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y convidó luego a comer al Juan Serrano y a todos los que quisiesen ir, diciendo les quería dar un presente para el emperador, pues se querían partir. Fueron, pues, a casa del rey Juan Serrano y obra de treinta españoles, sin pensamiento de mal, y al mejor tiempo de la comida los mataron a lanzadas y puñaladas, si no fué a Juan Serrano. Cativaron otros tantos que andaban por la isla, ocho de los cuales vendieron después en la China, y derribaron las cruces e imágenes que Magallanes pusiera, sin mirar al baptismo que rescibieron ni a la palabra que dieron.

XCIV

Isla de Zebut.

Zebut es grande, rica y abundante isla. Está desviada de la Equinocial a nosotros diez grados. Lleva oro, azúcar y jengibre. Hacen porcelanas blancas y que no sufren yerbas. Recuece el barro cincuenta años, y algunas veces más. Van desnudos por la mayor parte. Untanse con aceite de coco cuerpo y cabellos, y précianse de tener la boca y dientes rojos, y para los embermejar mascan areca, que es como pera, con hojas de jazmín y de otras yerbas (1). La reina traía una ropa larga de lienzo blanco y un sombrero de palma, con su corona papal de lo mesmo; lo cual, y el color de areca que tenía en la boca, no le parecía mal. El rey Hamabar vestía solamente unos pañicos de algodón y una escofia bien labrada. Traía una

(1) El betel, que es a la vez alimento de ahorro, es droga compuesta de una pimienta (Piper betel) llamada betel, de un tro cito de cal y de otro trocito del fruto de la palmera areca (Areca catechu), que los malayos emplean como masticatorio. (Nota D.)

cadena de oro al cuello y cercillos de lo mesmo, con perlas y piedras muy finas. Tañía vigüela con cuerdas de alambre, y bebía de las porcelanas con una caña, cosa de risa para los nuestros. Teniendo cebada, mijo, panizo y arroz, comen pan de palmas, rallado y frito. Destilan muy gentil vino blanco de arroz, y encalabria reciamente. También barrenan las palmas y otros árboles para beber lo que lloran. Hay en Zebut una fruta que llaman cocos (1). Es el coco a manera de melón, más largo que gordo, envuelto en muchas camisillas como palmito, de que hacen hilo como de cáñamo. Tiene la corteza como de calabaza seca, empero muy más dura; la cual, quemada y hecha polvos, es medicinal. La carne que dentro se hace paresce mantequilla en lo blanco y blando, y es sabrosa y cordial. Si menean el coco alrededor y lo dejan así algunos días, se torna un licor como aceite, suave y saludable, con que se untan a menudo. Si le echan agua, sale azúcar; si lo dejan al sol, vuélvese vinagre. El árbol es casi palma, y lleva los cocos en racimos. Danles un barreno al pie de una hoja, cogen lo que destilan en cañas como el muslo, y es gentil bebida, sana y tenida en lo que acá el vino. Hay peces que volan, y unas aves como grajas, que llaman laganes, las cuales se ponen a la boca de las ballenas y se dejan tragar, y como se ven dentro, cómenles los corazones y mátanlas. Tienen dientes en el pico, o cosa que lo parescen, y son buenos de comer.

XCV

De Siripada, rey de Borney.

Los que estaban en las naves alzaron anclas y velas como supieron la crueldad, y fuéronse de allí sin re

(1) Es la palmera intertropical Cocos nucifera. (Nota D.)

dimir a Juan Serrano, que voceaba de la marina temiendo otra tal traición; y si triste quedaba el capitán y piloto, llorando su desastre, tristes iban los soldados y marineros, temiendo otro mayor. Eran ciento y quince solamente, y no bastaban_a_gobernar y defender tres naos. Pararon luego en Cohol, y quemando una nao, rehicieron las otras dos. Acercábanse a la Equinocial, que debajo della les decían estar las Malucas. Tocaron en muchas islas de negros, y en Calegando hicieron amistad con el rey Calavar sacando sangre de la mano izquierda y tocando con ella el rostro y lengua, que así se usa en aquellas tierras. Llegaron a Borney, o según otros Porney, que está en cinco grados; el lugar, digo, donde desembarcaron, que por otra parte a la Equinocial toca. Hicieron señal de paz, y pidieron licencia para surgir en el puerto y salir al pueblo. Vinieron a las naos ciertos caballeros en barcas que tenían doradas las proas y popas, muchas banderas y plumajes, muchas flautas y atabales, cosa de ver. Abrazaron a los nuestros, y diéronles cuatro cabras, muchas gallinas, seis cántaros de vino de arroz estilado, haces de cañas de azúcar y una galleta pintada, llena de areca y flor de jazmín y de azahar para colorar la boca. Vinieron luego otros con huevos, miel, azahar y otras cosas; y dijéronles que holgaría el rey Siripada, su señor, que saliesen a tierra a feriar, y por agua y leña y todo cuanto menester les hiciese. Fueron entonces a besar las manos al rey ocho españoles, y diéronle una ropa de terciopelo verde, una gorra de grana, cinco varas de paño colorado, una copa de vidrio con sobrecopa, unas escribanías con su herramienta y cinco manos de papel. Llevaron para la reina unas servillas valencianas, una copa de vidrio llena de agujas cordobesas y tres varas de paño amarillo; y para el gobernador una taza de plata, tres varas de paño colorado y una gorra. Otras muchas cosas sacaron, que dieron a muchos; pero esto fué lo prin

cipal. Cenaron y durmieron en casa del gobernador, y en colchones de algodón, ca por ser tarde no pudieron ver al rey aquella noche. Otro día los llevaron a palacio doce lacayos en elefantes por unas calles llenas de hombres armados con espadas, lanzas y adargas. Subieron a la sala, do estaban muchos caballeros vestidos de seda de colores, y tenían anillos de oro con piedras, y puñales con cabos de oro, piedras y perlas. Sentáronse allí sobre una alhombra; había más adentro una cuadra entapizada de seda, con las ventanas cubiertas de brocado, en la cual estaban hasta trecientos hombres en pie y con estoques, que debían ser de guarda. En otra pieza comía el rey con unas mujeres y con su hijo. Servían la mesa damas solamente, y no había adentro más de padre e hijo y otro hombre en pie. Viendo los españoles tanta majestad, tanta riqueza y aparato, no alzaban los ojos del suelo, y hallábanse muy corridos con su vil presente. Hablaban entre sí muy bajo de cuán diferente gente era aquélla que la de Indias, y rogaban a Dios que los sacase con bien de allí. Llegóse uno a ellos, a cabo de gran rato que llegaron, a decirles que no podían entrar ni hablar al rey, y que le dijesen a él lo que querían. Ellos se lo dijeron como mejor sabían, y él lo dijo a otro, y aquél a otro, que con una cebratana lo dijo al que estaba con el rey, por una reja el cual finalmente hizo la embajada con gran reverencia, cosa enojosa para español colérico, y los más de aquellos ocho no podían tener la risa. Siripada mandó que llegasen cerca para verlos. Llegaron por conclusión a una gran reja; hicieron tres reverencías, las manos sobre la cabeza, altas y juntas, que así se lo mandaron. Hicieron su embajada de parte del emperador por paz, pan y contratación. Respondió Siripada al que le habló con la cebratana que se hiciese lo que pedían; y maravillóse de la navegación tan larga que habían hecho aquellos hombres y navíos. Ellos entonces

abrieron su presente con harta vergüenza, por haber visto mucho oro, plata, brocado, sedas y otras grandes riquezas en aquella casa y mesa del rey, y saliéronse con sendos pedazos de telilla de oro, que les pusieron al hombro izquierdo por cerimonia. Diéronles colación de canela y clavos confitados y por confitar, y volviéronlos en caballos a casa del gobernador, que los festejó dos noches maravillosísimamente. Trajéronles de palacio doce platos y escudillas de porcelana llenas de fruta y vianda. Sírviéronles a la cena treinta platos y más, y cada treinta veces de vino de arroz estilado, en pequeñitos vasos. Toda la carne fué asada o en pasteles, y era ternera, capones y otras aves. Los potajes y platillos eran guisados, unos con especies, otros con vinagre, otros con naranjas, y todos con azúcar. Hubo peces muy buenos, que no conoscían los nuestros, y frutas ni más ni menos, y entre ellas unos higos muy largos. Había lámparas de aceite y blandones de plata con hachas de cera. El servicio fué todo de oro, plata y porcelanas. Los servidores, muchos y bien aderezados a su manera, y el concierto y silencio, mucho. En fin, decían aquellos españoles que ningún rey podía tener mejor casa y servicio. Pasearon la ciudad en elefantes, y vieron en ella cosas notables. Dióles el rey dos cargas de especies, cuanto pudieron llevar dos elefantes, y muchas cosas de comer. Y el gobernador les dió entera noticia de las Malucas, y les dijo cómo las dejaban muy atrás hacia levante, y con tanto, se despidieron. Borney es isla grande y rica, según oído habéis. Carece de trigo, vino, asnos y ovejas; abunda de arroz, azúcar, cabras, puercos, camellos, búfalos y elefantes. Lleva canela, jengibre, cánfora, que es goma de copey, mirabolanos y otras medicinas, unos árboles cuyas hojas en cayendo andan como gusanos. Andan casi desnudos; traen todos cofias de algodón. Los moros se retajan; los gentiles mean en cuclillas, que de ambas leyes hay. Báñanse muy a menudo; límpianes

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