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con las galeras mas ligeras y mas reforzadas que pudiere diez ó doce mill hombres en tierra para probar de combatir en ella con los enemigos si no se pudiese combatir por mar, porque si muestro á los enemigos los pasos por donde escondidamente tengo de desembarcar esta gente en tierra para este efecto, muéstroles luego lo que han de hacer, que es poner guardia en aquellos pasos en mar y en tierra, si ya no la tuviesen puesta, con la cual ellos podrán facilisimamente estorballo, porque habiendo de entrar de noche á hacer esto, como tengo scripto por otras, cualquier fusta ó navío que tengan á la guardia que me descubra, basta á impedírmelo; y cierto este era uno de los expedientes en que mas me confiaba.

Para dalle este primer socorro de los mill hombres, tiénenlo ya alterado y puesto en el peligro que digo, porque cuando se hallaron aquí las dos galeras de la religion, quisieron ir á meter una compañía de italianos que tienen en Zaragoza al Mujarro y Antefea, que son dos calas á la parte del mediodia, pegada la una con la otra. Ni hay otra en toda la isla donde se pueda desembarcar gente, porque todas son peñas y escollos altos á do no se puede desembarcar, salvo en los lugares do está la armada enemiga; y paresciéndome que no era bien alterar este lugar, ni mostralle á los enemigos por las causas dichas, no quise dejar ir las galeras á meter esta compañía, reservándolo como digo para poner allá fuerzas bastantes para combatir en campaña, ó tales que se pudiese esperar dellas la defensa de los muros y fosos; pero habiendo inviado yo al dicho Salvago con el capitan Miranda á Malta á do entraron en una barquilla con grandísima dificultad, volviendo el Salvago de allí, paresciéndole que aquello quedaba muy apretado, invió las dos galeras con lo dicha compañía, con cien soldados de la ga

lera del maestre, que son buena gente, y con setenta entre caballos de la órden y soldados españoles, á quien yo habia dado licencia para ir allá. Hélo sentido extremamente, porque el Salvago, aunque lo ha hecho con buena intencion, no lo hubiera de hacer sin mi órden; y no siendo aquel socorro bastante para defender lo de allí segun están, ha sido mal el haber señalado aquel agujero por el cual á lo menos se hubiera de probar á meter la primera vez los mill soldados que el maestre pide, como se hiciera si con mi órden se ejecutára; así que si agora quisiere poner setecientos españoles que aquí tengo, seria ya con notable peligro; pero la pérdida de Malta seria tan grande que no sé en que me resolveré. Estoy esperando las dos galeras que vuelvan: sabré dellas lo que pasa, y conforme á ello me determinaré, aunque sé bien que en cualquier cosa que me determine tengo de ser juzgado de los mas por el suceso y no por la razon.

Cuando invié la primer compañía á Malta, que fué la de Miranda, inviéla sin capitan porque el maestre me lo invió á pedir así ahincadamente. Viendo despues que en el lugar donde estaba toda junta, que era en San Telmo, no convenia que estuviese sin él, y que el maestre en esta demanda se habia engañado, le hice ir en la barqueta que digo; y certificame Salvago que si no llegáran á San Telmo en el punto que llegaron, que con defendérselo los turcos de tierra con gran cantidad de arcabucería, y con habelles muerto de un golpe de artillería un hombre de los que bogaban en la barqueta, con todo esto entraron dentro del castillo los dos, y hallaron la gente dél tan abandonada y tan perdida, aunque con determinacion de esperar el segundo asalto, que si se le dieran, tenian por cierta la perdicion del castillo. Habíanles ocho horas antes dado los turcos á escala vista el asalto con tan poca órden ni juicio, teniendo sanas las mu

rallas y hondos los fosos, que paresció que Dios los inviaba allí para su perdicion. Dice el Salvago que murieron mas de quinientos de los genízaros, sin otra gran parte de heridos; así que lo que habia de haber dado ánimo á los de dentro, paresce que se le habia quitado. Tambien dice que el que tenia encargo del castillo, que es un caballero viejo, que este le halló en la cama, y que decia deseaba que el maestre le sacase de allí, porque él era ya viejo y no era para trabajar. Dice asimismo que Juan de la Cerda y su alférez, y esto lo escriben otros, habia mostrado gran vildad, y que habia salido á persuadir al maestre que abandonasen el castillo y lo minasen, porque no era posible poderse defender. Y cierto son cosas que aunque el maestre le respondió como caballero, y le volvió á inviar al castillo, fuera mejor inviar allá su cabeza. Ansimismo dice que en el punto que él salia del puerto para venirse, le vino á decir un caballero, que el dicho Juan de la Cerda y su alférez, y otros tres ó cuatro soldados, habian forzado una barca para salirse del castillo y venirse al Burgo. En pudiendo screbiré al maestre que si esto es verdad, que le haga á él y á sus compañeros cortar las cabezas; y siéndolo, si vienen en Secilia, yo haré lo mismo. San Telmo es plaza pequeña y no bien entendida ; pero no es plaza para perderse así fácilmente si los de dentro quieren y osan hacer su débito. Y aunque se perdiese San Telmo, no tengo yo por perdido lo de Malta si lo demás se sustenta, porque el armada que ellos meterán en el puerto que está en bajo de San Telmo, está sujeta al que fuere señor de la isla; así que si nosotros fuésemos poderosos en la mar, serlo hiamos tambien en la tierra; y siéndolo en la tierra, dende ella se podria echar á fondo toda la armada que estuviese en dicho puerto. Tambien dice el Salvago que en el medio caballero, que el maestre llama rebellin, que de la escalada subieron

allí los turcos, y los nuestros le abandonaron, y despues de abandonado, tornaron á remeter, y tornáronle á ganar; pero dice que los turcos quedaron arrimados á él, y que estos serán hasta cuatro mill, de manera que están encima del foso con esta trinchea delante, y aun procurando de henchille con sacos de tierra, de algodon, lana y tiendas de galeras que son empresas bien difíciles, aunque el foso es mas estrecho por allí que por la frente; pero al fin han de subir con escalas si le quieren tomar, que cuando hay quien le defienda no se hace con facilidad. Dice que viéndolos el maestre tan caidos, les habia inviado docientos hombres, y que con estos creia que tornarian á ganar el ánimo que tenian perdido; y que habia dado el maestre la compañía de Miranda á su alférez, sin considerar que no era bien quitalla á quien tan justamente la tenia y merecia; y hallándose en confusion le dijo el Miranda queriendósela tornar á dar, que no era tiempo de alterar su alférez; pero que él iria á ser su soldado y á morir en Sant Telmo; y nunca el maestre, queriéndole tener consigo, le pudo estorbar que no se fuese á meter en el castillo á donde quedaba, y á do era bien menester su persona y ánimo.

El número de galeras me paresce que va cada dia cresciendo, y me certifica Salvago que sin las fustas y galeotas con las galeras que Dragut ha traido últimamente, el cual estaba ya en la armada con cient y cincuenta fustas, y que sin sesenta fustas y galeotas que hay, habia enviado Dragut á los Gelves por otras diez y ocho, aunque yo creo que en las sesenta entran estas diez y ocho. Demás destas dicenme que esperaban los navíos de Argel; y de Nápoles me escriben que á Biserta habian descubierto veinte y cinco bajeles que podrian ser los de Argel. Nosotros en lugar de crescer, vamos haciendo lo contrario, porque aunque en la carta de

primero de junio el maestre me da esperanza de sacar aquellas galeras, en las de tres y de cuatro me la quita, como V. M. verá; y no obstante que me la quita, me pide por la creencia los mill soldados para defenderse, los cuales dice que se le han de dar aunque las galeras no saliesen. Tengo scripto que estas siete galeras de Malta con los esclavos y tres buques, las contaba por doce por los esclavos y gente demasiada que tenian, porque me ayudaban á armar otros dos cuerpos de galeras; pero quitando las dos que han de volver, se podrán contar cuasi por diez menos.

He hecho cuanto he podido por haber estas galaras, pidiéndolas al maestre por medio de una barqueta inviada por mí, que es la que él dice que habia tres dias que no habia podido salir. A este mismo efecto invié al comendador Salvago para que las sacase, y como V. M. vé el maestre lo tiene por dificilísimo; y lo que él dice que la noche antes las porná en órden para que salgan á ayudarnos, esto es imposible, porque ya lo de allí queda tan cerrado que no se le puede dar aviso de nada, y ansí lo dice el Salvago, que es un hombre muy cuerdo y de muy buenas partes.

Para armar las galeras de Nápoles scribí al virey que hiciese levantar allí acomandamento hasta dos mill remeros que yo les pagaría, y por parescelle daño de las tierras no lo ha querido hacer, y así me lo ha respondido por dos cartas, de manera que esto tampoco ayuda nada para lo que yo procuro de ser poderoso en la mar. Screbíle la carta que irá con esta, pidiéndole los españoles por los mejores términos que pude, ofresciéndole de dalle dinero para levantar tres mill tudescos; y como á hombre celoso del servicio de V. M., y temeroso de que no le acontezca algo en lo que tiene á cargo, le ha parescido no dallos como V. M. verá por esa su carta. Y cierto si V. M. no me pudiera reprender en decir

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