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ejerzan jurisdiccion eclesiástica, dispongan misiones que impugnen las doctrinas erróneas, perniciosas y heréticas, inculcando las máximas de la moral evangélica; y que pongan en reclusion en los monasterios de la más rígida observancia á aquellos eclesiásticos que habiendo sido agentes de la faccion impía, puedan con su ejemplo ó doctrina sorprender y corromper á los incautos ó débiles á favor de las funciones de su estado. Tendráse entendido en el Consejo, y dispondrá lo necesario á su cumplimiento. Está rubricado de la real mano.»

Siguió Fernando su viaje por Utrera á Sevilla, donde habian concurrido y se presentaron á felicitarle los embajadores de la Santa Alianza. Detúvose allí bastantes dias, agasajado con todo género de fiestas, de toros, de bailes, de juegos, en que la enloquecida muchedumbre en ronquecia á fuerza de gritos de "¡viva el rey absoluto! ¡vivan las cadenas!» Espidió tambien allí diferentes decretos: el uno, mandando que en todas las iglesias del reino (9 de octubre) se celebrasen exéquias fúnebres por los que desde el 7 de marzo de 1820 habian perecido en defensa de la causa de Dios y la suya: otro, con motivo de su cumpleaños (14 de octubre), concediendo premios y cruces á los generales y oficiales del ejército francés; otro, suprimiendo el ministerio del Interior creado por la Regencia (18 de octubre); y por último, apremiado por los embajadores de las altas potencias, entre los cuales se hallaba ya tambien desde el 14 el de la Gran Bretaña, para que concediera una amnistía y adoptára una

política templada, prudente y conciliadora, espidió otro el 22, víspera de su salida, no concediendo todavía, sino anunciando que á su llegada á Madrid manifestaría su voluntad, «haciendo compatible su real clemencia con la pública vindicta.» Y con esto salió en la mañana del 23 dirigiéndose á Carmona.

Habíase mantenido el duque de Angulema en cierto retraimiento y á cierta distancia del rey, mostrando así su disgusto por las medidas reaccionarias que éste tomaba. Comió sin embargo el 10 de octubre con S. M. en Sevilla, y aprovechó la ocasion para manifestar á Fernando los sentimientos y la conducta de templanza que convenia desplegar en la situacion en que se encontraba el reino. No hubieron de agradar á Fernando táles indicaciones, sonando mejor en su oido los consejos de Saez y la apasionada vocinglería del vulgo, y eludió la respuesta. Tuvo sin duda el de Angulema por infructuoso y escusado repetir las tentativas en este sentido, y al dia siguiente alejóse de Sevilla, junto con el príncipe de Carignan, y acompañándolos hasta Carmona los infantes don Cárlos y don Francisco. Continuaron los príncipes extranjeros hasta Madrid, donde los voluntarios realistas desfilaron por delante de su alojamiento. Deseaba el de Angulema salir de España, donde no le agradaban las escenas que le hacian presenciar, y dejando nombrado á Bourmont general en jefe del ejército francés de la península, atravesó rápidamente

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Búrgos y Vitoria, desdeñando las ovaciones que le hacian los pueblos, llegó á Oyarzun, donde se despidió de las tropas con una órden general, cruzando en seguida el puente del Bidasoa, que se llamó entonces Puente del duque de Angulema "").

Lenta y pausadamente seguia la real familia española su viaje á la córte. Llamaba la atencion tanta lentitud. Mucho podia atribuirse al placer pueril de disfrutar despacio de las frenéticas aclamaciones y locos festejos con que los pueblos del tránsito la recibian y agasajaban. Flores derramadas por los caminos, arcos de triunfo, engalanadas comparsas de doncellas y mancebos, corridas de toros, el coche real llevado casi siempre en brazos de los voluntarios realistas, diputaciones de todas clases, comisiones de los cabildos de Sevilla, Granada, Jaen, Cuenca y Toledo, que iban á ofrecer al rey por via de regalo cuantiosas sumas, todo lo que el fanatismo, la lisonja y la bajeza podian inventar para halagar la vanidad humana (2), todo lo disfrutó Fernando en los pueblos de

(4) El 26 de noviembre fué magníficamente recibido en Burdeos, y el 2 de diciembre lo fué con más solemnidad y aparato en París, donde hizo su entrada montado en un hermoso caballo, y rodeado de los mariscales duque de Reggio, duque de Ragusa, y marqués de Lauriston, y de los generales Bordesoulle, Bethisy, La Roche-Jacquelein y Guiche: el rey le recibió con cordial alegría, y las corporaciones, la tro

pa y el pueblo llenaban los aires con los gritos de: «¡Viva el rey! ¡Viva el heroe del Trocadero! ¡Vivan los Borbones!»

(2) El ayuntamiento de Sevilla, por ejemplo, nombró una comision de su seno para que acompañase a SS. MM. hasta la córte, y proveyese á cuantas urgencias, necesidades, gustos ó deseos pudieran tener el rey y su familia.-Gaceta de Madrid de 1.° de noviembre.

Carmona, Ecija, Córdoba, Andújar, la Carolina, Santa Cruz de Mudela, y demas poblaciones que iban atravesando, ahuyentados á muchas leguas del camino ó encerrados en calabozos todos los liberales proscritos por el decreto de Jerez, mientras que su famoso ministro Saez iba señalando la travesía con medidas administrativas, táles como la aprobacion del célebre y ruinoso empréstito de Guebhard, contratado por la primera Regencia realista, y mientras distribuia los puestos más altos y de más confianza de palacio y de la nacion entre los que más se habian distinguido en favor del absolutismo (*).

los

Mas no eran solos los halagos y las adulaciones

que hacian perezosa y lenta la marcha de la real familia. Proponíase tambien sin duda Fernando no llegar á la córte hasta que se hubiera consumado en ella un holocausto ruidoso, el sacrificio de una víctima que el furor de la reaccion tenia preparado.

Por aquel mismo camino que él ahora traia habia pasado no hacia mucho un general español, objeto años y meses antes de entusiastas aclamaciones y de exageradas ovaciones populares y parecidas á las que al rey ahora se consagraban. Recientemente aquel

(1) Dióse la capitanía general de Castilla la Nueva al baron de Eroles, la de la Vieja á don Carlos O'Donnell, la de Valencia á don Felipe Saint-March, la mayordomía mayor al conde de Miranda, la presidencia del Consejo de Indias al duque de Mon

temar, al del Infantado la comandancia de la Guardia real y la presidencia del Consejo de Castilla, que por su renuncia obtuvo don Ignacio Martinez de Villela, la embajada de Francia al duque de San Carlos, y la de Rusia al conde de la Alcudia.

mismo general se habia visto conducido y guardado por fuerte escolta, tendido en un miserable carro con algunos de sus compañeros de armas, siendo objeto y blanco de los insultos y del ludibrio de los pueblos, escarnecido y apedreado, en frecuente riesgo de perder la vida, que contra las arremetidas de los amotinados defendian con trabajo sus guardadores. Este general era don Rafael del Riego, llamado durante los tres años el héroe de las Cabezas, que preso de la manera que dijimos, y reclamado del general francés por la Regencia realista só pretesto de haber caido en manos de españoles, era llevado á Madrid, para sufrir la suerte que le deparára el resultado del proceso que se le habia formado. Llegado á Madrid el 2 de octubre, y conducido al pronto y por afueras para evitar un atropello y una catástrofe al Seminario de Nobles, fué después trasladado á la cárcel pública.

las

Ninguna víctima mas apropósito para satisfacer la sed de venganza de la reaccion que el primero que habia proclamado la Constitucion en 1820, y habia sido como el ídolo de los liberales exaltados. El sacrificio estaba decretado; no importaba el delito de que se le habia de acusar. Así fué que no se procesó á Riego por delito de sedicion militar, ni por el de conspiracion, ni por otro alguno de los que castigaban las leyes. Acogióse el tribunal al decreto de la Regencia de 23 de junio, que declaraba traidores y reos

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