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nota culminante, conmovedora y trascendental de la recepción brillantísima que á la Nautilus se prepara.

Cuba de 9 de Junio de 1908.

Los días de la "Nautilus"

Abramos un paréntesis á esta vida de miserias, en las que á diario nos agitamos.

Avecínanse días en que nuestros corazones no deben latir sino al unísono, y á impulsos de sensaciones purísimas, y en que el amor fraternal, la voz de la misma sangre, ahogando los alaridos de nuestras pasiones, debe ser el único sentimiento al que respondan nuestros actos.

Quizá, á estas horas, sea muy corta la distancia que separa del puerto de la Habana á los marinos de la Nautilus, y es preciso que, cuando arriben á nuestras playas, encuen tren borrado hasta el más pequeño rastro de nuestras divisiones y contiendas; que no puedan sospechar siquiera, que entre nosotros vive tan arraigado el espíritu de personalismo, que al triunfo de ambiciones particulares, posponemos los sagrados intereses de la Patria y de la independencia.

Hermanos nuestros son, esos soldados de España; hijos de aquellos guerreros, nuestros padres, que pasearon victoriosa por todos los ámbitos del muntlo conocido, la bandera gloriosa que muy pronto saludaremos; la enseña á cuya sombra nacimos: hermanos nuestros son; descendientes del que pudo decir un día:

"En la Tercera el francés,
y en todo el mar el inglés,
sintieron al verme espanto...":

nietos, como nosotros, de aquellos que tripularon las galeras de D. Juan de Austria, los galeones del Marqués de Santa Cruz, los navíos de Gravina, las fragatas de Méndez Núñez y las débiles naves de Montojo y Cervera.

Hermanos nuestros, sí. Hombres que supieron vencer ó supieron morir, como morir ó vencer sabemos nosotros; en cuyas venas corre nuestra misma sangre; que adornan nuestras mismas virtudes y manchan nuestros mismos vicios; pero que tienen sobre nosotros la ventaja inmensa, de que jamás, jamás, y en ningún momento de su historia, pospusieron la vida de la patria y la integridad de su independencia, al logro de deseos y ambiciones, al triunfo de éste ó el otro partido político.

Por eso es necesario que, al pisar nuestro suelo y caer en nuestros brazos, nos encuentren tal como ellos deben suponernos, tal como ellos son, pasionales violentos é irreflexivos, si queréis, pero salvando siempre por encima de todo la idea de Patria y Libertad.

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Podremos entonces, entrelazados nnestros brazos, discurrir sobre los errores que unos y otros cometimos, los españoles "de acá y de allende la mar;" podremos contarnos nuestras cuitas y hacernos mútuas confidencias sobre nuestras esperanzas; podremos entonando un himno de gloria á la raza, confortar nuestros espíritus, y prepararnos á caer bellamente, si caer es nuestro destino, y en fin podremos en perfecta comunión de ideas, y compenetrados en los mismos sentimientos, desmentir á los que dicen que, las libres naciones de la América española están llamadas á desaparecer, por obra de los pecados de sus propios hijos, triste herencia de las pasiones y los vicios de los primeros pobladores.

Preparémonos, pues, á vivir un mundo nuevo, siquiera durante unos días; á gozar de una existencia nueva, con la que soñaron los apóstoles de nuestras libertades, vida de amor y confraternidad, vida engendradora de grandes hechos y de grandes hombres......

Después...... cuando se vaya la Nautilus, cuando se pierda en el horizonte del ancho mar la silueta de esas pobres tablas, sobre las que ondean los alegres colores que sonrieron á nuestras pupilas de niños, entonces tendremos ocasión de continuar la interrumpida práctica de nuestras virtudes cívicas, al uso en este período electoral......

La Lucha de 9 de Junio.

A LA SOMBRA DE LA BANDERA

En los momentos en que comenzamos este artículo, hienden el aire los sonoros estampidos de la pólvora, avisándonos que está á la vista del puerto, esa nave española tan ansiadamente esperada, la Nautilus, el buque que guarda en sus entrañas, lo que de más hermoso y brillante tienen las esperanzas que acaricia el corazón de la madre patria.

Y esos ruidos mil, simuladores de empeñado combate, no anuncian guerra ni presagian sangre, son manifestaciones de la alegría de todo un pueblo, que va hoy á reverenciar, honrándose, la gloria de sus mayores, la historia de su raza, saludando una bandera que trajo entre sus pliegues, á este nuevo mundo del que formamos parte, todo lo que de grandeza y de honor existe entre nosotros....

.....

El mar está dormido; ni un rizo en su tranquila superficie, ni una ondulación siquiera!... ..

Sobre esa inmensa sábana de plata, avanza España, abriéndonos amorosa sus brazos; luciendo al sol los alegres colores de su enseña; y sobre el peñon del Morro, allá en lo más alto contesta el saludo, tremolando su estandarte, nuestra Cuba, la que fué perla preciada de la corona de Castilla, y la que hoy, como ayer, y como siempre, será hija querida y predilecta de la madre Iberia.

Pasaron, por fortuna, los tristes días en que á una y otra bandera las agitaban vientos de tempestad, cuando frente á frente, y en lucha cruel, dirimíamos nuestras contiendas de

Estandarte de la "Juventud ferrolana' regalo

de la señorita "Fefita" Romero.

familia; empapando nuestros campos en sangre de hermanos, sangre toda española que, bullente y ardorosa, brotaba de nuestras arterias, rotas por el plomo y el acero, como roja catarata.

Hay siglos de esperanzas, y siglos de desesperación, y así como en el pasado fué para nosotros de guerras fratricidas, no es mucho esperar que el presente, sea para cubanos y españoles, de amor y confraternidad.

Muy alto en este sentido, habla la facilidad con que entre nosotros, cubrió el olvido las tristezas de la guerra, apagando odics y templando pasiones; y hoy confirman aquellas esperanzas, el innegable placer y la buena voluntad con que el pueblo entero de Cuba se adhirió desde el primer momento, á la idea de que un buque español de guerra,

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símbolo de aquel poder contra el que luchó treinta años, visitase nuestra capital, exteriorizando y dando forma á los sentimientos de solidaridad que hoy animan á los hijos de España y de Cuba.

Y ahí está, á la vista de nuestras costas, al aire su bandera que parece en su tremolar orgullosc querer acariciar el cielo, ciñendo el viento con sus velas y proa á nuestro puerto, donde sabe que ha de estar bajo la salvaguardia del honor y del cariño de los cubanos, á la sombra del estandarte de la estrella solitaria.

Bien venido, pedazo de la patria hispana, risueño portador de afectos y alegrías! Salud, bravos marinos, sucesores de don Alvaro de Bazán y Méndez Núñez! Y honor á tí bandera de la Goleta y de Lepanto, de Trafalgar y de el Callao! Honor á tí, sí, que cuando la brisa juega contigo, hace brotar un nombre en cada ondulación, un nombre, como los de Cervantes, Calderón, Rivera, Velázquez, Lope de Vega, Murillo, Quevedo. Alarcón, Alfonso X, el padre Téllez, el conde de Haro, Padilla, Bravo, Maldonado, Vélez de Guevara, el señor de Deza, Ruiz Díaz de Rojas, Tirso, el conde de Castro, el de Osornos, Alonso de Ulloa, el Comendador de Santa Cruz, Herrera, el Marqués de Astorga, el conde de Miranda, y el de Benavente, Floridablanca, Bocanegra, Aranda, Ensenada, Rafael León, Madrazo, Cánovas del Castillo, Mendizábal......

¿Queréis más?

No acabaríamos en una centuria.....

La Lucha de 24 de Junio.

NUESTRO SALUDO

En nombre del pueblo cubano, del que este periódico es auténtico y genuino representante, damos á la corbeta española Nautilus, y á los gallardos marinos que la tripulan, la más cordial y afectuosa bienvenida.

Entre Cuba y España hubo un proceso y una lucha de familia: éste no fué un país conquistado y sometido, fué un pueblo creado, formado por España y luego mal regido y mal gobernado. Realizada nuestra independencia y alcanzada nuestra nacionalidad, el pleito quedó terminado y liquidadas todas las cuentas del pasado inmediato.

Y tras esa liquidación de lo que era próximo y pasajero, resurgió lo que era remoto y permanente: los lazos de la sangre y de la historia, el común origen, los lazos de la estirpe.

Acaecidos los acontecimientos en una época de soluciones rápidas y transformaciones asombrosas, apenas desprendida nuestra nacionalidad del tronco secular de la nación descubridora y fundadora, estableció ésta relaciones y representación diplomática con nuestra patria; relaciones que han mantenido la normalidad internacional entre dos pueblos amigos que son al mismo tiempo dos pueblos hermanos ó pueblos ligados por vínculos todavía más estrechos de parentescos y de prosapia.

La rectitud y corrección de los gobiernos españoles con nuestra joven patria, el tacto y acierto de sus representantes en nuestra tierra, la discreción con que, en general, se han conducido los españoles residente en nuestros suelo, unidos á nosotros por todos los vínculos de la convivencia

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