Imágenes de página
PDF
ePub

a tristeza cuando comienzan, y paran en locura. Bailan seis horas sin descansar; algunos pierden el aliento; el que más baila es más estimado. Otro baile usan harto de ver, y que parece un ensayo de guerra. Alléganse muchos mancebos para festejar a su cacique, limpian el camino, sin dejar una paja ni yerba. Antes un rato que lleguen al pueblo o a palacio comienzan a cantar bajo, y a tirar los arcos al paso de la ordenanza que traen. Suben poco a poco la voz hasta gañir; canta uno y responden todos; truecan las palabras, diciendo: <Buen señor tenemos; tenemos buen señor, señor tenemos bueno.» Adelántase quien guía la danza, y camina de espaldas hasta la puerta. Entran luego todos haciendo seiscientas momerías: unos hacen del ciego, otros del cojo; cuál pesca, cuál teje, quién rie, quién llora, y uno ora muy en seso las proezas de aquel señor y de sus antepasados. Tras esto siéntanse todos como sastres o en cuclillas. Comen callando y beben hasta emborrachar. Quien más bebe es más valiente y más honrado del señor que les da la cena. En otras fiestas, como de Baco, que acostumbran emborracharse todos, están las mujeres y aun las hijas para llevar borrachos a casa sus maridos, padres y hermanos, y para escanciar; aunque muchas veces se dan uno a otro de beber por la orden que asentados están, que casi es <yo bebo a vos» de Francia; empero siempre al primero da vino una mujer. Riñen después de beodos. Apuñéanse, desafíanse, trátanse de hisdeputas, cornudos, cobardes y semejantes afrentas. No es hombre el que no se embriaga, ni alcanza lo venidero, como piaches dicen. Muchos gomitan para beber de nuevo; beben vinos de palma, yerba, grano y frutas. Para más abundancia toman humo por las narices, de una yerba que mucho encalabria y quita el sentido; cantan las mujeres cantares tristes cuando los llevan a casa, y tañen unos sones que provocan a llorar. Idolatran reciamente los de Cumaná. Adoran Sol y Luna; tiénenios

por marido y mujer y por grandes dioses. Temen mucho al Sol cuando truena y relampaguea, diciendo que está dellos airado. Ayunan los eclipses, en especial mujeres, que las casadas se mesan y arañan y las doncellas se sangran de los brazos con espinas de peces; piensan que la Luna está del Sol herida por algún enojo. En tiempo de algún cometa hacen grandísimo ruido con bocinas y atabales y grita, creyendo que así huye o se consume; creen que las cometas denotan grandes males. Entre los muchos ídolos y figuras que adoran por dioses tienen una aspa como la de Sant Andrés, y un signo como de escribano, cuadrado, cerrado e atravesado en cruz de esquina a esquina, y muchos frailes y otros españoles decían ser cruz, y que con él se defendían de los fantasmas de noche, y lo ponían a los niños en naciendo.

LXXXIII

Sacerdotes, médicos y nigrománticos.

A los sacerdotes llaman piaches: en ellos está la honra de las novias, la sciencia del curar y la de adevinar; invocan al diablo, y, en fin, son magos y nigrománticos. Curan con yerbas y raíces crudas, cocidas y molidas, con sain de aves y peces y animales, con palo, y otras cosas que el vulgo no conoce, y con palabras muy revesadas y que aun el mesmo médico no las entiende, que usanza es de encantadores. Lamen y chupan do hay dolor, para sacar el mal humor que lo causa; no escupen aquello donde el enfermo está, sino fuera de casa. Si el dolor crece, o la calentura y mal del doliente, dicen los piaches que tiene espíritos, y pasan la mano por todo el cuerpo. Dicen palabras de encante, lamen algunas coyunturas, chupan recio y

>

menudo, dando a entender que llaman y sacan espíritu. Toman luego un palo de cierto árbol, que nadie sino el piache sabe su virtud, friéganse con él la boca y gaznates, hasta que lanzan cuanto en el estómago tienen, y muchas veces echan sangre: tanta fuerza ponen o tal propiedad es la del palo. Sospira, brama, tiembla, patea y hace mil bascas el piache; suda dos horas hilo a hilo del pecho, y en fin, echa por la boca una como flema muy espesa, y en medio della una pelotilla dura y negra, la cual llevan al campo los de la casa del enfermo y arrójanla diciendo: «Allá irás, demonio; demonio, allá irás. Si acierta el doliente a sanar, dan cuanto tienen al médico; si muere dicen que era llegada su hora. Dan respuesta los piaches si les preguntan; mas en cosas importantes, como decir si habrá guerra o no, y si la hubiere, qué fin terná; el año si será abundante o falto, o enfermo; si habrá mucha pesca; si la venderán bien. Previenen la gente antes que vengan los eclipses; avisan de los cometas y dicen muchas otras cosas. Los españoles, estando en deseo y necesidad, les preguntaron una vez si vernían presto naos, y les dijeron que para tal día vernía una carabela con tantos hombres y con tales bastimentos y mercaderías: y fué así como dijeron, que vino el mesmo día que señalaron, y trajo los hombres puntualmente y cosas que dijeron. Invocan al diablo de esta manera: Entra el piache en una cueva o cámara secreta una noche muy escura; lleva consigo ciertos mancebos animosos, que hagan las preguntas sin temor. Siéntase él en un banquillo, y ellos están en pie. Llama, vocea, reza versos, tañe sonajas o coracol, y en tono lloroso dice muchas veces: «Prororure, prororure», que son palabras de ruego. Si el diablo no viene a ellas, vuelve el son; canta versos de amenazas con gesto enojado; hace y dice grandes fieros y meneos. Cuando viene, que por el ruido se conosce, tañe muy recio y apriesa, y luego cae y muestra estar preso

del demonio, según las vueltas que da y visajes que hace. Llega entonces a él uno de aquellos hombres y pregunta lo que quiere, y él responde. Fray Pedro de Córdoba, fraile dominico, quiso aclarar este negocio; y cuando el piache estuvo en el suelo arrebatado del espíritu maligno, tomó una cruz, estola y agua bendita; entró con muchos indios y españoles, echó una parte de la estola al piache, santiguóle, conjuróle en latín y en romance. Respondióle el endomoniado en indio muy concertadamente. Preguntóle al cabo dónde iban las almas de los indios, e dijo que al infierno, y con tanto se fenesció la plática, y el fraile quedó satisfecho y espantado, y el piache atormentado y quejoso del diablo, que tanto tiempo lo tuvo así. Esta es la santidad de los piaches. Llevan precio por curar y adevinar, y así son ricos. Van a los banquetes, pero siéntanse aparte y por sí: embriaganse terriblemente, e dicen que cuanto más vino tanto más adevino. Gozan la flor de mujeres, pues les dan que prueben las novias. No curan a parientes, y nadie puede curar si no es piache; aprenden la medecina y mágica desde muchachos, y en dos años que están encerrados en bosques no comen cosa de sangre, no ven mujer, ni aun a sus madres ni padres; no salen de sus chozas o cuevas; van a ellos de noche los maestros y piaches viejos a enseñarles. Cuando acaban de aprender, o es pasado el tiempo del silencio y soledad, toman testimonio dello, y comienzan a curar y dar respuestas como doctores. Tanto como dicho tengo, y más que callo, afirmaron en Consejo de Indias fray Tomás Ortiz y otros frailes dominicos y franciscos; y dióseles crédito, por ser cierto que los diablos entran algunas veces en hombres y dan respuestas que suelen salir verdaderas. Digamos ya de las sepulturas, donde todos imos a parar, y concluyamos con las costumbres de Cumaná. Endechan los muertos cantando sus proezas y vida; y o los sepultan en casa, o desecados al

fuego los cuelgan y guardan; lloran mucho al cuerpo fresco. Al cabo del año, si es señor el que se enterró, júntanse muchos que para esto son llamados y convidados, con tal que cada uno se traiga su comer, y en anocheciendo desentierran el muerto con muy gran llanto. Trábanse de los pies con las manos, meten las cabezas entre las piernas y dan vueltas alrededor; deshacen la rueda, patean, miran al cielo y lloran voz en grita. Queman los huesos, y dan la cabeza a la más noble o legítima mujer, que la guarde por reliquias en memoria de su marido. Creen, juntamente con esto, que la ánima es inmortal; empero que come y bebe allá en el campo donde anda, y que es el eco que responde al que habla y llama.

LXXXIV.

Paria.

Armó Cristóbal Colón seis naves a costa de los Reyes Católicos, sin otras dos que delante despachara a su hermano Bartolomé. Partió de Cáliz año de 1497; algunos añaden un año, y otros lo quitan. Dejó el camino de Canaria, por unos cosarios franceses que robaban yentes y vinientes de Indias y de aquellas islas; fué derecho a la Madera, otra isla más al norte. Envió de allí tres carabelas a la Española, y él tornó la vía de Cabo Verde con otras tres naos. Llevaba propósito de topar la tórrida zona navegando siempre al mediodía, y saber qué tierras ternía. Salió de la isla Buena-Vista, y habiendo corrido más de docientas leguas al sudueste, hallóse a cinco grados de la Equinocial y sin viento ninguno. Era por junio, y hacía tanto calor, que no lo podían sufrir. Reventaban las pipas, vertíase el agua, ardía el trigo, y por miedo que no se

« AnteriorContinuar »