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conquista: daremos sí una rápida ojeada acerca de su conducta en empresa tan dificil.

que

Muy convencidos del aborrecimiento los celtiveros profesaban á los cartagineses por su inicuo comportamiento, y sin considerar que este ódio emanaba mas bien de sus innatos deseos de independencia, como asi mismo que no podian haber olvidado los justos motivos de queja que debian conservar por el abandono en que dejaron á Sagunto, despues de sus mentidas ofertas, enviaron sus legados á la península para aju. tar las bises de una alianza ó confederacion contra los de Cartago. Pero fueron tan mal recibidos como debia esperarse: un anciano caudillo que asistió á esta fal áz conferencia tan luego como oyó la demanda, contestó á los embajadores con una noble indignacion. «¿No os avergonzais ¡oh romanos! «de esperar que creamos en vuestra palabra? ¿Pretendeis que «tan pronto háyamos olvidado vuestra infiel conducta con «nuestros hermanos los saguntinos, cuya ruina no les vino solo por la superioridad numérica de sus contrarios, sino «por la perfidia vuestra? Id en buen hora y buscad aliados y amigos donde no haya noticia del trágico fin de Sa«gunto [1]» .

No desistió de su proyecto el Senado por esta terminante repulsa, antes por el contrario, desentendiendose de ella, y socolor de amistad desembarcó en Ampurias Gneyo Scipion, con una respetable legion de infantería y caballeria, y mas adelante su hermano Publio Cornelio Scipion, por parte del rio Ibero.

(1) Historia de España por Dunhan t. 1.o pag. 96.

Poco ó nada figuró la Turdetania en las contiendas consiguientes á la venida de estos guerreros; pues si es verdad que en poco tiempo fueron batidos Asdrubal y Hannon, hasta encerrarlos en Cartagena, tambien lo es que rehechos en su capital, y con un refuerzo considerable, salieron á campaña tomando la ofensiva; pero con resultado tan favorable, que esterminaron casi en su totalidad las legiones de Roma, con muerte de sus temibles caudillos los dos Scipiones.

No obstante de esta derrota, cuando los cartagineses creian como imposible que pudieran rehacerse aquellos restos, que á la desvandada huian en tierra estraña, Lucio Mareio, uno de los capitanes que sobrevivieron á tamaño desastre, se dió tan buena maña, que al fin pudo reunir la pequeña parte restante de su desalentada buéste; y por uno de aquellos favores que prodíga la suerte de las armas, logró batir á Asdrubal: este inesperado acontecimiento, hijo de la desesperacion, cambió totalmente de aspecto la guerra, y el lábaro romano era elevado entre la escasa pero valiente legion de Marcio en señal de triunfo.

Mas el rigorismo del Senado para sostener en toda su integridad las leyes, al paso que tenia una satisfaccion por el feliz resultado de las operaciones de su esforzado caudillo, no toleró indiferente que este continuase como gefe del ejército, sin mas autorizacion que haber sido proclamado por sus tropas, despues de la victoria.

Asi es, que apesar del servicio relevante que acababa de prestar, mandó que inmediatamente pasase á España Publio

Cornelio Scipion, hijo del otro del mismo nombre, á fin de que con la facultad legal se encargase del mando de la legion. de Marcio, á la cual se unieron los refuerzos que aquel trajo para continuar la guerra. Desde que este jóven de veinte y cuatro años, valiente, entendido y deseoso de vengar la muerte de su padre, se entregó del mando del ejército, creyó por una supersticiosa conviccion, que era protegido de los Dioses en su empresa, mucho mas cuando á el desembarcar en España encontró mejor acojida que sus desgraciados predecesores; de modo que al entrar en Tarragona, halló sus habitantes mas decididos á favorecerle; pero no queda duda que su político comportamiento, usado en un principio, fué la causa principal de ganarse el concepto público, pudiendo hostilizar con mas libertad á los de Cartago.

En esta sazon se hallaba Asdrubal situado con su ejército á las inmediaciones de Gades; mas despreciando Scipion los muchos enemigos que dejaba á su retaguardia, se dirigió á marchas forzadas sobre Cartagena, que hallandose desapercibida de tan inesperada visita, sucumbió en breve apesar de su tenaz defensa. Entonces fué cuando el gefe romano dió una alta muestra de generosidad con sus prisioneros, que por ley de la guerra, en aquellos tiempos, eran de hecho sus esclavos. La bella jóven que ya estaba prometida para esposa del valiente Alueio, las dos interesantes hijas de Andobal, y la muger de Mardonio, le fueron entregadas á Scipion como su legítimo dueño; pero él sin embargo de que los deudos de aquellas le hacian cruda guerra, como aliados de Cartago, y eran

de los caudillos españoles de mas cuenta, se las devolvió intactas con el mayor desprendimiento. Este acto sublime de política, acabó de echar por tierra el escaso partido que quedaba á los cartagineses, en un pais que tan pronto habian de abandonar para siempre: este noble proceder, propio del hombre mas probo y caballero proporcionó mas triunfos á Roma en la península que sus aguerridas legiones.

En seguida dirijió Scipion sus miras á la conquista de la Turdetania, conocida despues bajo el nombre de Bética, como último rincon donde fueron á refugiarse los fundadores de Cartago; aquellos que tres siglos antes habian invadido la península por ese mismo punto, abusando de la confianza y buena fé, de una manera insidiosa, bastante parecida á la que en nuestra época usára el prisionero de Santa Elena; pero aquel privilegiado pais fué testigo de su completa derrota, cuando huian despavoridos de las huéstes de Roma, hasta saltar á bordo de sus buques, para salvar su ecsistencia. Tambien los campos de Andalucia presenciaron la humillacion de las aguerridas tropas del vencedor de Marengo á las immediaciones de Bailen, y Cádiz pudo ofrecerle un desengaño del indomable pueblo que tan fácilmente creyó sojuzgar.

Tuvieron sin embargo alguna trégua las desgracias de los cartagineses con la marcha de Scipion á Africa, aunque fué de corta duracion, porque habiendo regresado este al poco tiempo, acabó de destruir su dominacion con la toma de Gades, que cobardemente abandonaron aquellos, llevandose un botiu inmenso. Pero era consiguiente que los que se apode

raron de gran parte de la Spania por medios reprobados, verificasen su retirada de una manera correspondiente á la invasion. Estando el cartaginés Magon situado en Ambis, puertecillo cercano á aquella plaza, manifestó deseos de tener una conferencia con los magistrados, de quienes conservaba antiguos motivos de resentimiento; á este efecto los citó, y cometieron la imprudencia de corresponder á su llamamiento; mas tan luego como los hubo en su poder, ejerció la mas cruel venganza haciendolos crucificar. Asi concluyó la dominacion púnica en España despues de una guerra de trece años con las legiones de Roma, fecunda á la verdad en sucesos estraordinarios (1).

No debemos dejar de manifestar en este lugar que al emprender de lleno Scipion la conquista de la Turdetania, ocurrieron dos casos desastrosos, y muy poco conformes con el político proceder que hasta esa fecha habia observado aquel caudillo con los españoles: bien que el uno en particular debe llenar de orgullo á los naturales, por haber sabido repetir la poco comun heróica escena de Sagunto.

Astapa (2) fué una de las poblaciones que se decidieron por el partido de Cartago, en cuya sazon Lucio Marcio, que ya se había apoderado de Córduba, Astigis, Ilipula, Hispalis y otros pueblos comarcanos, se dirigió á aquel pueblo que estaba destinado á dejar de ecsistir en breve. Luego que sus mo

(1) Doscientos seis años antes de J. C. De Roma quinientos cuarenta y siete.

(2) Sus ruinas ecsisten inmediatas á Estepa.

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