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CXL

La prisión de Almagro.

Aunque las vistas fueron en vano y para mayor odio e indinación de las partes, no faltó quien tornase a entender muy de veras y sin pasión entre Pizarro y Almagro. Diego de Alvarado, en fin, los concertó, que Almagro soltase a Fernando Pizarro, y que Francisco Pizarro diese navío y puerto seguro a Almagro, que no lo tenía, para que libremente pudiese enviar a España sus despachos y mensajeros; que no fuese ni viniese uno contra otro, hasta tener nuevo mandado del emperador. Almagro soltó luego a Fernando Pizarro sobre pleitesía que hizo, a ruego y seguro de Diego de Alvarado, aunque Orgoños lo contradijo muy mucho, sospechando mal de la condición áspera de Fernando Pizarro, y el mesmo Almagro se arrepintió y lo quisiera detener. Mas acordó tarde, y todos decían que aquél lo había de revolver todo, y no erraron, ca, suelto él, hubo grandes y nuevos movimientos, y aun Pizarro no anduvo muy llano en los conciertos, porque ya tenía una provisión real en que mandaba el emperador que cada uno estuviese donde y como la tal provisión notificada les fuese, aunque tuviese cualquiera dellos la tierra y jurisdición del otro. Pizarro, pues, que tenía libre y por consejero a su hermano, requirió a Almagro que saliese de la tierra que había él descubierto y poblado, pues era ya venido nuevo mandamiento del emperador. Almagro respondió, leída la provisión, que la oía y cumplía estándose quedo en el Cuzco y en los otros pueblos que al presente poseía, según y como el emperador mandaba y declaraba por aquella su real cédula y voluntad, y que

con ella mesma le requería y rogaba lo dejase estar en paz y posesión como estaba. Pizarro replicó que, teniendo él poblado y pacífico el Cuzco, se lo había tomado por fuerza, diciendo que caía en su gobernación del nuevo reino de Toledo; por tanto, que luego se lo dejase y se fuese; si no, que lo echaría, sin quebrar el pleito homenaje que había hecho, pues teniendo aquella nueva provisión del rey era cumplido el plazo de su pleitesía y concierto. Almagro estuvo firme en su respuesta, que concluía llanamente; y Pizarro fué con todo su ejército a Chincha, llevando por capitanes los que primero, y por consejero a Fernando Pizarro, y por color que iba a echar sus contrarios de Chincha, que manifiestamente era de su gobernación. Almagro se fué la vía del Cuzco por no pelear; empero, como lo seguían, cortó muchos pasos del mal camino y reparó en Gaitara, sierra alta y áspera. Pizarro fué tras él, que tenía más y mejor gente; y una noche subió Fernando Pizarro con los arcabuceros aquella sierra, que le ganaron el paso. Almagro entonces, que malo estaba, se fué a gran prisa y dejó a Orgoños detrás, que se retirase concertadamente y sin pelear. El lo hizo como se lo mandó, aunque, según Cristóbal de Sotelo y otros decían, mejor hiciera en dar batalla a los pizarristas, que se marearon en la sierra, ca es ordinario a los españoles que de nuevo o recién salidos de los calorosos llanos suben a las nevadas sierras, marearse. Tanta mudanza hace tan poca distancia de tierra. Así que Almagro, recogida su gente al Cuzco, quebró las puentes, labró armas de plata y cobre, arcabuces, otros tiros de fuego, basteció de comida la ciudad y reparóla de algunos fosados. Pizarro se volvió a los llanos por el inconveniente que digo, y dende a dos meses a Los Reyes; empero solo, porque envió todo su ejército al Cuzco, con achaque de restituir en sus casas y repartimientos a ciertos vecinos que Almagro había despojado, y para esto hizo justi

cia mayor a Fernando Pizarro, que gobernaba el campo, siendo general su hermano Gonzalo. Fué, pues, Fernando Pizarro al Cuzco por otro camino que Almagro, y llegó allá a los 26 de abril de 1538 años. Almagro, que tan determinados los vió venir, metió los aficionados a Pizarro en dos cubos de la fortaleza, donde algunos se ahogaron, de muy apretados. Envió al encuentro a Rodrigo Orgoños con toda su gente y muchos indios, ca él no podía pelear, de flaco y enfermo. Orgoños se puso en el camino real entre la ciudad y la sierra, orilla de una ciénaga. Puso la artillería en conveniente parte, y los caballos también, que llevaban a cargo Francisco de Chaves, Vasco de Guevara y Juan Tello. Por hacia la sierra echó muchos indios con algunos españoles que socorriesen a la mayor necesidad y peligro. Fernando Pizarro, dicha la misa, bajó al llano en ordenanza, con pensamiento de tomar un alto que sobre la ciudad estaba, y que no lo aguardarían los contrarios llevando tanta pujanza. Mas como los vió quedos y con semblante de no rehusar batalla, mandó al capitán Mercadillo que con sus caballos anduviese sobresaliente, o para contra los indios contrarios, o para remediar otra cualquier necesidad; y dijo a sus indios que arremetiesen a los otros, y por allí se comenzó la batalla que llaman de las Salinas, obra de media legua del Cuzco. Entraron en la ciénaga los arcabuceros de Pedro de Vergara y desbarataron una compañía de caballos contrarios, que fué gran desmán para los de Orgoños, que, conosciendo el daño, hizo soltar un tiro, el cual mató cinco españoles de Pizarro y atemorizó los otros; pero Fernando Pizarro los animó bien y a sazón, y dijo a los arcabuceros que tirasen a las picas arboladas, y quebraron más de cincuenta dellas, que mucha falta hicieron a los de Almagro. Orgoños hizo señal de romper con los enemigos; y como se tardaban algo los suyos, arremetió con su escuadrón solamente a Fer

GÓMARA: HIStoria de las InDIAS.--T. II.

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nando Pizarro, que guiaba el lado izquierdo de su ejército con Alonso de Alvarado. Esperó dos españoles con su lanza, tiró una estocada a un criado de Fernando Pizarro, pensando que su amo fuese, y metióle por la boca el estoque. Hacía Orgoños maravillas de su persona; mas duró poco tiempo, porque cuando arremetió le pasaron la frente con un perdigón_de arcabuz, de que vino a perder la fuerza y la vista. Fernando Pizarro y Alonso de Alvarado encontraron los enemigos de través, y derribaron cincuenta dellos, y los más juntamente con los caballos. Acudieron luego los de Almagro y Gonzalo Pizarro por su parte, y pelearon todos, como españoles, bravísimamente, mas vencieron los Pizarros y usaron cruelmente de la vitoria, aunque cargaron la culpa dello a los vencidos con Alvarado en el puente de Abancay, que no eran muchos y queríanse vengar. Estando Orgoños rendido a dos caballeros, llegó uno que lo derribó y degolló. Llevando también uno tendido y a las ancas al capitán Rui Díaz, le dió otro una lanzada que lo mató, y así mataron otros muchos después que sin armas los vieron; Samaniego, a Pedro de Lerma a puñaladas en la cama, de noche. Murieron peleando los capitanes Moscoso, Salinas y Hernando de Alvarado, y tantos españoles, que si los indios, como lo habían platicado, dieran sobre los pocos y heridos que quedaban, los pudieran fácilmente acabar. Mas ellos se embebieron en despojar los caídos, dejándolos en cueros, y en robar los reales, que nadie los guardaba, porque los vencidos huían y los vencedores perseguían. Almagro no peleó por su indisposición; miró la batalla de un recuesto, y metióse en la fortaleza como vió vencidos los suyos. Gonzalo Pizarro y Alonso de Alvarado lo siguieron y prendieron, y lo echaron en las prisiones en que los había tenido.

CXLI

Muerte de Almagro.

Con la vitoria y prendimiento de Almagro enriquescieron unos y empobrecieron otros, que usanza es de guerra, y más de la que llaman civil, por ser hecha entre ciudadanos, vecinos y parientes. Fernando Pizarro se apoderó del Cuzco sin contradición, aunque no sin murmuración. Dió algo a muchos, que a todos era imposible; mas como era poco para lo que cada uno que con él se halló en la batalla pretendía, envió los más a conquistar nuevas tierras, donde se aprovechasen; y por no quedar en peligro ni cuidado, enviaba los amigos de Almagro con los suyos. Envió también a Los Reyes, en son de preso, a don Diego de Almagro, porque los amigos de su padre no se amotinasen con él. Hizo proceso contra Almagro, publicando que para enviarlo juntamente con el preso a Los Reyes y de allí a España; mas como le dijeron que Mesa y otros muchos habían de salir al camino y soltarlo, o porque lo tenía en voluntad, por quitarse de ruido sentenciólo a muerte. Los cargos y culpas fueron que entró en el Cuzco mano armada; que causó muchas muertes de españoles; que se concertó con Mango contra españoles; que dió y quitó repartimientos sin tener facultad del emperador; que había quebrado las treguas y juramentos; que había peleado contra la justicia del rey en Abancay y en las Salinas. Otras hubo también que callo, por no ser tan acriminadas. Almagro sintió grandemente aquella sentencia. Dijo muchas lástimas y que hacían llorar a muy duros ojos. Apeló para el emperador; mas Fernando, aunque muchos se lo rogaron ahincadamente, no quiso otorgar la apelación. Rogóselo él mesmo, que por amor

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