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conjuracion que movió reynando ya Recaredo, no le quitaron, ni recobró el legitimo Prelado lo que aquel usurpó en su primera entrada. Sin du da perseveró en aquella cons titucion en la misma conformidad aun despues de ser Ca tholico Recaredo: porque aunque éste restituyó desde luego à las Iglesias lo que sus antecesores aplicaron al fisco (como dice el Biclarense) no alte ró nada por entonces acerca de los Obispos intrusos de la Secta Ariana, hasta vér si se convertian; en cuyo caso, per severaban con el mismo titulo de Obispos en aquellas Iglesias donde estaban, segun convencen las Actas del Concilio tercero de Toledo.

119 Sunna en la entrada de Recaredo perseveró como todos hasta el tiempo de la conversion del Rey, que fue en el decimo mes de su Reynado pero no se convirtió como otros antes bien de la bondad del Rey tomó ocasion su maldad, para otra mas execrable de pervertir, y separar del gremio de la Iglesia à quantos Godos pudo inficionar, haciendo el tiro à los personages mas ilustres, en riquezas, y empleos de gobierno, como quien conocia que

estos podian arrastrar à los demás: y en efecto fue grande la tropa de gente que auxiliado de las fuerzas del infierno reclutó para la rebelion: y como su residencia era en Mérida, quiso empezar por alli, quitando de en medio à Masona con muerte cruel y violenta.

120 Esta traicion detestable fue trazada entre los Condes que Sunna havia pervertido, en tal conformidad, que convidasen à Masona à casa del Obispo Ariano, y alli le quitasen la vida cruelmente. De hecho fue recado de familiar convite al Metropolitano, para que se sirviese pasar à la casa de Sunna. Pero como Dios cuidaba de su Ministro', frustró el consejo y astücia de los perversos, inspirandole el odio que se ocultaba en lo que parecia caridad: y asi respondió Masona, que no podia ir, à causa de cier tos negocios del bien de la Iglesia Catholica. Que si Sunna le queria vér, podia venir à

su casa.

No desistió por esto el implacable herege. Dió cuenta à los Condes sus aliados, llamandolos à su casa, y resol vieron ir mancomunados à efectuar su traicion en el mismo Palacio del Metropolita

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tio. Uno de los Condes se llamaba Witerico, Varon muy animoso, y esforzado (que luego ocupó el Throno de los Godos, matando al hijo del Catholico Recaredo, que habia sucedido à su Padre). A este pervertido Ariano encomendó Sunna la accion de consumar la maldad, tratando todos con él, que en estando ya en la Sala de Masona le pasase de parte à parte con la espada. Fueron asi resueltos à casa del Obispo, y aunque quisieron entrar sin detencion, salió un recado de que esperasen un poco en la Ante sala. - 121 El motivo fue, porque el Prelado quiso que estuviese presente el Duque Gobernador de Mérida, llamado Claudio, de familia nobilisima de Romanos, gran Soldado, y mejor Christiano, muy temeroso de Dios, fidelisimo hijo de la Iglesia honrado con Cartas de los Santisimos Doctores Gregorio, y Isidoro, cuya casa estaba muy contigua con la del Obispo, y por tanto, oyendo su recado, prontamente pasó allá acompañado de gente con alguna cautela. Al entrar el Duque, le siguieron los Condes y el Gefe de la maldad, sin acortarse por aquella presencia, siTom. XIII.

no alargando la traicion à que Witerico matase tambien à Claudio. Sentados todos, y hechas las salutaciones familiares, se alargaba ya la conversacion mas de lo que deseaban los facinorosos, extrañando, cómo Witerico no cumplia lo pactado, y haciendole urgentes señas con ojos y cabeza sobre que descargase los golpes. No podian dudar del valor y de su intrépido arrojo pero esto mismo les tenia admirados de la falta de la egecucion. Pasmabanse ellos: Witerico mucho mas: porque empuñando la espada (siempre obediente à su brazo), por mas que ahora forcejeaba, no podia extraherla de la vayna. Aumentaba el esfuerzo añadia la industria: echaba el resto al arte y al valor. Pero quién tiene brazos contra Dios? Corria la vida de Masona por cuenta del Dios de los Egercitos. Si éste cierra, quién abrirá?

122 Viendo los homicidas, ò palpando, que alli andaba la mano Omipotente, se despidieron tristes y consternados, pero no arrepentidos, pues todavia tenian prevenida otra mayor maldad, si ésta se les frustraba. Salieron de alli todos, menos Witerico: Bb

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pues éste tocado de la mano de Dios que le contuvo, echó à los pies del santisimo Prelado, descubriendole quanto havia pasado, pidiendole perdon con muchas lagrimas, y manifestando otra nueva traicion que estaba armada, de que en el dia de Pascua despues de celebrar la Misa en la Cathedral, quando salgais (dijo) en Procesion segun costumbre, para ir cantando Psalmos à la Iglesia de Santa Eulalia (que estaba fuera de la Ciudad), tienen dispuesto, que su gente llegue à la puerta de la Ciudad con muchos carros cargados, en la apariencia, de trigo; pero en realidad, de armas, espadas, y garrotes, para que dando todos los Aria nos de repente sobre vosotros desarmados y desprevenidos, maten à hombres, y mugeres, viejos , y niños. Yo infeliz (añadió), que hasta ahora me hice cómplice en la maldad, arrepentido ya te pido per don, y que segun tu piedad me alcances la de Dios. Manifiesto fielmente quanto sé, poniendome en vuestras manos, para que hagais de mí quanto os pareciere conveniente. Y porque no imagine vuestra santidad, si acaso soy faláz, cerradme aqui en vuestra casa en

la prision que quisiereis, mientras se haga examen de la verdad; y si no fuere asi, como yo digo, no quiero vivir.

123 El buen Padre, propenso siempre à la piedad, trató al Conde con blandura, alentandole à que no temiese ningun mal. Dió gracias al Señor, por la paternal providencia con que libró à sus siervos de tales y tan continuados peligros. Avisó al Duque Claudio lo que pasaba. Este mandó, que todo se guardase en sigilo, à fin que no huyesen los reos, si se propalaba su consejo: y haciendo pesquisas con singular cautela, halló ser todo asi. Previno asechanzas contra asechanzas: y saliendo de repente su gente bien armada contra los que imaginaban seguridad, prendieron à unos, mataron à otros de los que no soltaron las espadas : y pasando à casa del malvado Sunna, le prendió, entregandole al Prelado, para que le asegurase en estrecha custodia, haciendo lo mismo con todos sus familiares, Al Conde Witerico le dejó salir libre, por haver sido fiel en la delacion.

124 Dió luego parte al Rey de lo que pasaba, pidiendole orden de lo dole orden de lo que debia hacerse de los reos; y su Mages.

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tad respondió, que todos fuesen privados de honores y patrimonios, desterrandolos con prisiones: que al falso Obispo Sunna le persuadiesen que se hiciese Catholico, y si abju raba la heregia, que recibiese la Penitencia, llorase sus pecados y si despues conociesen que verdaderamente era Catholico, le ordenasen Obispo en alguna Ciudad. Intimaronle la sentencia: pero el infeliz escogió el destierro, mas que la conversion, diciendo, que ni sabía qué cosa era penitencia, ni se apartaria de su Secta con lo que prevenido un Navichuelo le expelieron de España, pasandose à Mauritania, donde pervirtiendo el perverso à quantos pudo, tuvo luego el desgraciado fin que merecia. Al punto que salió de Mérida pertenecieron à Masona las Parroquias y rentas, que Sunna tenia injusta mente usurpadas, y el Catholico Principe Recaredo mandó las poseyese [por lo que digimos arriba, que Sunna asi en tiempo de Nepopis, como despues del destierro de Masona, se mantuvo con lo que usurpó desde el principio, pues solo ahora recobró el legitimo Prelado sus Iglesias]. Vease Paulo Diacono, cap. 18. num. 42. al fin.

125 Los demás cómplices de Sunna fueron desterrados, à excepcion de uno de ellos (llamado Vacrila), que escapandose de la prision, se refugió à la Iglesia de Santa Eulalia. El Rey informado por el Duque Claudio, estrañó dignamente, que el enemigo de la Iglesia Catholica huviese tenido cara de valerse de ella. Pero en fin, conociendo las muchas misericordias del Señor, que no desecha à ninguno, por indigno que sea, si se convierte à él, mandamos (dijo el Rey), que Vacrila, ya que buscó asylo en Santa Eulalia, sirva perpetuamente à la Santa, con todo su patrimonio, muger, y hijos: y asi como los infimos criados sirven à su Señor yendo à pie delante del caballo de su Amo; del mismo modo mándo, que Vacrila camine sin ostentacion, ni trage de honor [que era proprio de Conde ] delante del caballo del que presida en el Monasterio de Santa Eulalia, haciendole los servicios proprios del mas infimo Esclavo.

126 Visto el Decreto del Rey, al punto mandó el Prelado que Vacrila saliese del Sagrado, y pareciese en su vista. Tratóle como Padre con Bb 2

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blandura segun las entrañas que tenia de misericordia. Aseguróle que ya no tenia que temer pero para obedecer al Rey, y juntamente mostrar su compasion, dispuso que en efecto saliese Vacrila desde la Iglesia de Santa Eulalia hasta casa del Obispo delante del caballo de Redempto (que presidia alli), llevando el báculo de Redempto en su mano, y el freno del caballo segun un texto. Luego que llegó al Palacio del Obispo (que estaba dentro de la Ciudad), le dió total libertad à él, à su muger, hijos, y patrimonio, intimandole vivamente, que guardase la Fé Catholica con integridad por todos los dias de su vida.

127 Todo esto pasó en Mérida en el año segundo de Recaredo (587. de Christo), en que el Biclarense refiere la rebelion de los Arianos, nombrando al Obispo Sunna, y à Segga de quienes dice, que el primero fue desterrado (como se ha expuesto); y al segundo le cortaron las manos, enviandole en destierro à Galicia. Al año siguiente fue la famosa Victoria, que el expresado Duque Claudio logró

(1) Pag. 216.

en la Galia Narbonense contra los Franceses, segun refiere el mismo Biclarense sobre el año 588. de la qual Victoria tratamos en el Tom. V. (1). Este glorioso triumpho fue muy festejado en Mérida, no solo por haver sido logrado contra los enemigos por motivo de Religion, excitado el tumulto por Arianos ; sino por causa del Comandante en Gefe, que fue el Duque Claudio, à quien Masona y la Iglesia eran deudores de una gran fidelidad y proteccion. Juntó el Metropolitano todo el Pueblo, y dieron à Dios las gracias, pasando en Procesion à la Iglesia de la Patrona Santa Eulalia cantando hymnos de alabanza. Siguióse luego la Pascua, en que toda la Ciudad de Mérida continuó el júbilo con públicos festejos y regocijos.

128 Extinguidos todos los turbadores de la paz, resolvió el Catholico Recaredo congregar un Concilio general de todas sus seis Provincias, para que fuese proclamada la Fé, que poco antes habian abrazado los Godos, y pudiesen los Padres establecer la Disciplina Eclesiastica

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