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potencia; sino porque su sabiduría infinita quiso proceder con órden. «Non fuit hoc ex impotentia Dei, sed ex ejus sapientia, ut ordo « servaretur in rerum conditione, dum ex imperfecto ad perfectum ad« ducerentur.» (Sum. theol. S. Thom., 1 pars, quaest. 46, art. 1). Y, ya que este universo debia servir al hombre de gradas para elevarse hácia Dios, y que no puede elevarse hácia él sino por la imitacion, debemos ver en este proceder del Criador una gran leccion para corregir nuestra ligereza, nuestra impaciente actividad y nuestra falta de unidad en nuestras obras de un dia.

CAPÍTULO II.

DE LA LUZ.

Si, en el órden sobrenatural, en el órden de la gloria y de la gracia, las cosas invisibles de la ciudad de Dios están figuradas por las cosas visibles de este mundo físico y material, ¿no es cierto que este principio halla una verdadera aplicacion en la luz, considerada comparativamente en el mundo invisible y en el mundo visible?

Dios todo lo crió y afirmó con su palabra: Dixit et facta sunt... Verbo Dei coeli firmati sunt (Ps. xxxII); pero esta palabra creatriz de Dios, es su Verbo eterno que es el mismo Dios, y es por él que fue hecho todo: Deus erat Verbum... Omnia per ipsum facta sunt (Joann., 1, 1, 3); pero este Verbo que es Dios, es la luz, segun el mismo apóstol san Juan : Deus lux est. (I Joann., 1, 5). Luego todo fue hecho por la luz, es decir por la luz verdadera, increada, eterna, indefectible, orígen de toda luz : Lux vera, perpetua, indeficiens, fons luminis. No debo aquí hablar de la luz considerada en el órden de la gloria y de la gracia. Nadie puede ignorar que la felicidad de los bienaventurados consistirá en ver la luz en la luz de Dios: In lumine tuo videbimus lumen (Ps. xxxv); y que la luz eterna alumbrará en la morada de los elegidos de Dios, en aquel lugar de paz y de luz: Lux perpetua lucebit sanctis tuis, locus pacis et lucis, como dice la Iglesia. Se ha debido ver, en virtud de lo que precede, que este universo-copia es solo una figura del universo invisible, ó mas bien típico y eterno que está en Dios. Tambien, la luz-fuerza ó la fuerza lumínica, en tanto que es la accion de Dios sobre la materia, es la ley suprema del universo. Siguese de esto que su efecto inmediato es la luz fenoménica ó sensible, porque la accion de Dios es necesariamente fuerza y luz. Luego esta potencia es el agente único y universal de toda la creacion;

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en una palabra, es el principio vital de toda la naturaleza: Et cum sit una, omnia potest;¡et in se permanens omnia innovat. (Sap., vII,

27).

Todo esto deriva de la sublime palabra de Dios: Fiat lux. (Genes. 1, 3). Moisés solo habla de las cosas sensibles, habla á los sentidos; esta es la observacion de todos los comentadores despues de san Gerónimo, es la observacion que mas naturalmente viene al entendimiento, por poco que se medite la Biblia. Pues, hablando de la luz sensible, Moisés deja adivinar su causa; porque sabemos ahora que aquellafluz no es sino un efecto, y la causa no puede ser sino la accion de Dios sobre la materia creada : Subter omnes coelos ipse considerat ; et lumen illius super terminos terrae. (Job, xxxvii, 3).

La palabra de Dios es una fuerza, la luz fenoménica es su efecto. Dios quiere organizar el universo con todos sus globos, y la luz sensible es el resultado de esta accion. Es preciso distinguir aquí la accion de Dios de su efecto, la luz fenoménica de la luzfuerza ; y esta distincion es la sola posible segun la Biblia: luego verémos que es la única que conviene á la ciencia.

SI.- Agente universal segun la Biblia.

Cuando se considera atentamente la narracion de Moisés, en que se ve la materia universal inerte, sometida á la accion de Dios: Spiritus Dei ferebatur super aquas, sicut superfertur rebus fabricandis voluntas artificis ; cuando en seguida se la ve organizarse desde el momento en que fue producida la luz, es menester admitir que desde aquel momento tambien debió existir una potencia vital universal, que se manifestó por la luz.

Fiat lux: et facta est lux. Entonces empiezan la sucesion de las cosas, el movimiento con las propiedades de la materia. La fuerza lumínica ó la luz-fuerza, siendo la accion de Dios, es, y debe ser una, indivisible, constante y universal; la luz sensible es la mas alta expresion de aquella fuerza, es la manifestacion de la accion divina. Y esta distincion, que estableceré mas claramente en el párrafo que sigue, puede deducirse de hechos físicos. Me limito aquí á formularla.

La fuerza lumínica obra instantáneamente, en todas partes, y

siempre y á cualquier distancia, pues que es la accion de Dios. que está en todas partes y siempre presente á sus criaturas, y á cada átomo, para conservarles, protegerles, apresurarles, animarles. La luz sensible ó fenoménica es el resultado de esta accion conservadora y vivificante, siempre que se opera una nueva combinacion en los seres. Y es por esto que la luz fue hecha á la voz del Criador que organizaba la materia, Deus qui dixit de tenebris lucem splendescere. (II Cor., Iv, 6). Pero por lo mismo que esta luz es el resultado de acciones químicas, no puede ser instantánea á cualquier distancia, porque la materia, por muy sutil que sea, necesita un tiempo para moverse, para obedecer al impulso de la fuerza universal, lumínica, que la rige.

Este sistema de unidad y de universalidad fue el único que convino á Dios, el único que pudo representarle dignamente en el universo visible ó material, y en fin el mas útil á la naturaleza, es decir, á la universalidad de las cosas creadas, que de este modo se pusieron en relacion de una extremidad á otra del universo, y subsisten por el continuo movimiento de composicion y descomposicion que se ejecuta en virtud de la misma ley.

Compréndese ahora con cuánta verdad los antiguos Patriarcas lo atribuyeron todo á Dios, con qué exactitud los Libros sagrados todo lo hacen remontar á él: Dios sopla el viento y forma el hielo : Flante Deo concrescit gelu. (Job, xxXVII, 10). Él truena: Tonabit de coelo Dominus. (I Reg., xxII, 14). Hace que llueva: Pluitque Dominus. (Exod., ix, 23). La Escritura está llena de tales expresiones. Nubibus mandabo ne pluant. (Isai., v, 6). Hé aquí, en fin, otra palabra que tambien contiene una verdad admirable de física, descubierta muy tarde: Fulgura in pluviam fecit. (Ps. CXXXVII, 7).

Así, no ha habido invencion mas desgraciada que la de las causas secundarias, con que la pobre humanidad se hizo como un muro de separacion entre Dios y ella. Y nadie jamás las ha hecho valer con mas ardor que los impíos, como para lanzar al Soberano del universo afuera del mundo, por miedo de que les sujetase. El hombre culpable prefiere las entidades mas misteriosas al mismo Dios; sin embargo, entre nosotros y nuestro Criador, ¿puede haber otra cosa que él mismo, que su accion conservadora y coordinatriz? y, si él retirase esta accion, la materia volveria á caer

en el cáos de su primera existencia del todo negativa, y tan próxima á la nada; así como el alma privada de la accion de la gracia cae en la negacion del bien, en las tinieblas de su nada y de la muerte. In tenebris et in umbra mortis. (Luc., 1, 79).

Efectivamente, Dios es una causa bastante vital, bastante poderosa que debe bastarnos; y no hay mas causas secundarias que los efectos de su accion sobre la materia, efectos que sucesivamente van produciendo otros, y que no son sino un modo de manifestacion del agente único y universal.

Cuando, al empezar el tiempo, Dios quiso realizar el universo tipo, que es en él de toda eternidad, y que los elegidos contemplarán en todas sus armoniosas magnificencias durante los siglos inmortales, entonces habló la luz, como dice san Ambrosio 1; su accion vivificó, fecundó é iluminó al universo. Y esta accion la acompaña y prepara á los siglos eternos para aquellos que tienen fe: Est autem fides sperandarum subtantia rerum, argumentum non apparentium (Heb., 11, 1), esta fe, que nos hace ver en las cosas de aquí abajo la imágen de las cosas eternas : Fide intelligimus aptata esse saecula Verbo Dei, ut ex invisibilibus visibilia fierent. (Ibid., 11).

SII. Tendencia de la ciencia hacia la unidad.

Desde que la ciencia moderna declaró que la luz era independiente del sol, se ha deducido en general, sin mas averiguaciones, que Moisés admitió dos clases de luz. Es en efecto lo que en el dia enseñan los mas distinguidos cosmógonos, entre otros Marcel de Serres. Hé aquí sus palabras: «Moisés distinguió dos cla<«<ses de luz, la una puesta en movimiento desde la primera época, «y que no es mas que el resultado de ciertas vibraciones impresas <«<á la materia misma...; la otra cuya aparicion tuvo lugar á la cuarta «época, y que emana de los cuerpos luminosos esparcidos en el <<< firmamento del cielo.» (De la Cosmog. de Moisés, 2.a edic., tomo i, pág. 441).

La luz no es una propiedad, sino un fenómeno presentado por la materia, ya cósmica, ya sidérea, bajo la influencia de la fuer

1 Naturae opifex, lucem locutus est et creavit. Sermo Dei, voluntas est; opus Dei, natura est. (In hexam.).

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