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evitar á la poblacion el saqueo y la anarquía á que aquella gente amenazaba entregarse.

Puestos por Zayas estos sucesos en conocimiento del general francés, instóle á que apresuráse todo lo posible su entrada en Madrid, á fin de evitar otros parecidos ó mayores desastres. En su virtud el 23 de mayo hicieron el duque de Angulema y sus soldados su en trada en la córte de España, saliendo Zayas y las tropas españolas por el lado opuesto, no sin tener que defenderse de la amotinada plebe, que le acosaba, rabiosa de que le hubiera impedido el saqueo. Los franceses fueron recibidos por el populacho con vítores, canciones populares y otras demostraciones de júbilo. Desencadenáronse las feroces turbas contra todos los conocidos por constitucionales, escitándolas una parte del clero, ó celebrando con maligna sonrisa los atentados que las veian cometer (1). Reprodujéronse muchas de las escenas del año 14, y ya habian sido teatro de semejantes iniquidades los pue

(1) Hablando de los sucesos de éste y del anterior dia, y de la conducta del general Zayas, dice el marqués de Miraflores en sus A puntes: «De los riesgos y de la suerte de esta gente se hace responsable al general Zayas, y se le culpa por que perecieron mujeres, niños y hombres indefensos; en efecto perecieron algunos, aunque muy pocos: ¿pero Cómo ser responsable el general de los escesos de sus soldados,

una

vez sacado el sable para batirse? Si pereció desgraciada

mente alguna mujer, niño ú hombre indefenso, culpese á su indiscrecion, no al general Zayas....." -Y luogo: «Qué hubiera sido de la capital y de sus desgraciados vecinos, aLandonados al espíritu de faccion, al horrible desenfreno de un populacho hambriento, fanático y bárbaro, protegido por una soldadesca sin organizacion militar ni disciplina? Lagrimas y sangre hubieran corrido copiosamente. Títulos eternos de gratitud debe, pues, Madrid al general Zayas.... etc.»

blos por donde habian pasado los franceses, y aquellas y éstas eran preludio de los bárbaros desmanes que en toda España se habian de ejecutar.

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Ya desde Alcobendas, el mismo dia 23, habia dado el príncipe generalísimo una proclama, en que decia: «Españoles: si vuestro rey se hallase aún en su »capital, estaria muy cerca de acabarse el honroso » encargo que el rey mi tio me ha confiado, y que sa>> beis en toda su estension. Despues de haber vuelto » la libertad al monarca, nada me quedaria que hacer » sino llamar su paternal cuidado hacia los males que » han padecido sus pueblos, y hácia la necesidad que » tienen de reposo para ahora y de seguridad para lo » futuro. La ausencia del rey impone otros deberes. » El mando del ejército me corresponde; pero las »provincias libertadas por nuestros soldados aliados » no pueden ni deben ser gobernadas por estranjeros. >> Desde las fronteras hasta las puertas de Madrid, su » administracion ha sido encargada provisionalmente Dá españoles honrados, cuya fidelidad y adhesion co»noce el rey; los cuales en estas escabrosas circuns>> tancias han adquirido nuevos derechos á su gratitud » y al aprecio de la nacion. Ha llegado el momento de » establecer de un modo firme la Regencia que debe » encargarse de administrar el país, de organizar un » ejército, y de ponerse de acuerdo conmigo sobre los » medios de llevar á efecto la obra de libertar á vues»tro rey. Esto presenta dificultades reales, que la

hon radez y la franqueza no permiten ocultar, pero que la necesidad debe vencer. La eleccion de Su Majestad no puede saberse. No es posible llamar á las provincias para que concurran á ella, sin esponerse á prolongar dolorosamente los males que afligen al rey y á la nacion. En estas circunstancias difíciles, 'y para las cuales no ofrece lo pasado ningun ejemplo que seguir, he pensado que el modo mas conveniente, mas nacional, y mas agradable al rey, era convocar el antiguo Consejo de Castilla y el de Indias, cu"yas altas y varias atribuciones abrazan el reino y sus provincias ultramarinas, y el conferir á estos gran»des cuerpos, independientes por su elevacion y por »la situacion política de los sugetos que los compo>nen, el cuidado de designar ellos mismos los individuos de la Regencia. A consecuencia he convocado > los precitados Consejos, que os harán conocer su eleccion. Los sugetos sobre quienes hayan recaido » Sus votos ejercerán un poder necesario hasta que lle→gue el deseado dia en que vuestro rey, dichoso y li»bre, pueda ocuparse en consolidar su trono, asegu

rando al mismo tiempo la felicidad que debe á sus vasallos.-¡Españoles! Creed la palabra de un Bor»bon. El monarca benéfico que me ha enviado hacia › vosotros jamás separará en sus votos la libertad de » un rey de su misma sangre y las justas esperanzas » de una nacion grande y generosa, aliada y amiga de la Francia.-Cuartel general de Alcobendas, á 23 de

» mayo de 1823.-Luis Antonio.-Por S. A. R. el »príncipe generalísimo, el consejero de Estado, co» misario civil de S. M. Cristianísima.—De Marting..

En virtud de esta proclama, convocados y reunidos los Consejeros, propusieron, y aprobó el príncipe generalísimo para la Regencia (25 de mayo), al duque del Infantado, al de Montemar, al baron de Eroles, al obispo de Osma y á don Antonio Gonzalez Calderon, los cuales tomaron posesion de sus cargos (26 de mayo), quedando en este mismo hecho suprimida la Regencia provisional establecida ántes en Oyarzun, pero reemplazada con algunos de sus mismos vocales, y con hombres todos de las mismas ideas y de la misma intolerancia ("), siendo su secretaУ rio el que lo era del rey con ejercicio de decretos, don Francisco Tadeo Calomarde, después célebre ministro, como veremos, en este reinado. Organizada la Regencia, se nombró el ministerio, ocupando la secretaría de Estado el canónigo don Victor Damian Saez (no habiéndola aceptado don Antonio de Vargas y Laguna), la de Hacienda don Juan Bautista Erro, la de Gracia y Justicia don José García de la Torre, la de Marina don Luis de Salazar, la de Guerra don José

(1) De ellos dice Miraflores: «No es posible dejar de confesar que estos candidatos estaban lejos de poseer las eminentes cualidades de hombres de Estado, ni podian ser apropósito para dominar circunstancias políticas de tamaña magnitud; y por mas

que la justicia les atribuya sentimientos caballerosos y honrados, es imposible concederles los suficientes medios para tales circunstancias, que por cierto estaban tambien lejos de poseer sus compañeros en la regencia.>>

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de San Juan, y don José Aznarez la del Interior, de nueva creacion, y desconocida hasta entonces en España.

Decididamente realistas la nueva Regencia y el nuevo ministerio, sus primeras providencias llevaron ya el negro sello de la mas completa reaccion. Todas las reformas fueron abolidas, volviendo las cosas al pié que tenian el 7 de marzo de 1820, conforme al sistema proclamado ya por la Regencia de Oyarzun. Creáronse los voluntarios realistas, institucion de odiosa y funesta celebridad en los diez años siguientes. Dióse á Eguía, el encarcelador de los diputados liberales el año 14, el empleo de capitan general en premio de sus proscripciones. Se mandó que los regimientos de Guadalajara y Lusitania, que el 20 de mayo habian mantenido el órden en Madrid castigando á la desalmada plebe que intentaba el saquéo, fuesen borrados de la lista militar del ejército, y sus individuos perseguidos y juzgados segun las leyes. Con esto el vulgo se desencadenaba en todas partes, en términos que la misma Regencia se vió en la necesidad de publicar una proclama á los españoles (4 de junio), condenando tales desmanes, si bien ofreciendo hacer respetar la autoridad real, y encargando á los tribunales que empleáran toda su inflexible severidad contra los que intentaran menoscabarla.

En medio de esta tenebrosa atmósfera que iba cubriendo el horizonte español, apareció como una ráfa

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