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traslacion, y designado para ella la ciudad de Sevilla; y que para llevarla á efecto habia el gobierno dado las órdenes convenientes, así para la seguridad de los caminos, estableciendo en ellos puestos militares, como para la provision de trasportes y víveres, y cómodo aposentamiento de la real familia y de las Córtes, cuyo fin habia destinado los fondos posibles, y se Ocupaba en dictar otras medidas al mismo propósito. Autorizáronle además las Córtes para ello, y se aprobó tambien una proposicion, facultándole para que con el sigilo y celeridad posibles hiciera recoger todas las alhajas de plata, oro y pedrería de las iglesias y conventos, á fin de que no fuesen presa de la rapacidad de los facciosos, ó del ejército estranjero que invadiera la nacion, y las hiciese trasportar á las plazas fuertes que juzgára conveniente.

Tratóse de fijar el dia y hora de la salida, que se acordó dejar á la designacion del rey, con tál que fuese antes del 17, á cuyo efecto pasó una comision de las Córtes á hacer la pregunta y conferenciar con S. M. Mostróse el monarca dispuesto á preparar su marcha para antes del 17, si las Córtes lo querian así; pero exponiendo que si aquellas no encontraban reparo en que lo difiriese hasta el 20, puesto que en tan corto plazo no era verosímil que variáran las circunstancias, lo preferiria, por exigirlo así el estado de su salud y de sus negocios, y que en cuanto á la hora no le era posible señalarla con tanta anticipa

cion. Volvió la comision á poner en conocimiento de las Córtes esta respuesta del rey; hiciéronla objeto de algunas observaciones, pero conviniendo en que la dilacion de tan contados dias no podia ofrecer dificultad, ni contrariar el objeto y fin que en la resolucion se habian propuesto, acordaron, no sin darle cierto aire de galantería, complacer al rey en cosa que parecia tan pequeña y tan justa.

Ocupáronse las Córtes en los dias siguientes en los medios de recompensar del modo posible el patriotismo, y el servicio que habrian de prestar los milicianos nacionales que voluntariamente. quisieran seguir y acompañar al rey y á las Córtes á Sevilla, acordando, entre otras cosas, que á los que durante aquel servicio les tocáre la suerte de soldado les seria abonado el tiempo que sirviesen como si fuese en el ejército permanente, y que á los que estuviesen siguiendo su carrera literaria se les consideraria el tiempo que prestasen aquel servicio como de asistencia á sus respectivas cátedras. Se autorizó al gobierno para que pudiera suspender la admision en la península é islas adyacentes de los buques y efectos estranjeros de las naciones que cortáran sus relaciones amistosas con la España y su gobierno constitucional. Estableciéronse reglas para la conducta que hubieran de observar las diputaciones de las provincias que fuesen invadidas, ó estuviesen próximas á serlo, por tropas estranjeras, manera como habian de entenderse con

los generales en jefe, arbitrios y caudales de que habian de poder disponer, puntos á que habrian de trasladarse, y cómo habrian de servir de juntas auxiliares de defensa nacional. Natural ocupacion parecia para las Córtes en aquellas circunstancias la de estos asuntos, así como el arreglo y distribucion de las fuerzas del ejército. Lo que no se comprende tanto es, cómo en momentos táles tenian serenidad para discutir y hacer objeto de sus deliberaciones el arreglo del clero, la organizacion y atribuciones de los ayuntamientos, y otros semejantes asuntos, propios para ser tratados en tiempos más normales y de más calma.

Aunque una junta de médicos que consultó el rey habia opinado que el mal estado de su salud no le permitia salir ni viajar, y en efecto, á juzgar por los partes diarios de la Gaceta, atormentábale bastante por aquel tiempo la gota, una comision del Congreso, para la cual se eligieron algunos diputados facultativos, fué de dictámen de que su mal mejoraria visiblemente, trasladándose á un clima benigno y á cortas jornadas ("). Tambien se habian anunciado turbu

(4) Fué singular lo que en consultados por el rey, que paesto pasó. La consulta de los mé- recian apoyar su dictámen en sódicos habia causado gran disgusto lidas y muy atendibles razones. á los diputados empeñados en la Sin embargo los de la comision traslación del rey á Andalucía. opinaron que el viaje le haria Nombróse una comision para demas provecho que daño, y su liberar sobre ella, cuidando de dictámen fué, como era de espeque entraran en la comision di- rar, el que prevaleció en el Conputados médicos. Oyóse á los greso. Galiano, que aunque no

lencias para aquel dia. Mas la resolucion se llevó á cabo, y á las 8 de la mañana del 20 salió el rey con su real familia de la córte, sin mostrar disgusto ni repugnancia por su parte, silenciosa la poblacion, pero sin advertirse síntoma alguno de alteracion ni desórden. Hizo su viaje á pequeñas jornadas ""), escoltado por unos dos mil hombres de tropa y milicia, recibiendo en los pueblos señaladas muestras de respeto y veneracion, salvo en tál cuál punto en que se oyeron algunos denuestos proferidos por los agentes de las sociedades secretas, y llegó el 11 de abril á Sevilla, sin el menor inconveniente, como si se estuviese en tiempos tranquilos, sin molestia alguna, y lo que es más, sin que se resintiese ni aun levemente su salud, como habian temido y pronosticado los facultativos. Las Córtes salieron tres dias después, y tambien llegaron sin obstáculo de ninguna especie á la capital de Andalucía. En Madrid habia quedado el conde de La-Bisbal al frente del ejército de reserva, que organizaba con inteligencia y acierto.

El 23 de abril reanudaron las Córtes en Sevilla sus sesiones, suspendidas en Madrid el 22 de marzo.

era médico, sostuvo una acalorada y ágria polémica con los facultativos de cámara, fué el encargado de redactar el dictámen, en el cual muchos creyeron descubrir malévolas ironías, que tal vez no entraron en su intencion.

(4) Al dia siguiente de la salida anduvo el rey largo trecho á

pié, sin dar señales de sentir
fatiga, como si se hubiera pro-
puesto desmentir el pronóstico
de los médicos, que habian decla-
rado peligrosa para su salud la
marcha, o como si quisiese dar á
entender que todo aquello habia
sido amañado para cohonestar su
resistencia á la salida.

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El presidente, señor Florez Calderon, pronunció un discurso que rebosaba de entusiasmo patriótico, pintando con pomposas frases la marcha triunfal de las Córtes, ponderando la decision que mostraban todas las clases del pueblo por la causa de la libertad, retando á todas las potencias de Europa, dando seguridades de que nadie en el mundo se atreveria, sopena de encontrar aquí su tumba, á atentar contra la independencia y la libertad de España y contra la integridad de la Constitucion. Todo lo cuál formaba singular contraste con la noticia oficial que en la misma sesion se dió, de que el ejército francés habia invadido desde el 7 de abril nuestro territorio, y de que algunos de sus cuerpos se hallaban ya en Vitoria, si bien sin prévia declaracion de guerra, como manifestaron los secretarios del Despacho. Con tál motivo propuso el señor Canga-Argüelles, y se tomó en consideracion, se declarára que la independencia y libertad de la patria estaban en inminente peligro, que por tanto se estaba en el caso del artículo 9.o de la Constitucion de obligar á todos los españoles á tomar las armas, y que los invasores no fuesen considerados como ejército, sino como hordas que venian á saquear y hollar los derechos de una nacion sábia, noble y generosa.

Presentóse en la misma, y se aprobó, una proposicion, autorizando al gobierno para que en virtud de haber sido violado por las tropas francesas el ter

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