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no es maravilla que las tierras no correspondan á nuestra intencion: el que quiera verlo, no tiene mas que tomarse el trabajo de irse tras el gañan quando vaya cubriendo la simiente con la reja.

» Aunque el sembrador tenga buen pulso echa la mayor parte del trigo en las canales de los surcos, donde se amontona rodando, sin poderse detener en los lomos por su declive, y así se encuentra mas semilla en un parage que en otro. Por donde pasa la punta de la reja no queda un solo grano de trigo, sino que se juntan todos á los lados por medio de las orejeras que los amontonan confusamente unos sobre otros, haciendo que solo nazca la menor parte de las semillas, que son las que quedan cómodamente cubiertas de tierra, y las que primero se ven nacer en los lomos y á los lados del surco. A beneficio del tiempo y de la fertilidad de la tierra llegan á su último período los pocos granos nacidos; pero los restantes se pierden, como si á propósito los hubiesen arrojado en un rio, con menoscabo de nuestros intereses y descrédito de las tierras.

"Este defecto se remedia, en quanto es posible, cubriendo la semilla con la grada, pues con ella se esparce el trigo igualmente por tierra; dexando los acontecimientos en manos de Dios que hace nacer y crecer todas las cosas.

» En todas partes se pueden hallar buenas simientes; pero no en todos los parages se puede usar la grada, por las diversas calidades y situaciones del terreno. En el suelo que no esté demasiado pedregoso ni pendiente se manejará la grada á gusto: en tal caso deben servirse de ella sin atender á la costumbre, pues en mejor ocasion no podia abolirse; pero no acomodándose al terreno, será forzoso valerse del arado. En este caso, y á fin de que la pérdida sea menor, se suaviza la naturaleza del arado, haciendo que en las dos últimas rejas ó labores que se den á la tierra, la una un poco antes, y la otra despues de la siembra, esten los surcos muy inmediatos entre sí, para allanar en lo posible el terreno, imitando la labor de la grada, á fin de distribuir con igualdad la simiente; lo qual se podrá hacer muy bien, porque no hay muchos altos ni baxos en una tierra manejada como digo.

» En quanto á cubrir el grano, el labrador diligente se limitará á las circunstancias, dando á la reja la tierra que le parezca que necesita para cubrirle qual conviene; pero en punto á reformar el vi cio de que la reja amontone la semilla á los lados no hay remedio ninguno. Por esta razon se valen de la grada, como el instrumento mas á propósito para esta operacion; pues por su medio nace y crece el trigo con la misma igualdad que las plantas de los jardines y la yerba en los prados, haciendo una vista hermosa, como se nota en la Isla de Francia hácia San Dionisio, y en otras partes. Por es

to se puede sentir el ver desechada la grada en muchos parages, donde cómodamente podrian servirse de ella, y solamente usada en pocos paises: error de los mas visibles en agricultura.

Aunque el terreno no esté enteramente limpio de toda especie de piedras, no dexará de ser útil la grada que gira sobre un exe, pasando con facilidad por encima de las piedras que no excedan del grueso de una nuez, lo que no podria hacer la que va arrastrando, porque se las llevaria por delante. Qualquiera que sea la grada, ademas de la utilidad que se ha dicho, tiene otra muy notable, que es la de abrazar seis veces mas tierra que el arado: objeto muy importante en un tiempo en que estrecha mucho la estacion de la sementera, en que se cuentan las horas y aun los momentos para activar con diligencia el trabajo. Aunque para cubrir la simiente con la grada es necesario pasarla dos veces por el campo, una á lo largo y otra al traves, quando el arado la cubre solo de una; con todo es mas expedita la grada, segun lo manifiesta la prác

tica.

» Muchos labradores usan para sembrar de un método contrario á este, y es, que todos los surcos sean profundos y con los lomos altos, haciéndolos bastante distantes unos de otros: se fundan en que los granos cubiertos de esta manera no temen tanto las aguas del invierno como del otro modo, porque escurriéndose al hondo de los surcos, dexan el grano en salvo en los lomos y costados. Pero semejantes preservativos infructuosos no curan el mal que las aguas hacen á los trigos, porque la pequeñez de estos canales es incapaz de recibirlas ni darles salida. Esto solo se logra por medio de zanjas muy profundas, que se mantienen abiertas, ó llenas en parte de piedras y en parte de tierra, que recogen las aguas subterráneas, y con surcos por la superficie del campo para las de la lluvia por medio de otros fosos: la pérdida que proviene de la importuna y confusa mezcla de granos sembrados con el arado subsiste siempre, tanto mas quanto mayor es la distancia de un surco

á otro.

» El temor á las aguas hace que en muchos parages se disponga la labor en surcos profundos, encerrados entre dos líneas paralelas mas anchas y profundas aun, semejantes á unas zanjas pequeñas; así se practica en el Beoce y en otras partes, pues prefieren el exponerse á las resultas de una mala labor, mas bien que aventurar sus granos á las humedades grandes : en este punto, á pesar de la costumbre, no temo decir que se engañan, porque contra los preceptos del arte, no cruzan la labor para remover la tierra como corresponde (1). La fertilidad del terreno del Beoce, que produce

!

(1). Olivier de Serres se engañía en esto: toda la tierra se remueve. Se principia á

muchos granos, suple el defecto del labrador; algunos reparten la tierra en surcos al tiempo de la siembra, porque es una economía para la siega, que se hace á menos costa, viéndose imposibilitados los segadores de cometer fraude alguno, como si lo dexasen á su direccion, ó quando tienen campo abierto, porque la division en surcos señala una tarea igual á cada peon, y les precisa á pagar en trabajo el jornal que reciben."

CAPITULO VI.

DEL CUIDADO QUE SE debe tenER CON EL TRIGO DESPUES DE CUBIERTO, Y MIENTRAS ESTÁ EN yerba.

SECCION PRIMERA.

Del desagüe 6 saneamiento de los sembrados.

Por poca inclinacion que tenga el suelo del campo, y sobre todo,

siendo desigual, es indispensable hacer de trecho en trecho sangrías ó fosos pequeños para dar salida á las aguas. Esta es una operacion de primera necesidad, sin la qual no debian extrañar el ver la tierra de un campo arrastrada sucesivamente á la llanura, no quedando mas que la toba ó la roca viva en las laderas rápidas de donde habian quitado los árboles y arbustos para sembrarlas de trigo, en el tiempo que reynaba en Francia el furor de los rompimientos. (Véase esta palabra.) El primer cuidado que se debe poner es en separar las aguas llovedizas, en quanto sea posible, de los parages mas inclinados: el segundo en multiplicar las sangrías, pues quanto mas largas son estas y su pendiente mas rápido, mas aguas recogen, y entonces su fuerza se semeja á un torrente pequeño, que profundiza la zanja y destruye sus paredes: el tercero es en hacer las sangrías en la inclinacion mas suave del pendiente; y el quarto, en fin, en variar todos los años el local de las sangrías, es decir, no hacerlas en los mismos parages que las precedentes, porque con el tiempo formarian otros tantos barrancos. Es tambien esencial que no terminen sobre un terreno ligero, labrado ni de un pendiente demasiado rápido, á menos que sea una roca. Es necesario, si se puede, elegir un terreno cubierto de yerba, pues

labrar tomando los surcos nuevos en sentido contrario á los antiguos, para nivelar el terreno, y se cruza despues dos veces, de manera que la superficie del suelo queda llana. En las últimas rejas es quando forman los camellones, y tienen cuidado de hacer el lomo en la parte que antes era canal, y al contrario. De este modo es como los he visto labrar. El transcurso del tiempo no ha mudado en nada esta costumbre establecida hoy, y que me han asegurado, y lo creo, que venia de padres á hijos. LLL

TOMO XV.

estando esta frondosa y espesa, no la arrastrará el agua, conservará las márgenes del campo, y retendrá en ellas una parte de la tierra. Pocos labradores saben el arte de hacer las sangrías, porque no juzgan con prudencia del nivel de pendiente, y les dan demasiada inclinacion. El punto principal es que el agua se corra con lentitud, y que no se estanque mas en una parte que en otra. Esto se logrará multiplicando el número de las sangrías, particularmente en los terrenos muy pendientes, atendiendo á que queda poca superficie sin corriente, y que esta se halla siempre en razon de la mayor o menor superficie ó de su inclinacion.

Yo he visto labradores que abrian una zanja general al traves de la longitud del campo, y hacian terminar en ella las otras sangrías pequeñas laterales; pero entre todos los modos de desaguar las tierras, este es el mas malo; mejor es multiplicar las sangrías generales y las laterales.

Siempre que haya alguna lluvia tempestuosa ó demasiado contínua debe el labrador enviar su capataz, ó mejor ir él á exâminar si las sangrías estan obstruidas, ó si se han hecho arroyadas, para poner inmediatamente el remedio á su presencia. Si despues de haber da do la primera y segunda reja á un campo tuviese el labrador la sabia precaucion de abrir sangrías, conservaria la tierra, sobre todo, en las provincias meridionales, donde las lluvias son siempre tempestuosas, muy recias y de mucha duracion quando principian en el otoño.

Para trazar y abrir las sangrías como conviene se sirven de un arado con orejeras, á fin de que la tierra caiga á ambos costados con igualdad, pasándole dos veces por el mismo surco, si se quiere hacer mas hondo. En ambos casos aconsejo que vaya detras del arado un hombre con una pala, igualando el suelo, y fortificando los costados débiles; por este medio se consigue mejor que con el arado solo un pendiente bien nivelado.

Me objetarán que las muchas sangrías ocasionarán la pérdida de muchos granos; es verdad, pero el problema se reduce á averiguar, ¿si vale mas perder cada año una corta porcion de grano, o sucesivamente toda la tierra de un campo, y con ella la tierra vegetal ó humus soluble en el agua, tan dificil de adquirir, y que es la base fundamental de la vegetacion? (Véase el último capítulo de la palabra CULTIVO.) El lector podrá resolver por sí solo el problema.

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En los diferentes métodos de preparar la tierra para sembrar trigo, imaginados por Tull, corregidos y aumentados por muchos autores, y referidos en la palabra CULTIVO, hemos visto que consideraban la escarda del trigo como indispensable. Unos, adictos á la opinion de algunos autores antiguos, pensáron que se debia sembrar en surcos separados, á fin de poder trabajar los entredoses, y que una sola operacion produxese dos efectos á un tiempo; el uno remover la tierra al pie de las raices, y por consiguiente procurar á la planta una labor ventajosa; y el otro destruir al mismo tiempo las inalas yerbas. Algunos recomiendan simplemente arrancar las malas yerbas antes que los trigos empiecen á espigar; y en fin, otros miran esta operacion como bien inútil.

No hay cosa mas fácil ni mas necesaria que escardar los trigos, si se adopta el cultivo de Tull; porque las yerbas los ahogan sino bien pronto, atendido á que quanto mas claro se siembra, mas facilidad de germinar y vegetar tienen las granas; y si se siembra espeso, despues de bien labrada la tierra y en buena sazon, los trigos sofocarán las yerbas en gran parte, pero sus raices se comerán unas á otras. Hay pues en todos los métodos, aun en los opuestos, sus inconvenientes; sin embargo, preferiré siempre aquel cuyos defectos se puedan remediar: y para ello es un medio excelente la escarda.

Las yerbas, ó son vivaces, ó bienales ó anuales; las primeras se destruyen con facilidad con un poco de cuidado, mediante labores dadas oportunamente, y sobre todo, no dexándolas granar: la grama de España y la de las boticas de Alemania estan exceptuadas de esta ley general, y lo mismo las plantas bienales. Las anuales son mas dificiles de destruir, porque la grana de unas germina en Febrero, la de otras en Marzo, en Abril, en el verano, en el otoño &c.; de modo que una labor puede arruin r una especie, pero no destruye las que deben nacer al mes siguiente; y sucede muchas veces que algunas especies germinan, vegetan, maduran y se secan de una labor á otra. De estas generalidades parece que debia resultar el abandonar la escarda de los trigos; pero es una conseqüencia falsa. El arrancar las malas yerbas mientras el trigo está verde y antes que se encañe, es favorecer su acrecentamiento: entonces ahijará mucho, sus hojas se extenderán, cubrirán el suelo, y por consiguiente sofocarán con su sombra las plantas extrañas cuya vegetacion no sea tan rápida como la del trigo, y cuya

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