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tianadas, y está cien leguas de la mar a la ribera de mediodía, en tierra de Quirandies (1), hombres como jayanes, y tan ligeros, que corriendo a pie toman a manos los venados, y que viven cient y cincuenta años. Todos los deste río comen carne humana, y van casi desnudos. Nuestros españoles visten de venado curtido con sain de peces, después que se les rompieron las camisas y sayos. Comen pescado, que hay mucho gordo, y es principal vianda de los indios, aunque cazan venados, puercos, jabalís, ovejas (2) como del Perú, y otros animales. Son guerreros: usan los deste río traer en la guerra un pomo con recio y largo cordel, con el cual cogen y arrastran al enemigo para sacrificar y comer. Es tierra fertilísima, ca Sebastián Gaboto sembró cincuenta y dos granos de trigo en setiembre y cogió cincuenta mil en deciembre. Es sana, aunque a los principios probaba los españoles, y echábanlo al pescado; mas engordaban infinito después con ello mesmo. Hay peces puercos y peces hombres, muy semejantes en todo al cuerpo humano. Hay también en tierra unas culebras que llaman de cascabel, porque suenan así cuando andan. Hay muestra de plata, perlas y piedras. Llaman a este río de la Plata y de Solís, en memoria de quien lo descubrió. Tiene de boca veinte y cinco leguas y muchas islas, que tanto hay del cabo de Santa María al cabo Blanco; los cuales están en treinta y cinco grados más allá de la Equinocial, cuál más, cuál menos. Cresce como el Nilo, y pienso que a un mesmo tiempo. Nasce en el Perú, y engruésanlo Abancay, Vilcas, Purina y Jauja, que tiene sus fuentes en Bombón, tierra altísima. Los españoles que moran en el río de la Plata han subido

(1) Los quirandies o querandies-feroces guerreros-pertenecían a la familia lingüística de los guaycurus y habitaban el Gran Chaco. Tenían afinidades étnicas con abipones y charrúas. (Nota D.)

(2) Ollamas. (Nota D.)

tanto por él arriba, que muchos dellos llegaron al Perú en rastro y demanda de las minas de Potosí,

XC

Puerto de Patos.

Sería muy largo de contar los ríos, puertos y puntas que hay desde cabo de Sant Augustín al río de la Plata; y así, no porné más de lo que baste a señalar la costa, trecho a trecho, casi por un igual. Golfo de Todos Santos, cabo de los Bajos, que cae a diez y ocho grados; cabo Frío, que es casi isla, y baja setenta leguas, y está en veinte y dos grados y medio; punta de Buen Abrigo, por do pasa el trópico de Capricorno, y por do atraviesa la raya de la demarcación; cosa que le hace muy notable. Tiene, según nuestra cuenta, el rey de Portugal en esta tierra cerca de cuatrocientas leguas norte a sur, ciento y setenta leste oeste, y mas de setecientas de costa. Es tierra de infinito brasil (1) y aun de perlas, a cuanto dicen algunos. Los hombres son grandes, bravos y comen carne humana. Puerto de Patos está en veinte y ocho grados, y tiene frontero una isla que llaman Santa Catalina. Nombráronlo así por haber infinitos patos negros sin pluma y con el pico cuervo, y gordísimos de comer peces. El año de 38 aportó allí una nao de Alonso Cabrera, que iba por veedor al río de la Plata, el cual halló tres españoles que hablaban muy bien aquella lengua, como hombres que habían estado allí perdidos desde Sebastián Gaboto. Fray Bernaldo de Armenta, que iba por comisario, y otros cuatro frailes

(1) Era el brasil un palo tintorea rojo, de especies del género Caesalpinia. (Nota D.)

franciscos comenzaron a predicar la santa fe de Cristo tomando por farautes aquellos tres españoles, y baptizaron y casaron hartos indios en breve tiempo. Anduvieron muchas leguas convertiendo, y eran bien recibidos donde quiera que llegaban, porque tres o cuatro años antes había pasado por allí un indio santo, llamado Otiguara, pregonando cómo presto llegarían cristianos a predicarles; por tanto, que se aparejasen a rescebir su ley y su religión, que santísima era, dejando las muchas mujeres, hermanas y parientas, y todos los otros aborrecibles vicios. Compuso muchos cantares, que cantan por las calles, en alabanza de la inocencia. Aconsejó que tratasen bien a los cristianos, y fuése. Por la amonestación déste creyeron luego la palabra de Dios y se baptizaron, y aun antes habían hecho mucha honra a los españoles que vinieron huyendo allí del río de la Plata, de un reencuentro que con los indios hubieron. Barríanles el camino, y ofrecíanles comida, plumajes e incienso como a dioses.

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Fernando Magallanes y Ruy Falero vinieron de Portogal a Castilla a tratar en Consejo de Indias que descubrirían, si buen partido les hiciesen, las Malucas, que producen las especias, por nuevo camino y más breve que no el de portugueses a Calicut, Malaca y China. El cardenal fray Francisco Jiménez de Cisneros, gobernador de Castilla, y los del Consejo de Indias les dieron muchas gracias por el aviso y voluntad, y gran esperanza que venido el rey don Carlos de Flandes serían muy bien acogidos y despachados. Ellos esperaron con esta respuesta la venida del nuevo rey,

y entre tanto informaron asaz bastantemente al obispo don Juan Rodríguez de Fonseca, presidente de las Indias, y a los oidores, de todo el negocio y viaje. Era Ruy Falero buen cosmógrafo y humanista, y Magallanes, gran marinero; el cual afirmaba que por la costa del Brasil y río de la Plata había paso a las islas de la Especiería, mucho más cerca que por el cabo de Buena-Esperanza. A lo menos antes de subir a setenta grados, según la carta de marear que tenía el rey de Portogal, hecha por Martín de Bohemia, aunque aquella carta no ponía estrecho ninguno, a lo que oí decir, sino el asiento de los Malucos; si ya no puso por estrecho el río de Plata o algún otro gran río de aquella costa. Mostraba una carta de Francisco Serrano, portugués, amigo o pariente suyo, escripta en los Malucos, en la cual le rogaba que se fuese allá si quería ser presto rico, y le avisaba cómo se había ido de la India a Java, donde se casara, y después a las Malucas por el trato de las especias. Tenía la relación de Luis Berthoman, boloñés, que fué a Bandan, Borney, Bachian, Tidore y otras islas de especias, que caen so la Equinocial, y muy lejos de Malaca, Zamotra, Chantam y costa de la China. Tenía también un esclavo que hubo en Malaca, que por ser de aquellas islas lo Îlamaban Enrique de Malaco, y una esclava de Zamotra, que entendía la lengua de muchas islas, la cual hubiera en Malaca. Otras cosas fingía él por ser creído, como en el viaje lo mostró, presumiendo que aquella tierra volvía hacia poniente, a la manera que a levante la de Buena-Esperanza, pues ya Juan de Solís había navegado por allá hasta ponerse en cuarenta grados del otro cabo de la Equinocial, llevando la proa algo a la puesta del sol. E ya que por aquella enderecera no hallase paso, que costeando toda la tierra iria a salir al cabo que responde al de Buena-Esperanza y descubriría nuevas y muchas tierras y camino para la Especiería, como prometía. Era larga esta navegación,

difícil y costosa, y muchos no la entendían, y otros no la creían. Empero los más le daban fe, como a hombre que había estado siete años en la India y trato de las especias; y porque, siendo portogués, decían que Zamotra, Malaca y otras más orientales tierras, donde se ferian las especias, eran de Castilla, y cabían a su parte bien dentro de la raya que se tenía de echar por trecientas y setenta leguas más al poniente de las islas de Cabo-Verde o Azores. Afirmaban asimismo que las Malucas estaban no muy lejos de Panamá y golfo de Sant Miguel, que descubriera Vasco Núñez de Balboa. Decían cómo en aquellas tierras e islas que pertenecían al rey de Castilla había minas y arenas de oro, perlas y piedras, allende la mucha canela, clavos, pimienta, nueces muscadas, jengibre, ruibarbo, sándalo, cánfora (1), ámbar gris, almizcle y otras infinitas cosas de gran valor y riqueza, así para medicina como para gusto y deleite. Los del Consejo de Indias, oídas y bien pensadas todas estas cosas, aconsejaron al rey don Carlos, que aun no era emperador, en llegando a España, que hiciese lo que le suplicaban aquellos portogueses. El rey les dió sendos hábitos de Santiago y la gente y navíos que pidían, no obstante que los embajadores del rey don Manuel le dijeron muchos males dellos, como de hombres desleales a su rey, y que le harían mil engaños y trampas. Ellos dieron suficientes desculpas y satisfación de sí, y aun quejas del rey don Manuel; mas prometieron de no ir a las Malucas por su camino. Y con tanto quedó algo contento el rey don Manuel, pensando que no habían de hallar otro paso ni navegación para la Especiería, sino la que él hacía. Hiciéronse, pues, los poderes, libranzas y despachos para su viaje en Barcelona, y fuéronse con ellos a Sevilla, donde se casó Magallanes con hija de Duardo Barbosa, portugués, alcaide de las atarazanas,

(1) O alcanfor.

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