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Copla CCLXVI:

Dioli una respuesta tan fuert é tan irada,

Que li costó bien tanto como una porrada.

Estas y otras muchas expresiones que se hallan en sus poesías, y no se templaron para herir los oidos de abora, aunque no carecen de energía, sonarian entónces muy de otra manera, segun que el gusto era otro, y le tenemos al presente por tanto ménos fino, cuanto es más distinto. En cuanto al número del metro, de 3,267 coplas que se conservan de sus poesías, me atrevo á afirmar que ningun verso salió de su númen imperfecto por sílaba de más ni de ménos, segun el que pide el pentámetro latino. El ejercicio que tuvo en la versificacion de un mismo metro, el aire y armonía que reina en sus composiciones, apénas permite sospechar que cayese en descuidos de número que dejasen de ofenderle el oido. Verdad es que se hallan en sus poesías algunos versos cuya mensura desdice de la general de todos los demas; pero ¿quién ignora el ingenio y habilidades de los copiantes, y que con sólo alterar una colocacion sale el verso más largo ó más corto de lo que conviene? ¿Quién no ha experimentado la multitud de variantes que casi siempre resultan del cotejo de manuscritos antiguos? ¿Y quién sabe ahora la verdadera pronunciacion de aquellos tiempos?

Ademas de esto, debemos considerar que en la baja latinidad se rimaba mucho; y aunque los versos de Berceo sean pentámetros, no es preciso que todos y en todo sean á imitacion de los pentámetros de la buena latinidad, sino de otros que, siendo pentámetros, se pueden llamar alejandrinos. En un misal de la órden de Predicadores, impreso en París, el año de 1529, en 8.o, en la última hoja hay diez y ocho cuartetas, de que doy por muestra la primera y la última, y tienen este epígrafe :

AD SACERDOTEM.

1 Viri venerabilis, Sacerdotes Dei
Precones altissimi: lucerne diei
Claritatis radio fulgentes et spei
Auribus percipite verba oris mei.

18 Qui sedet in solio summe maiestatis
Vos purget à vitio: mundet à peccatis
Vobis sit auxilio vestre pietatis

Ut abrae gremio fine sedeatis.

El autor de estos versos no parece ménos antiguo que la misma orden de Predicadores, segun manifiesta el estilo y ortografia. Hay en ellos más piedad que latinidad, y su artificio consiste en rimar de cuatro en cuatro, y en constar cada uno de trece sílabas, cuyas cantidades, breves ó largas, para el poeta eran indiferentes. La semejanza que estos versos tienen con el pentámetro latino consiste en las dos cesuras y en el mismo número de piés; pero se diferencian en que los latinos tienen siempre dos dáctilos en la segunda parte, y en éstos se halla uno y un espondeo, como en algunos de don Gonzalo.

Finalmente, para salvar el decoro de nuestro poeta, que no debemos creer que erró en el número de un género de verso á que su oido se acostumbró tanto, estamos obligados á buscar todos los medios y caminos de disculparle. Si no tuviéramos esta atencion con los padres de la poesía latina, diriamos que muchos de sus versos eran imperfectos ó defectuosos. Y así, cuando vemos que en algun verso latino, á una diccion que acaba con vocal se le sigue otra que empieza tambien con vocal, decimos que la vocal primera, aunque tiene uso en la gramática, no le tiene en el verso, ni aumenta su número; y esto lo llamamos sinalefa. Vemos que una misma vocal en un verso la hacen breve y en otro larga, y no decimos que el poeta se contradice, sino que la vocal es indiferente; que de dos vocales hacen una, y esto lo llamamos sinéresis, ó que las hacen dos, y lo llamamos diéresis; que una vocal se hace consonante, ó una consonante vocal; que se duplica una consonante, ó se simplifica para alargar ó abreviar la sílaba; que en un verso exámetro se pone un sexto pié espondeo por dáctilo, y no decimos que el verso es defectuoso, sino espondaico.

Estos y otros medios se han inventado para disculpar á los padres de la poesía latina, y no rendirnos á confesar que pudo dejarlos Apolo de su mano, y que erraron en el número de las sílabas ó en las cantidades. Pues ¿por qué no hemos de usar de semejantes arbitrios para guar

dar el debido decoro á nuestros primeros padres, padres de nuestra poesía y de nuestra lengua? Don Gonzalo de Berceo, á quien debemos mirar como el patriarca y fundador de la poesía castellana, mientras no se descubra otro anterior y conocido, nos suministra en sus composiciones todos los arbitrios de defender la integridad de sus versos; porque, considerando que son pentámetros, se puede creer que ninguno pasará de catorce sílabas, que algunos tendrán trece, y algunos doce, por haber espondeos en lugar de dactilos. Y cuando haya alguna sílaba de más, se podrá salvar por la sinalefa, por la aféresis, por la síncope, por la apócope ó por la sinéresis; mayormente cuando vemos que estas figuras se hallan muchas veces expresadas en la misma escritura, como en díjol por díjole, combré por comeré, etc. Y finalmente, cuando de ninguna de estas maneras se pudiere salvar el verso, se debe sospechar que hubo vicio en la escritura, ό que el poeta usó de alguna licencia ahora desconocida. Sirvan de ejemplo las observaciones siguientes: en la Vida de santo Domingo que anda impresa, en la copla ccLx, se lee:

Ca profetizó sin dubda esto por conocia.

Este verso no se puede ajustar sin violencia á las leyes del pentámetro, porque le sobra una silaba: debemos, pues, creer que el poeta no dijo profetizó, sino profetó, como se lee en el códice de Monserrate, y lo usaba comunmente en sus poesías; por ejemplo, en la copla CCLXXXIV, diciendo :

Profetaba la cosa que á venir avie,

Maguer lo profetaba, el non lo entendie.

En otras coplas sobra ó falta alguna silaba, segun que se lee bispo ú obispo, princep ó príncipe, sacerdot ó sacerdote; pues de ambos modos se hallan usadas por el poeta estas y otras muchas voces en sus composiciones, por las cuales debemos aprender á leer los versos de Berceo.

Lo que yo no me atrevo à salvar, ni hallo camino por donde disculpar al poeta, es la falta de onsonante que se nota en algunas de sus coplas. Ni me parece suficiente descargo atribuir este descuido á los copiantes, ni puedo creer que en esta parte fuese tan distinta la pronunciacion de aquellos tiempos, que hiciese consonantes ciertas voces que ahora sólo son asonantes, como quiera que las pronunciasen. Por ejemplo, en la Vida de santo Domingo de Silos, copla cv, se ponen por consonantes benedicto, victo, fito, zatico. En la copla cxc, cuantos, sanctos, mantos, fartos. Copla CCLXVII, ministerio, precio, ciminterio, monesterio. En el Duelo de Nuestra Señora, copla 1, reina, melecina, divina, rima. Antiguamente la voz reina se pronunciaba con acento agudo en la penúltima, y esta pronunciacion duraba todavía en el siglo xiv, y los portugueses se quedaron con ella. En la Vida de san Millan, copla CCCCLXX, confinio, trivinno concilio, servicio. En la copla CCCCLXXII, iurado, casado, pelayo, anno.

Pero no me atreveré tan fácilmente á reprobar los de la copla LXXX de la Vida de santo Domingo, que son lacerio, remedio, medio, comedio; porque acaso entónces pronunciaban lacedio por lacerio, como parece lo denotan los consonantes de la copla ccXXVIII, familiares, logares, reglares, retrayades; ni los de la CCLXXVII, beneito, recebido, sabrido, complido; porque no sabemos si en tales casos pronunciaban beneido por beneito, por la semejanza y comutacion de la t y d. En los Miraclos de Nuestra Señora, copla LXXXV, hay estos consonantes: rio, vío, gentio, racio. Vio es pretérito del verbo ver, que ahora pronunciamos vió; pero su legítima pronunciacion, conforme á la verdadera etimología, es vio; porque de videre dijeron al principio veder, como lo usó algunas veces Berce, así como de pedes se dijo piedes, usado por el mismo. De veder no se formó el pretérito regular vedió, sino vido, tomado de vidit. Perdida la d, que ha desaparecido en muchas dicciones castellanas, de vido se formó vío, conservando el mismo acento en la penúltima, como la pronunció Berceo, y la pronunciariamos ahora, si no nos hubiera engañado el acento agudo que tienen en la última los pretéritos regulares. En la Vida de san Millan, copla CDXXXVIII, se halla vío con el mismo tono.

Algunos descuidos que se notan en las poesías de Berceo, repitiendo una voz en una misma significacion y haciéndola consonante de sí misma, ni estarán mal atribuidos al copiante, ni se deberá extrañar que en esto tuviese algun descuido ó yerro de pluma el poeta. Aunque sus coplas son generalmente de cuatro versos, hay várias en sus poesías de cinco, y solia hacer dos continuadas bajo un mismo consonante.

Solia tambien deleitarse con un artificio, que no siendo demasiado frecuente, y variándole, como le variaba, no parece desagradable. Del último verso de una copla tomaba un emistiquio, ó palabras con que daba principio á la siguiente; y tal vez tomaba todo el verso, variada la colocacion ó mudada alguna palabra. Por ejemplo, véase la copla 1 con la 11 de la Vida de santo Domingo. De este artificio usó, más que en otra poesía, en el Duelo de Nuestra Señora, como se puede ver en las coplas IL, L, LX, LXI, LXXI, LXXII, XCI, XC, IC, C, cx, cxI, CXVI, CXVII, CXXVIII, CXXIX, CXXX, CXXXI, CXXXIII, CXXXIV, las cuales coplas se pueden llamar encadenadas.

Las poesías que escribió don Gonzalo y han llegado á nuestros tiempos, ó de que se tiene noticia, son:

1. La Vida de santo Domingo de Silos.

2. La Vida de san Millan de la Cogolla. 3. El Sacrificio de la Misa.

4. El Martirio de san Lorenzo.

5. Los Loores de Nuestra Señora.

6. De los signos que aparecerán ante del Juicio.

7. Miraclos de Nuestra Señora.

8. Duelo de la Virgen el dia de la pasion de su Fijo.

9. La Vida de santa Oria.

Son, pues, las poesías que escribió don Gonzalo, nueve; las cuales componen un cuerpo de obras poéticas que con dificultad se hallará otro igual, escrito por un solo autor, en los tres primeros siglos de la poesía castellana. El órden con que se han referido es el que guardan en este tomo, más por nuestro arbitrio, que por razones que tengamos para ello.

POEMA Ó LIBRO DE ALEJANDRO.

(NOTICIAS DE SANCHEZ.)

En castellano tenemos tambien el famoso Poema de Alejandro, de que han hecho memoria varios escritores, que nos han dado de él escasas y equivocadas noticias; unos, por no haberle visto, y otros, por no haberle examinado. Debemos la primera al marqués de Santillana, que en su celebrada carta se contentó con nombrarle el Libro de Alexandre, como la primera ó como una de las primeras poesias castellanas. A la ansia con que yo deseaba que se descubriese este poema, correspondió la complacencia de saber dónde se conservaba. Debo la primera noticia de su existencia y paradero á la buena diligencia y curiosidad del erudito don Francisco Cerdá y Rico, que me avisó existia en la biblioteca del excelentísimo señor duque del Infantado, en la cual se conservan otros muchos códices apreciables, que se salvaron del incendio que padeció su palacio de Guadalajara.

Con esta noticia pasé á reconocerle; y habiendo suplicado á dicho señor Duque me le franquease para copiarle, la generosidad de su Excelencia excedió á mi súplica, mandando se me copiase, y copiado, se me entregase la copia y el original para cotejarla, lo que hice con la mayor escrupulosidad, restituyéndole despues á su Excelencia. El agradecimiento que de tal generosidad me resulta hácia dicho señor corresponde á las vivas ánsias con que deseaba pareciese un manuscrito tan raro, que se podia temer hubiese perecido, y á las diligencias con que habia solicitado su descubrimiento. Es, pues, un códice de pergamino en 4.o, de 153 hojas útiles, cuya letra es como del siglo xiv. Está encuadernado en tabla, forrada de becerro encarnado, con algunas labores. Tuvo en medio del frente una manecilla para cerrarle. Aunque está bien conservado, hay algunas palabras retocadas, y otras gastadas casi del todo, especialmente en la hoja quinta antes del fin. No dudo que este códice rarísimo y apreciabilísimo es el mismo que tuvo

en Guadalajara el marqués de Santillana, al cual llamó en su carta el Libro de Alexandre. Guárdase ahora en la citada biblioteca, plut. m. lit. M, número 8. Tambien se guarda en la misma el célebre Roman de la Rosa, en frances antiguo, que juzgo igualmente es el mismo códice de que usó el Marqués para citarle en su carta.

Fray Francisco de Bivar, cisterciense, tuvo en su poder un códice de vitela, que contenia el Poema de Alejandro, y pertenecia al monasterio de Buxedo, que está cerca de Búrgos. No descubrió el autor de dicho poema, aunque dudó de él, acaso porque no era de su intento leerle todo. Tomó de él algunas coplas, que puso en su Commentar. in M. Max., página 336. Cotéjense éstas, segun las copió Bivar, con las que empiezan en la copla DCCXLII de nuestro códice, y se verá claramente por sus variantes que el de Buxedo era distinto del que posee el excelentísimo señor duque del Infantado; y por consiguiente, que ha habido en España á lo ménos estos dos códices del Poema de Alejandro. Digo á lo menos, porque es muy creible de la aficion de nuestros antiguos españoles á la poesía, que se sacasen muchas copias, que ahora podrian ser muy útiles para publicar un texto correcto de nuestro poema.

Habíase ignorado hasta aquí el autor de este poema, atribuyéndole casi generalmente nuestros escritores, como cosa averiguada, pero sin fundamentos positivos, al rey don Alonso el Sabio; inclinándose algunos con más probabilidad a don Gonzalo de Berceo, en el caso de ser de uno de los dos. Acaso fué Pellicer el primero que le dió tan honrado padre, sin más prueba de su afirmacion que su palabra y autoridad. Siguióle don Nicolas Antonio, sin examinarlo, y despues casi todos los que han tratado de los hechos de este sabio monarca. Entre ellos, el marqués de Mondéjar se adelantó á decir que este poema estaba compuesto en sextillas ú estancias de seis versos, por haber visto en el referido don Nicolas los dichos seis versos, no advirtiendo que los cuatro componian una copla de una sola rima, y que los otros dos eran parte de otra de rima diferente. Así se propagan y autorizan los errores. Pero ahora, con el feliz descubrimiento de este códice, he averiguado que su verdadero autor fué Juan Lorenzo Segura de Astorga, clérigo, como se advierte en la última copla, que es la MMDX, en la cual, despues de haber pedido á los lectores recen por él un Pater noster, dice:

Se quisierdes saber quien escrebió este ditado,
Joan Lorenzo, bon clerigo é ondrado,
Segura de Astorga, de mannas bien temprado :
En el dia del juicio Dios sea mio pagado. Amen.

Podria dudarse si Joan Lorenzo fué autor ó mero copiante de este poema, porque el verbo escrebir puede tomarse por copiar y por componer; pero leyendo las dos coplas antecedentes, se colige con bastante claridad que fué su verdadero autor el nombrado Juan Lorenzo. Y dado que se diga, no sin sospecha de verdad, que la última copla no es del autor del poema, porque pareceria poco honesto llamarse á sí mismo bon clerigo é ondrado, en este caso debe creerse que et que la compuso declaró el verdadero autor, elogiándole al mismo tiempo, y llamándole Joan Lorenzo de Segura de Astorga.

En la segunda copla de su poema empezó ya el autor á declarar su estado clerical. Dice allí que su obra no es obra de joglaría, esto es, burlesca ó pecaminosa, sino de clerecía, esto es, de hombre á cuyo estado, por ser clérigo, no correspondia escrebir cosa que no fuese honesta, séria y de buena enseñanza, como lo es, por los muchos y buenos documentos y pasajes de mística que se encuentran en ella. Y aunque la voz clérigo significaba antiguamente, no sólo lo mismo que ahora, sino tambien letrado, sabio, hombre de ropa larga, como advirtió Fauchet que se debia interpretar la voz clerc, y en cuyo sentido Apéles es llamado clérigo en la copla MDCXXXVII; sin embargo, cuando el poeta se intitula 'clérigo, debemos entender por esta voz lo mismo que al presente, que es eclesiástico secular. Esto se demuestra más claramente con la copla MDCLXII, en la cual, reprendiendo los vicios de los hombres, y discurriendo por sus estados y jerarquías, dice, entre otras cosas, de los eclesiásticos:

Somos siempre los clérigos errados é viciosos,

Los prélados maores, ricos é poderosos;

En tomar son agudos, eno al pegrizosos;
Porende nos son los dios irados é sannosos.

Aquí el poeta se vuelve á declarar clérigo, y por consiguiente, el mismo de quien se habla en la copla última; pero se olvida de su estado cuando, para significar el verdadero Dios, nombra los dios, esto es, los dioses, usando poéticamente del idioma de la gentilidad; á no ser que por dios entendiese los santos, tomado de divos, que lo significa. La patria del poeta se ignora, y no se hallan en todo su poema indicios por donde rastrearla. Pero siendo costumbre de los antiguos tomar de ella sus apellidos, se puede juzgar más que probablemente que fué natural de Astorga, ó á lo menos de aquel obispado.

En cuanto al tiempo en que floreció, tampoco se halla en todo su poema señal cronológica y fija por donde averiguarlo. Queda dicho en el número 11 que Gualtero dedicó su poema al arzobispo de Reims, que gobernó aquella iglesia desde el año 1176 hasta el 1202. Pudo, pues, Gualtero haber vivido en los principios del siglo XII. Juan Lorenzo, hablando de las cosas de Babilonia cita á Gualtero, le respeta, y se conoce se valió de su obra, pues dice en la copla MCCCXXXIX:

Et de todas las noblezas vos quisiesemos decir,
Ant podrien x dias é x noches trocir;
Galter, magar quiso, no las pudo complir;
Yo cuentra el non quiero, nin podrie ir.

En la copla MCMXXXV vuelve á nombrarle para decir que iba á contar cosas que Gualtero habia omitido. Ambas veces le llama Galter, como se lee en su obra latina, aunque comunmente es conocido por Gualtero, que es lo mismo que Waltero.

De aquí sólo se infiere que, aunque Juan Lorenzo fuese algun tiempo contemporáneo de Gualtero, su poesía castellana no pudo ser anterior al año de 1176, y no pareciendo verisímil que la de Gualtero llegase á las manos de Juan Lorenzo sin que pasasen algunos años, mayormente faltando el uso de la prensa, es de creer que el poeta castellano no lograse disfrutarla hasta ya bien entrado el siglo XII. Pero que en este siglo se escribiese el poema castellano se puede probar con razones que, si no llegan á la evidencia, formen á lo menos mucha y muy grave probabilidad.

El marqués de Santillana, que en la relación de los poetas y poesías que nombró en su carta, guardó, en cuanto pudo, órden cronológico, puso en primer lugar, hablando de las castellanas, el Libro de Alexandre, como que era la más antigua que conocia. El mismo Juan Lorenzo, hablando de las muchas cosas que vió Alejandro, dice en la copla MMCCCVI:

Non podriemos contar todalas sus visiones,
Todalas que vío él con sus varones,
Serie grant tardancia, ca son lucngas razones,
Non cabrien en cartas de quince cabrones.

Esto denota que si habia ya papel en España cuando escribia el poeta, estaba todavía más en uso escribir en pieles que en papel, y que el uso ordinario y comun de aquel tiempo no era escribir en papel, sino en pieles. El papel, su fábrica y uso se intro lujo en España, dice el reverendísimo Sarmiento, por los años de 1260. Parece, pues, que el poeta escribió hacia la mitad del siglo xm, cuando el papel no estaba en uso ó no le tenía tan general como las pieles. En el siglo xiv las pieles no eran tan ordinarias como el papel; y así, el Arcipreste de Hita, en caso semejante al de Juan Lorenzo, dice que si se hubiesen de escribir todas las cosas de que habla, en Toledo no hay papel.

No debe pasarse en silencio que el poeta, para denotar el poco aprecio ó desprecio positivo que Se hacia de alguna cosa, la comparaba ó la ponia inferior á la estimacion de un pepion, como que era moneda de poco valor y corriente en aquel tiempo. Sábese por nuestras historias que el rey don Alonso el Sabio, el año primero de su reinado, por la escasez que habia de dinero, y deudas de la corona, mandó deshacer los pepiones y labrar los burgaleses, que fué poner en lugar de una moneda de oro bueno, otra de baja ley y mezclada de varios metales.

No parece de ménos fuerza el argumento que se saca del lenguaje y estilo que se observa en nuestro poema, el cual sin duda parecerá á cualquiera más antiguo que el del Arcipreste de Hita y Pero Lopez de Ayala, poetas del siglo xiv, y no de inferior antigüedad al de don Gonzalo de Berceo y don Alonso el Sabio, que lo fueron del xi. Verdad es que se nota bastante diferencia entre el lenguaje de Berceo y el de Juan Lorenzo; pero ésta no debe atribuirse tanto á la diversidad de tiempos en que escribian, como á la de países donde se criaron. Don Gonzalo de Berceo

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