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sula cuando de suyo no se cae, como hacen los que quieren imitar á los que escriben mal latin.

MARCIO. Eso nos declarad un poco más.

VALDÉS. Digo que os debeis guardar siempre de hablar, como algunos, desta manera: Siempre te bien quise y nunca te bien hice; porque es muy mejor decir: Siempre te quise bien y nunca te hice bien (1).

CORIOLANO. ૐ Eso no es todo uno?

VALDÉS. Sí; pero no le contentó al Conde de Ureña una vez aquella manera de hablar.

CORIOLANO. Ea, contadnos eso.

VALDÉS. Soy contento. Diz que yendo el Conde de Ureña camino, y llegando á un lugar mal proveido de bastimentos, mandó á un su mayordomo, que pocos dias antes habia recibido, que le tuviese..... (aquí faltó hoja).

MARCIO. Así se hará; proseguid en decirnos lo que pertenece al estilo de vuestra lengua castellana.

VALDÉS. Con deciros esto pienso concluir este razonamiento desabrido, que todo el bien hablar castellano consiste en que digais lo que quereis con las ménos palabras que pudiéredes; de tal manera que, explicando bien el conceto de vuestro ánimo, y dando á entender lo que quereis decir de las palabras que pusiéredes en una cláusula ó razon, no se pueda quitar ninguna sin ofender á la sentencia, ó al encarescimiento, ó á la elegancia.

MARCIO. Declaradnos más eso.

VALDÉS. Que me place. Si quisiéredes quitar algo deste refran: Ama á quien no te ama, y responde á quien no te llama, con cualquiere cosa que le faltase gastaríades la sentencia que tiene; y si deste refran: Quien guarda y condesa,

(1) Salustio entre los latinos, y Cervantes entre nosotros, son muy dados á esta costumbre, que en ellos, si hemos de decir la verdad, nos parece muy bien.

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dos veces pone mesa, donde lo mesmo es guardar y condesar, quítase uno dellos, aunque gastaríades la sentencia, quitaríades el encarescimiento que suelen hacer dos vocablos juntos que sinifican una mesma cosa. Lo mesmo si deste refran Cual la madre, tal la hija, y tal la manta que las cobija, quitásedes el segundo tal, ó deste : Del monte sale quien el monte quema, quitásedes el segundo monte, aunque no gastaríades la sentencia ni quitaríades el encarescimiento, estragaríades de tal manera el estilo, que las cláusulas quedarian cojas.

MARCIO. Muy bien me parece esto; pero decidme: ¿teneis por buena manera esta destos refranes, que parece que van no sé con qué consonantes?

VALDÉS. Sí que es buena por estas sentencillas así breves; pero siempre aconsejaria á quien quisiese escribir ó hablar bien, que se guardase della, porque si no en semejantes dichos breves, en lo demas es muy ajena del estilo castellano.

MARCIO. Pues ¿cómo hay algunos que imprimen libros en latin que usan otras cosas muy ajenas del buen estilo de la lengua latina?

VALDÉS. Teneis razon, y en efecto es así, que en todas las lenguas del mundo hay unos que escriben mejor, más propia y más galanamente que otros, y por esto los que quieren aprender una lengua de nuevo debrian mucho mirar en qué libros leen, porque siempre acontece que, así como naturalmente tales son nuestras costumbres, cuales son las de aquellos con quien conversamos y platicamos, de la mesma manera es tal nuestro estilo, cuales son los libros en que leemos.

MARCIO. Decís muy gran verdad.

CORIOLANO. Pues conoceis esto así, para que hayais enteramente cumplido vuestra jornada, resta que nos digais qué libros castellanos os parece podemos leer para hacer

buen estilo, y tambien de cuáles teneis por bien nos guardemos.

VALDÉS. Demanda es más dificultosa que pensais. Ya sabeis en qué labirinto se mete el que se pone á juzgar las

obras ajenas.

CORIOLANO. VOS decís verdad cuando lo que se dice es público; pero aquí estamos solos, y todo puede pasar.

VALDÉS. Con condicion que no me deis por autor de lo que aquí sobre esto diré, soy contento deciros mi parecer acerca de los escritores. Ya sabeis que así como los gustos de los hombres son diversos, así tambien lo son los juicios; de donde viene que muchas veces lo que uno aprueba condena otro. Yo, que hago profesion de estar bien con todo el mundo, no querría sin propósito ofender á otros por complacer á vosotros.

MARCIO. Seguramente podeis decir lo que quisiéredes, que yo por todos tres prometo el secreto.

VALDÉS. Confiando en esa promesa, digo que, como sabeis, entre lo que está escrito en lengua castellana, principalmente hay tres suertes de escrituras: unas en metro, otras en prosa, compuestas de su primer nascimiento en lengua castellana, ahora sean falsas, ahora verdaderas; otras hay traducidas especialmente de la latina. El leer en metro no lo apruebo en castellano, ni en ninguna otra lengua, para los que son aprendices en ella.

MARCIO. Mucho ha que soy desa misma opinion.

VALDÉS. Pero porque digamos de todo, digo que de los que han escrito en metro, dan todos comunmente la palma á Juan de Mena; y á mi parecer, aunque la merezca cuanto á la doctrina y alto estilo, yo no se la daría cuanto al decir propiamente, ni cuanto al usar propios y naturales vocablos, porque, si no me engaño, se descuidó en esta parte mucho, á lo menos en aquellas sus Trescientas, donde querien do mostrarse doto escribió tan escuro, que no es enten

dido; y puso ciertos vocablos, unos que por groseros se debian desechar, y otros que por muy latinos no se dejan entender á todos, como son: Rostro yocundo, fondon del polo segundo, y ciñe toda la esfera, que todo esto pone en una copla, que todo, á mi ver, es más escribir mal latin que buen castellano. En las coplas de amores que están en el Cancionero general me contenta harto, adonde en verdad es singularísimo (1). En el mismo Cancionero hay algunas coplas que tienen buen estilo, como son las de Garci-Sanchez de Badajoz (2), y las del bachiller de la Torre, y las

á

(1) Juan de Mena nació en Córdoba en 1411, y murió repentinamente en 1445. Estudió en Salamanca y en Roma, y á su vuelta fué veinticuatro de su ciudad natal, y despues secretario latino del rey D. Juan II é historiógrafo de Castilla. El Monarca, el infante don Pedro de Portugal y el Marqués de Santillana lo protegieron y apreciaron especialmente. Escribió innumerables versos. Sus obras principales son el poema Sobre los siete Pecados capitales, pedantesco y metafísico; La Coronacion, en loor del Marqués de Santillana, bien versificado, con descripciones notables, aunque oscuro con frecuencia por el abuso de la erudicion; y El Labyrinto ó Las Trescientas, que alude el autor del diálogo, en versos de arte mayor, en que el poeta, á imitacion del Dante Alighieri, se propone enseñar, valiéndose de visiones y alegorías, cuanto se refiere á los deberes y al destino del hombre. El plan es embrollado, oscuros los conceptos, y el lenguaje lleno de giros y palabras nuevas, pedantescas y atrevidas. Los retratos que hace de algunos personajes de su época, y el episodio del Conde de Niebla, es lo mejor del poema. El mérito principal de Juan de Mena es haber osado trazar el rumbo que debian seguir sus imitadores para perfeccionar el castellano, puesto que si bien erró con frecuencia y abusó de su buen deseo, no puede negarse que fué el primero que llamó la atencion de los escritores hacia la necesidad de enriquecer con nuevas voces el lenguaje poético.

(2) Poeta, cuyos versos ó coplas se encuentran en El Cancionero general, que se distingue por su dulzura, y es famoso por haberse muerto de locura de amor. (V. á Ticknor, edicion de 1863, t. I, páginas 495, 397 y 402, y las Memorias de la Academia de la Historia, tomo vi, pág. 404.)

de Guevara, aunque éstas tengan mejor sentido que estilo, y las del Marqués de Astorga (1), y son mejores las de D. Jorge Manrique, Recuerde el alma dormida, las cuales, á mi juicio, son muy dinas de ser loadas y estimadas, así por la sentencia como por el estilo (2). Juan del Encina escribió mucho, y así tiene de todo. Lo que me contenta más es la Farsa de Plácida y de Vitoriano, que compuso en Roma (3). El estilo que tiene Torres Naharro y su Propaladia, aunque peca algo en las comedias no guardando bien el decoro de las personas, me satisface mucho, porque es muy llano y sin afectacion ninguna, mayormente en las comedias de Calamita y Aquilana, porque en las otras tiene

(1) El bachiller La Torre, Guevara ó Guivara y el Marqués de AsCorga son poetas cuyos versos se encuentran tambien, como los de Antonio de Velasco y Garci-Sanchez de Badajoz, en El Cancioero general. Casi todas estas poesías, que formaron las delicias de sus contemporáneos, no ofrecen hoy interes más que á los literatos é historiadores, porque cansan y fastidian hasta á los más entusiastas. (2) Conocidísimo es de todos los amantes de nuestras glorias literarias el poeta Jorge Manrique, digno descendiente de la distinguida familia que ganó tantos laureles en armas y en letras. Los versos á la muerte de su padre, impresos por primera vez en 1492, son repetidos hoy por todos como en la época en que se escribieron, y en el fondo y en la forma de lo mejor que hay en la poesía castellana.

(3) «En 1514, dice Ticknor (en su History of spanish Literature, tomo 1, nota 4 de la pág. 247 de la edicion de Londres, 1863), publicó Encina en Roma una obra dramática titulada Plácido y Vitoriana, que él llamó égloga, muy celebrada por el autor del DIÁLOGO DE LAS LENGUAS; pero fué inserta en el índice expurgatorio, 1559, y de nuevo en el de 1667, pág. 733. Sólo conozco una copia de ella, que se encuentra en la rica librería de D. Vicente Salvá, en Valencia.»> Schak, en su Geschichte der dramatischen Kunst und Literatur in Spanien, t. I, pág. 146, dice á su vez que en el año de 1514 imprimió Encina en Roma una farsa titulada Plácido y Vitoriana, prohibida más tarde por la Inquisicion, y que, segun parece, ha desaparecido sin dejar huella alguna.

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