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un Memorial particular de unos quejosos y cada dia vemos à los litigantes exponer en sus peticiones lo que desdóre à la parte contraria, sin que alcance su relacion à sentenciar, mientras no llegue el proceso de testigos y pruebas. Atestiguan los Presbyte ros con la gran Ciudad de Mérida: (1) pero esto no era hablando con un Pretor, ò Vicario de España, que pudiese informarse facilmente del hecho, sino con unosEmperadores que estaban en el Oriente,distantisimos del lugar mencionado: por lo que no podian conocer luego la ficcion y el intento de los pretendientes era lograr algun Decreto Imperial, como le consiguieron prontamente, sin buscar mas informes. Asi tambien digeron, despues de referir la imaginada competencia de San Gregorio con Osio, , y el fin desgracia. do de éste, que España sabía mejor, que no fingian. (2) Parece que recelaban fuese reputado ficcion lo que trama ron; y recurrieron à lejas

tierras para que no fuesen luego descubiertos: pero asi co, mo se atrevieron à atestiguar con España aquella famosa calumnia del grande Osio ; no hay que extrañar,ni que creerlos, quando para la tragedia de Florencio atestiguan con Mérida: pues una y otra relacion son labor de una mano, que asi en Osio, como en Florencio, y en Potamio de Lisboa, mostró un mismo genio, en forjar iguales muertes repentinas, porque asi conducia para el intento de aumentar el partido de su Secta con terrores de castigos formidables

à cuyo fin inventaron las tragedias: pues como expresan al hablar de Florencio, iba aquello ordenado à que escarmentasen no solo los prevaricadores, sino los que tratasen con ellos. (3) Aquella comunicacion con los que huviesen caido, era la que hería à los Luciferianos. Es creible que Florencio siguiese en ella à los Catholicos, y que por tanto descargasen su encóno contra él: no porque no huvie

se

(1) Scit hoc quol referimus magna civitas Emerita. (2) Scit melius omnis Hispania, quod ista non fingimus.

(3) Hoc ideò retulimus, ut videant illi quid sibi agendum sit, qui cum non subscripserint ut prævaricatores, tantum per communionem prævaricatoribus sibi cognitis copulati sunt. Et puto, quod intelligent quid exemplo Florentii timere

debeant.

se otros, sino porque éste era de los mas retirados del Oriente (como quien tocaba à Lusitania) y por tanto mas dificil para que se descubriese la ficcion.

34 Concluyo pues, que la mencionada relacion de los Luciferianos no basta para vulnerar la fama de Florencio: antes bien puede recomendarla el hecho de que los Sectarios le tiraron à infamar despues de muerto: pues esto es prueba de que no seguia su partido. Y aunque para la causa de este Obispo no tengamos otros documentos que hablen del modo individual con que murió, para convencer por ellos ser ficcion lo que le atribuyen; tampoco se necesitan : por ser pena digna del que fingió unas cosas, el no creerle en otras: y si una vez se le convence de infamador injusto, debe presumirse inocente qualquiera contra quien enderece su calumnia.

METROPOLI ECLESIAS

tica en Mérida.

35 Al tiempo de este Prelado Florencio reducimos la prerogativa de que Mérida fuese Metropoli estable en lo eclesiastico, como lo havia sido

desde Augusto en lo civil: pues aunque suele suponerse aquel fuero muy anticipadamente, es sin documento legitimo, en virtud de algunos testimonios apocryfos, ya de Decretales, ya de Divisiones de Obispados, que no huvo, como digimos en el Tomo IV. Lo mas autorizable es decir, que en los primeros Siglos se gobernaron nuestros Prelados en la conformidad en que se mantuvo Africa, reconociendo por Metropolitano de cada Provincia al Obispo mas antiguo en consagracion: pues aun despues de estar la primera Sede de la Provincia establecida permanentemente en la Capital civil, vemos que los Obispos en Concilios Generales, ò Nacionales, guardaban la antiguedad de ordenacion, hasta que en fin se concedió absoluta precedencia à los Metropolitanos. Ași vimos en el Concilio de Eliberi, que precedió à todos un Obispo, que no lo era de Ciudad Matríz. Asi vimos en el Concilio General Sardicense, que el Prelado de Cazlona precedió à nuestro Florencio Emeritense, siendo esta Ciudad Capital, y no Cazlona: porque todavia no gozaban los Obispos de las Metropolis civiles el fuero de preceder al que no

fue

fuese Metropolitano, si no que fuese la junta dentro de su Provincia. En este lance reconocemos precedencia en el Obispo de la Ciudad Matriz desde el año 341. en adelante, esto es, desde que el Concilio Antioqueno (celebrado en aquel año) decretó la precedencia del Obispo de la Capital Civil sobre todos los de su Provincia, como se propuso en el Tomo IV. (1). Y como por entonces y despues presidia Florencio en Mérida (como consta por su asistencia al Concilio Sardicense del año 347.) se infiere, que en tiempo de este Prelado debe confesarse Mérida con la prerogativa de que su Obispo fuese Metropolitano, ò primero entre todos los de la Provincia, por fuero de tal Sede, sin atencion à la mayor antiguedad de la Persona en linea de la consagracion: pues aunque (como se dijo en el Tomo IV.) (2) fuese necesario algun tiempo para la promulgacion y poner por obra lo decretado en el Antioqueno; puede contraherse al Pontificado de Florencio en virtud de lo que éste sobrevivió, y de haver estado en el Oriente al Concilio Sardicense (lo que fa

(1) Pag. 79. (2) Pag. 97.

cilitaba mas la noticia del Antioqueno) y sobre todo que su Ciudad no tenia competencia de ninguna en el honor de Metropoli civil.

36 Todo esto obliga à que no atrasemos del tiempo de Florencio el honor de Metropoli firme y estable en su Iglesia, sino que se reconozca primera Sede de la Lusitania por titulo de tal Iglesia, sin recurso à la calidad de la Persona que presida en ella. Pero hay otra prueba positiva, tomada de la historia del que gobernó à Mérida despues del fallecimiento de Florencio: pues hallandole egercitando acciones de Metropolitano en juicio contradictorio sobre causas de Obispos de la Provincia, es preciso reconocer establecido aquel honor en su Iglesia anticipadamente: y ningun tiempo mas oportuno para su introduccion, que el de Florencio, por las razones alegadas.

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rida un Prelado, que en el fin de la Historia de San Sulpicio Severo se nombra Idacio. Ya notamos en el Tomo IV. (t) que las ediciones de Sulpicio se hallan viciadas en los nombres que pertenecen à España, y que los Obispos nombrados alli Idacio y Ithacio, se escriben en el Chronicon de Prospero, y en San Isidoro, Ithacio y Ursacio. En unos ò en otros parece preciso reconocer errata, pues tratan de unos mismos Obispos y aunque en el Idacio ilustrado del Tomo IV. nos inclinamos à las ediciones de Prospero y S. Isido ro, puede sostenerse la leccion de Sulpicio pues aunque hay alli algunas erratas, parece no haverlas en estos nombres: porque repitiendose algunas veces, se escribe con firmeza Idacius & Ithacius. Pero lo mas es, que en S. Geronymo están del mismo modo, segun prueba el texto griego de la version de Sophronio, donde leemos Hydacii & Ithacii ' Sarix nai I Jaxis: y por tanto aunque en las ediciones vulgares de S. Geronymo anda viciado el texto con los nombres Hylatii, Hydiati, Hilarii, & Ithacii; debe estarse à la novisima de

como en

Fabricio (2) donde el texto griego de Sophronio, se lee ya en el latino Hydacil & Ithacii: pues la menciona da Version griega convence que Sophronio tuvo las palabras de S. Geronymo del mismo modo que las leemos en Sulpicio: y consiguientemente en favor de los nombres Idacio, y Ithacio, hay los textos mas antiguos del asunto: los quales en hallandose contestes (como lo están) parece que deben prevalecer contra los mas modernos. Añadese el Concilio I. de Zaragoza tenido contra Prisciliano, donde concurrieron los dos Obispos que mas le perseguian: y entre sus nombres leemos à Ithacio y Idacio. Con que aunque el texto de Sulpicio por sí solo no pudiera prevalecer contra los demas, por tener algunas erratas ; debe formarse otro juicio, viendole sostenido por S. Geronymo, y comprobado por las Actas del citado Concilio: pues siendo los documentos mas antiguos, siendo tres, y hallandose contestes, forman lazo insoluble.

38 Todo esto ha sido necesario para señalar el nombre del Prelado presente, que

(1) Pag. 296. (2) En el Tratado de Viris illustr. cap. 121.

es

estriba en el texto de Sulpicio, y en vista de lo expresado debe prevalecer, escribiendole Idacio, voz mas usual que la aspirada Hydacio, porque ésta corresponde à la ortographia griega; aquella à la latina, à que nos acomodamos.

39 Despues del nombre se infiere tambien del texto de Sulpicio la Sede en que presidia Idacio, la qual era la Emeritense, segun consta por el contexto, Ad Idacium Emeritæ ætatis Sacerdotem, donde se ha corregido ya Emerite Civitatis (en lugar de Etatis) como pide la locucion: pues lo Emerito no corresponde à la edad, sino à la Ciudad que se llama Emerita. Y à esto mismo favorece el proceso de la historia que alli refiere: conviene à saber, que el Obispo de Cordoba Hygino, noticioso de lo que pasaba, quando se empezó à propagar la heregía de Prisciliano, à quien protegieron y siguieron algunos Obispos, dió cuenta à Idacio, para que ocurriese al mal, que Hygino, por estar vecino, sabía amenazaba: Quo Adyginus (Iginus se escribe alli poco despues) Episcopus Cordubensis ex vicino agens comperto, ad Idacium Emeritæ ætatis Sacerdotem refert. Este confin, ò

vecindad del Obispo de Cordoba, viene bien con Mérida, pues son Sedes confinantes, sin haver otra en medio de las dos. Aquel recurrir à Idacio, para que cuidase de la causa de los Obispos, favorece à la misma Sede Emeritense, como Metropoli de la Lusitania, donde andaba ya la infeccion, y à cuya Provincia pertenecian los Obispos fautores de Prisciliano, como se vió por el efecto de que le hicieron Obispo Abulense, Iglesia de la Lusitania, lo que los supone de una misma Provincia. Añadese que el Obispo agregado à Idacio en la persecucion de Prisciliano, era tambien de Lusitania, Osonobense: y todo junto con la voz Emerita expresada y constante en Sulpicio, no permite otro recurso sobre la Sede de Idacio, mas que à la Emeritense, como Capital de Lusitania, en la qual se vuelve à manifestar el fuero Metropolitico, quando en el año de 448. expelió el Prelado Emeritense de toda la Lusitania à Pascencio, como luego diremos al tratar de Antonio.

40 Era pues Obispo de Mérida el Idacio à quien Sulpicio afirma, que el Prelado de Cordoba dió parte de lo que pasaba en su Provincia acerca

de

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