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y humanista, a quien en puridad descubrió su corazón, el cual fraile lo esforzó mucho en su demanda y empresa, y le aconsejó que tratase su negocio con el duque de Medina-Sidonia, don Enrique de Guzmán, gran señor y rico, e luego con don Luis de la Cerda, duque de Medinaceli, que tenía muy buen aparejo en su puerto de Santa María para darle los navíos y gente necesaria. Y como entrambos duques tuvieron aquel negocio y navegación por sueño y cosa de italiano burlador, que así habían hecho los reyes de Inglaterra y Portugal, animólo a ir a la corte de los Reyes Católicos, que holgaban de semejantes avisos, y escribió con él a fray Fernando de Talavera, confesor de la reina doña Isabel. Entró, pues, Cristóbal Colón en la corte de Castilla el año de 1486. Dió petición de su deseo y negocio a los Reyes Católicos don Fernando y doña Isabel, los cuales curaron poco della, como tenían los pensamientos en echar los moros del reino de Granada. Habló con los que le decían privar y valer con los reyes en los negocios; mas como era extranjero y andaba pobremente vestido, y sin otro mayor crédito que el de un fraile menor, ni le creían ni aun escuchaban; de lo cual sentía él gran tormento en la imaginación. Solamente Alonso de Quintanilla, contador mayor, le daba de comer en su despensa, y le oía de buena gana las cosas que prometía de tierras nunca vistas, que le era un entretenimiento para no perder esperanza de negociar bien algún día con los Reyes Católicos. Por medio, pues, de Alonso de Quintanilla tuvo Colón entrada y audiencia con el cardenal don Pero González de Mendoza, arzobispo de Toledo, que tenía grandísima cabida y autoridad con la reina y con el rey, el cual lo llevó delante dellos después de haberlo muy bien examinado y entendido. Los reyes oyeron a Colón por esta vía y leyeron sus memoriales; y aunque al principio tuvieron por vano y falso cuanto prometía, le dieron

esperanza de ser bien despachado en acabando la guerra de Granada, que tenían entre manos. Con esta respuesta comenzó Cristóbal Colón a levantar el pensamiento mucho más que hasta entonces, y a ser estimado y graciosamente oído de los cortesanos, que hasta allí burlaban dél; y no se descuidaba punto en su negociación cuando hallaba coyuntura. Y así, apretó el negocio tanto, en tomándose Granada, que le dieron lo que pedía para ir a las nuevas tierras que decía, a traer oro, plata, perlas, piedras, especias y otras cosas ricas. Diéronle asimesmo los reyes la decena parte de las rentas y derechos reales en todas las tierras que descubriese y ganase sin perjuicio del rey de Portugal, como él certificaba. Los capítulos deste concierto se hicieron en Santa Fe, y el privilegio de la merced en Granada y en 30 de abril del año que se ganó aquella ciudad. Y porque los reyes no tenían dineros para despachar a Colón, les prestó Luis de Sant Angel, su escribano de ración, seis cuentos de maravedís, que son, en cuenta más gruesa, diez y seis mil ducados.

Dos cosas notaremos aquí: una, que con tan poco caudal se hayan acrescentado las rentas de la corona real de Castilla en tanto como le valen las Indias; otra, que en acabándose la conquista de los moros, que había durado más de ochocientos años, se comenzó la de los indios, para que siempre peleasen los españoles con infieles y enemigos de la santa fe de Jesucristo.

XVI

El descubrimiento de las Indias, que hizo Cristóbal Colón.

Armó Cristóbal Colón tres carabelas en Palos de Moguer a costa de los Católicos Reyes, por virtud de las provisiones que para ello llevaba. Metió en ellas

ciento y veinte hombres (1), entre marineros y soldados. De la una hizo piloto a Martín Alonso Pinzón; de otra, a Francisco Martín Pinzón, con su hermano Vicente Yáñes Pinzón; y él fué por capitán y piloto de la flota en la mayor y mejor, y metió consigo a su hermano Bartolomé Colón, que también era diestro marinero. Partió de allí viernes 3 de agosto; pasó por la Gomera, una isla de las Canarias, donde tomó refresco (2). Desde allí, siguió la derrota que tenía por memoria, y a cabo de muchos días topó tanta yerba, que parescía prado, y que le puso gran temor, aunque no fué de peligro; y dicen que se volviera, sino por unos celajes que vió muy lejos, teniéndolos por certísima señal de haber tierra cerca de allí. Prosiguió su camino, y luego vió lumbre un marinero de Lepe y un Salcedo. A otro día siguiente, que fué 11 de octubre del año de 1492, dijo Rodrigo de Triana: «Tierra, tierra: a cuya tan dulce palabra acudieron todos a ver si decía verdad; y como la vieron, comenzaron el Te Deum laudamus, hincados de rodillas y llorando de placer. Hicieron señal a los otros compañeros para que se alegrasen y diesen gracias a Dios, que les había mostrado lo que tanto deseaban. Allí viérades los extremos de regocijo que suelen hacer marineros: unos besaban las manos a Colón, otros se le ofrecían por criados, y otros le pedían mercedes. La tierra que primero vieron vieron fué Guanahaní (3), una de las islas Lucayos, que caen entre la Florida y Cuba, en la cual se tomó luego tierra, y la posesión de las Indias y Nuevo-Mundo, que Cristóbal Colón descubría por los Reyes de Castilla.

De Guanahaní fueron a Barucoa, puerto de Cuba,

(1) Reduce el número a noventa hombres Fray Bartolomé de las Casas. (Nota D.)

(2) Léase VIAJES DE CRISTÓBAL COLÓN, tomo número 18 de la colección de Viajes Clásicos editada por CALPE.

(3) Hoy Isla Watling. (Nota D.)

donde tomaron ciertos indios; y tornando atrás a la isla de Haiti, echaron áncoras en el puerto que llamó Colón Real. Salieron muy aprisa en tierra, porque la capitana tocó en una peña y se abrió en parte que ningún hombre pereció. Los indios, como los vieron salir a tierra con armas y a gran prisa, huyeron de la costa a los montes, pensando que fuesen como caribes (1) que los iban a comer. Corrieron los nuestros tras ellos, y alcanzaron una sola mujer. Diéronle pan y vino y confites, y una camisa y otros vestidos, que venía desnuda en carnes, y enviáronla a llamar la otra gente. Ella fué y contó a los suyos tantas cosas de los nuevamente llegados, que comenzaron luego a venir a la marina y hablar a los nuestros, sin entender ni ser entendidos mas de por señas, como mudos. Traían aves, pan, fruta, oro y otras cosas, a trocar por cascabeles, cuentas de vidrio, agujas, bolsas y otras cosillas así, que no fué pequeño gozo para Colón. Saludáronse Cristóbal Colón y Guacanagari, rey o (como allí dicen) cacique de aquella tierra. Diéronse presentes el uno al otro en señal de amistad. Trajeron los indios barcas para sacar la ropa y cosas de la carabela capitana, que se quebró. Andaban tan humildes, tan bien criados y serviciales como si fueran esclavos de los españoles. Adoraban la cruz, dábanse en los pechos e hincábanse de rodillas al Ave María, como los cristianos. Preguntaban por Cipango; ellos entendían por Cibao, donde había mucho oro: no cabía de placer Cristóbal Colón oyendo Cibao y viendo gran muestra de oro allí, y ser la gente simple y tratable; ni veía la hora de volver a España a dar

(4) Al tiempo del descubrimiento de las islas de las Indias occidentales por Cristóbal Colón estaban habitadas por dos razas distintas de indígenas: los arauacos y los caribes. Los primeros tímidos y pacíficos, poblaban las grandes Antillas; los caribes pobladores de las Antillas pequeñas, guerreros y caníbales, asaltaban a los araucos para esclavizarlos o comérselos. (Nota D.)

nueva y muestra de todo aquello a los Reyes Católicos. Y así, hizo luego un castillejo de tierra y madera, con voluntad del cacique y con ayuda de sus vasallos, en el cual dejó treinta y ocho españoles con el capitán Rodrigo de Arana, natural de Córdoba, para entender la lengua y secretos de la tierra y gente, entre tanto que él venía y tornaba. Esta fué la primera casa o pueblo que hicieron españoles en Indias. Tomó diez indios, cuarenta papagayos, muchos gallipavos, conejos (que llaman hutias), batatas, ajíes, maíz, de que hacen pan, y otras cosas extrañas y diferentes de las nuestras, para testimonio de lo que había descubierto. Metió asimismo todo el oro que rescatado habían en las carabelas, y despedido de los treinta y ocho compañeros que allí quedaban, y de Guacanagari, que lloraba, se partió con dos carabelas y con todos los demás españoles de aquel puerto Real; y con próspero viento que tuvo llegó a Palos en cincuenta días, de la misma manera que dicho habemos halló las Indias.

XVII

La honra y mercedes que los Reyes Católicos hicieron a Colón por haber descubierto las Indias.

Estaban los Reyes Católicos en Barcelona cuando Colón desembarcó en Palos, y hubo de ir allá. Mas aunque el camino era largo y el embarazo de lo que llevaba mucho, fué muy honrado y famoso, porque salían a verle por los camínos a la fama de haber descubierto otro mundo, y traer dél grandes riquezas y hombres de nueva forma, color y traje. Unos decían que había hallado la navegación que cartaginenses vedaron; otros, la que Platón, en Crisias, pone por perdida con la tormenta y mucho cieno que creció en

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