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sus alféreces y oficiales en el dar de las cuentas, que hacen en ello cosas terribles.

Tomada la dicha muestra hice poner ocho mesas en un monesterio con los oficiales que la tomaron, y con otras personas que yo nombré para hacer contralistas para que allí fuesen todos á alistarse y averiguar las cuentas, ordenándoles que se ocupasen en esto doce horas cada dia, y pasan muy pocas que yo envío á solicitallos, y asimismo se dió la mejor órden que se pudo en que se comenzase á rescebir la ropa.

Estuvieron con esto dos ó tres dias algo quietos, en los cuales se vinieron aquí sin órden los mas capitanes y oficiales, y tambien volvió Julian, y creo que es el que menos culpa tiene en este motin, y mas cólera con los que le hacen, y así es muy malquisto de los soldados; y viendo que andaban todos duendos entre ellos, ordené á los que quedaban en Liera que viniesen aquí, por ver si cada uno dellos podria reducir sus amigos, y enarbolar sus banderas, y como los amotinados lo entendieron tocaron arma con el mayor alboroto del mundo, y comenzaron á hacer 100 mil desórdenes, y echaron bando que todos los oficiales saliesen dentro de una hora so pena de la vida, y fueron å romper las puertas de las casas de algunos dellos especialmente las de Julian, cuya persona corrió harto peligro, y dijeron contra él mil injurias y palabras desacatadas. En fin, fué fuerza que él y los demás se saliesen con priesa, y á la tarde tornaron á echar bando que volviesen los alféreces por la averiguacion de las cuentas, y no sé si fuera mejor que no estuvieran aquí segun ellos lo hacen.

Enviaron este dia desde su cuerpo de guardia muchos billetes á su electo y consejo en la sustancia de los que de aquí va copia. En fin, el pedir estos para su seguridad fir

ma de V. M. es quererse estar aquí bellaqueando cien años. He andado todos estos dias buscando y pensando cien medios para cumplir con estos, y queriéndoles proponer el que adelante diré, le traté entre otros con Sancho de Avila, diciéndole que si se aseguraba que ya que los soldados del castillo habian hecho tan gran maldad como dejar entrar á estotros, lo querrian enmendar con contentarse con menos pagas, ofreciéndoles el cumplimiento de las demás en un breve término, para que con esto diese ejemplo á los otros. Díjome que tenia por cierto que lo harian, y que él se lo propondria como dice que lo hizo aquella tarde al tiempo que metian su guardia, y que todos le respondieron que eran muy contentos, y estando escribiendo la carta que sobre ello habian de firmar, á las diez de la noche se amotinaron los del dicho castillo, y tocaron arma, en la cual se pusieron tambien todos los amotinados que están en la villa, no sabiendo lo que era, y los del dicho castillo tiraron algunas piezas de artilleria, y muchos arcabuzazos, y hicieron dentro dél su electo, y sargento mayor y otros oficiales de motin aparte y quitaron las llaves á Sancho de Avila y se apoderaron de las municiones y victuallas, y dijeron desde la muralla á estotros que hiciesen bien sus negocios que aquel castillo estaba por V. M. y por los soldados. En fin, se pasó toda la noche sin que yo pudiese saber las particularidades que habia habido, y al amanescer envió Sancho de Avila á referir las que he dicho; y como se habian ya aquietado y vueltole las llaves, habiendo muchos buenos que habian amenazado á los ruines, y que él les habia ofrescido el perdon á todos, y que pedian que fuese allí Chapin Vitelo á asegurárselo de mi parte, á cuya causa envió al electo por sacalle del castillo, y segun afirma Sancho de Avila con determinacion de que no volviese mas á él, y despues de sali

do el dicho electo tornaba el sargento mayor á inquietar el dicho castillo, y el alférez dél le dió luego de puñaladas, y echó en el foso y los demás se aquietaron.

Subcedió en esto otra desgracia, por la cual se deja bien considerar cuan suelto anda el demonio en este trabajo, poniendo tantos tropiezos por vias tan extrañas, y es que un clérigo español del dicho castillo, con quien Sancho de Avila envió á este electo, no nos dijo al marqués ni á mí, que entrambos le hablamos, que no habia de volver allá, ántes preguntándole como se le habian dejado sacar, referió que habia dicho en la puerta que le volveria luego, y habiendo yo hablado con el dicho electo, y asegurádole la vida si lo acababa de aquietar, nos paresció al marqués y á mí que pues él habia de ir á hablar á los soldados llevase consigo al dicho electo, como lo hizo dentro de su propio coche, porque no pensasen allá que le habian muerto.

Hízole salir del coche ántes de llegar al castillo, y Sancho de Avila salió á rescibir al marqués, y afirma él y los demás oficiales que jamás entendieron que venia el electo con él, y el clérigo se descuidó de decillo, y le hicieron quedar en el cuerpo de guardia, y estando el marqués y Sancho de Avila tractando sobre lo que habia de hablar á los soldados, enviaron por el dicho electo, y les dijeron que ya le habian dado de puñaladas y echado en el foso, como en efecto fué así que lo hizo el mismo alférez que habia hecho lo del sargento mayor, y aunque entrambos á dos merecian bien la muerte, ha sido en tiempo y coyuntura que ha hecho gran daño á la alteracion destotros, y el marqués ha mostrado tanto sentimiento de haber muerto al electo llevándolo debajo de su palabra que no quiere persuadirse, que no se sabia que fué desgracia, y así no quiere tractar mas con los soldados, y hace otras demostraciones que no son provechosas

para este tiempo, y yo podria hacer las mismas, pues tambien le habia asegurado; pero la averiguacion desto ha de quedar para otra coyuntura, si bien tengo por cierto que naide entendió de la manera que el electo volvia, sino que fué desgracia causada por sus pecados ó por la de todos.

Este motin de los del castillo ha sido la mayor maldad del mundo, y que ha mostrado bien claro el estar concertados estotros con ellos muy de atrás de que los dejarian entrar en la villa como lo hicieron, y así como cuando se amotina un regimiento de alemanes ó de otra nacion lo deja de hacer la compañía que es de guardia, paresce que hubieran de seguir esto los del castillo, pues se puede decir que es la compañia de guardia de todos estos estados, y lo que han hecho viene á ser por donde mas daño ha entrado en ellos.

Yo me hallé muy confuso este dia en lo que habia de hacer para asegurar el castillo, porque en el meter en el tudescos ó otra nacion, como me lo persuadian algunos, habia tres inconvenientes muy grandes, primeramente la afrenta que se hacia y mal nombre que se ponia á toda nuestra nacion, aunque los que della se han amotinado lo tienen bien merescido; y el segundo la dubda que se podia tener que no los dejarian entrar y se alterarian de nuevo; y el tercero que los amotinados que están en la villa no hiciesen con estotro mayor desórden de saquearla y apoderarse del castillo temiendo que no se les metiese por alli golpe de gente de otras naciones para echarlos de aquí, como andaba ya la voz entre ellos, y asi tomé resolucion de disimular por agora, pues estaban ya quietos los del dicho castillo, donde fuí otro dia habiendo sacado primero del cien soldados de una compañia á instancia de Sancho de Avila, con lo cual y con la muerte de aquellos dos dice que está asegu

rado de los que quedan; pero cierto yo no lo estoy en mi pecho, y si Dios fuere servido que se acabe estotro será necesario hacer una gran mudanza de gente en aquella plaza, que es harta lástima que se haya venido con ella á ciertos términos.

Pasados dos dias desta desórden del castillo, paresciendo que estotros amotinados estaban algo quietos, porque aunque algunos se habian alterado de la muerte de aquellos dos, á los mas les habia parescido mal amotinarse los del castillo, me resolví de proponer á toda esta gente lo que V. M. verá por el papel que aquí va impreso, y parescióme que hablalles sobre ello á todos juntos como lo habia hecho hasta aquí seria de poco fructo, porque no me podian oir sino cincuenta ó ciento de los que estuviesen mas cerca, y los demás como no lo entienden luego sale la voz del nó entre ellos, y no hay remedio despues de hacellos capaces, ni quieren oir, y así envié á decir al electo y á los de su consejo, que me enviasen dos soldados de cada compañía los mas puestos en razon, de quien confiasen, que sabrian referir lo que se les dijese á los otros, porque yo queria proponelles algunas cosas que estarian muy bien á todos; y así me enviaron luego hasta cien personas, á los cuales ya dije de palabra no solo lo que se contiene en el papel, pero otras muchas cosas al mismo propósito que me paresció que pudieran movelles, y les encargué que lo tratasen con sus compañías y que me respondiesen quietamente, y para esto les dí sendas copias, y al mismo tiempo envié al electo y á los del su consejo otras tantas, y habia dado algunas al marqués Chapin y á Sancho de Avila, y Hierónimo de Roda, para que cada uno lo tractase con soldados particulares conoscidos, porque persuadiesen á los demás, y todos aquellos con quien yo hablé ofrescieron de hacer muy buen oficio, y

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