Execración contra los judíos

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Linkgua, 1 sept 2012 - 38 páginas
La Execración contra los judíos es un texto de un racismo radical. Escrito por Francisco de Quevedo mientras ejercía como secretario de Felipe IV, según parece, inspirado por las sospechas de que ciertos miembros de la comunidad judía europea estaban financiando a fuerzas adversas al monarca español.
Quevedo, conoce al detalle de todo lo que sucedía en la corte, a través de sus redes de información. Aprovecha el momento de crispación y redacta este texto en forma de memorial, dirigido al rey Felipe IV. En él solicita con vehemencia la expulsión definitiva y radical de todos los judíos de España. Reclama forzosamente, la ruptura de los asientos firmados con ellos.
En la Execración Quevedo acusa a los judíos portugueses, instalados en España desde fines del siglo XVI, de profanar los valores de la cristiandad, de utilizar la posición de algunos de ellos en tanto que banqueros de la Corona para atentar contra la economía y la sociedad española, de aliarse con los enemigos políticos de entonces.
Los judíos portugueses son vistos como el emblema mismo de una serie de valores a los que Quevedo se opone. El autor repudia el maquiavelismo político, el materialismo, la disgregación de la tradición y de los estamentos sociales.
Resulta interesante como testimonio de las fuerzas en conflicto durante la España del siglo XVII, inmersa en la Guerra de los Treinta Años.
 

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Sobre el autor (2012)

Francisco de Quevedo (Madrid, 1580-Villanueva de los Infantes, 1645). España. Francisco Gómez de Quevedo y Villegas nació en septiembre de 1580, en Madrid. Su padre, Pedro Gómez de Quevedo, de ascendencia noble cántabra (valle de Toranzo) se trasladó a Madrid y desempeñó el cargo de secretario de Ana de Austria en la Corte madrileña, donde se casó con María de Santibáñez, también oriunda de las montañas santanderinas y al servicio de la Casa Real. Francisco tuvo cuatro hermanas y un hermano. Desde su infancia y juventud, Quevedo destacaba positivamente por su gran capacidad intelectual, pero no por sus condiciones físicas, ya que tenía defectos en los pies, era cojo de uno de ellos y muy corto de vista. Su padre murió pronto, y su madre se hizo cargo de su educación enviándolo al colegio Imperial (jesuita), en Madrid, donde estudió hasta 1596, tras lo cual inició estudios universitarios de humanidades, filosofía y lenguas (clásicas, italiano y francés) en Alcalá de Henares. Ya en su periodo universitario dio muestras Quevedo de su talante mundano y atribulado. Constan algunos hechos que responden a este talante, y no sólo literarios, sino relacionados con trifurcas y duelos callejeros, como uno con un tal Diego Carrillo, a quien hirió en una pelea y de cuya demanda sólo le salvó la intervención del duque de Medinacelli. En 1600, siguiendo a la corte, pasó a estudiar en Valladolid, donde estudió teología, adquirió fama de reconocido poeta y se fraguó su famosa rivalidad con Góngora. A Madrid regresó también con la corte en 1606, viviendo en contacto tanto con los círculos literarios como políticos, trabando amistad con personajes como Lope de Vega, Miguel de Cervantes y el duque de Osuna..., y asentando su enemistad con otros literatos, como con Luis de Góngora o los dramaturgos Juan Ruiz de Alarcón y Juan Pérez de Montalbán. En Madrid siguió sus estudios de teología, tradujo algunos clásicos (Anacreonte y Focílides) y continuó escribiendo. Su compromiso político con España se cifró en una preocupación pesimista por la decadencia que experimentaba el imperio español, pero también se ocupó en labores activas. Así, en 1613, Quevedo acompañó a Italia al duque de Osuna (nombrado virrey de Nápoles, quizá gracias a las gestiones del mismo Quevedo), sirviéndole como secretario de Estado. También participó como agente secreto en peligrosas intrigas diplomáticas entre las repúblicas italianas, lo que le valió su ordenación como caballero de la Orden de Santiago (1618). No obstante, las turbulencias políticas generadas en la conjura de Venecia (de la que huyó milagrosamente), así como la caída en desgracia del duque de Osuna, supusieron una acusación sobre su persona que acabó, en 1620, con un corto destierro en una finca llamada Torre de Juan Abad (Ciudad Real), la cual le había legado en propiedad su madre antes de morir. La compra de dicha finca por parte de la madre fue objeto de disputa con los vecinos del lugar, y Quevedo hubo de entrar en pleitos infructuosos que sólo se saldaron a su favor tras su muerte, y a favor de su sobrino y heredero Pedro Alderete (Aldrete). No obstante las dificultades prácticas, Quevedo escribió allí algunas de sus mejores poesías y profundizó en el estudio y la lectura del estoico Séneca.

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