse su loriga y perpunte y sus armas, y púsose á caballo, é iban con él don Rodrigo y don Blasco, y no eran sino cinco de caballo y bajaron hácia la puerta, por donde se sale à la Isuela, camino de Bolea, y hallaron cerrada la puerta de la ciudad; pero fué tan repentinamente, que no habiendo llegado gente á la guarda, amenazando el rey al portero, pu

dieron abrirla los escuderos del rey y estuvo allí espe-
rando toda la gente de caballo que consigo tenia, y to
mó el camino de la Isuela abajo y salieron á recibir al
rey el vizconde de Cardona y don Guillen su hermano,
y don Atho de Foces mayordomo del reino, con toda
la otra gente, y con ellos se fué el rey á Pertusa. En este
año que fué del nacimiento de nuestro Redentor de
mil doscientos veinte y seis, por el mes de marzo, mu-
rió el papa Honorio y sucedió en su lugar Gregorio
noveno, y Luis rey de Francia tuvo cercada la ciudad
de Aviñon, que estaba inficionada de la herejía de los
albigenses; y habiéndose ganado por combate mandó
derribar sus muros, y entonces se acabó de extirpar
aquella herejía; y fué muerto el conde Guido de Mon-
forte, hermano del conde Simon de Monforte de una
saeta, en un lugar del condado de Tolosa. Volviendo
desta guerra el rey de Francia, adoleció en Mompen-
sier, y murió allí de la dolencia, y Luis que era hijo
mayor, sucedió en el reino, y don Alonso que despues
fué conde de Putiers, casó con única hija de Ramon
último conde de Tolosa, y sucedió en aquel estado, y
era prima hermana del rey don Jaime, hija de doña
Sancha hermana del rey don Pedro su padre. Dejó el
rey de Francia otros dos hijos, á Roberto, que fué con-
de de Ras y Picardía, y à Carlos, que fué duque de
Angeus y conde de la Proenza, y el primero de aquella
casa, que fué rey de Sicilia, de quien sucedieron los
que despues reinaron en Nápoles y los de la casa de Pu-
razo. En Castilla despues de la muerte del rey don En-
rique, hubo grandes movimientos de guerra, parte
emprendida por los ricos hombres de ella, parte por
causa del rey de Leon; y procuraba la reina doña Be-
renguela, que los ricos hombres y pueblos de Castilla
jurasen al infante don Fernando su hijo por rey, y le
amparasen contra sus enemigos, y con gran consejo y
cordura lo acabó con ellos, y mandó llamar á cortes
á los de Estremadura y Castilla, para la villa de Va-
lladolid, à donde fué su hijo jurado por rey, y coro-

diez y ocho años; y comenzó á prevalecer la voz y par-
tido del rey don Fernando, y fué casado con doña Bea-
triz, bija del emperador Filipo, hermano del empera-
dor Enrico, que fué muerto por el conde Palatino, y
de María Irene su mujer, que fué hija del emperador
Isacio Angelo, que sucedió en el imperio de Constan-
tinopla á Andrónico Comneno. Habia sido casada pri-
mero esta María Irene, segun parece por las historias
de Sicilia, con un hijo del rey Tancredo; la cual en la
historia del arzobispo don Rodrigo se llamó María; y
estando esta princesa con el emperador Federico su
primo, rey de Sicilia, la envió muy acompañada á
Castilla, y celebraron sus bodas en Burgos.
CAP. LXXXII.-De la concordia que el rey trató entre
Ramon Folch, vizconde de Cardona y los de su bando,
y don Guillen de Moncada, vizconde de Bearne, y en-
tre el infante don Fernando y don Nuño Sanchez.
Procuró el rey, para remediar las alteraciones del
reino, y reducir al infante don Fernando á su servi-
cio, y á los ricos hombres de Aragon y Cataluña, que
seguian su parcialidad, de concordar las diferencias que
don Ramou Folch, vizconde de Cardona, y los de su
bando traian con don Guillen de Moncada, vizconde
de Bearne, y los de la otra parte, porque sin esto pa-
recia imposible que se apaciguasen las cosas de Ara-
gon, y la contienda que habia entre el infante don Fer-
nando y don Nuño Sanchez. Entendieron en concor-

don Fernando, y sosegar las alteraciones del reino.

CAP. LXXXIII.-De la confederacion que entre si hicieron las ciudades de Zaragoza, Jaca y Huesca.

Estaba todo el reino por este tiempo en tanta turbacion y escándalo, que no habia mas justicia en él, de cuanto prevalecian la armas siguiendo unos la parte del rey, y otros la del infante don Fernando, que se favorecia de las ciudades de Zaragoza, Huesca y Jaca. Con esta ocasion de tanta rotura, los consejos y vecinos destas ciudades, hicieron entre sí muy estrecha confederacion, atendida la turbacion grande del reino, y los daños y robos y homicidios y otros muy grandes insultos que se cometian; y para evitar tanto mal, porque pudiesen vivir en alguna seguridad y pacíficamente, trataron de unirse y confederarse en una perpetua amistad y paz. Juntáronse en Jaca los procuradores destas ciudades, y á trece del mes de noviembre deste año de mil doscientos veinte y seis, determinaron de unirse y valerse con todo su poder, contra cualesquiera personas, salvando en todo el derecho y fidelidad que debian al rey y á la reina, obligándose con juramentos y homenajes, que no se pudiesen apartar desta amistad, ni absolverse de aquella jura por ninguna causa, antes se conservase siempre entre ellos esta concordia y union, y entre sus sucesores; y juraron de lo cumplir todos los vecinos, desde siete años arriba, so pena de perjuros y traidores á fuero de Aragon, y declarando que no pudiesen salvar su fé en corte, ni fuera della. Por esto dió el rey gran priesa en poner en orden sus gentes, entendiendo, que aque la confederacion se hacia por la parte que seguia al infante, y que no solo se conjuraban para su defensa, sino para poder ofender.

darlas Espargo arzobispo de Tarragona, y algunos ricos
hombres; y finalmente el vizconde de Cardona y don
Guillen de Cardona su hermano, don Pedro de Cervera
y don Pedro de Granana, Berenguer de Portella, y don
Dalmao de Timor, en su nombre, y de don Nuño San-
chez, y de los de su valía, que eran don Guillen de An-
glesola y sus hijos, Berenguer de Puchert y sus hijos,
Arnaldo de Timor, don Berenguer de Eril, Guerao Ala-
man, Ponce de Santa Fé, Berenguer de Villafranca, Ra-
mon de Ribellas, y Ramon y Gombal de Ribellas sus
hijos, Ugo de Mataplana, Pedro de Berga, Guillen de
Guardia, Galcerán de Pinos, Berenguer de Anglesola,
y por sus parientes y vasallos remitieron todas las
querellas y daños que hasta allí habian recibido en la
guerra que tenian con don Guillen de Moncada y con
los barones y caballeros de su parcialidad, que eran
estos, don Guillen de Cervellon y Guerao de Cervellon
su hijo, Guillen de Claramonte, Ramon Alaman, don
Guillen de Cervera, Arnaldo de Castelbó, don Ra-
mon de Moncada y don Ramon de Cervera, Ugo
conde de Ampurias, Ponce Guillen, Bernardo Ugo de
Serralonga, el conde de Pallás, Bernardo de Portella,
Guerao de Aguilon, Ramon de Belloc y otros caballeros.
Esto fué á veinte y tres del mes de mayo deste año, y el
vizconde de Cardona y su hermano, y aquellos caba-
lleros en su nombre, y los de su bando concedieron á la
otra parte treguas por diez años continuos, y pusieron
en rehenes los castillos y villas de Alcarraz, Momblanc,
Tamarit y Terraza y Pontons, que el vizconde de Car-
dona y su hermano tenian en feudo por el rey, y otros
castillos en poder de algunos caballeros de la parte con-
traria, y cinco rehenes, que fueron Guillen de Berga,
Ramon de Cardona, hijo del vizconde de Cardona, Pedro
de Queralt, hijo de Arnaldo de Timor, Guerao de Gra❤
nana, hijo de Pedro de Granana, que habian de estar en
poder de don Ramon de Cervera, y el quinto fué Guillen
de Anglesola, hijo de don Guillen de Anglesola, que se
habia de entregar á don Guillen de Cervera. Pusieron
estas rehenes con tal condicion, que guardándole aquella
concordia, en fin del primer año restituyesen uno de los
castillos, y uno de los caballeros que se ponian en rehe-
pes, y así sucesivamente en el segundo, tercero y cuarto
año, y en fin del quinto quedaban libres todos los casti-
llos y rehenes; y en caso que dentro destos cinco años se
contraviniese á lo concordado, y matasen alguno de los
caballeros de la parte del vizconde de Bearne, los casti-
llos y rehenes eran perdidos de tal manera, que los
castillos que tenian en feudo volvian á la corona real,
exceptuando el feudo de Pontons de Guillen de Odena,
que habia de entregarse á don Guillen de Moncada; y
los castillos que eran de patrimonio se habian de re-
partir entre el vizconde de Bearne, y los barones de
su bando. Entonces se revocaron por el vizconde de Car-
dona, y por los caballeros de su parcialidad, los jura-
mentos y homenajes y posturas que tenian con el rey y
con don Nuño, contra don Guillen de Moncada, y los de
aquel puesto; y dieron por libres al rey y á don Nuño
de las convenciones y pactos que entre sí tenian; y tam-
bien prometió el vizconde de Cardona, que no ayuda-
ria á Berenguer de Puchert en la guerra que tenian con
Ramon Alaman, queriendo estar á derecho su adversa-
rio sobre la pretension que tenia de Montagudo, y hi-
cieron el vizconde y los otros caballeros de su valía
homenaje al rey, segun la costumbre de Catalu-
ña, y á don Guillen de Moncada, por él y los de su
bando hicieron homenaje segun fuero de Aragon. Con
esto fue mas fácil al rey reducir á su servicio al infante

CAP. LXXXIV.-De las vistas que tuvo el rey con el infante don Fernando y con don Guillen de Moncada, vizconde de Bearne, y como comprometieron sus diferencias.

Anduvo el rey monteando la mayor parte del invierno, y estando en Alfamen, á trece del mes de diciembre deste año, se juntaron con él para acabar de apaciguar las diferencias y alteraciones del reino, don Blasco de Alagon, don Lope Ferrench de Luna, don García Pardo, Ramon Folch vizconde de Cardona, don Guillen de Anglesola, don Guerao Alaman, don Ladrón, don Guillen de Cardona, Pedro Perez, justicia de Aragon, Pedro Sese, y Pedro de Meitat. Con este acuerdo, se fué el rey á Pertusa, y el infante don Fernando y don Guillen de Moncada y don Pedro Cornel que vinieron á Huesca á tratar de reducirse al servicio del rey, enviaron á decirle, que se irian para él, significándole que les pesaba de haberle errado en lo pasado; y concertaron de verse en la sierra, que está sobre Alcalá, adonde se ordenó, que fuése el rey cou siete de los ricos hombres y de su consejo; y de la parte del infante otros seis ó siete, diciendo que bien holgaran de ir ante él á Pertusa, si no se recelaran, que alguna persona no alterase la gente, ó moviese pelea contra ellos; pero que irian como vasallos debian ir ante su señor, y concertaron las vistas. Fuéron con el rey, Ramon Folch vizconde de Cardona y don Guillen de Cardona su hermano, don Atho de Foces, don Rodrigo de Lizana, don Ladron hijo de don Pedro Ladron, que era segun se escribe en la historia del rey, de gran linaje, don Asalido de Gudal, y otro caballero que no nombra, y don Pelegrin de Bolas. Con el infante don

Fernando, fuéron don Guillen de Moncada, vizconde de Bearne, don Pedro Cornel, Hernan Perez de Pina y otros caballeros que no se nombran. Hecha reverencia al rey, toda la plática se resolvió, en pedir perdon de lo pasado, suplicando al rey le recibiese en su merced, pues era su tio, y tenia deseo de le servir; y que asimismo hiciese merced a don Guillen de Moncada; pues ningun rey de España tenia tan principal vasallo. Don Guillen habló al rey con grande humildad, diciendo que ninguno mejor que el rey sabia el deudo que los de su linaje tenian con los condes de Barcelona, que habian fundado su casa, y que él tenia mas que los pasados, pues era señor de la riqueza de Bearne y de Gascuña, que se habia de emplear en su servicio. Que pensaba que el rey entendia que aquello que se habia hecho, era por su servicio y honor; pero pues veian que no se tenia por ello servido, se hallaba engañado, y le pedia perdon de su yerro; y suplicaba perdonase á los caballeros que le habian seguido, y prometió que en ningun tiempo no le moveria guerra, porque le tenia por tan excelente príncipe, que ni á él ni á sus amigos se haria agravio; y cuando le recibiesen, esperaba que con sus servicios se reduciria en su buena gracia y amor, y que esta voluntad le debia ser admitida. Respondió el rey, que tendria sobre ello su consejo, y apartándose con aquellos ricos hombres y caballeros que llevaba consigo, fueron todos de parecer, que los recibiese, en su servicio. Desde entonces se admitieron en la obediencia del rey, y él se partió para Alcalá, y estuvieron allí con el rey en fin de marzo del año de mil doscientos veinte y siete el arzobispo de Tarragona, el obispo de Lérida y fray Francisco de Mompesat, maestre del Temple, don Rodrigo de Lizana, Vallés de Vergua, el vizconde de Cardona y don Guillen de Cardona, don Guerao Alaman, don Berenguer de Eril, Sancho Duerta y Pedro de Pomar. La diferencia se puso en estos medios, que el rey pretendia que el infante su tio, y don Sancho obispo de Zaragoza, en su nombre y de doña Sancha Perez, mujer de don Pedro Ahones y don Pedro Cornel y don Pedro Jordan y don Atorella, se habian conjurado como no debian, y confederado en su perjuicio y queria que se deshiciesen aquellas juras, y habia gran diferencia sobre los daños que se hicieron de ambas partes, porque se pedia la enmienda y satis faccion dellos. Tambien habia gran contienda por la restitucion de los castillos que el rey por su autoridad habia tomado despues de la muerte de don Pedro Ahones, y pedia el obispo su hermano, que ante todas cosas se restituyesen, y cierta suma de dinero que él debia a don Pedro, por la cual tenia obligados ciertos castillos. Finalmente por bien de concordia pusieron todas sus diferencias libremente en manos del arzobispo de Tarragona, y del obispo de Lérida y del maestre del Temple; y el rey y aquellos caballeros hicieron pleito homenaje, á lo que los tres en conformidad determinasen, Habido consejo con muchas personas, el último dia de marzo del mismo año revocaron y anularon todas las confederaciones y conjuraciones que se hicieron por esta causa entre caballeros y ciudadanos, y entre caballeros y caballeros; y mandaron que se entregasen al rey los instrumentos y que el infante don Fernando hiciese homenaje al rey y le prestase juramento de fidelidad, y el rey le honrase como á su tio, y le señalase treinta caballerías, y no se las pudiese quitar dentro de un año, haciendo él el servicio que era obligado al rey segun fuero de Aragon, y le perdonase

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cualquier enojo y rencor que contra él tuviese y jurase el rey, que el infante de allí adelante se podria confiar dél. De la misma manera declararon que el rey honrase y tratase benignamente al obispo de Zaragoza y á sus parientes y recibiese en su amparo su iglesia y obispado, y las cosas que le pertenecian, y le defendiese contra cualesquier personas y le perdonase, y que los castillos y villas que don Pedro Ahones tenia del rey para durante su vida, se restituyesen á la corona dentro de diez dias, y de las que por juro de heredad eran de don Pedro, quedase su derecho á salvo al obispo, y le pagasen las deudas que el rey debia á don Pedro y á don Pedro Jordan. Entraban en el perdon don Pedro Cornel, don Atorella y don Pedro Jordan y los otros caballeros que habian seguido la parcialidad del infante, y pusiéronse en libertad los prisioneros de ambas partes, y restituyéronse los castillos de Castro, San Medir, Angues, Junzano y Santa Olalla y otros que se habian ocupado en esta guerra, reservando el castillo de las Cellas. Tambien declararon estos jueces, que el rey por su parte y jurisdiccion, diese firmes treguas á todos los caballeros del reino de Aragon, hasta un año, y mas por diez dias. Seguian en esta sazon entre otros muy señalados ricos hombres el servicio del rey, don Artal de Luna, que tenia entonces en tercería por los reyes de Aragon y Castilla, la villa de Borja, y dos ricos hombres que el uno se decia don Pedro Garces de Aguilar, de la órden de Calatrava, que se llamaba señor de Alcañiz de la Frontera, y don Garci Perez de Aguilar, señor de Roda de la ribera de Jalon. Teniendo el rey asegurado en su servicio al infante don Fernando su tio, y los ricos hombres que lo seguian, propuso de castigar á los que pusieron en armas las ciudades de Zaragoza, Huesca, y Jaca, y sus consejos, por las confederaciones y juras que entre sí hicieron, siguiendo la voz de! infante, que pretendia el rey haberse hecho en perjuicio del señorío y dignidad real; y deseando estas ciudades someterse á su obediencia, nombró la ciudad de Zaragoza, con poder bastante á Ramon Gascon, Bartolomé Iter, Bruno de Tarba, Aznar Bacher y Bartolomé Tarin jurados, y otras personas en nombre de todo el consejo; y las ciudades de Jaca y Huesca enviaron sus procuradores y prometieron en mano de los mismos Espargo arzobispo de Tarragona, y del obispo de Lérida y del maestre del Temple, debajo de homenajes y sacramentos, que obedecerian y cumplirian lo que el rey de consejo y acuerdo de los tres ordenase; y habido su parecer el primero de abril de mil doscientos veinte y siete se revocaron las confederaciones y juras que habian hecho hasta aquel dia, y fué declarado, que hiciesen homenaje corporal al rey por sí y sus consejos, y perdonasen los daños é injurias que habian recibido de la gente del rey, durante las alteraciones pasadas, y volviesen los prisioneros, y bienes que dellos tenian ocupados, y así lo ofrecieron y juraron, y mandó el rey poner en libertad los prisioneros que estaban en poder de los suyos. Entónces volvió a confirmar el rey los privilegios, fueros, usos y costumbres, que sus predecesores concedieron á estas ciudades, y de allí partió para Lérida. En este año, por el mes de febrero y marzo, hubo muy gran carestía y hambre en la ciudad de Barcelona, y en otros muchos lugares de Cataluña, y llegó á valer la cuartera del trigo á cincuenta y seis sueldos, y padecian la necesidad y trabajo que suelen sostener los lugares cercados de sus enemigos.

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