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bal Colón a 25 de setiembre de 1493, el cual, llevan do su derrota más cerca de la Equinocial que la primera vez, fué a reconocer tierra en la isla que nombró la Deseada; y sin parar llegó al puerto de Plata de la isla Española, y luego a puerto Real, donde quedaron los treinta y ocho españoles; y como supo que los habían muerto a todos los indios, porque les forzaban sus mujeres y les hacían otras muchas demasías, o porque no se iban ni habían de ir, se tornó a poblar en la Isabela, ciudad hecha en memoria de la reina; y labró una fortaleza en las minas de Cibao, donde puso por alcaide al comendador mosén Pedro Margarite. Despachó luego con las doce naos, porque no se perdiesen, a Antonio de Torres, que trajo la nueva de la muerte del capitán Arana y de sus compañeros, muchos granillos de oro, y entre ellos uno de ocho onzas, que halló Alonso de Hojeda, algunos papagayos muy lindos, y ciertos indios caribes (1), que comen hombres naturales de Aiay, isla que llamaron Santa Cruz; y él fuése con tres carabelas a descubrir tierra, como le mandaron los reyes, y descubrió a Cuba por el lado meridional, y a Jamaica y a otras menudas islas. Cuando volvió halló muchos españoles muertos de hambre y dolencias, y otros muchos muy enfermos y descoloridos. Usó de rigor con algunos que habían sido desacatados a 'sus hermanos Bartolomé y Diego Colón y hecho mal a indios. Ahorcó a Gaspar Férriz, aragonés; y a otros. Azotó a tantos, que blasfemaban dél los demás; y como parecía recio y malo, aunque fuese justicia, ponía entredicho el vicario fray Buil para estorbar muertes y afrentas de españoles. El Cristóbal Colón quitábale su ración y la de los clérigos. Y ansí anduvo la cosa muy revuelta mucho tiempo, y el uno y el otro escribieron sobre ello a los reyes, los cuales enviaron allá a Juan de Aguado, su repostero, que los

(1) Véase la nota de la página 44.

hizo venir a España como presos, a dar razón de sí delante sus altezas; aunque dicen algunos que primero se vino el fraile y otros quejosos y querellantes que informaron muy mal al rey y a la reina. Llegó Cristóbal Colón a Medina del Campo, donde la corte residía; trajo a los reyes muchos granos de oro, y algunos de a quince y veinte onzas; grandes pedazos de ámbar cuajado, infinito brasil (1) y nácar, plumas y mantillas de algodón, que vestían los indios. Contóles el descubrimiento que había hecho; loóles grandemente aquellas islas de ricas y maravillosas, porque en diciembre, y cuando en España es invierno, criaban las aves por los árboles del campo; que por marzo maduraban las uvas silvestres; que granaba el trigo en setenta días, sembrado en enero; que se sazonaban los melones dentro de cuarenta días, y se hacían los rábanos y lechugas en menos de veinte días, y que olía la carne de palomas a almizcle, y la de crocodilos, de los cuales había muchos y en cada río; que cazaban en mar peces grandísimos con uno muy chiquito que llaman guaicán, y los españoles reverso; y que pensaba que había canela, clavos y otras especias, según el olor que muchos valles echaban. Y tras esto, dióles los procesos de los españoles que había justiciado, por desculparse mejor. Los reyes le agradecieron sus servicios y trabajo; reprehendiéronle los castigos que hizo, y avisáronle se hubiese de allí adelante mansamente con los españoles que los iban a servir tan lejos tierras; y armáronle ocho naves con que tornase a descubrir más, y llevase gente, armas, vestidos y otras cosas necesarias.

(1) Palo rojo tintóreo de especies del gén. Cœsalpinia. (Nota D.)

XXI

El tercero viaje que Colón hizo a las Indias.

De ocho naos que Cristóbal Colón armaba a costa de los reyes, envió delante las dos con bastimentos y armas para su hermano Bartolomé, y él se partió con las otras seis de Sanlúcar de Barrameda, en fin de mayo del año de 97 sobre 1400. Y como, a fama de las riquezas que de las Indias venían, andaban cosarios franceses, fué a la Madera. Despachó de allí las tres naves a la Española por derecho camino, con trecientos hombres desterrados allá; y él echó con las otras tres a las islas de Cabo Verde, por hacer su viaje por muy junto a la Equinocial. Pasó gran peligro con calmas y calor. En fin llegó a tierra firme de Indias, en lo que llaman Paria (1). Costeó trecientas y treinta leguas que hay de allí al cabo de la Vela, y luego atravesó la mar y vino a Santo Domingo, ciudad que su hermano Bartolomé Colón había fundado a la ribera del río Ozama, donde fué recebido por gobernador, conforme a las provisiones que llevaba, aunque con gran murmuración de muchos, que tenía descontentos y enojados el adelantado su hermano Diego Colón, que administraban la paz y la guerra en su ausencia.

XXII

La hambre, dolencias, guerra y victoria que tuvieron los
españoles por defender sus personas y pueblos.

Probó la tierra los españoles con muchas maneras de dolencias, de las cuales dos fueron perpetuas: bu

(1) Hoy, costa de Venezuela. (Nota D.)

bas, que hasta entonces no sabían qué mal era, y mudanza de su color en amarillo, que parecían azafranados. Esta color piensan que les vino de comer culebras, lagartijas y otras muchas cosas malas y no acostumbradas, y las comieron por no tener otro. Y aun de los indios murieron más de cincuenta mil por hambre; ca no sembraron maíz, pensando que se irían los españoles no habiendo qué comer, porque luego conoscieron su daño y perdición, como los vieron fortificados en la Isabela y en la fortaleza de Santo Tomé de Cibao. Desde aquella fortaleza salían a tomar vitualla y arrebataban mujeres, que les pegaron las bubas. Los ciguaios (que así se llaman los de aquella tierra) cercaron la fortaleza por vengar la injuria de sus mujeres e hijos, creyendo matarlos, como había hecho la gente de Goacanagari a los del capitán Arana. Retiráronse del cerco, un mes después que lo pusieron, por venir al socorro Cristóbal Colón. Salió a ellos Alonso de Hojeda, que fué alcaide allí tras mosén Margarites, y mató muchos dellos. Envió luego Colón al mesmo Hojeda a tratar de paz con el cacique Coanabo, cuya era aquella tierra. El cual negoció tan bien, que lo trajo a la fortalezs, aunque estaban con él muchos embajadores de otros caciques ofreciéndole gente y bastimento para matar y echar de la isla los españoles. Cristóbal Colón lo tomó preso, porque había muerto más de veinte cristianos. Como fué preso Coanabo, juntó un su hermano cinco mil hombres, los más dellos flecheros, para librallo. Salióle al camino Alonso de Hojeda con cien españoles y algunos caballos que le dió Colón; y aunque venían en gentil concierto y peleó como valiente capitán, lo desbarató y prendió con muchos flecheros. Por esta victoria fueron españoles temidos y servidos en aquella provincia. Algunos dicen que la guerra que Hojeda tuvo con Coanabo fué estando ausente Cristóbal Colón y presente Bartolomé, su hermano; el cual venció después desto a Guarionex y a

otros catorce caciques juntos, que tenían más de quince mil hombres en campo, cerca de la villa de Bonao. Acometiólos de noche, tiempo en que ellos no usan pelear; y matando muchos, prendió quince caciques con el Guarionex, y a todos los soltó sobre palabra que le dieron de ser sus amigos y tributarios de los Reyes Católicos. Con este vencimiento y suelta que dió a los caciques fueron los españolos tenidos en gran estima y comenzaron a mandar los indios y a gozar la tierra.

XXIII

Prisión de Cristóbal Colón.

Ensoberbecióse Bartolomé Colón con la victoria de Guarionex y con el próspero curso que ya llevaban las cosas de su hermano y las suyas, y no usaba de la crianza que primero con los españoles, por lo cual se agraviaba mucho Roldán Jiménez, alcalde mayor del almirante, y no le dejaba usar de poder absoluto, como quería, contra su cargo y oficio. En fin, que riñeron, y aún dicen que Bartolomé Colón le amagó o le dió. E así se apartó dél con hasta setenta compañeros, que también ellos estaban sentidos y quejosos de los Colones; empero protestaron todos que no se iban por deservir a sus reyes, sino por no sufrir a ginoveses; y con tanto se fueron a Jaragua, donde residieron muchos años. Y después, cuando Cristóbal Colón lo llamó, no quiso ir, y así lo acusó de inobediente, desleal y amotinador, en las cartas que sobre ello escribió a los Reyes Católicos, diciendo que robaba a los indios, forzaba las indias, acuchillabalos vivos y hacía otros muchos males; y también que le había tomado dos carabelas como iban cargadas de España, y dete

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