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Recaredo y fue el que llevó delante de su caballo al Conde Vacrila, caminando Redempto desde su Iglesia (extra muros) hasta el Palacio del Obispo Masona, como referimos al hablar de este Prelado: y consiguientemente fue Redempto contemporaneo del Santo Abad Nuncto, y de Ma,y sona, con los demás de aqueHla edad, v. g. San Leandro. Juntamente vivió al tiempo del intruso Obispo Sunna: pues en el año de su destierro fue el suceso mencionado de Vacrila y Redempto.

7 Entre las Cartas de S.Isidoro publicadas en la edicion de Madrid, y de París por Breul, hay una del Santo al Arcediano Redempto: por la qual sabemos, que este le consultó sobre algunas dificultades que tenia en orden à consagrar en pan fermentado, ò azymo sobre la materia del caliz de metal, ò de madera: acerca de los Corporales, si havian de ser de lienzo, ò de seda y finalmente en orden à la latinidad de la Sagrada Es-critura. A todo esto se responde en la citada carta. Bien sé, que graves Autores la tienen

si

por supuesta: y que el referirse alli la competencia de los Orientales con los Latinos sobre el pan azymo, no favorece al tiempo de San Isidoro: pues mucho despues del Santo todavia-no sono oposicion en esto, como notó Sirmondo (1) y Mabillon. (2) Pero para mi asunto basta que el formador del documento parece miró à nuestro Redempto de Merida, aplicando à este la consulta, y no à otro Redempto Clerigo de Sevilla, que escribió la muerte de San Isidoro : pues aunque Don Nicolás Antonio recurre à este; tengo por mejor afirmar que fue el de Merida.

8 La razon es, porque el Redempto de Sevilla no tenia motivo p para escribir à S.Isidoro, con quien vivia, y à quien podia preguntar por viva voz: pero el de Merida necesitaba informarse del Santo por escrito, como quien vivia ausente de Sevilla. Don Nicolás Antonio previno este argumento, diciendo, que acaso estaba el Santo en la Corte. (3) Pero fuera de no afirmar, que estaba ausente; aunque esto se probára (pues sabemos, que algu

nas

(1) En el Opusculo de Azymo, puesto en su Tomo IV. (2) En la Disertasion del mismo asunto cap. 6. (3) Lib. 5. num. 154.

nas veces pasó el Santo à To

ledo) no aquieta la respuesta: EL SANTO ABAD

Nun&to.

De este tratamos, arriba en el cap. 9. nuin. 33. y sig. anch

EL SANTO NIÑO
Augusto.

-9ir De este inocente Joven
nos dió noticia Paulo Emeri-
tense, que empezó su escritó
por la relacion de las maravi-
las que obró Dios con este
Santo niño, proponiendolas
conforme las oyó de su boca,
por lo que en esta parte es Au-
tor original, testigo de la ma-
yor excepcion, pues juntó con
esto la buena opinion de veráz
en que está reputado, y que
manifestó en sus escritos.

porque el Santo havia de volver à Sevilla, y la materia de la consulta no era tal que no sufrièse dilacion. Tardó en efecto la respuesta por nego, cios que ocurrieron, como se dice al principio de la Carta: y todo esto conviene mas à la residencia ordinaria del Santo en su Iglesia, que à la extraordinaria en la Corte. Demás de esto el Sevillano no tenia mas titulo que el de Clerigo, segun vimos en el Tomo IX. y consiguientemente no era Subdiacono, pues desde este grado abajo se verifica el titulo de Clerigo. El Redempto de la Carta era Arcediano, como alli se expresa: y del Emeritense sabemos que era Arcediano en la Iglesia de Santa Eulalia. Es pues mas verosimil, que el sugeto mencionado en la expresada Carta fue el Redempto que en tiempo deña, y acaso en Merida tuvo Recaredo presidia en Santa Eulalia de Merida con titulo de Diacono, esto es, como primero de los Diaconos, ò Arcediano: pues el nombre, el tiempo, el titulo, y la distancia de lugares, califican ser califican ser este el de la consulta.

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10 El nombre de este Joven era Augusto, voz particular, por el poco uso que se halla de este nombre en Espa

alguna frequencia por especial propension al fundador. Segun la edad, pudiera llamarse Augustulo, pues era muy joven, sirviendo en la Iglesia de Santa Eulalia en los ministerios de los niños. No sabía todavia letras: pero, segun veremos, estaba muy adelantado en la inocencia y senSs 2 ci

cillez, con que se mantenia
en la gracia de Dios. Sucedió,
que sirviendo fielmente su
cargo con los demás Colegia-
les, le vino de repente una en-
fermedad, con cuya ocasión
exercitaban todos los demás
individuos de aquella Iglesia
la caridad de visitar al enfer-
mo con frequencia. Uno de es-
tos era el mismo Paulo Diaco-
no Historiador: el qual dice,
que yendo una noche de In-
vierno à visitar al Joven entre
la hora de las Vigilias, y de
los Maytines, halló la celda
sin luz, ytan dormidos à los
que le asistian, que no cesper-
taron con su entrada. Hacien-
doles levantar, y puesta luz,
preguntó al enfermo, cómo se
hallaba? El Santo Joven res-
pondió: En lo que mira à la
vida corporal, confieso, que
- me siento extenuado totalmen-
te: pero acerca de la eterna,
no solo tengo esperanza, sino
que he visto al mismo Autor:
de la vida, nuestro Señor Je-
su-Christo, acompañado de
innumerable multitud de An-
geles, y Santos.

II Al oir yo esto (confie-
sa aqui el Autor) quedé pas
'mado, y sumamente estreme-
cido. Roguéle, que me conta-
se menudamente lo que havia
visto, y él dixo: Al Dios del

8

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Cielo y de la tierra invoco por testigo de que no te refiero cosa phantastica. Vime en un lu gar ameno, lleno de flores olorosas, hierbas sumamente verdes, rosas, azucenas, muchas coronas de oro y piedras preciosas, innumerables velos de seda, y un ayre delicado, que con su fresco soplo à todo daba refrigerio. Vi alli tambien muchas sillas à los lados de otra que sobresalia en medio, y una innumerable multitud de niños, hermosos, y adornados, que disponian mesas para un convite opulento, no de carnes vulgares, sino de saves cebadas con industria: y todo quanto se preparaba era blanco como la nieve, esperando que llegase su Rey.

12 Entonces yo, dice Paulo, deseando oir plenamente un milagro tan grande, le pregunté; y qué hacias tú mientras disponian lo que refieres? Yo (dixo) besaba los pies de todos, y ellos decian: Bendito sea Dios, qué bien te trajo. Y mientras decian esto (prosiguió Augusto) llegó una gran multitud de personas vestidas de blanco, adornadas de piedras preciosas, y coronas brillantes, repartidas en dos coros, à la izquierda y à la derecha; en medio de los quales

ye

venía un lucidisimo Varon, de talle hermosisimo, de vista glorioso, de estatura superior à todos, mas brillante que el Sol, mas blanco que la nieve. Llegando à los asientos, tomó el mas alto aquel hermoso Varon, los demás, adorandole primero, se sentaron despues; él los bendixo à todos: y ellos volvieron à adorarle segunda y tercera vez.

13 Sacaronle, en fin, los manjares: y empezado el banquete, preguntó à los de su lado el que sobresalia: Hay aqui algun rustico? Ellos respondieron: Si Señor. Pues trayganle (dixo) à mi vista. Yo estaba (dixo Augusto) apartado de alli, en pie, mirando lo que pasaba: y quando me presentaron à su vista, me estremecí sumamente. Dixome: No temas hijo ponte à mis espaldas, y sabe que seré tu protector. Nunca te faltará nada: yo te alimentaré siempre: yo te vestiré : yo te protegeré, y nunca te desampararé. Al punto mandó me diesen de la comida y bebida del convite, que tomé con sumo deleite, y confieso haver quedado tan satis fecho, que jamás desearé otro diverso alimento. Acabado el banquete, me dixo: Vayase es ta comitiva: tú has de venir

conmigo, para enseñarte un Jardin que tengo. Fueronse todos, adorandole primero, y el mismo Rey les dió su bendicion. A este tiempo trajan à su Tribunal à unos no sé qué hombres, que daban muchas voces y alaridos y al oirlos el Rey dixo: Echad fuera à esos malos siervos, que no son dignos de entrar à mi presencia. Al punto los arrebataron con tanta celeridad, que no pude verlos del todo, ni conocerlos.

14 Segunda vez preguntó Paulo à Augusto: Dime hijo, viste alli à alguno de los que yo he conocido, que han salido ya de esta vida? A esto dixo: Los hombres que ví alli, eran muy diversos de los que ahora vemos: porque tenian diferente trage, y aspecto. Y añadió, despues de echar fuera à los malos siervos, se le vantó de su silla aquel Señor, y tomandome de la mano, me llevó à un Jardin muy ameno, que tenia un rio con agua de color de vidrio, y junto al rio muchas flores, y selvas de fragrantes aromas, que olian à varias suavidades. Caminando ácia el rio, llegamos à un lu gar que ahora desde mi cama estoy viendo.

15 Esta maravillosa vision se la refirió el mencionado Jo,

ven à Paulo varias veces con mucha gente delante: por lo que el mismo Diacono resolvió escribirla en el mismo sentido, aunque no con las puntuales palabras. Dió luego cuenta al Abad; y éste pasando prontamente à ver à Augusto, y deseando oir de su boca el prodigio, se le refirió puntualmen te, como tambien à un santo y beatisimo Levita, (cuyo nombre no expresa Paulo) y à otros hermanos.

16 Luego empezó Augusto à encenderse en el deseo de recibir la penitencia, que se daba à los cercanos à la muerte: y recibida, fue Paulo à encomendarse à Dios à la Iglesia de la Virgen Maria, (cinco millas distante de la Ciudad)

y
volviendo al caer de la tar-
de, halló difunto à Augusto.
Como era ya tarde, no se hi--
zo el entierro en aquel dia. Es-
tando pues aquella noche de :
cuerpo presente en la misma
Celda donde murió, sucedió
que à deshora el mismo Au-
gusto llamó con alta voz à un
compañero suyollamado Quin-
tiliano y oyendo y conocien-
do la voz otro joven sencillo,
y veráz, llamado Veraniano,
se levantó prontamente, y vió
al mismo Augusto que estaba
en pie vestido de vestidura

blanca: pero atemorizado con pavor no se atrevió à acercarse. Aseguró empero con juramento, que vió su rostro briIlante como la nieve, y al dia siguiente enterraron su bendito cuerpo en la misma Iglesia de Santa Eulalia.

17 Este fue uno de los notables sucesos que movieron à Paulo Diacono à escribir su Obra en confirmacion de otros referidos por S.Gregorio Magno en sus Dialogos, como expresa en el Prologo, donde acaba diciendo, que no tenia duda en que Augusto era bienaventurado. El tiempo fue viviendo Paulo Diacono; esto es, poco despues del principio del Siglo septimo, segun lo que diremos en el titulo siguiente.

PAULO DIACONO,
Escritor, y su Escrito.

18 El que mas nombre ha dexado entre las personas par ticulares de Merida, fue un Eclesiastico llamado, Paulo, que por haver escrito de cosas de aquella Iglesia, se hizo mas memorable entre los Escritores. Su nombre consta por los Codices en que persevera la Obra, à la qual se antepone el titulo del Autor, expresandole Paulo, y Diacono, cuyo

ho

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