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les quedaba nada con qué socorrer la necesidad, y ella se fue contenta con los dos Tremisses.

III A este tiempo llega ron à la puerta del Monasteria docientas caballerias, menores, cargadas de alimentos, y regalos, que algunos Caballeros Catholicos enviaban al Santo Metropolitano: quien luego que lo supo, dando gragracias à Dios, llamó à Sagato, y le dijo: Quánto diste de li mosna à la pobre? Respodió confesando la verdad, de que solo havia llevado dos Tre misses, por haver recogido el tercero. Dios te lo perdone (dijo el Siervo de Dios), que dudaste de la misericordia del Señor, y causaste perjuicio à muchos pobres. Por los dos Tremises, nos devuelve el Señor dos mil sueldos, y docien tas cargas de alimentos: Si hu vieras dado el tercero ; sin duda que huvieras recibido trecientas. Despues de esto dió gracias al Señor, y à los que le favorecieron y al punto empezó à repartir à los pobres lo que havia recibido.

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Estando en aquella vida pacifica, empleado en obras tan del agrado de Dios, obró el Cielo otro prodigio por medio de la gloriosa Vir

gen Santa Eulalia: pues eatrando un dia Masona en la Iglesia del Monasterio à orar, como acostumbraba, vino sobre, el Altar la Santa en la misma figura de cándida Paloma, con que en el triumpho de su Martyrio subió su alma purisima à la Gloria: y presentandose à la vista de su Siervo con blandura y agrado maternal, se dignó consolarle, diciendo entre otras cosas: Ya se llegó el tiempo de que vuelvas à tu Iglesia, para que me tributes tus antiguos servicios. Dicho esto desapereció: quedando el Varon de Dios,, gozoso con la dignacion de su Señora, pero tambien dolorido de perder la quietud en que vivia, pues no dudaba en que se cumpliria luego lo que anunció la Santa.

113 Esta invencible Patrona tomó por su cuenta la causa, siguiendola por la via egecutiva de una extraña providencia, con que vindicó las injurias de su Siervo. Estaba el Rey Leovigildo una noche en su cama y bajando la Santa, le dió muchos y crueles azotes, diciendo: Vuelveme à mi Siervo: y si no me le vuelves prontamente, ten por seguro un castigo mas doloroso. Fueron tan de buena maAa 2

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no los azotes, que despertando el infeliz con gran llanto, mostró à sus familiares las heridas que estaban bien estampadas en su cuerpo, publicando el motivo de las injurias que habia hecho à Masona pues la Santa le declaró quien era, y la causa de su visita. El Rey usando de la simulacion que acostumbraba, y fingiendo piedad; mandó que el Metropolitano volviese à gobernar su Iglesia. Ma sona respondió, que estaba contento en su destierro, y que alli queria permanecer: pero el Rey temiendo que vol viese la Santa à visitarle, como le tenia prometido; hizo repetidas instancias: y en fin cedió el Prelado, no tanto al decreto de Leovigildo, quanto à la voluntad de su Seño ra. Todavia no estaba el Rey asegurado de lo que merecia: y queriendo tener propicio à Masona, le hizo varios rega los, acompañados de súplicas: pero él, perdonandole las in jurias, le devolvió las dádi

vas.

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oyendo el intruso Nepopis lai noticia de que el legitimo Prelado volvia à la Ciudad, consternado repentinamente con divino terror, resolvió escaparse à la Ciudad en que antes era Obispo y como no vino à Mérida por verdadero Pastor, sino como ladron, hurtó antes de salir quanta plata y ornamentos preciosos adornaban la Iglesia, cargando: carros, que de noche enca-› minó fraudulentamente à su destino, y él se anticipó à salir precipitado, porque lle gando Masona no le echasen con mayor ignominia de la Ciudad. Acesta sazon dispuso Dios por meritos de su amada Esposa Santa Eulalia, que se acercase à Mérida el Venera→ ble Metropolitano acompañado de una infinita multitud de gente por el mismo camino por donde iban los carros cargados con las alhajas de laIglesia: y como preguntase à los que conducian las recámara, quiénes eran, y qué llevaban; respondieren (conociendo à su Pastor) nosotros, Señor, somos vuestros criados. Lo que vá en el carruage son alhajas vuestras y de Santa Eulalia, que hurtó el ladron avariento Neporis, llevandonos à nosotros obligados à la servidumbre,

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arrancados de nuestras casas, -de nuestras mugeres, nuestros hijos, y nuestra amada Patria. Oyendo esto el Siervo de Dios, lleno de gozo dió gracias al Cielo de la alta providencia con que cuidó de sus Siervos, pues le condujo con felicidad en coyuntura de que los thesoros de la Iglesia se librasen de las manos de sus enemigos. Mandó que todo y todos vol viesen à la Ciudad: por cuyo nuevo triumpho fue mas col-, mado el gozo, el júbilo, la aclamacion, con que llegó à Mérida. Y asi como un ser diento se tira en el rigor del; estío al caño de una fuente; del mismo modo se fue à la Iglesia de Santa Eulalia el ena morado Padre, abrasado con la sed de tanta ausencia, y encendido por el nuevo calor, que en ella havia fomentado la tierna y amorosa dignacion de la finisima Patrona, quan do como Paloma enamorada le bajó a consolar en su des tierro. Los afectos, la ternuta, el fervor con que el Siervo de Dios la tributaria el cora zon en gratitud y reconoci miento de su soberano patro cinio, lo podrá imaginar quien alcance los estylos del amori

(1) Pag. 102.

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yo no lo se decir, sino proseguir con Paulo Diacono refiriendo , que desahogado el afectuoso deseo del Prelado en la Iglesia de su amada, entró gozoso en la Ciudad, y ésta salió de sí al verle entrar, por el, indecible júbilo con que todos le recibian, como que en él encontraba el enfermo sanidad, el afligido consuelo, el pobre alimento: y en fin todas las penalidades que el Pueblo padecia en la ausencia del Prelado, las dolencias, la pobreza, las olas de turbacion, cesaron al entrar en la Nave de su Iglesia el Piloto que la gobernaba.

115 Todo esto fue antes del año 586. reynando Leovigildo: y dejando descansar por un corto rato à Masona, conviene hacer memoria de San Hermenegildo: pues si fuera verdad lo que Moreno de Vargas escribe, que Leovigildo dió à su hijo la Ciudad de Mérida, y que en ésta abrazó la Fé; deberiamos conceder gran parte de la conversion al Metropolitano Masona, que antes de casarse Hermenegildo, era Obispo de Mérida, como luego se probará. Pero ya queda prevenido en el Tomo V. (1),

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que Mérida no fue Corte del Santo Rey, sino una de aquellas Ciudades que el Biclaren se (sobre el año de 579.) dice haver seguido el partido del hijo, rebelandose contra el Padre. Esta guerra, y este declararse algunas Ciudades en fayor de S. Hermenegildo, ya Catholico, no fue estando el Santo Rey en Mérida, sino residiendo en Sevilla, como expresamente testifica el Biclarense Tyrannidem assumens IN HLSP ALI Civitate rebellione facta recluditur, &alias Civitates, atque Castella secum contra patrem rebellare fecit.

quas filius occupaverat, cœpit. El Turonense mencinó à. Mérida: el Biclarense à Sevi-' lla, Cordoba, Italica, y (en general) à todas las demás que seguian à San Hermenegildo. Por ventura residia el Santo en cada una? Eran todas su Corte? Abrazó la Fé estando en cada Ciudad de las que el Par dre le quitó? No por cierto. Y como el Turonense no dijo mas que Leovigildo conquistó à Mérida, consta no inferirse de alli, que fuese Corte de S. Hermenegildo, sino que como tan Catholica, siguió el partido del Santo, luego que le vió militar por la Religion: lo 116 La unica mencion que que es crédito de la Ciudad hay de Mérida en esta guerra, y no se supiera, si no fueral es la de S. Gregorio Turonen- por el texto de S. Gregorio. se', lib. 6. cap. 18. donde dice,117. Como la conquista del que Leovigildo quitó a su hilas Ciudades que Leovigildo jo la Ciudad de Mérida: Leu vicbildus rex in exercitu contra Hermenegildum filium suum residebat,cui & Emeritam civitatem abstulit. Pero, esta de ningun modo prueba, que Mérida fuese Corte del Santo, sino una de las que seguian su Vandera: pues el Biclarense expresa mas conquistas de Leovigildo, diciendo, que en el año de 384 recobró las Ciudades que havia tomado el hijo Civitates & Castella,

recobró fue segun el Biclaren se en el año de $84. no sabe! mos de cierto, que entonces se hallase en Mérida Masona: antes bien si el regreso de su destierro fue poca antes de morir Leovigildo (como dá à entender Paulo Diacono,quan. do seguido à aquel regreso refiere el fin del miserable Rey) consta, que incidieron aque→ llas novedades mientras el Prelado estaba en su destierro, pues éste pasó de tres años:

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Cum jam per annos tres, & eo amplius, como refiere el Diacono en su cap. 13 y antes del 586. ya se hallaba restituido Masona à su Obispado. Parece pues que el Cielo miró à los meritos de este gran Varon, no permitiendo que mientras estuviese presente padeciese la Ciudad los sobresaltos que la guerra ocasiona.

118 Llegó en fin el dia ul timo de Leovigildo despues de estár Masona restituido à su Sede, donde tuvo el gozo de que Recaredo, sucesor en el Reyno, se hiciese heredero del Eterno, abjurando la heregia Ariana, y abrazando la Fé Catholica en Toledo, donde le dió Dios gracia para reducir al gremio de la Iglesia la gente de los Godos en el fin del año 586, ò principios del siguiente. Aquella maravillo sa conversion fue de la mayor y mas florida parte de los Godos, que luego arrastró à los demás, aunque de pronto no à todos: porque en Mérida se mantenia por entonces el infeliz Obispo Ariano Sunna,puesto por Leovigildo como Angel de Satanás, que afligiese à Masona. Ya digimos, que desde luego usurpó algunas Iglesias de Mérida, protegido de la fuerza del Rey, pero no

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pudo introducirse en la de Santa Eulalia, y en lo mas principal de la Ciudad, porque esto quedó en posesion del Prelado Catholico, hasta que desterrado envió el Rey à Nepopis en cuyo tiempo ocupó éste lo que era de Masona, quedando Sunna en posesion de lo usurpado: de suerte, que el Rey barbaro tenia dividida en dos de su falsa Secta la Iglesia, que no era Esposa de ninguno, siendo ambos adúlteros vivir el legitimo Pastor. Pero esto causaba poco escrúpulo en los que no miraban mas que al Patrimonio de las rentas: en cuya prueba se añade sobre lo que ahora es asunto la ya citada, de que Nepopis era à un mismo tiempo Obispo de otra Iglesia, donde volvió, quando llegó el regreso de Masona. Y como Nepopis ocupaba lo que el legitimo Prelado tenia despues de ni'troducido Sunna (que era lo principal, conviene à saber, la Cathedral, y la Iglesia de Santa Eulalia), ocupó Masona despues de la fuga de Nepopis, lo que éste tenia: quedandose Sunna en este lance en la conformidad que estuvo antes en tiempo de Masona, y de Nepopis, como prueba el efecto de que hasta despues de la

con

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