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REYES DE ARMAS.

Succedieron los Reyes de Armas á los antiguos Feciales Romanos, que eran los que publicaban las guerras y las paces en los ejécitos; cargo que tenian entre los Griegos los Caduceatores, y entre los Cartagineses los Clarines.

Julio César instituyó estas Dignidades que se daban á doce Caballeros antiguos que llevaban en las vestiduras las insignias del Príncipe, como hoy se usa, y ningunas armas ofensivas, porque éstos no peleaban, pero si advertian y notaban los hechos valerosos de los soldados para que despues se les diese el premio á los beneméritos. Dióles nombre de Héroes.

Carlo Magno perfeccionó estos cargos y del nombre Héroes les llamó Heraldos.

Introdujéronse en la mayor parte del los Reinos de Europa para que sirviesen de intérpretes de sus Soberanos y cumpliesen con las obligaciones que hoy tienen, y son las siguientes:

Escribir de todas las Familias nobles de las provincias del Reino, apuntando los matrimonios é hijos que cada uno tenga, haciendo de ello árboles genealógicos y entronques, para lo cual se les confirió la privativa Real facultad.

Hacer que cada cual traiga las Armas que le pertenezcan de derecho.

Estudiar la Armería, de manera que entiendan las causas por que se dieron á cada familia, y las puedan esplicar cuando se les pida declaracion, certificacion ó Real despacho; sentándolo todo en su libro de minutas.

Poner en memoria todos los hechos de Armas que en el Reino pasen y asimismo los mensajes, recados, viajes y fiestas, especificando los actos de cada cosa como en verdad pasaren.

Asistir en las inauguraciones de los Reyes, actos de Córtes, en

tradas solemnes de ciudades, y en los ejércitos cuando los Principes se hallan en ellos.

Acompañar en los actos públicos á aquellos á quienes los Reyes dan nuevos Títulos.

Asistir á la comida de los Soberanos y cuando van a fuera de la Córte; y finalmente en los entierros y exequias de las Personas Reales.

Por todo lo cual juran servir bien y fielmente toda su vida á SS. MM., que en cualquier manera ó tiempo que sientan daño ó provecho del Monarca, que á su Oficio toque y pertenezca lo revelarán y dirán á su propia Persona ó á quien por ella les fuese mandado; que en todos los actos harán verdaderas y fieles relaciones y lestimonio, sin quitar, acrecentar, ni menguar cosa alguna por prometimiento, dádiva, ni respeto, lo mismo que á la honra, loor y fama de cualquier persona; y que si recibiesen algun bien ú honra de un Príncipe, Rey ó Señor á quien por S. M. fueren enviados se lo manifestarán: y últimamente, que guardarán la justicia y derecho que en el regimiento de Armas de cada individuo toque y corresponda.

Estos Oficios los han concedido las Majestades casi siempre por oposicion.

Derechos y obligaciones que han sido renovados por multitud de Decretos y ejecutotriados por Sentencias de la Audiencia de esta Córte, y se dejan ver en los juramentos que prestan al tomar posesion del Oficio.

PRÓLOGO.

AUNQUE la naturaleza no hizo distincion alguna entre los mor

tales, y á todos los sujetó á las estrecheces del nacer, á las penalidades del vivir y á las amarguras del acabar, todavía les dejó camino, aunque estrecho, para que ellos mismos se labrasen la distincion entre sus semejantes. La inmortalidad, las altas ideas, las acciones heróicas, los universales beneficios hacia el Criador y hácia la criatura, que son los únicos medios con que las almas grandes y escelentes se han hecho distinguir de las débiles y comunes; y como aquella separacion de las cosas vulgares y práctica de las sublimes labra estimacion en los iguales, reverencia en los Imperios y amor entre los hombres; este respeto, esta estimacion y amor, que con las virtudes dejaron hereditarias en su posteridad, inmortalizando su nombre, constituyó la nobleza, que es á cuanto puede llegar la humana ambicion y lo que en todos tiempos dispuso de los Supremos Imperios, elevadas dignidades y grandes honores, con que entre los otros hombres resplandecian con las virtudes propias y hereditarias.

¿Quién ha sido mas humilde que Jesucristo? Sin embargo, nos dió á entender quién era, comenzando su historia y genealogia por la Real Sangre de David, á quien se la traen los Evangelistas desde Adan hasta Abraham, y desde éste hasta nuestro Redentor por cuarenta y dos generaciones, como se ve en diferentes lugares de la Sagrada Escritura. San Lucas, dice de San Juan Evangelista su descendencia, y

trae la de San José desde la Casa Real de David. Eusebio Cesariense trata de la Nobleza de Gregorio Nacianzeno y Basilio, y lo mismo refieren San Gerónimo, San Nicolás, San Ambrosio y San Vicente: pues si los Santos Evangelistas y Doctores de la Iglesia tratan por cosa acertada y conveniente las genealogías, y las tuvieron por materia tan importante; no solo es justo sino obligacion forzosa que todos indaguen las de sus familias, y que no sea España en esto menos que las demas naciones, que tienen condecoradas sus familias con hazañas insignes de sus valerosos Capitanes. Es cierto que disculpa á esta Monarquía las turbaciones y guerras sangrientas que ha tenido desde su primitiva poblacion, dominada tantos siglos por Fenicios, Cartagineses, Romanos, Godos, Sarracenos y otros infinitos dueños y Soberanos estranjeros, usurpadores y naturales, hasta que empezó á respirar mas tranquila con el dichoso enlace de los Señores Reyes Católicos D. Fernando y Doña Isabel, de gloriosa memoria, en quienes se unieron los Reinos de Aragon y Castilla y acabaron de conquistar en el año 1492 toda la Península, desalojando el poder Mahometano que la ocupó desde el 714, que la inundaron á consecuencia de la cruel derrota del infeliz y último Rey Godo D. Rodrigo en la batalla de Guadalete, conseguida por la traicion del Conde D. Julian, que originó tantos daños é interminable esclavitud, que obligaron á sus individuos á tener por mas necesario el manejo de la espada. que el de la pluma, siendo preciso sentir esta desidia lastimosa, que tan en olvido dejó sepultados, no solo los mas gloriosos sucesos de esta Católica Corona, sino aun muchos de los héroes que los ejecutaron; de que dimana la variedad que envuelven en si las mas envejecidas memorias de la Historia, de las genealogías en general y de los apellidos en particular; siendo un mar de inaccesibles dificultades la averiguacion cierta del origen de los linajes, que por su mucha antigüedad se oculta á los génios mas línces para hacer relacion seguida de sus legitimos descendientes, concordando la série de las sucesiones y los enlaces con otras familias; pero ya de hoy en

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