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Littré se han esforzado por demostrar á sus compatriotas la verdad sencillísima de que las palabras francesas se dividen en agudas y graves, clasificacion comprobada por el cumplimiento de aquella admirable ley etimológica. Si fuese permitido este paralelismo simbólico, diria yo que al modo del pueblo israelita en materia de religion, en lo tocante á este peregrino accidente de la elocucion, que llamamos acento, el pueblo frances ha sido depositario y guardian de la misma verdad que en el órden regular de las cosas parece condenado á no comprender.

Os he traido á la memoria esta ley de la permanencia del acento, no para desviar vuestra atencion del asunto de que trato, antes bien para rogaros que la fijeis en las conclusiones que del reconocimiento de leyes lingüísticas tales como ésta, se desprenden en relacion con el concepto del uso.

¿Habeis reparado, señores, en el espíritu, en el verdadero sentido que envuelve todo argumento que á secas se apoya en el uso? Cuando se decide que debe pronunciarse, decirse ó escribirse de tal 6 cuál manera, porque así lo exige el uso, ¿no observais que con esta razon potísima se cierra la boca á la curiosidad? Con efecto, en el uso el hecho es todo, el derecho nada; cosa es sobreentendida que el uso, como ya lo expresó Martínez de la Rosa, es "despótico," "absoluto "; si él lo quiere, no hay más que averiguar; la razon en que apoya sus decretos, es aquella sinrazon porque sí, de los niños, de los necios y de los tiranos.

Y yo, señores, confieso que, áun tratándose de lenguaje, estas razones arbitrarias, que en otros casos son ofensivas y tiránicas, me han disonado siempre. Confieso que he extrañado la autoridad que se atribuye á una entidad impersonal y despótica. El hecho, cuando no tiene, ni admite, ni consiente fundamento alguno, alegado como razon única, es un insulto á la razon verdadera. Soberbia y locura seria (ya lo he reconocido) pedir las razones últimas de las cosas; pero es fuero propio de séres racionales exigir á los hechos que presenten su titulo como manifestaciones ó como agentes de fuerzas superio

res. Merece el hecho respeto y acatamiento, no por lo que es en sí, sino por lo que representa; y si el uso no es más que un hecho, le seguiré por necesidad, no le acataré con el entendimiento. Para que el hecho lleve mis obsequios racionales, yo le exijo que en lo sustancial, aunque no en los pormenores, se apoye en una ley preexistente, ó con ella se enlace de algun modo, áun cuando yo no la penetre en sus causas finales. Y no me objete aquí alguno que en ello me mueve el vano placer de quien gusta de beber en fuente más alta, pero siempre turbia, su ignorancia. No; no me remonto á buscar hipótesis imaginarias, como la del átomo, ni me contentan palabras provisionales ó vacías, como la de casualidad. Leyes solicito, cualesquiera que sean, porque legalidad es forma de justicia, y justicia realizacion de derecho; y cuanto más antigua la ley que descubro, más me satisface, porque por su antigüedad mido la alteza de su orígen y lo benéfico de su institucion. No sólo con el jurisconsulto aclamaré á la legalidad justa, sino con el filósofo la reconoceré luminosa, y con el teólogo la acataré divina. Cuando de lo casual pasamos á lo providencial, cuando de lo que es subimos á lo que debe ser, cuando del cáos, en fin, salimos para entrar en el órden, que es calor y es luz, el corazon naturalmente se regocija, sosiega y descansa el entendimiento.

La permanencia del acento originario en todas las lenguas romances, en medio de sacudimientos y destrozos sociales, al traves de largos siglos tumultuosos, á pesar de grandes distancias interpuestas entre diferentes pueblos neo-latinos, es, con otros muchos, elocuente ejemplo para mostrar cómo en su transformacion los idiomas se guian por leyes preexistentes, que en períodos anteclásicos dirigen el uso popular. La sola razon sic iubeo del uso, satisface al que nada más desea que hablar una lengua segun el uso recibido; mas no es suficiente ya para quien desee poseerla por principios; no para el que sigue la historia de sus variaciones fonéticas y examina su estructura gramatical; no para el que estudia el encadenamiento de sus acepciones metafóricas, y aguza el entendimiento para fijar sus

sinonimias, llevando siempre delante la indispensable antorcha de la etimología.

Y descubierta la ley, en conformidad con ella se establecen reglas gramaticales y se dictan sin apelacion justísimos fallos en el tribunal de la crítica. En vano será, por ejemplo, que médula, cólega ó méndigo produzcan en su abono ejemplos de autores coetáneos: háse dislocado en tales vocablos el acento que derivan del latin, violan y contrarían una ley histórica del idioma, y basta hoy esta consideracion, sin necesidad de alegar pasajes de escritores clásicos como pruebas de uso literario, para condenar y proscribir esos y cualesquiera otros proparoxítonos, de los varios que está introduciendo ó pretendiendo introducir en castellano (como observa agudamente el señor Morel Fatio) la tonta idea de que la acentuacion esdrújula es en todo caso, por lo enfática, más noble que la llana ó grave.

Errará, empero, quien extremando este método científicohistórico, considere las lenguas como plantas parasitas que crecen abrazadas apénas al árbol de la humana sociedad. El lenguaje, dice el profesor Pott, es compuesto de alma y cuerpo, y vive y se alimenta á un mismo tiempo de espíritu y materia. Por una parte, producto sonoro de los órganos vocales; por otra, brote lozano de la imaginacion; y en él, como en todas las manifestaciones de séres animados, los movimientos regulados por leyes naturales se combinan con otros caprichosos, inexplicables; la necesidad se modifica y particulariza por obra de la espontaneidad. Conocemos tal vez las causas fisiológicas que determinan el cambio ó eliminacion de algunos sonidos y letras; pero dentro de los principios generales cabe variedad de resultados. Nos enseñará el filólogo que áun las excepciones gramaticales son restos de leyes antiguas que cayeron en desuetud; pero no explicará en muchos casos por qué una ley es regla y otra degeneró en excepcion (1). Si se nos proponen varias voces latinas que significan una misma cosa, tenemos la clave para darles á todas ellas la forma que les corresponde en nuestra lengua; pero si se pregunta por qué razon el uso

(1) V. Cuervo, Apuntaciones, 3.a ed. § 665.

adoptó una y desechó las otras (por qué v. gr. usamos beber y no potar, si bien se dice agua potable y no bebible) posible es que se conozca la causa (1), posible tambien que no acierte á decidir el punto el más erudito filólogo. En muchísimos casos la eleccion dependió de móviles involuntarios, ignorados, ó de causas accidentales tal vez ó del momento; fué, por punto general, espontánea; y á este elemento, orígen de la condicion que apellidé ya propiedad convencional de los términos, limitase, en último análisis, la jurisdiccion del uso, puesto caso que por uso entendemos de ordinario aquellas prácticas que no admiten explicacion histórica ni científica.

Nace de aquí que, si bien de los resultados es permitido ascender, por via de recomposicion, al origen, y confrontados diversos idiomas congéneres se ha ensayado, y ensayarse puede, con buen éxito la reconstruccion de la lengua madre, no de igual manera trazará el filólogo la forma circunstanciada de futuros dialectos. Como en la historia del mundo, en la del lenguaje la ciencia anuncia bienes ó males, prosperidades ó catástrofes, pero en globo; la experiencia recomienda recursos eficaces para remediarse del daño que amenaza, pero sin responder de las contingencias; porque la espontaneidad traviesa, hurtándose al análisis, por disposicion providencial, se encarga de desbaratar los cálculos fundados en el cumplimiento riguroso de leyes naturales.

Á éstas obedeció el lenguaje en períodos ante-clásicos. Con ellas concurre en los siglos clásicos, otro elemento, dominador del uso, otro factor, de más alta alcurnia que la espontaneidad instintiva, á saber, la libertad racional de los ingenios superiores, que con esfuerzo generoso ilustran y ensanchan los términos de la lengua patria.

V

EL USO Y LOS ESCRITORES CLÁSICOS.

Qué hemos de entender por autores clásicos, en qué consistió su labor, cuál fué su merito, dícelo en breves palabras, que (1) Diez, en la Introduccion á su Gramática, señala varias de esas causas.

me complazco en repetir para adorno de esta exposicion, el ilustre Cardenal Newman.

"Autores clásicos de una literatura nacional son aquellos que, en órden á poner de manifiesto el poder de la lengua en que escribieron, y dirigirla en su desenvolvimiento, ocupan lugar preeminente. La lengua de una nacion es á los principios ruda y tosca, y demanda una serie de entendidos artistas, que trabajen en hacerla maleable y dúctil, y en llevarla á la conveniente perfeccion. Crece ella, sí, con el uso; pero no cualquiera se hallará capaz de manejarla bien cuando todavía está informe. Esfuerzo es éste propio del genio; y así sucede que, como destinados á realizar tal obra, van apareciendo uno en pos de otro, y segun las circunstancias de los tiempos, hombres dotados de talentos peculiares. Uno le da flexibilidad, esto es, enseña cuán bien puede acomodarse ella á expresar, con nitidez y delicadeza, diversidad de ideas y de sentimientos; otro le comunica perspicuidad y energía; un tercero acrecienta su vocabulario; quién, en fin, le añade gracia y armonía. El estilo de cada uno de esos eminentes maestros llega á convertirse en una especie de propiedad de la lengua misma, conforme van entrando en la conversacion, entre clases ilustradas, y tornándose recursos del arte de escribir, todas aquellas palabras, frases, construcciones y giros que antes no se conocian." (1)

Los que poseemos una lengua acaudalada por tan diversas fuentes y raudales tributarios, que hoy corren reunidos á manera de majestuoso rio, no acertaremos á distinguir fácilmente lo que á todos y á cada uno se debe en la formacion del lenguaje: lo que el uso trajo consigo, y lo que los escritores clásicos pusieron de su caudal en las corrientes del uso; y tan injusto fuera adjudicar íntegro el lauro de la invencion á las fuerzas anónimas del lenguaje usual, como á la personal gallardía de preclaros ingenios. En las sencillas crónicas, trovas y canciones de gesta del período anteclásico hemos de estudiar, y estudia hoy la crítica anchurosa y benévola, una fase de la lengua; otra fase más espléndida y perfecta admiramos en las (1) Lectures on University subjects, III, § 4.

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