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tiempo, en el Congreso español, con el aplauso y la aceptación de toda España.

Los jóvenes guardia-marinas españoles surcarán con su nave melancólicamente las aguas en que la escuadra del inmortal Cervera se hundió, arrastrando consigo hasta el

PRIMERO Y SEGUNDO COMANDANTES DE
LA "NAUTILUS"

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DON SALVADOR MORENO ELIZA Y DON ENRIQUE NUÑEZ

A bordo de la NAUTILUS en el puerto de Veracruz

fondo de los mares de la América, el poder colonial de España; pero, al propio tiempo, observarán también regoci jados, cómo todos los brazos se abren en tierra cubana, para abrazarlos, y todos los labios, se mueven para hacer votos por la prosperidad y gloria de la nación española. Y si, acaso,

esto no fuese compensación suficiente para olvidar los sinsabores de aquel día de duelo, séalo el visible crecimiento de la. compenetración de la raza, porque lo mismo que para el comercio, valdrá mucho para el espíritu nacional español que los jóvenes marinos de la Nautilus lleven hasta el corazón de los españoles esta sencilla frase que es una hermosa verdad: "Se nos ama en todas partes."

Si el historiador ha de ser justo dirá, cuando escriba sobre el acontecimiento naval de Santiago de Cuba, lo siguiente: "No hubo combate. Fué un cómodo ejercicio de artillería de la escuadra de Sampson sobre una indefensa escuadra española, mandada por jefes y oficiales valerosos que por disciplina, obedientes á la voz de mando de un capi. tán general terrestre, corrieron al suicidio" porque nada de lo ocurrido en las aguas orientales de esta Isla, en aquel día, dejó de ser presentido y reiteradamente anunciado por Cervera.

Ellos sabían que iban á morir y hacia la muerte navegaron, obedientes á la voz de mando. Los que no murieron leben su vida á la casualidad, al Destino, á Dios: á cualquier poder humano ó divino desconocido y completamente ajeno á la voluntad de los heróicos suicidas.

No fué estéril para España su breve guerra con los Estalos Unidos. Sin ella la independencia de Cuba habría producido revoluciones contra el trono. Con ella, la paz ha sido conservada. La monarquía debe á los marinos de Cervera este gran servicio y la patria española les debe el ahorro de un caudal de sangre de sus hijos.

Pasados los años, los cubanos hemos buscado los medios de mantener con la conquista de la independencia nacional, el amor á la familia española, que es nuestra propia familia; y ya hoy, españoles y cubanos somos los litigantes de un antiguo pleito finalizado, perfectamente reconciliados y más sólidamente unidos que nunca, porque no hay agravios viejos que no hayan sido liquidados, ni existen ni podrán existir otros nuevos que nos separen.

La Nautilus, llegó á Cuba y al saludar con sus cañones á la bandera de la República cubana, acaso hayan sentido sus guardias-marinas que sus corazones se oprimían; pero apenas pisen tierra cubana y acerquen sus oidos al corazón de este pueblo, se llenarán de júbilo, porque si aquí ha sido arriada la bandera de la nación conquistadora, con ella arriamos de nuestra alma todos los odios y porque si España no gobierna en Cuba á españoles y cubanos, nos gobierna dulcemente, el amor á la familia y á la raza.

Los marinos de la Nautilus mientras permanezcan en Cuba se hallarán en SU CASA, puesto que por CASA no puede tomarse la propiedad del techo que nos cubre, sino cuanto dle plácido y hermoso tiene el hogar de la familia. Españoles

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en Cuba y cubanos en España habrán de sentirse siempre como en el propio hogar de sus amores, de sus glorias y de sus tristezas.

Llegue hasta los marinos de la Nautilus nuestro saludo de bienvenida.

De El Mundo de 25 de Junio.

EL ALMA DE LA RAZA

Porque vino impulsada por el viento, caprichoso y antiguo, tardó mucho más de lo que el amor anhelaba.-¡Oh si el deseo hecho brisa hubiese podido henchir las velas!-Y antes de entrar, cuando se cruzaban las órdenes y cuando la muchedumbre sentía en su alma milenaria la vibración de un relámpago entusiasta y eléctrico, la vimos durante una hora balancearse intranquila; como un pájaro raro, como un símbolo de la raza más aventurera y heróica, al igual que antaño vieran con atónico estupor los indios, las carabelas primiti vas, mecerse ante la inexplorada feracidad de nuestra tierra. Y era medio día, bajo la azul diafanidad del cielo y sobre el triunfante azul movible del mar......

Viene de lejos, de rectificar la ruta que en derredor de la tierra trazase por primera vez la nave magallánica; viene de lejos á traer el primer mensaje de la madre que viendo á su hijo crecido y fuerte, le manda como consejo póstumo un algo que avive el recuerdo de sus grandes hechos; viene de lejos, de un país que por lejano que estuviera, siempre estaría próximo, y el montículo y el terraplén que demarcan la entrada en nuestra bahía, parecían quererse juntar como dos brazos para recibirlos......

Y fué la recepción imponente. La multitud ondulaba, surcada á veces por gritos é impaciencias, ávida de hacerse toda ojos, para ver á la corbeta española, que, lenta, venía hacia nosotros escoltada por numerosos barcos hirvientes de mujeres hermosas y de hombres magnificados por el entusiasmo. El aire era transparente, y en el horizonte las velas latinas fingían gaviotas que iban á decir á los navegantes que tantos días estuvieron entre las dos inmensidades azules, la proximidad de la tierra. Y todo se acercaba, se acercaba, mientras un silencio lleno de emoción, cerníase sobre la multitud sagradamente quieta como en una ceremonia religiosa. De pronto sonó un grito; la muchedumbre estremecida se hizo sonora en un viva unánime; los tres palos tres veces cruzados de la corbeta, se interpusieron entre los lados del canal; todos los buques surtos en bahía llenaron el aire con los broncos alaridos de sus sirenas; toda la ciudad tembló al retumbar de los cañonazos; la policromía de las banderas se alborozó á lo largo de los cordajes. Y sobre todo esto; las tres franjas azules y la blanca estrella sola en el

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triángulo púrpura, flameando hacia la bandera que en la máxima altura del mástil de la Nautilus daba al viento el trémolo de su risa roja y dorada......

Bienvenidos sean los marinos españoles á la tierra de Cuba. Solo hallarán en ella amor; que los agasajos que reciban en otros países, no les hagan olvidar estos agasajos que, salidos del alma, son á manera de un glorioso encargo que confiamos sepan trasmitir á la madre España. Pues este recibimiento, casi frenético, dice que en un solo momento, á la vista de la nave primitiva que ha soportado los vientos adversos y los prósperos en sus velas, el pueblo de la Habana, Cuba entera, ha sentido como si sobre ella se agitaran estandartes gloriosos y ha revivido el recuerdo inmenso é incomparable de todos sus héroes y ha tenido de ellos-á semejanza del niño que narra con entusiasmo las hazañas de un abuelo ciclopeo y osado-el mismo orgullo que el de sus mismos héroes.

Todo nuestro amor es hacia vosotros, marinos, y todos nuestros votos de prosperidad son hacia la nave que es un símbolo. Decid á España, que en el día de vuestro recibimiento hubiera sido imposible distinguir entre la multitud electrizada de entusiasmo, á los cubanos de los españoles. Decid allá que en esa goleta nosotros hemos sabido ver el alma de la raza mejor que en cualquier acorazado armipotente; decid que quisiéramos alargar los días que habeis de estar entre nosotros, para haceros ver mejor la sinceridad de nuestro afecto á España; decid, cuando retorneis de este viaje, que Cuba, á través del mar, envía á la gran nación extenuada de heroismo, el mensaje de su respeto, que es amor de hija y es amor de hermana.

Ya á la tarde, en la indecisión crepuscular, cuando los marinos han descendido á tierra, la Nautilus, encadenada al ancla, se balancea sola, como poseída de un deseo. Es la nave primitiva que por tres veces, confiándose á la infidelidad del viento caprichoso y antiguo, ha rectificado la estela que antaño trazase por primera vez la nave magallánica. Y como las cosas en apariencia inanimadas, tienen espíritu, para ese espíritu de la nave, Cuba hace esta votiva invocación:

-¡Qué las olas amansen su turbulencia bajo tu quilla y que sean benignos los vientos que hagan abultarse con femeninas turgencias tu velámen! ¡Qué cada vez que toques puerto español de regreso de tus viajes, encuentres á España engrandecida y que todos los puertos á donde vayas, sean como éste, cuyo terraplén y montículo que lo forman, parecen unirse -como pudieran unirse sus hijos-para abrazarte con un abrazo colosal!

La Discusión, de 25 de Junio de 1908.

EL PRIMER SALUDO

LA LUCHA, ayer, al tener noticias de que se divisaba en la indecisa línea del horizonte, donde el cielo esplendente de "la más fermosa tierra que ojos humanos vieron" se besa con el mar azul que baña fervoroso esta Perla del Mar, Estrella de Occidente, según la expresión poética de la inmortal Avellaneda; siguiendo las inspiraciones de su alma-del alma de todos-se lanzó mar afuera, para dar á los hermanos que llegaban, la primera salutación, la primera bienvenida, el abrazo primero.

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Y allí, desde la proa de la nave cubana, escudriñando el horizonte con la misma ansiedad de Rodrigo de Triana antes de prorrumpir en el grito de Tierra!, que anunciaba la aparición de un nuevo Mundo á los ojos atónitos de aquellos heroicos navegantes, vimos destacarse á lo lejos, indeeisamente primero, luminosas y gallardas después, las blancas velas, como alas de cisne desplegadas al viento, avanzando magestuosa hacia nosotros-que íbamos hacia ella-la esperada Nautilus, signo de paz comunión de hermanos, hostia de raza.

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