Imágenes de página
PDF
ePub

el cuadro de la conquista de Nueva España hasta el fallecimiento de Cortés; en lo cual se advierten dos ventajas: la primera presentar el conjunto de las hazañas y disgustos de ese héroe memorable; y la segunda ahorrar á los lectores la enojosa fatiga de acudir á las crónicas para llenar ese vacío que dejó Solís, y que Robertson tampoco cuidó de suplir en su historia de América. Ocioso será decir que en el resúmen histórico que sigue al cuerpo de la obra, no se han tenido presentes las pretensiones de historiador : lejos de eso tan solo se ha cuidado de presentar con sencillez, laconismo y brevedad, los sucesos mas notables de ese período político y militar de Hernan Cortés: porque de otro modo lo oscuro y dudoso de cuanto refieren los coronistas hubiera hecho necesario un trabajo crítico muy detenido, tan solo digno de una historia estensa y concienzuda de aquella célebre conquista, trabajo ímprobo para el cual son harto débiles nuestros hombres.

Manifestados con imparcialidad los principales defectos de que adolece la obra de Solís, como historia; y templada la ágria censura que de ella hace Mr. Robertson; réstanos únicamente disculpar á nuestro autor del ciego entusiasmo que en él se descubre á favor del héroe de su poema: entusiasmo que segun dijimos anteriormente, puede considerarse como único orígen de los errores históricos de su obra. De todos los aventureros que se arrojaron á probar fortuna en las espediciones al nuevo continente, fue sin duda Hernan Cortés uno de los mas admirables por la elevacion de sus pensamientos, por la rectitud de sus ideas, por su generoso desprendimiento, por su piadoso celo y hasta por los rasgos de humanidad que en él resplandecen durante el curso de sus conquistas; sin que esa prenda quede oscurecida por algunos rasgos inevitables de severidad de que le han acusado los estrangeros con sobrada acrimonia, valiéndose de las piadosas declamaciones de Fr. Bartolomé de las Casas, y del enojo implacable del italiano Benzoni. Tan valiente como caballero, supo con su denuedo y prudencia llevar á cabo una empresa colosal, falto de los recursos materiales que para verificarlo eran indispensables; y leal á su patria y á su rey, aumentó el poder y riqueza de la primera añadiendo una joya de gran precio á la diadema del segundo, al mismo tiempo que resistía con generosa nobleza las sugestiones de algunos que le aconsejaban la emancipacion. Sin embargo, ni sus relevantes prendas, ni la pureza de sus intenciones, ni el haber dado repetidas pruebas de que solo tenia por móvil de sus acciones la noble ambicion de acrecentar la gloria de su pais trayendo á su obediencia y al conocimiento de la religion católica multitud de pueblos entregados á los errores de la idolatría, nada pudo salvarle de la borrasca que el brillo mismo de su nombre atraia sobre su cabeza. En vano habia conquistado con sus hazañas el aprecio y distinciones con que en un principio le honrára Cárlos V : en vano habia hecho enmudecer á los mas encarnizados enemigos de su gloria haciendo honroso alarde de sus hondas cicatrices recibidas en cien combates, de los tesoros arrancados al nuevo continente, y de la franqueza y tranquila confianza con que él mismo se presentó en la corte á dar cuenta de sus acciones; los cortesanos, plantas parásitas que viven del jugo de las mas lozanas y frondosas, lograron desviar del héroe la confianza de su príncipe y privarle del único amparo que le pusiera en su vejez á cubierto de los tiros de la envidia. Escrito estaba que habia de bajar al sepulcro de igual manera que Cristóbal Colon, devorado en silencio por el amargo desconsuelo de recibir los desdenes de la ingratitud

por premio de sus inmensos sacrificios. Pero Colon y Cortés fueron dos grandes hombres; y Juan Rodriguez de Fonseca que de la mitra de Badajoz pasó á ceñirse la de Burgos, sin dejar la presidencia del Consejo de Indias, no podia menos de mirar con recelo á unos hombres temibles á su poder por su opinion y grandeza: era necesario para su propio sosiego hundirlos en la nada, y los hundió: hazaña con que á un mismo tiempo ensalzó la gloriosa memoria de sus víctimas y su propio desdoro ante el severo tribunal de la posteridad.

A la vista de este cuadro que por no parecer difusos hemos reducido á las mas diminutas proporciones, no parecerá estraño que un Solís amante de los hombres eminentes, celoso de la gloria de su pais, y en ocasion de dar el debido tributo de gratitud nacional á la memoria del héroe de Nueva España, se olvidase por un momento de los deberes de historiador para usar de las prerogativas de poeta, y se propusiese levantar un monumento de gloria al denodado guerrero que despues de haber sometido aquellas estensas regiones al cetro de Castilla, volvió á su patria para acabar sus dias en la oscuridad y el abandono.

Concluiremos, pues, haciendo una indicacion que en nuestro dictámen debe tenerse muy en cuenta al juzgar la obra de Solís. Cuando este escribia no eran desconocidas las buenas máximas por las cuales debe guiarse el historiador; y de ello nos dá una prueba en su mismo prólogo ó introduccion. Pero al mismo tiempo prevalecian en el gusto dominante de los eruditos las formas usadas por los historiadores latinos, y á ellas hubo de acomodarse Solís. La condicion de obligarse los escritores á dar razon circunstanciada de los usos, leyes, costumbres, religion, comercio, ciencias, artes y literatura de los pueblos, no se introdujo en Europa hasta que Voltaire dió el ejemplo de ese modo de escribir la historia, bajo un estilo fácil, breve y elegante en su Siglo de Luis XIV. Y rigurosamente hablando puede decirse que hasta entonces no era la crítica el arma de mas pujanza en manos de los historiadores, ni la sensatez y cordura el fundamento de sus juicios: examínense las historias escritas en Europa hasta principiar el último tercio del siglo XVII, y no se pondrá en duda esta asercion. Solís, por consiguiente no está en el caso de ser juzgado por las mismas leyes que observaron Robertson y demas historiadores del siglo pasado, puesto que para él fueron desconocidas. Por último repetiremos nuevamente que Solís mas que historiador es un poeta que se propuso levantar un trofeo de perpétua gloria al conquistador de Méjico, no sin la agradable lisonja de que tal vez al lado del nombre de Cortés se leyese con aplauso en la posteridad el de su ilustrado panegirista.

JOSÉ DE LA REVILLA.

VIDA

DE DON ANTONIO DE SOLIS,

ESCRITA

POR DON GREGORIO MAYANS Y SISCAR.

Uno de los varones mas esclarecidos que han ilustrado la nobilísima ciudad de Alcalá de Henares fue don Antonio de Solís y Rivadeneira. Nació en ella, y fue bautizado en la iglesia magistral dia veinte y ocho de octubre del año de Jesucristo Señor nuestro mil seiscientos y diez. Debió esta dicha Alcalá al licenciado Juan Gerónimo de Solís Ordoñez, y á doña Ana María de Rivadeneira, sus padres; natural aquel de Albalate de las Nogueras, y esta de Toledo.

Luego que don Antonio pudo dar algunas muestras de su gran ingenio, llenó de firmes esperanzas el corazon de sus padres, y de espectacion á todos los que le lograron tratar. Descubria un ánimo capaz de grandes virtudes, un agudísimo ingenio y un juicio superior á su tierna edad. Costábale tan poco hablar discretamente, como proferir las palabras. Cualquiera que le dijeran era proporcionado eslabon para que centellease gracias y brillantes dichos aquel admirable entendimiento; y como esto es gracia natural que no se adquiere con arte ó industria alguna, causaba admiracion estraña á sus mismos maestros, á quienes, aun siendo enseñado, restituia con usuras otra superior enseñanza, de que lograban ellos ser oyentes, mas no discípulos. Luego aprendió don Antonio á leer y escribir luego supo latin. Iba á pasos largos aquel gran ingenio. Aplicóse al conocimiento y práctica de la retórica, como quien conocia muy bien que es el guardaropa de los adornos del entendimiento humano. De la filosofía solo quiso aprender la dialéctica, llave maestra de todas las otras ciencias. Contentóse con ella, quizá porque en aquellos tiempos (como con daño público frecuentísimamente sucede hoy) se enredarian los ingenios con sofisterías inútiles, sin penetrar de lindes adentro en la filosofía natural, que tanto importa para la sociedad humana y para levantar el entendimiento al conocimiento de Dios.

:

No pareció á don Antonio terreno muy á propósito para las creces de su ingenio su propia patria. Se trasplantó en Salamanca, ciudad fecunda de varones grandes. Estudió allí ambos derechos con mediano progreso. Empleaba todos sus ócios en la poesía española. Incitábanle á este divino estudio su natural inclinacion, y la competencia noble de muchísimos ingenios que ilustraron entonces esta arte, que se precia de tener su origen del cielo. Aplicaba á ella de tal modo todas sus potencias, que se podia decir que nunca estaba tan ocupado como cuando mas ocioso. Solos diez y siete años tenia cuando compuso en Salamanca una comedia intitulada Amor y obligacion.

Concluyó los cursos de las ciencias mayores; pero no dejó de estudiar dejó unas ciencias por otras; pero no la vereda de la sabiduría cristiana. Luego que se vió en edad de veinte y seis años, y consideró la importancia de la filosofía moral, sin cuyo conocimiento nadie debe pensar que sabe, se dedicó á ella con mucho estudio. Logró muy presto ser filósofo, adquiriendo un rico caudal de sentencias gravísimas y máximas políticas, con que enriqueció su conversacion y escritos; siendo tanta la copia que hay esparcida en estos de preciosísimos dichos, que los cortesanos atentos los van recogiendo para adornar con ellos su conversacion como con riquísimas perlas.

De los estudios de don Antonio resultó en él un sencillo trato como de verdadero filósofo, y un agrado suavísimo digno de tan agudo poeta. La seriedad filosófica y la amenidad poética le hicieron capaz de emprender cualquier asunto, ó bien atado ó suelto : felicidad concedida á Horacio y á muy pocos mas, que supieron escribir en prosa sin acordarse de la poesía, y en verso sin acordarse de la prosa.

A un tan insigne varon, en uno y otro estilo, faltaba solamente un buen Mecenas : hallóle digno de sí en el conde de Oropesa don Duarte de Toledo y Portugal, de quien fue secretario siendo virey de Navarra, y despues de Valencia. En aquel empleo mostró su habilidad: dió en él á entender que sabia escribir con propiedad y sencillez destreza que hoy se echa menos en muchos secretarios, cuyos señores (ojalá no fuese así) ignorantemente felices, tienen por suma dicha una buena letra, aunque sea sin la substancia de un buen juicio perfeccionado con el estudio y arte. No es el oficio de secretario de pintar letras. Si fuese así, los impresores serían los mas aventajados secretarios. Pide este empleo un ingenio velozmente capaz, que sin gastar el tiempo perezosamente meditando, sepa fácilmente acertar; que con libertad proponga y esfuerce la razon á su dueño; sin contumacia ceda; sin repugnancia obedezca; y últimamente que escriba con claridad, pureza, brevedad, eficacia, discrecion y agrado. Tal era don Antonio, y tales podrán hallarlos hoy y en todos tiempos los que como el conde los busquen y los sepan apreciar debidamente.

El rey don Felipe IV le hizo merced de oficial de la secretaría de estado y de su secretario: agradeció y admitió tan grande honra; pero la trasladó luego á un allegado suyo sin disgustar al rey. Despues la reina madre le repitió la misma merced en el año de mil seiscientos y sesenta y uno; le añadió la de ser cronista mayor de las Indias por muerte de Antonio de Leon Pinelo, escritor docto y de amenísimo ingenio.

[ocr errors]

Tuvo muchas ocasiones de parecer feliz; mas no logró alguna, ó por el genio filosófico, que naturalmente desestima lo que el mundo aprecia, ó por aquella casi general desgracia de estar condenados los poetas á una miserable vida : de suerte que aquella ciencia parece ser antipoda de la dicha humana. Así en una carta dice : « Las angustias del tiempo me han obligado á deshacerme del coche, » y comerme las mulas á fuer de sitiado. » En otra escribe así : «Yo, amigo, no estoy en estado de salir en coche á la calle, porque tengo muchos acreedores que harán reparo en mí si me ven con » zapatos nuevos. Si Dios trae con bien la flota, podré pensar en la » restitucion del coche : agora solo en comer. » En otra dice á don Alonso Carnero, su grande amigo: «A Vd. se debe la (historia) de » la Nueva España; y tengo por evidente que no se hubiera impreso, » si no fuera por el socorro de Vd.; porque la ayuda de costa toda

[ocr errors]
[ocr errors]

» vía se está en el aire. »

Con esta estrechez vivia don Antonio de Solís, cuando cumplido ya cincuenta y siete años, conociendo bien los engaños de este mundo, determinó consagrar enteramente á Dios sus postreros dias: recibió pues todas las órdenes sagradas: dijo su primera misa con grande piedad y devocion en el noviciado de la Compañía de Jesus de Madrid. Dijo en adelante las demas, como si fuese la primera : preveníase antes con oracion diligente: daba despues las gracias con rendimiento humilde. En lo demas guardaba una decente compostura, escusando inútiles visitas, hablillas necias y conversaciones ilícitas; procurando solo la comunicacion agradable de pocos amigos buenos, y de sencillo y discreto trato. Era muy amigo del retiro y sosiego, y de la oracion á Dios. Fue devotísimo de María Santísima, y uno de los mas ejemplares congregantes de nuestra Señora del Destierro, en cuyos piadosos obsequios procuraba ser el primero sin rehusar el trabajo Ne se acordaba de sí sino para representar en su memoria su pasada vida, y arrepentirse de ella. Mejor que yo lo dirá este su elegantísimo soneto, donde cada palabra es un afecto tiernísimo de un pecador arrepentido.

¿Hasta cuándo mi torpe desvario
Abusará, Señor, de tu clemencia?
Que parece que aprendo en tu paciencia
Mas libertad que diste á mi albedrío.
Juzga, corrige, enmienda el error mio
Antes que se pronuncie la sentencia,

« AnteriorContinuar »