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de regocijo, fuese hecha por una clase determinada y exclusiva de nuestra población. Toda ésta, en sus variadas clases y colores, estaba representada en aquella multitud inmensa que invadió en toda su larga extensión los dos lados de la hermosa bahía, y la misma alegría se pintaba en todos los semblantes, y la misma satisfacción expresaban todos los labios. Nadie osará poner en duda que el recibimiento hecho ayer á la Nautilus por el pueblo de la Habana, ha superado á todo lo que, aun los más entusiastas, se habían imaginado. OFICIALES DE LA "NAUTILUS"

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DE PIE: Alféreces de navio don Manuel Moreu Figueroa, don Jaime Janer Robinson (cronista del viaje) y don Juan Carre Chicarro.

SENTADOS: Capellán, don Trinidad Pezán y Ruiz; Teniente de navío, don Francisco Moreno Eliza; Médico, don José Rodríguez y Domínguez Quintana.

Nosotros nos sentimos sinceramente satisfechos de ese recibimiento, porque ha venido á poner en evidencia el error en que están muchos de que aquí aún subsiste el rescoldo de pasados agravios y de viejas contiendas; de que en Cuba se sienten odios y rencores que no han podido hacer desaparecer la prudencia de unos, la cordura de otros y los buenos deseos de todos. Y más que nada nos sentimos hondamente satisfechos, porque no ha podido ser más patente la prueba

que ha dado ayer el pueblo de la Habana de que es digno de figurar entre los más cultos de la tierra. Hemos recibido á los marinos de guerra españoles como si aquí no hubiera habido jamás luchas sangrientas entre españoles y cubanos; como si siempre hubiesen sido buenos amigos los que nacimos en esta tierra y los que la dominaron. Y este resultado maravilloso de concordia, de paz y de olvido, solo se obtiene cuando se está en posesión de una gran suma de cultura; pues es cosa harto sabida que los odios humanos son tanto más insaciables y duraderos cuanto más bajo es el nivel á que alcanza la civilidad de los que los sienten. Por algo se ha llamado odio salvaje al que no se ve nunca satisfecho, y en todos los momentos y circunstancias, se manifiesta y da señales de vida con actos que reprueban las conciencias honradas y las almas generosas.

Satisfechos deben sentirse también, de sí mismos y de nosotros, los españoles que aquí residen y nos ayudan á compartir las penas y las alegrías que llevan aparejadas nuestras luchas por la consolidación de nuestra nacionalidad. Ayer han tenido nueva ocasión de convencerse de que el pueblo cubano es noble, generoso y desapasionado; que siente profundo apego á todo lo que considera suyo, y suyas son la raza, la civilización y las glorias que representan los tripulantes de la Nautilus.

El Triunfo envía la más cordial bienvenida á los marinos españoles que desde ayer son huéspedes de honor de la República Cubana.

De El Triunfo, de 25 de Junio de 1908.

LA PRIMERA JORNADA

Para recibir á la Nautilus se vistió ayer de fiesta la ciudad. Apenas los voladores dieron la señal convenida, todo este pueblo de la Habana, sin clases, sin distinción de matices, corrió hacia la Avenida del Golfo y se agolpó en los muelles. Las casas fueron engalanadas. Y todas las embarcaciones disponibles, llenos sus palos de banderas, corrieron mar adentro para recibir y para escoltar á la corbeta española.

Y como después de tantos días de cielo nubloso y fre cuentes lluvias lució ayer el firmamento despejado, intensamente azul y brilló el sol con su luz más bella, fué más hermosa la llegada del buque-escuela, que se fué acercando poco á poco, á remolque, mientras en los remolcadores y en las embarcaciones de vela y en los botes de remo, formados á uno y otro lado de la Nautilus, se hacían sonar las sirenas y se agitaban las banderas en un contínuo y fraternal saludo.

¡Hermoso recibimiento! Toda la ciudad se asomó al mar para darle la bienvenida; y no hubo pañuelo en mano de hombre ni de mujer que no se agitase en un saludo, ni corazón que no se enterneciera ante muestras tan unánimes, tan espontáneas, tan sinceras de simpatía y afecto......

La bahía estaba repleta; no hubo botero que no saliera mar afuera con su guadaño lleno de público; no hubo remolcador que no fuese atestado de pasaje; y el vapor de la casa de Herrera que salió también á recibir á la Nautilus llevaba en su cubierta más de dos mil personas; y únase á este gentío inmenso que salió al encuentro del buque español, la otra cantidad enorme de público agolpado sobre los acantilados del Malecón, y en las azoteas de todas las casas, y en los muelles, repletos; y en los edificios de la Hacienda y la Aduana; y en los elevados, tan llenos de gente, que los tran vías se vieron precisados á suspender su curso.

Y llegó la corbeta frente á la fortaleza de la Cabaña. Retumbaron los cañonazos de saludo; la bandera española saludó á la plaza y sonaron las músicas; resonaron estri. dentes las sirenas, flamearon al viento los pañuelos, las banderas; de todos los pechos salió un grito de entusiasmo y de bienvenida; y rasgaron el aire los cohetes; y estallaron, entre tanta algarabía, bajo el cielo azul, y al deshacerse, cayeron multitud sobre todos, en una lluvia de banderas españolas y cubanas.

No pudo soñarse recibimiento igual. Porque unida al pueblo fué á esperar á la Nautilus toda la socidad cubana más distinguida; deseosa de testimoniar sus afectos y su simpatía hacia los marinos de este buque-escuela, que desde cubierta con sus anteojos, contemplaban este imponente, este grandioso espectáculo de todo un pueblo, aglomerado en los muelles, para recibirlos y saludarles. Y entre saludos que debieron agradecer con todas sus fuerzas; debió tocarles muy adentro del corazón los aplausos de los artilleros, sen. tados en las murallas exteriores de la Cabaña y que al cruce de la Nautilus prorrumpieron en aplausos y vivas.

Y fondeó la Nautilus. Y las embarcaciones, botes, remolcadores, la rodearon. Subieron las comisiones á bordo. Subió después todo el público. Y hasta bien entrada la tarde, cercano ya el crepúsculo, fué este visitar contínuo prueba elocuente de los sentimientos de fraternidad que animan á este pueblo generoso......

Ya hemos dicho que la ciudad se vistió de fiesta. Hemos manifestado que se engalanaron, y que continúan engala nadas todas las fachadas de los establecimientos y de muchas casas particulares. Digamos ahora que fué el de ayer verdadero día de fiesta porque todos los comercios cerraron sus puertas y todo el público se lanzó á la calle, despreocupado de sus quehaceres y deseoso de mezclarse en el regocijo gene ral que se mantuvo con la misma fuerza, con idéntico poder

toda la noche, durante la cual cobró la ciudad aspecto de día dominguero, porque los coches circulaban formando cordón, y porque además de estar todos los paseos y todos los tranvías repletos, parecía esta urbe cosa de ensueño porque las iluminaciones generales y espléndidas, la bañaban y transformaban con la luz polícroma de millares y millares de bombillos y focos espléndidos......

Y así transcurrió la noche, en plena fiesta también ha amanecido este día. Porque ahora, que son las primeras horas de la mañana hay una gran multitud por las calles. Y hace unos momentos que en las naves grandiosas de la Catedral, la sociedad distinguida y el pueblo todo ora ante el ara en el soberbio "Te-Deum."

Este primer número, del programa de las fiestas se ha cumplido con magnificencia inusitada. No solo por el brillo religioso de la fiesta, por lo soberbio de las voces del coro, por el adorno sencillo y piadoso de la Catedral, sino por el gentío enorme, que llenó las naves del templo, y se aglomeró en el atrio, y se extendió compactamente por la plazoleta contígua; enorme muchedumbre que se extendía desde la basílica católica hasta bajo nuestros balcones.

Y como el entusiasmo continúa y el cielo luce bellamente azul. Y un sol de oro está iluminando la ciudad, hemos de esperar que en este día ni amengue el gentío en las calles ni pierda un ápice de su esplendor este recibimiento caluroso, afectuoso, unánime de confraternidad y de cariño. La Discusión, del 25 de Junio de 1908.

"LA NAUTILUS"

El buque escuela de la marina de guerra española, visita actualmente nuestra República. El acto es de altísima y simpática significación: significa, por lo menos, que entre Cuba y España la cordialidad internacional no es falsa sino perfectamente sentida del mismo modo por los pueblos que si ayer combatieron, hoy se aman como corresponde que se amen la rama y el tronco de una misma gran familia sólidamente reconciliada.

La Nautilus trae á su bordo á los jóvenes guardia-marinas españoles en viaje de instrucción. En el corazón de cada uno de ellos es natural y noble que palpite el recuerdo de la grandeza histórica de la España conquistadora y civilizadora de América y en el espíritu de todos ellos vive el anhelo de reconstruir y engrandecer la marina de guerra de su patria, porque si ésta no tiene problemas coloniales que la preocupen, es forzoso que desarrolle sus fuerzas navales para que, de modo respetable, figure en el concierto de los poderes europeos, por muchas razones de alta previsión que el gobierno de Maura expuso minuciosamente, no ha mucho

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