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aprendiese fuego en los navíos, echáronlo en la mar con otra mucha ropa, y aun con todo eso cuidaron perescer, y se acordaron de los antiguos, que afirmaban cómo la tórrida tostaba y quemaba los hombres, y se arrepintieron por haber ido allá. Duró la calma y calor ocho días: el primero fué claro y los otros anublados y lloviosos, con que se avivaba el ardor, como el fuego de la fragua con el hisopo del herrero. Estando en esto, envióles Dios un solano, con que navegaron hasta ver la isla que llamó Colón Trinidad, por devoción o voto que hizo a Su Majestad en la tribulación, y porque a un mesmo tiempo vió tres montes altos. Tomó tierra por tomar agua, que morían de sed, entre unos grandes palmares. Era el río salobre y malo, por lo cual se llamó Salado. Rodeó la isla, y entró en el golfo de Paria por la boca que llamó del Dragón; halló agua, frutas, flores, muchas aves y animales nuevos. Era la tierra tan fresca y olorosa, que tuvo creído ser allí el paraíso terrenal; y así lo afirmaba cuando a España preso vino. Afirmaba eso mesmo que no era redondo el mundo como pelota, sino como pera, pues en todo aquel viaje había siempre navegado hacia arriba, y que Paria era el pezón del mundo, pues della no se veía el norte. Tres cosas decía harto notables, si verdaderas. Cierto es que la tierra toda en sí, juntamente con la mar, es redonda, según al principio lo proveyó Dios; que de otra manera y hechura no la pudiera alumbrar toda el Sol, como la alumbra, de una sola vuelta que le da; que Paria esté más alta que España, ser no puede, pues en figura redonda no hay un punto más alto que otro revolviéndola. El mundo es redondísimo, luego igual; y así, está nuestra España tan cerca del cielo como su Paria, aunque no tan debajo el Sol. De aquesta falsa opinión de Cristóbal Colón debió quedar creído en hombres sin letras que iban de España a las Indias cuesta arriba, y venían cuesta abajo. Tenía tanta gana y necesi

dad de verse en tierra, que se le antojó Paria paraíso; y ¿quién no tenía por paraíso tal tierra, saliendo de tan trabajoso mar? Ninguno se atreve a señalar lugar cierto a paraíso, aunque Sant Augustin, Sobre el Génesis, apunta que toda la tierra es paraíso de deleite, y otros, asidos dél, lo creen así; esto es, entendiendo la letra de la Escriptura al pie; que alegóricamente unos dicen que el paraíso es la Iglesia, otros que el cielo, y otros que la gloria. Nombró Colón Boca del Drago porque lo paresce aquel embocamiento del golfo, y porque pensó ser tragado al entrar de la grandísima corriente. Allí comienza la mar a crescer hacia el estrecho de Magallanes, que muy poco cresce en lo que habemos costeado. El suelo, temple y abundancia de Paria es como de Cumaná, y aun las costumbres, traje y religión; y así, no hay que repetirlo aquí. Año de 30 fué a Paria por gobernador y adelantado de la Trinidad Antonio Sedeño, con dos carabelas y setenta españoles. Hizo algunas entradas, mas murió malamente. Fué luego el año de 34 a gobernar allí y poblar Hierónimo de Ortal, zaragozano, con ciento y treinta españoles, y pobló en lo de Cumaná a Sant Miguel de Neveri y a otros lugares. Cristóbal Colón costeó de Paria hasta el cabo de Vela, y descubrió a Cubagua, isla de perlas, que lo infamó; y este fué el primer descubrimiento de tierra firme de Indias.

LXXXV

El descubrimiento que hizo Vicente Yáñez Pinzón.

Ya dije que con las nuevas de las perlas y grandes tierras que descubriera Colón se acodiciaron algunos ir por lana, y vinieron, como dicen, trasquilados. Estos fueron Vicente Yáñez Pinzón y Arias Pinzón, su so

brino, que armaron cuatro carabelas a su costa en Palos, donde nacieran. Basteciéronlas muy bien de gente, artillería, vituallas y rescate; que ricos estaban, de los viajes que habían hecho a Indias con Cristóbal Colón. Hubieron licencia de los Reyes Católicos para descubrir y rescatar en donde Colón no hubiese estado. Partieron, pues, de Palos a 13 de noviembre de año de mil y quinientos menos uno, con pensamiento de traer muchas perlas, oro, piedras y otras grandes riquezas. Llegó a Santiago, isla de Cabo Verde; llevó de allí su derrota más al mediodía que Colón, atravesó la corrida y fué a dar al cabo llamado de Sant Augustín la flota. Estos descobridores salieron a tierra por fin de enero; tomaron agua, leña y la altura del Sol; escribieron en árboles y peñas el día que llegaron, y sus proprios nombres y del rey y reina, en señal de posesión, maravillados y pensosos de no hallar gente por allí para tomar lengua y tino de aquella tierra y su riqueza. La segunda noche que allí durmieron vieron no muy lejos muchos fuegos, y en la mañana quisieron feriar algo con los que al fuego estaban en ranchos; pero ellos no acarrearon a ello, antes tenían talante de pelear con muy buenos arcos y lanzas que traían. Los nuestros huyeron dello por ser hombres mayores que grandes alemanes, y de pies muy largos, ca, según después contaban los Pinzones, los tenían por tanto y medio que los suyos. Partieron de allá y fueron a surgir en un río poco hondable, porque muchos indios estaban en un cerro cerca de la marina. Salieron a tierra con las barcas; adelantóse un español y arrojóles un cascabel para cebarlos. Ellos, que armados estaban, echaron un palo dorado, y arremetieron al que se abajó por él a prenderlo. Acudieron los demás españoles, y trabóse una pelea, en que murieron ocho dellos. Los indios siguieron la victoria hasta meterlos en las naos, y aun pelearon en el río: tan secutivos y bravos eran. Quebraron un esquife;

valió Dios que no tenían yerba; si no, pocos escaparan de muchos que heridos quedaron. Vicente Yáñez conosció cuán diferente cosa es pelear que timonear. Cativaron treinta y seis indios en otro río, dicho María Tambal, y corrieron la costa hasta llegar al golfo de Paria. Tocaron en Cabo Primero, angla de Sant Lucas, tierra de Humos, río Marañón, río de Orellana, río Dulce y otras partes. Tardaron diez meses en ir, descubrir y tornar. Perdieron dos carabelas, con todos los que dentro iban. Trajeron hasta veinte esclavos, tres mil libras de brasil y sándalo, muchos juncos de los preciados, mucho ánime blanco, cortezas de ciertos árboles que parescía canela, y un cuero de aquel animal que mete los hijos en el pecho; y contaban por gran cosa haber visto árbol que no le abrazaran diez y seis hombres.

LXXXVI

Río de Orellana.

El río de Orellana, si es como dicen, es el mayor río de las Indias y de todo el mundo, aunque metamos entre ellos al Nilo. Unos lo llaman mar Dulce, y le ponen de boca cincuenta y más leguas; otros afirman ser el mesmo que Marañón, diciendo que nasce en Quito, cerca de Mullubamba, y que entra en la mar pocas más de trecientas leguas de Cubagua. Pero aun no está del todo averiguado, y por eso los diferenciamos. Corre, pues, este río, siempre casi por bajo la Equinocial, mil y quinientas leguas, y aun más, según Orellana y sus compañeros contaban, a causa de las muchas y grandes vueltas que hace, como una culebra, ca de su nacimiento a la mar, en que cae, no hay setecientas. Tiene muchas islas: crece la marea por él arriba más de cien leguas, a lo que dicen; con la cual

suben trecientas leguas manatís, bufeos y otros pescados de mar. Bien puede ser que crezca en sus tiempos como el Nilo y como el río de la Plata; pero como aun no está poblado, no está sabido. Nunca jamás, a lo que pienso, hombre ninguno navegó tantas leguas por río como Francisco de Orellana por éste; ni de río Grande se supo tan presto el fin y principio como déste. Los Pinzones lo descubrieron el año de 1500; Orellana lo anduvo cuarenta y tres años después. Iba Orellana con Gonzalo Pizarro a la conquista que llamaron de la Canela, de la cual adelante diremos; fué por bastimentos a una isla deste mesmo río en un bergantin y algunas canoas, con cincuenta españoles, y como se vió lejos de su capitán, fuese por el río abajo con la ropa, oro y esmeraldas que le confiaron; aunque decía él acá que, constreñido de la gran corriente y caída del agua, no pudo tornar arriba. Hizo de las canoas otro bergantinejo; desistió de la tenencia que de Pizarro llevaba, y eligéronle por capitán. Dijo que quería probar ventura por sí, buscando la riqueza y cabo de aquel río. Así que bajó por él, y quebráronle un ojo los indios peleando; vino, por abreviar, a España, vendió por suyo el descubrimiento y gasto, presentando en Consejo de Indias, que a la sazón estaba en Valladolid, una larga relación de su viaje; la cual era, según después paresció, mentirosa. Pidió la conquista de aquel río, y diéronsela con título de adelantado, creyendo lo que afirmaba. Gastó las esmeraldas y oro que traía, y para volver allá con armada no tenía posibilidad, ca era pobre. Casóse, y tomó dineros prestados de los que con él querían pasar, prometiéndoles cargos y oficios en su casa, gobernación y guerra. Estuvo algunos años buscando y aparejando cómo ir. Al fin juntó quinientos hombres en Sevilla, y partióse. Murió en la mar, y desbaratóse su gente y navíos; y así cesó la famosa conquista de las Amazonas. Entre los disparates que dijo fué afir

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