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luego la mas completa derrota.

Sin embargo, aquellos valientes gefes se propusieron tomar cumplida satisfaccion del atentado, sin reparar mucho en las consecuencias, porque en casos semejantes suelen desperdiciarse las mejores ocasiones, si se hace alto de los inconvenientes que pudieran presentarse. Convocadas las fuerzas que debieran concurrir á aquella arriesgada espedicion reunieron hasta dos mil y quinientos caballos, y unos cuatro mil infantes de las ciudades de mas cuenta: entre ellos se contaban Martin de Rojas, alcaide de Arcos, Sancho de Avila, que 10 erà de Carmona, Martin Fernandez Galindo y Juan Ortega, naturales de Ecija, con otros muchos que de sus pueblos respectivos les acompañaban, llenos de entusiasmo por medir sus armas con la canalla mahometana. ¡Honor y prez valientes campeones, que abandonando sus mas caros objetos, y los goces y comodidades de la vida privada, sabian posponerlo todo, cuando se trataba de salvar la independencia del Pais!

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Con la indicada division emprendieron su marcha hácia Alhama, por los caminos menos frecuentados, aprovechando los momentos mas á propósito para no llamar la atencion del enemigo, sin arredrarles la aspereza de los terrenos que repasaban, pues el deseo de la victoria les hacia despreciable todo motivo de incomodidad. Luego que estuvieron á las inmediaciones del punto que iban á atacar, dispuso el marques de Cádiz se entresacasen del ouerpo espedicionario unos treseientos hombres de los mas robustos y arrojados, para prac

ticar el escalamiento del castillo, porque apoderandose de èl, no seria dificil hacerlo igualmente de la villa. Asi pues, luego que llegaron las altas horas de la noche, marchó este cuerpo de preferencia silenciosamente, trepando por el cerro en que aquel se halla situado. ansiosos de medir sus fuerzas con los que en aquel momento dormian tranquilos, sin recelar lo mas leve el trágico porvenir que les esperaba.

Dar la señal convenida y arrojarse á el asalto, fue todo obra de pocos instantes, habiendo tenido la suerte nuestro bravo paisano Martin Fernandez Galindo, de ser uno de los primeros que saltaron las almenas, degollando acto continuo los pocos centinelas que encontraron dormidos: luego se descolgaron á la plaza, y abrieron la puerta del castillo, donde ingresó en seguida toda la fuerza espedicionaria. Inútil fué la resistencia de su guarnicion, que pereció acuchillada en breve tiempo; mas á pesar de este hecho arrojado, quedaba aun la parte mas esencial para su complemento, cual era la toma de la villa, cuyo vecindario se habia puesto ya en alarma, con el resto de tropas que la guarnecian: soldados menos bizarros, se hubieran tenido por satisfechos, retirandose despues de la dura leccion que acababan de dar á el enemigo; pero aspirando unánimes á tomarse una satisfaccion cumplida de lo que los moros practicaron en Zahara, todos á una voz pedian el ataque contra la villa, hasta someterla ó perecer en la demanda. Los entendidos gefes de tan valientes tropas, no quisieron desperdiciar aquella ocasion de noble entusiasmo, y puestas en guarda las avenidas del cas

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tillo, rompieron denodadamente el ataque contra la poblacion, habiendo tenido la desgracia de perder acribillados de saetas porcion de hombres, entre los que se contaban los bizarros alcaides de Carmona y Arcos con otros varios. Sin embargo de esta desagradable ocurrencia y de la nube de dardos, flechas y armas arrojadizas que les dirijia el enemigo, la villa fué ocupada en su totalidad, tremolando en sus minarales la bandera de Castilla, el veinte y ocho de febrero del año de mil cuatrocientos ochenta y dos. La mayor parte de los enemigos que escaparon de la muerte, se ampararon en la mezquita mayor, de donde salieron ya con el carácter de esclavos de sus afortunados vencedores.

Este hecho de armas, que puede asegurarse como el primer paso para la conquista de Granada, fué la satisfaccion mas completa que pudo tomarse de la pérdida de Zahara, obteniendo en recíproca una merecida represalia. En él figuraron en primer término, como dejamos manifestado, dos valientes ecijanos, cuyos nombres trasmite la historia hasta nuestros dias, y nosotros los mencionamos con orgullo. Mas adelante tendremos lugar de demostrar, lo mucho que influyó este acto de arrojo en la parte moral de los defensores de Granada, para que el trono de Muley-Albohacen principiase á resentirse de su prócsima ruina.

Con motivo de lo ocurrido en Alhama, se encendió la guerra con tanta actividad y entusiasmo, como ecsijentes eran las causas que la motivaban, pues si el gobierno de la Alhambra, aspiraba nada menos que á la reconquista

de los pueblos que habia perdido, Isabel y Fernando estaban decididos á lanzar de una vez de la Península á los seguidores del Alcorán. En Ecija, como plaza fronteriza que era entonces, se reunió un ejército considerable, y el treinta y uno de julio del mismo año de ochenta y dos, llegó á nuestra ciudad el Rey Católico, para ponerse á la cabeza de las tropas, en union de la nobleza que le habia venido acompañando.

Grandes fueron los descalabros que sufrieron los cristianos al principiar una lucha, que á la vuelta de diez años de combates, habia de producir el resultado apetecido, pues el mal combinado ataque de Loja causó una baja sensible en las tropas castellanas, en términos que el orgulloso Muley-Albohacen, engreido con su triunfo, ya creia en sus dorados sueños, que toda la Andalucía seria bien pronto presa de su ambicion. Cambiada no obstante, la suerte al emprender el Rey de Granada la reconquista de Albama, fuè batido por las tropas españolas, y acuchillado hasta las puer tas de su capital, haciendo al paso los vencedores una tala atroz en la vega, con destruccion de los frutos que debieran subvenir á la subsistencia de su numerosa poblacion. En seguida se retiró Fernando, dirigiendose à Toledo, dejando encargada la custodia de la frontera de Ecija á D. Pedro Manrique.

Todavia empero, quedaba que sufrir otro desastre á las tropas castellanas en los montes de la Ajarquía, contra Albohardil, hermano de Albohacen, gobernador á la sazon de la plaza de Málaga, cuyas desgracias fueron mucho mayores que las habidas junto á Loja, aunque este adverso incidente pro

dujo resultados súmamente ventajosos à la causa nacional. El triunfo efímero de Albohardil, fué indudablemente el primer elemento de discordia entre los mahometanos; pero discordia que los con lujo aceleradamente á su ruina, porque es incuestionable que todo pueblo dividido no puede esperar otro término que su aniquilamiento y destruccion. Plegue à Dios llegue el dia en que convencidos los españoles de esta salud.ble mácsima, no tomen otro norte para hacer la felicidad del pais, que unirse sinceramente, olvidando pueriles agravios, pues todo es pueril ante el positivo bien de la Pátria! ¡Plegue á Dios llegue el dia, en que sobreponiendose la razon á las malas pasiones, puedan conocer, que al deponer todo resentimiento, que al unirse todos como hermanos, ademas de cumplir un deber sagrado, es el único medio de engrandecer la monarquía, porque sin paz no hay bienandanza, ni son realizables estraviadas ilusiones! la mas saludable política y los proyectos mas bien combinados y útiles, se disipan como el humo entre el funesto huracan de las discordias.

La desgraciada espedicion de Albohacen sobre Alhama, unida al completo triunfo de su hermano, cerca de Málaga, dió motivo á los descontentos para desacreditar á su monarca, al mismo tiempo que Boabdil, hijo de este, se formaba tambien su partido para destronarlo: al fin lo consiguieron ocupando el sólio, primeramente Albohardil, y luego el referido su sobrino. Este acto de ingratitud filial, obtuvo bien pronto el merecido castigo, pues deseando el usurpador ocasiones de acreditar su valor y hacer ver que la lozanía de la juventud

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