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neceis á estas provincias: vuestros padres, vuestros » hermanos y vuestros vecinos necesitan de vosotros. » para conservar la paz y la tranquilidad, sin las cua»les se hallan espuestas sus propiedades y sus perso»nas. Jamás fué vuestra presencia mas necesaria en »las filas, y no dudo que penetrados del noble encar>go que os está confialo, me daréis constantes prue» bas de vuestra disciplina y vuestra union ()».

La junta á que el de Cartagena se referia, y que habia formado en Lugo, se componia del obispo, del jefe político, de tres individuos de las diputaciones provinciales de Lugo, Orense y la Coruña, y de algunas otras personas, las cuales, informadas de los sucesos de Sevilla y de los movimientos de los generales franceses sobre Galicia, opinaron todas que debia solicitarse de éstos un armisticio, hasta que libre el rey diese el gobierno que fuese de su agrado, conti

(1) Por mucho que esta evolución del conde de Cartagena favoreciese á la causa realista, como quiera que no se sometia á la Regencia de Madrid, no le fué agradecida la resolucion. Hé aquí como se anunció en la Gaceta del 7 de julio la proclama de Morillo: «La presente alocucion »de este jefe revolucionario >senta dos observaciones: prime»ra, que hasta los que siguen el »partido de la rebelion miran »con escándalo la inaudita con»ducta observada con nuestro rey » por los por sí llamados padres

»necesidad y la impotencia fi»sica y moral los constituye en la precision de sucumbir, io in»tentan con altanería y sin buena »fé, sosteniendo el norte de sus »errados principios, tan contra»rios á nuestras antiguas leyes, >> como parto de los deseos de »dominar á la sombra de modifipre-caciones, que dejando la grave »enfermedad revolucionaria en »pié, es demasiado conocida para >>no ser mirada con desprecio, horror é indignacion por todos los españoles sinceros amantes de la felicidad de la nacion y »de S. M.»

de la patria, verdaderamente »sus verdugos: que luego que la

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nuando Galicia gobernada por las mismas autoridades, y no reconociendo entretanto ni la regencia de Sevilla ni la de Madrid. Quiroga habia asistido á la junta y conformádose con su acuerdo. Mas luego quiso poner en salvo su persona, dispuesto al parecer á ausentarse de Galicia, para lo cual le facilitó el mismo conde de Cartagena una buena parte de los fondos que tenia en caja. Pronto, sin embargo, mudó de opinion, y puesto al frente de las tropas descontentas de la resolucion de Morillo, se declaró en hostilidad contra él, como otros jefes á quienes desagradó aquel acto, y le censuraban duramente, y aun interceptó al ayudante que llevaba las comunicaciones del de Cartagena á las autoridades de la Coruña. Obligó esto á Morillo á escribir á Quiroga una carta sumamente sentida sobre su comportamiento, y exhortándole á que apartándose de aquel camino evitára las desgracias que él mismo iba á hacer caer sobre Galicia su patria (1).

(4) Hé aquí esta sentida y notable carta:

Lugo, 28 de junio de 1823. Mi querido Quiroga: Has hecho una locura impidiendo el paso al oficial que fe mi órden conducia pliegos para las autoridades de la Coruña, en que les participaba las ocurrencias acaecidas en esta ciudad en el dia 26 del corriente; y permitiendo que las personas que te acompañan alteren los sucesos y pinten mi conducta como la de un trai

dor á mi patria. Tú sabes bien,
pues que lo has presenciado, que
mi declaracion de no reconocer
la Regencia, que con despcjo de
la autoridad del rey se ha for-
mado en Sevilla en 11 de este
mes, procede de los mismos prin-
cipios que me obligaron á acep-
tar el mando de este ejército,
decidido á emplear todo genero
de sacrificios para repeler la in-
vasion estranjera, y defender
la Constitucion política de la Mo-
narquín. He visto atacada ésta
en los fundamentos que la sos-

El general francés Bourcke, que marchaba sobre Lugo, contestó á la proposicion de tregua de Morillo, que no podia aceptarla sin la prévia sumision del ejército de Galicia á la Regencia de Madrid, único gobierno que el príncipe generalísimo reconocia; pero

tienen, y no puedo reconocer un acto que detestan los pueblos y la tropa. Tú has sido testigo de la opinion que generalmente han emitido las diferentes personas que he reunido para proceder con acierto en asunto tan delicado.

>>Tú mismo, conviniendo en los principios que los dirigieron, y dudando únicamente de la autenticidad del papel que ha servido a todos para persuadirse del hecho, y de las noticias que por separado le confirmaban, solo reconociste la Regencia condicionalmente. Convencido de todo, te has decidido á poner en seguridad tu persona, y me pediste con este objeto auxilios, que te facilité gustosamente, quedándome el sentimiento de que el estado de los fondos, que solo ascendian á 70,000 reales, no me permitiese franquearte mas que 40,000, aunque te prometí librar á tu favor en lo sucesivo, de mi propio caudal, mayor cantidad. ¿Qué és pues lo que esperas? ¿Cometerás la bajeza de ser tú el traidor á las promesas que has hecho voluntariamente á tu salida, sin que yo las exigiese de tí, y añadirás á esta mancha sobre tu honor la de mancillar el mio, permitiendo las falsas noticias que los que te acompañan procuran esparcir acerca de mi conducta? Tengo formado tál juicio de tu honradez, que me decido á descansar en ella, prometiéndo

me que abrazarás el único partido que te queda, reconociendo el estravío á que te has conducido. El que en la Isla dió de buena fé el grito de libertad, no podrá nunca dejar de proponerse, como único objeto de todos sus esfuerzos, la felicidad de su patria; y tú, nacido además en la hermosa Galicia, estás dispuesto seguramente á sacrificar tus opiniones y tu vida por librarla de los males que la amenazan. Los franceses parece que ya invadieron á Asturias, y que el 24 de este mes se hallaban en Oviedo. Numerosas fuerzas se reunen sobre Leon, y la invasion de Galicia puede temerse como muy próxima. En este estado de cosas, me habia propuesto resistir esforzadamente la invasion, si los franceses no acceden á la proposicion que hice al general Bourcke, para suspender las hostilidades y conseguir después un armisticio, durante el cual debe quedar Galicia y las demas provincias libres de la comprension del ejército de mi mando, gobernadas por las autoridades constitucionales, esperando tranquilas el momento feliz en que el rey y la nacion adopten la forma de gobierno que mas convenga. ¿Pero cómo podré resistir la invasion, si te esfuerzas à dividir la opinion de la fuerza con que debe; ontar? Reflexiona los males á Le te precipita la inconsideracion de los que te rodean; repara que no

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que con esta condicion ofrecia seguridad y proteccion á los españoles de todas las opiniones que no turkasen la tranquilidad pública, y que las propiedades serian escrupulosamente respetadas. En este estado llegó Bourcke á Lugo, donde encontró al conde de Cartagena (10 de julio). Abrumado éste con los disgustos de la Coruña, donde se instaló Quiroga con las tropas que le siguieron, y con los que le daban los realistas mismos, acabó por reconocer la Regencia de Madrid, uniéndose á los franceses con los tres mil hombres que le habian permanecido fieles, y encargándose de perseguir las columnas que se le habian desbandado, mientras que Bourcke continuaba su movimiento sobre la Coruña (1).

llevan por objeto el bien público
ni tus glorias, y que en su de-
mencia te conducen á clavar el
puñal en el corazon de la misma
patria que tanto amas.

promesas que de tu propia voluntad has hecho, sigue dando á tu triste patria pruebas de que la amas, y cuenta siempre con la amistad franca y sincera de tu amigo, Q. B. T. M.-El conde de Cartagena.-Excmo. señor don Antonio Quiroga.»>

(:) Habia despachado Morillo al coronel O'Doyle á Madrid con una enérgica representacion para el duque de Angulema, pintando el estado del país y de la opinion, haciendo notar los errores y estravíos de la regencia realista, y manifestando las razones por que no se resolvia á reconocer ní la Regencia de Madrid ni la de Cádiz: Hé aquí los principales trozos de este notable docu

»Mi amistad bácia tí, y el reConocimiento de la que tú mismo siempre me has manifestado, no puede contentarse con solo consejos, y me pone en el deber de ofrecerte cuantos auxilios estén ámi alcance para la seguridad de tu persona. Créeme, Quiroga, tus impotentes esfuerzos solo producirán conmociones populares, obligarán á éstos que para remedio de sus males invoquen el auxilio del ejército invasor, y que éste entonces estará dando la ley á unas provincias cuya tranquilidad me propongo conservar. Decidete, pues, á separar de tu lado á los que te aconsejan an imprudentemente, cumple las patria, único móvil de mis accio

mento:

«Serenísimo Señor.

» El deseo de ser útil á mi

Huber y D'Albignac desde Astúrias habian penetrado tambien en Galicia por la costa, y apoderádose del Ferrol, cuya guarnicion se les sometió (15 de julio), y cuyos recursos y pertrechos habian de servir

nes, me obliga á tomarme la libertad de dirigirme á V. A. R. Las adjuntas copias de mis proclamas y de mi correspondencia con el teniente general Bourcke instruirán á V. A. R. de los motivos que he tenido para separarme del gobierno de Sevilla y unirme a las tropas francesas, como tambien de las condiciones que he puesto, y que me han sido concedidas, conforme á las promesas que V. A. R. ha hecho à los españoles. Ruego á V. A. R. que tome en consideracion los documentos citados, y me concretaría á formar su estracto, si no creyére conveniente que V. A. R. los lea íntegros para que se forme una idea exacta de mi posicion.

»Estoy enteramente unido con el general Bourcke, y le he ofrecido todos los esfuerzos posibles por mi parte y por parte de las tropas que están bajo mis órdenes para obtener la libertad del rey y la completa pacificacion del país. Los socorros que puedo prestar el ejército francés, aunque menores de lo que deseo, son de alguna importancia, por que podré contener los pueblos en los límites del orden y evitar muchos males. Mi conducta siempre franca y leal, y el interés que constantemente he manifestado á sus habitantes, me han procurado cierto crédito, que em plearé desde luego en provecho de estas provincias. Jamás hablaria de mí en estos términos á V. A. R. si no creyese que cuan

do se trata del bien publico no debe callarse cosa alguna.

»Mientras que las tropas que mando trabajaban en poner un término á los males de la guerra y en contribuir tanto cuanto les era posible á la libertad del rey, por la que suspiran todos los buenos españoles, se nos ha dado el título de revolucionarios en un escrito publicado en Madrid, y co se nos hubiera prodigado esta injuria sin el consentimiento del gobierno, puesto que la Gaceta está sujeta a su censura. Presumo, serenísimo señor, que me han tratado con tanta ligereza de revolucionario, porque en vez de conciliar los espíritus y de atraerlos se procura exasperarlos, porque no me he dirigido directamente á la Regencia de Madrid. Esto me obliga á hablar francamente á V. A. R. de los motivos que he tenido, y que todavía tengo, para no entenderme con la Regencia de Madrid.

>>Este gobierno no ha correspondido, a mi entender, á las esperanzas de V. A. R.; y los españoles que piensan, que desean la estabilidad del trono, la prosperidad del pueblo, no encuentran en su marcha ni la firmeza ni la decision que podrian salvarnos. En cuanto á sus decretos, puede decirse que no ha dado uno fundado en los verdaderos principios de conciliacion; podemos considerarlos más como las reglas que se impone un partido triunfante, que como las que deben seguirse para conseguir la union y la paz.

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